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Las pequeñas y grandes cosas de esta vida

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por Piedad Acosta Ruiz, 22 de Junio de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 374

  1. Piedad Acosta Ruiz

    Piedad Acosta Ruiz Poeta recién llegado

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    Si tú no te atreves a dar pronta y acertada solución a esos pequeños problemas de tu vida cotidiana, a esas pequeñas e insignificantes cosas que no revisten especial importancia en tu agenda diaria de trabajo; todas esas pequeñas e insignificantes cosas, por superfluas e insignificantes que te parezcan, se volverán bolas de nieve, y a futuro, elefantes blancos imposibles de manejar.

    La esencia de la vida la constituyen, la sumatoria de esas pequeñas cosas, que son invisibles a los sentidos. El ser humano por grande que parezca, fue imperceptible en la génesis de su historia individual y colectiva, entender esta sola afirmación nos permitiría trascender, o al menos, liberarnos de grandes pandemias, entre ellas, la violencia.

    Cuando Sócrates nos decía, “Conócete a ti mismo”, quería invitarnos a reconocer, no solo, nuestra esencia en la cadena genética, la cual plantea grandes desafíos a futuro, sino a descubrir nuestro arsenal interior para defendernos de la corrupción, manipulación y engaño que los diferentes sistemas han creado, para mantenernos atrapados en sus redes, evitándonos descubrir nuevos universos, navegar sobre mundos cargados de misterio, privilegios y deleites, usufructuados por unos pocos, que a fuerza de poder económico, bélico, político, ideológico, cultural, científico y epistemológico han sabido preservar.

    Los pocos que usufructúan el poder, bienestar y riqueza, lo perpetúan, asegurándose que las dóciles masas (lo que Francia en su pirámide social, denominaba en el siglo XVII, plebe) a través del engaño del sofisma de la educación y la cultura, que entran por los poros y las uñas, extendiéndose por las dendritas, desde que tomamos un baño, saboreamos un refresco, hasta que nuestros cansado cuerpo reposa en su lecho; de estos modelos de vida, que regulan el hacer y el actuar, no se escapan las especies animales a las que pertenecemos, las cuales crean rutinas alimentarias, lenguajes, tienen su líder y caminan en manada como nuestras etnias; ni el mismo Zaratustra se pudo separar de ellas, porque no pudo matar a su dios, el fantasma le siguió hasta su desdichada muerte, aunque en sus últimos momentos, la lucidez no estuviese presente.

    ¿Y si matamos nuestros miedos y fantasmas, que nos queda? la culpa para separarnos del placer ¿Cuál es el precio que ha tenido que pagar el hombre por pensar? ¿Acaso, la “inteligencia” la hemos utilizado en estos últimos siglos, a partir de las guerras mundiales, en las que iniciamos la repartición del pastel del mundo, para ser más violentos, haciéndonos la especie animal, más nociva, peligrosa y dañina, constituyéndonos, en la plaga más temible que hubiese podido azotar al Egipto de Moisés.

    Cunado suenan bombos, platillos y se ondean las banderas de la paz y libertad, es porque en nuestra cocina, sigilosamente se cuecen los odios y engaños que celosamente se han fermentado por años ¿a quién creer, cuando aquellos que recrudecen las penas y hacen de las cárceles, verdaderos infiernos, para encerrar los chivos expiatorios de una sociedad enferma, son los que a futuro se judicializan por delitos de cuello blanco, o en el mejor de los casos, la muerte les cobija en sus entrañas, antes que la justicia toque su morada.

    Los privilegios de pocos se garantizan, bajo las miserias y vicisitudes de las borregas masas, que “libre y desprevenidamente”, caminan en sus huestes como manadas de hormigas o antílopes sobrevivientes a los cambios climáticos.

    Entre más llenos, más vacíos, entre más conectados, más soledad y depresión, entre más información más xenofobia y barbarie.

    ¿Y dónde queda la añorada felicidad y juventud, que históricamente costó la vida de grandes poderosos, tras su búsqueda? el miedo a la imperfección ha hecho a la humanidad cada día más superficial, controladora e infeliz, porque ésta, ha perdido la capacidad de goce; cada vez el hombre conoce más del universo, sus misterios, pero paradójicamente se aleja de sí, de la aceptación de su esencia imperfecta que le lleva a trascender, a instrospectar, a auscultar, conquistar y de forma humilde y sencilla, a disfrutar de la aventura que implica su búsqueda y la vida misma.

    Nunca la humanidad fue tan violenta, ahora su cuota de odios, avaricia y codicia, arrasa con sus congéneres, con especies vegetales y animales y el planeta mismo.

    Según las historias religiosas de las diferentes doctrinas primigenias, se mataba era a la humanidad del Otro, a ella iba dirigida la pulsión tanática, nunca iba dirigida a acabar con la tierra y sus especies, como lo evidenciamos actualmente.

    Aún no podemos asimilar el misterio de la vida; todo lo que hoy se te da, mañana se acabará, principio y fin de la eternidad y de la energía que fluye, nunca se acaba sino que se transforma.

    Ahora queremos vivir el momento como un simple objetos plástico, no nos importa el después, menos dejar huella, peor aún, pensar, sufrir, esforzarnos, el para qué, ¿el porqué? ¿El cómo? ha pasado a un segundo plano.

    Innegablemente la modernidad ha impuesto la filosofía del facilismo, pero no hemos estudiado, las consecuencias que ha traído para la especie humana, el tiempo que ha permanecido desocupada, situación que lo ha hecho más proclive al consumo de drogas, obesidad y demás problemas sociales, dado que la esencia del hombre ha sido por naturaleza, la del descubrimiento, el sorprenderse con ello, caminar, explorar, obtener resultados siguiendo procesos, el mismo ser humano, es el resultado de un complejo proceso evolutivo.

    ¿Pero como poner freno al daño colateral, que cómo especie inteligente del planeta nos estamos haciendo? La respuesta a esta pregunta habrá de obtenerse, entendiendo nuestra esencia misma, porque de donde sale la violencia, también puede salir la paz.

    ¿Cuánto tardaremos en ello, y cuál será su precio? cuando el peligro sea inminente y las cosechas escaseen para los más fuertes, en ese momento el dolor ya no será del colectivo, de “la Plebe” sino de quien la conduce, y la solución no se hará esperar, pero mientras ello ocurra, perderemos casi la totalidad del paraíso, ya Darwin lo decía, si no eres fuerte, como especie, desaparecerás de tu continente.
     
    #1

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