Las costumbres del palacio moderno

Es mi estomago tan fuerte ¡demolí a palos!
a tan hermoso plan, había entre las rocas otro soldado,
en mis dedos puede haber oro y las palmas
de mis manos parecían caer.

Yo no presiento que se haya quemado la luna,
pero si fuera el trato por salir de esta, ¡presa!,
su nombre y su voluntad haría lo menos
por devolver sus brazos, pues ella
apareció entre hurtadillas debajo de todo,
había puertas que cancelar o diamantes
en sus ojos.

Yo quiero demostrar por que las plantas
son feas, pálidas y perfectas, hacía mas de un año
que no veía su rostro, era desértico el como ellas
aceptaban mi recado póstumo a ser devorado
por las costumbres de los hombres, mas sin embargo
tome esa casa grande, la mire un segundo y como
sin nada escapo de mis manos.
Dentro y fuera estaba el sacerdote diciendo mi nombre. ¡Que hermoso plan!

 

Interesante poema que mejoraría sin errores ortográficos, especialmente en el uso de tildes. Un saludo.