las personas nunca cambian

Las personas nunca cambian
pero ¿olvidan quienes fueron?
La piel del tambor
no fue siempre latido de golpes
como tampoco tus promesas
habían tenido hasta entonces
eco en mi satisfecho corazón;
en cambio, desde que te las arreglaste
para que acudiera todos los días
hasta tu puerta para buscarte
lo transformaron en yunque líquido
que ensordece ahogando al hundirse
la desesperación de poco a poco
ir descubriendo cada mentira
que le hiciste protagonizar;
tu, marcando el ritmo hiriente
complacida con el botín de mi dignidad;
yo, deberías conocer el final de esta historia.
Insisto.
Siempre hay un antes y un después
pero las personas nunca cambian
aunque no se reconozcan después de cada naufragio.
Tu piel no será siempre tentador reclamo
para imbeciles; yo, venderé más caro mi pellejo
la próxima vez para que nadie resulte herido,
aunque sigo pensando, en tu caso y en el mió,
que las personas nunca cambian.