Las cuatro estaciones porteñas.

Las cuatro estaciones porteñas.
A Nadja Salerno-Sonnenberg,
Después de interpretar Las cuatro estaciones porteñas de Astor Piazzolla.
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Las ventanas que llamamos estaciones
se abren inauditas con la caricia de tu arco.
Vibrante intérprete, completa dueña del instrumento.
Llora y canta el violín en tu hombro,
le arrancas emociones escondidas en sus fibras.
Lloran y cantan tus caderas emocionadas
mientras tus manos depositan su ternura sobre las cuerdas.

¡Ay mujer que eres una diosa!

Yo me quedé suspendido en las alas de tu música.
La imponente presencia de todo tu arte.
Gratificado, Piazzolla, te besaría las manos,
yo, ¡hasta los pies te besaría!

Estoy seguro de que en ése instante tenías
el bandoneón sagrado en tu corazón de diosa.

[SIZE=4]Flotando sobre el cosmos del teatro,[/SIZE]
[FONT=Garamond][SIZE=4]vi las estaciones seguirse en sus constantes fugas.[/SIZE]
[FONT=Garamond][SIZE=4]El otoño porteño que pasa a ser invierno gris de tango[/SIZE]
[FONT=Garamond][SIZE=4]que reverbera en el corazón.[/SIZE]
[FONT=Garamond][SIZE=4]La dulce electricidad de la primavera,[/SIZE]
[FONT=Garamond][SIZE=4]radiante y perfumada, que pasa a liberar [/SIZE]
[FONT=Garamond][SIZE=4]el cuajado verano con su barroquismo de trigales.[/SIZE]

[FONT=Garamond][SIZE=4]¡Ay mujer, que eres una diosa![/SIZE]


[FONT=Garamond][SIZE=4]16 de Mayo de 2010.[/SIZE]

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