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Las manos del cantero

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Luis Á. Ruiz Peradejordi, 19 de Septiembre de 2017. Respuestas: 11 | Visitas: 868

  1. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Maese Pedro en el año de gracia de mil doscientos ochenta y cuatro, era maestro cantero de la Catedral de León. Llevaba más de treinta años en construcción y sus formas se iban haciendo cada vez más visibles, siguiendo la pauta, aquellos planos que había elaborado el Maestro Enrique.


    Maese Pedro era conocido por el Joven, pues antes que él su padre, del mismo nombre, también había dado forma a las piedras que conformarían el Pórtico principal de la fachada oeste.


    En ese quehacer se hallaba ocupado, cuando el Maestro Enrique llegó al taller y llevándole aparte le propuso, “Maese Pedro, yo sé que ahora no hay cantero con la pericia con la vos trabajáis y tengo un especial encargo de haceros” “Decid Maestro ¿qué es ello?” respondió el cantero. “He de encargaros una imagen, que trabajéis en ella con empeño es lo que espero y si conseguís lo que pretendo, quedaréis bien satisfecho. Una imagen de la Virgen es lo que quiero”


    Comprometiese así su palabra el cantero y dejando el taller común se fue a otro, separado de la Catedral, donde poder trabajar sin interrupciones ni riesgos de roturas su encargo. Esperaba con afán que le llevasen el material pues el Maestro no le había dejado dicho si sería mármol, alabastro o basalto. Supuso una pequeña decepción que no pudiese disponer más que de piedra, simple piedra como aquella con que se levantaba la Santa Iglesia que sería honra del Reino.


    Tocó la textura rugosa de la piedra, cerró los ojos para acomodar una imagen que pudiese valer para aquella Virgen que tenía que trabajar. Bosquejó en un pergamino con un trozo de carboncillo los rasgos principales que tendría la escultura que le encargaban. Sería una Virgen en majestad, con un Niño en los brazos, quizá preparada como si fuese una columna y un capitel superior que la rematara.


    Púsose a la obra, las manos empuñando el cincel y la maza y el amor intenso que por su trabajo sentía. Desbastó la piedra. Fueron apareciendo las primeras líneas. Un manto largo, con pliegues que caían, pero no quiso hacer los pliegues rectos, sino que quiso darles un aspecto más natural, aquél que él veía que tenían los mantos de las mujeres que por la calle pasaban.


    Iban pasando los días, en aquella soledad marcada por el Maestro Enrique que no quería que le distrajesen, ni le molestaran. Esperaba que llegasen las luces de la mañana y preparaba un fuego para templar las manos que se quedaban frías en las jornadas de invierno cuando caían las heladas. Se empezó a ilusionar con el trabajo, pasaba en el taller las horas, allí comía y la mayoría de los días, allí dormía en un camastro que se había preparado. No salía a las calles. No vivía más que para su obra, aquella que nadie conocía todavía, aquella que le ocupaba la mente y le llenaba las horas.


    El Niño bendecía con su mano alzada, desde el brazo izquierdo de la Virgen. La cabeza de la imagen se tocaba con una corona de emperatriz, mientras sus pies hollaban la cabeza de la serpiente que por tierra se arrastraba. Remató la imagen como capitel la representación hermosa de la Jerusalén Celeste, donde la Virgen reinaba.


    Llegaba el momento difícil de poner a María una cara. Dibujó varios proyectos, mas ninguno le agradaba. Emborronó de carbones pergaminos y… nada. Una noche, mientras se agitaba en las horas del sueño, se le representó la imagen de su hija, Blanca, la que murió de garrotillo con catorce años recién cumplidos,aquella que era su ilusión de padre, niña de sus ojos... ¡maldito garrotillo! el mismo garrotillo que se llevó a su madre. A la mañana siguiente intentó el bueno del Maese llevar a la piedra el rostro tranquilo de su hija, aquel que el sueño le había entregado. Como por ensalmo las manos trabajaban, encontraban rasgos , surgían gestos como complicidades e iba tomando forma aquel rostro que tanto recordaba.


    Terminó su obra Maese Pedro y la envolvió en arpilleras porque no sufriera y envió a dar aviso al Maestro de que ya estaba terminada. Le llegó orden del Maestro Enrique de dejarla bien protegida, que según fueran las obras, ya vería él dónde la colocaba.


    Salió del taller Maese Pedro y se asombró al ver que en todo el tiempo que había estado haciendo casi vida ermitaña, las obras de la Catedral habían avanzado mucho. Se levantaba airosa, las paredes de inverosímil altura aparecían taladradas de ventanales que se engalanaban con vitrales como no hubiese otras. Las arquivoltas, galanas tomaban forma sobre las puertas y los arbotantes esbeltos se lazaban a las alturas, sueño de contrafuertes para sujetar el edificio, la Pulchra Leonina, que a las gentes llenaba de orgullo.


    Pero Maese Pedro, había contraído del polvo de la piedra, de las esquirlas inhaladas, de los fríos de las noches y las heladas el “mal de la piedra”, mal que le fatigaba si forzaba el paso, si subía escalones y que muchas veces le manchaba de sangre la saliva al toser por las mañanas. Tuvo, pues, que recogerse, cuidarse, con lo que entonces buenamente se podía. Cierto es que el Maestro Enrique siempre pendiente envíaba algún dinero cuando lo necesitaba y así iba aguantando el viejo cantero.


    Un día le despertaron de mañana las campanas, había júbilo en las calles. Se diría hoy la primera misa en la Catedral que se consagraría en presencia del Rey. El Maestro Enrique invitó a Maese Pedro a acudir con él a un acto tan solemne y tan esperado. Con las pocas fuerzas que tenía, Maese Pedro se puso sus pobres galas y se fue con el Maestro a ver la Catedral nueva. Al llegar a la plaza, enfocar la entrada por la puerta oeste, en el parteluz del pórtico, en lugar de privilegio estaba la imagen que con sus manos tallara. Con lágrimas en los ojos, sin poder articular palabra, miró al Maestro Enrique que le dijo: “Ahí tienes a la titular de esta iglesia, Nuestra Señora la Blanca”.
     
    #1
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  2. Conmovedor, por el hecho en sí de dar forma a la piedra, de darle vida y entidad con el arte de las manos, y conmovedor por el relato del rostro de la virgencita Blanca. Imposible evitar la emoción, cuando en algún relato se menciona a un ángel que partió pronto.
    El final donde el rostro quedó eterno en la obra del artesano, es como decir que el amor seguirá teniendo el rostro amado del recuerdo más dulce.
    Las iglesias y sus mundos de seres a su alrededor, son los mundos que te quedan excelentemente plasmados en tus letras, Luis.
    Sigo leyendo y sigo disfrutando de tu pulcra literatura de calidad, donde la historia se une con el corazón de narrador.
    Un abrazo.
     
    #2
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  3. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    La Catedral de León, está dedicada a Nuestra Señora y ciertamente en el parteluz del pórtico principal se encuentra Nuestra Señora la Blanca. Hoy es una reproducción, hallándose la original en el interior del templo, pues la piedra se deterioraba de estar expuesta a las inclemencias y a la polución. Es una figura muy delicada en su ejecución, que originalmente estuvo policromada y de una gran belleza. El resto de la narración es literatura. Llevaba un tiempo con la idea rondándome y hoy he puesto manos a la obra, aunque no sé si ha sido el día más inspirado. Muchas gracias por tu presencia, por tus comentarios y por tus ánimos. Como ves, siempre que puedo hago patria y no se me cae León de la boca. Ciertamente la Catedral es de una impresionante belleza, por que la veas te merecerá la pena venir a España. Un beso.
    Luis.
     
    #3
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  4. Amarilys

    Amarilys Romántica soñadora

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    Muy bien construida tu prosa, à partir del momento del que empieza la lectura uno quiere seguir para conocer el final, y es muy conmovedor, sabes muy bien mezclar realidad y ficción . Además la construcción de una catedral sin duda fue un momento excepcional y tú le das una humanidad con tu personaje Pedro que dió su vida su salud para su obra. Mis felicitaciones mi amigo.
    Amistad poética Amarilys
     
    #4
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  5. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias Amarilys por comentar este relato. Quise resaltar la construcción de la Catedral de mi ciudad, humanizando el hecho, pues hoy la vemos ahí y no paramos muchas veces a pensar en quienes la levantaron. Espero que hayas disfrutado del cuento. La Catedral de León, muy influenciaa por el gótico francés es única en cuanto a la cantidad de metros cuadrados de superficie de vitrales que posee. Agradezco de veras tu visita, un beso. Luis.
     
    #5
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  6. MaríaA.G

    MaríaA.G Poeta veterana en el Portal

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    Vaya sorpresa de narrativa describiendo la Joya de nuestra tierra, la majestuosa Pulchra Leonina, nada más y nada menos que el primer monumento declarado en España y no es para menos, esa belleza y esbeltez que tiene, ese señorío que se eleva por encima de la ciudad, esa grandeza de sus torres unidas por esos magníficos arbotantes y unas vidrieras únicas.

    Me encanta como vas hilando los momentos, como describes el trabajo de los canteros y das vida a esa esplendorosa Virgen Blanca y dejando claro, que esta tierra fue tierra de Reyes.

    Te ha quedado muy elegante, muy creativa. En fin, que quieres que te diga, me ha encantado.



    Felicitarte por este trabajo y mandarte un fuerte abrazo.
     
    #6
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  7. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Un pequeño atrevimiento por mi parte, pero siempre me ha encandilado la imagen de la Virgen Blanca. Quise hacer un pequeño homenaje a nuestra tierra, un recuerdo a las gentes que levantaron tal maravilla y contar una pequeña historia que diera pie a entronizar a Nuestra Señora. Supongo que te he tocado la vena de la tierra. Gracias por tu paso y tus bellas palabras. Me hace ilusión el que te haya gustado. Un beso.
    Luis.
     
    #7
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  8. MaríaA.G

    MaríaA.G Poeta veterana en el Portal

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    Hablar de mi tierra me emociona allá donde esté, pero hablar de la Pluchra y de la Virgen Blanca, me emociona sobremanera.

    Gracias por este regalo que has dejado.

    Besos.
     
    #8
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  9. Daniel Borrell

    Daniel Borrell Invitado

    Impresionante obra!!! Que bella manera de esculpir sus letras en esta historia, es maravillosa, emocionante e intensa, al mismo tiempo que triste y tierna, todos los condimentos para hacer de ella una verdadera obra maestra. ¡Fantástica prosa! Un verdadero placer disfrutar de sus magistrales letras, Luis Á. Ruiz Peradejordi, reciba la más sincera felicitación y saludo.
     
    #9
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  10. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Me encanta que estas letras sencillas, dedicadas a quien es titular de la Catedral de mi ciudad, le hayan gustado. Ciertamente las escribí con ilusión y quise darle un cierto toque humano, algo de emoción. Gracias por el comentario. Un abrazo.
    Luis.
     
    #10
  11. Uqbar

    Uqbar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    He seguido con gran deleite el trabajo descriptivo, que me ha hecho revivir la emoción con la que el artista iba creando su obra. Te imagino así mismo, crear con la misma emoción la narración, porque es la forma en la que llega, con fuerza y con pasión por el trabajo bien hecho.
    Felicidades por la entrega Luis,

    Un abrazo,

    Palmira
     
    #11
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  12. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    No sé cómo, revisando antiguas prosas, llegué hasta este comentario que desconocía. Homenaje a la catedral de mi ciudad, quería también hacer una narración que pusiera el toque humano a la piedra que hoy es sólo monumento. Gracias por tu comentario y mis disculpas por el despiste. Un cordial abrazo
     
    #12
    Última modificación: 30 de Septiembre de 2020
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