Latencia.

Y de pronto, Nada.


Pareciera que hablase

desde muchas otras voces.


De pronto nada, como

un eterno movimiento,

así como un insufrible

vaivén de pareceres.


Quizás algunos recuerdos

a lo lejos.


El Caos, el regocijo

absoluto de la

carencia total.


De ves en cuando,

el dolor fantasma de

alguna extremidad en vías

de olvido perpetuo.


La sensación pujante,

como de un arrastre.

Quizás pataleos, desesperación,

intento de un nado frenético

contra corriente.


Voces, ¡voces!

(idiomas desconocidos).

Sobre todo como de diosas,

lejanas, difusas.


El no querer,

oponerse a lo inevitable,

a una conciencia no

ansiada.


¿Y ahora qué?

La negación de la

naturaleza por la

naturaleza.


El límite. Cerrado,

circular, o tal vez un cubo.

Aún intentos por

abandonarse y la rabia

que se impregna.


La puta conciencia de

de lo inexorable, probar

el movimiento… ¡No! Fin

de la abulia,

ya nada más queda.


Y empujarán, como

una caricia, un beso pérfido.

Y olvidarás. Temerás al

desorden, al

abandono total.


Un llanto atroz por todo

lo soterrado,

por la luz abominable.

Un llanto enfurecido.


Entonces, la búsqueda furtiva

de una nueva latencia.

 

De una muerte a una vida.