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Las infancias muertas

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Évano, 2 de Enero de 2017. Respuestas: 11 | Visitas: 1126

  1. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Queda lejos. Lejos no, no es la palabra. Alguien murió en la infancia y yo soy el que ha retenido en la memoria aquella infancia donde no existían las palabras. Los chaparros eran, existían, tenían vida y formaban parte de ti, como las piedras anchas de las murallas del castillo derruido, como el olivo inclinado por el viento en la cima de una de ellas, la del este; como las laderas cayendo hacia una aldea que no era más que un apeadero de tren en lo lo alto de los leves montes de Sierra Morena.

    Aquel muerto era viento, era los toros tras los alambres de la finca de la marquesa de Campo Alto. Era el polvorín de la base militar de Cerro Muriano. Era los soldados de reemplazo en las garitas. Era los aullidos de los lobos y el ululo de la noche, la algarabía de los cien muchachos y la última fila de la clase donde se cursaban los ocho cursos de la E.G.B. de golpe. Era la hora del recreo y la mantequilla y la leche en polvo y los posos del café que le echaba al blanco de la leche para engañarla. Era los niños que le robaban el almuerzo, las hermanas llevándolo y trayéndolo en volandas al colegio. Era la abuela inmiscuida en las guerras que había pasado. Era el padre enfermo y el hermano atropellado por un coche enfrente del mugir de los toros. Era la mesa que sostuvo el cuerpo hasta la llegada de su madre una tarde calurosa de agosto. Era el silencio del brasero durante la tristeza posterior. Era los dedos fríos y la boca de vaho, el cuerpo y los huesos entumecidos al despertar de un invierno infinito. Era la alegría del primer día de sol. Era la viña colgando de la puerta de casa, sus uvas blancas. Era los horribles chillidos de la matanza, los hombres alzando y cortando el cuello del cerdo y la sangre que caía en el barreño. Era la copa de anís y los chorizos y la tripa lavada. Era las risas y tanto llanto. Era el botijo roto en la escalera del tren antes de partir de la aldea a Barcelona. Los pájaros cazados en los altos de los árboles. Era el camión de bomberos rojo que alargaba una escalera y la recogía como si de magia se tratase. Era el ganso que le picoteaba la cabeza y la zahúrda donde los hermanos lo metían para atemorizarlo. Era la hermana quemada en el brasero, el hermano con la coronilla pelada por otro hermano.

    No habían palabras. Las cosas eran.

    Ahora solo quedan palabras que no son capaces de nombrar aquello. Ahora el mundo se forma dentro de las cabezas para que luego ocurra. Como un intento de meter dentro nuestro a la vida, al mundo, al universo entero.

    Aquel niño sabía que eso era imposible, que todo estaba fuera de nosotros y no había manera de modificar el paso y el destino, si quiera el de una piedra insignificante.

    Ahora es una triste cena de Nochevieja donde cada cual intenta atar el futuro. Palabras.

    La risa no tiene palabras. El amor no tiene palabras, ni el llanto, ni el dolor, ni el olor a hollín ni el frío ni el calor ni los chillidos del cerdo ni el vello de la piel erizada. Ni el brazo roto o el rostro quemado. La infinidad de actos concluyendo en cada segundo de cada ser u objeto de aquel entonces carecen de palabras. Tratar de explicarlo medio siglo más tarde es intentar resucitar aquella infancia metiéndose en una caverna de pinturas rupestres y creer que entiendes aquel momento. No, es imposible comprender los mundos en los que no hubieron palabras porque tú eras una pequeña parte de ese mundo que sucedía y te arrastraba junto a hojas, gritos, cánticos, lágrimas, castillos, laderas, colegio, toros, leche, pájaros, hermanos, abuela, padres. Una sinfonía donde cada ser tocaba en la orquesta según la vida ordenara u obligara.

    Los pintores rupestres no escenificaban ciervos con palabras ni dibujos. Ellos eran los animales que pintaban.

    Aquella infancia muerta no entiende esta mesa de Nochebuena, Navidad, esta mesa de Nochevieja. Los alimentos que hay en ella están tan muertos como aquella infancia. Pertenecen a ella. Son extraños, como las bebidas o los comensales. Como la madre misma. Son tan lejanos como la última cena de Jesucristo.

    Solo han sobrevivido los millones de Judas. Las treinta monedas de plata se han multiplicado como panes y peces. Quizá sean estos los milagros que sabe realizar Satán.

    Casi todas las infancias han muerto. La gente se ha separado de la vida, del mundo, del universo.

    Alguna queda todavía. Algún sobrino autista que pinta como aquellos rupestres y que ve, habla y está vivo. Está dentro, sí. Está dentro.

    Este mundo de palabras sí que se entiende. Comprendes que se quiera asegurar el porvenir. Comprendes el miedo, el mirar cada paso dado con lupa. Mas, creo exagerado las fuerzas volcadas a ello.

    Escucho en la mesa las charlas mientras mi mente me forma la imagen de un planeta alocado girando sobre su eje y alrededor del sol y de la galaxia y volando hacia la nada a toda velocidad y no compaginan charlas y vida. No van unidas. Es como si la gente se creyera inmortal, que no quisiera afrentar la realidad.

    Las infancias están muertas y ya no resucitan ni en la memoria. Ni en Navidad.
     
    #1
  2. Dark_Fairy

    Dark_Fairy Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Generalmente los niños que hemos muerto, somos niños grandes, yo al menos.

    Como no tuve niñez, pues procuro dársela a mis hijos sobretodo porque, son quienes deben y tienen que vivir ese proceso que, en otroras, debe ser hermoso.

    Yo ahora como dulces, bebo soda, tomo café, leo, veo caricaturas, me río de cosas ínfimas, le encuentro ese sentido a las cosas, que de niña tuve que ocupar de cuidar a la abuela que no se cayera, de cuidar al papá ebrio para que no agarrara el carro, tuve que cuidar otros niños y a adultos y nadie cuidó de mi más que yo claro está...

    Ahora soy niña...

    Saludos.
     
    #2
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  3. LIBRA8

    LIBRA8 Invitado

    La madurez tiende a poner nombre a las cosas, también es posible que los tiempos estén cambiando, pero puede ser porque nuestros ojos adultos y resabiados los vean de otra forma. La infancia y la juventud son etapas mágicas e impresionistas en gran medida, luego la magia muere, como todo acaba muriendo en esta vida.
    Pero lo bonito es que siempre quedan resquicios de esa magia, hasta el final, y gracias a ellos y a ella se pueden escribir letras tan hermosas como estas.

    Excelente prosa, Vicente. Feliz año amigo.
     
    #3
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  4. Rosario Martín

    Rosario Martín .

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    Qué similares fueron(a pesar de esos añitos que te llevo)
    mi infancia y la tuya, compañero.Era el cola cao,
    el pan con aceite, el blanco y negro de la esperanza y la vida
    también la vida, señor Évano,aquello que llamábamos vida.
    Un abrazo y feliz año...
    Por cierto,tengo un recuerdo especial de Córdoba
    y la promesa de volver.
     
    #4
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  5. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Nuestras infancias fueron muy diferentes a las de ahora. Quizá, como bien dices, debamos ser niños ahora.

    Feliz año.

    Habrá que recuperar, o conservar la magia que queda.

    Feliz año, señor Libra Luis.

    Espero sea buen recuerdo, Rosario. En lo del Colacao no coincidimos. Ni por asomo en Sierra Morena veíamos el Colacao, aunque tengo un recuerdo de él un "tanto especial". La primera vez que lo probé fue en Barcelona, en una casa donde cuidaba a un niño de meses. Yo tenía unos diez años y me iba a dormir allí porque la madre tenía que ir de madrugada a comprar fruta y comida para su tienda. El Colacao más duro y de más tiempo lo tomaba ella, su familia y yo. Buena mujer con una historia terrible ya que el niño que yo cuidaba se quemó en un accidente de tráfico con veinte años. Murió. El mayor estuvo en la cárcel casi veinte años y el marido jugaba a las cartas en el bar toda la noche y poco ayudaba.

    Ferliz año, Rosario. Y feliz cumpleaños, aunque sea tarde.
     
    #5
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  6. Recently played

    Recently played Contemplador nocturno de poemas

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    Magnífico relato, muy hermoso aunque tenga esa crudeza que le da la vida cuando uno no se pone gafas de colores. Hay algo en la infancia que es magia pero también tristeza quizá porque en el fondo sabemos que se va a acabar. Un verdadero placer leerte. Un abrazo y feliz año.
     
    #6
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  7. Rosario Martín

    Rosario Martín .

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    El cola cao que tuve más cerca en muchos años
    era el que anunciaban en la radio(La canción del cola cao)
    pero un buen día mi madre llegó con una hermosa lata
    y el bolsillo vacío,pasaron años hasta que volví a catarlo...
    Mi infancia no fue una maravilla, señor Evano,pero conservo
    cuatro escenas que no cambiaría por nada y ya que estamos
    en estas fechas me viene a la memoria una de ellas y la imagen
    de mi padre preparando la zambomba, la botella de anís del mono
    y la cuchara o dos pizarras del arroyo para amenizar la música
    de nochebuena y en la madrugá preparaba unas migas con tocino
    para que todos alrededor de la lumbre, incluidos los 7 gatos,
    nos calentásemos el estómago y el alma...Después he vivido
    nochebuenas con cenas copiosas y exquisitas, ropa de fiesta
    y calefacción,música de altura y velas pero ninguna
    cómo aquellas de mi infancia, por muy crudas que fueran,
    seguramente por mi inocencia o vete tú a saber porqué...
    Lo cierto es que la infancia de uno muere cuando muere
    nuestro niño interior o cuando la puta mala suerte
    nos lo arranca de cuajo.
    Las nocheviejas de mi infancia no venían con regalos materiales,
    a pesar de ser mi cumpleaños,me consolaban en reyes con un plumier
    y alguna vez hasta venía con colores dentro.
    Gracias, amigo,un brindis por los 55 que me han caído;) y por ti...

    Ya sabes que veo fatal y es posible que falte o sobren letras...
     
    #7
    Última modificación: 5 de Enero de 2017
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  8. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    "Cuando uno se pone las gafas de colores". Buena expresión. Es lo que queremos ponernos: gafas de colores.

    Gracias por pasar.
     
    #8
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  9. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    ¡Qué duda cabe que somos aquellos recuerdos de ilusión y esperanza! Quizá es lo que debamos recobrar, lo que debemos hacer con los niños de hoy: demostrarles que son los valores y no las posesiones lo importante. La compañía.

    No somos letras ni palabras, por lo que da igual si nos faltan o sobran.

    Fuerte abrazo, compañera.
     
    #9
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  10. LUZYABSENTA

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    Vida pasada en ese rumbos de recuerdos que se anidan
    desde el pensamiento adulto. todos en gereneral valoramos
    esos primeros años por la magia y las impresiones que se
    aprehenden en tan significativa etapa. queda pues siempre
    esa puerta final que no se cierra nunca. felicidades. bellissima
    la obra.
    saludos de luzyabsenta
     
    #10
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  11. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Gracias por tu amable paso, por tu tiempo.

    Saludos cordiales, Luz.
     
    #11
  12. LUZYABSENTA

    LUZYABSENTA Moder Surrealistas, Microprosas.Miembro del Jurado Miembro del Equipo Moderadores

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    GRacias a ti, tus lecturas permiten comentar. agradezco tu
    respuesta. saludos siempre de luzyabsenta
     
    #12
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