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Leopoldo María Panero

Tema en 'Biblioteca de Poetas consagrados en verso libre' comenzado por MP, 29 de Abril de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 986

  1. MP

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    Mujer
    Leopoldo María Panero (selección de El blog de Paco Valiente).

    Su reseña biográfica: (extraída de: http://www.poemas-del-alma.com/leopoldo-maria-panero.htm )[​IMG]

    Leopoldo María Panero fue un poeta oriundo de España, nacido en Madrid en el año 1948 y fallecido en el año 2014 en Las Palmas de Gran Canaria. En su familia no ha sido el único en interesarse por la poesía; su padre, quien falleció cuando Leopoldo tenía tan sólo catorce años, y su hermano también se dedicaron a la lírica. Como otros artistas e intelectuales españoles que debieron sufrir el mandato de Franco, se manifestó expresamente en su contra, lo cual le trajo muchos problemas, tales como el encarcelamiento. Sin embargo, el dato que resalta de su vida personal es que por más de tres décadas, decidió vivir en la reclusión de los hospitales mentales, luego de repetidos ingresos en centros psiquiátricos que había enfrentado desde su juventud. A pesar de llevar una vida que a simple vista puede resultar dura, Panero ha sabido capitalizar sus puntos fuertes y nunca ha dejado de escribir, produciendo obras de diversos géneros que le han valido premios y reconocimientos en más de una ocasión. De sus libros publicados destacan los poemarios "Por el camino de Swan" y "Last River Together", con su famoso poema "La canción del croupier del Mississipi", las obras en prosa "Dos relatos y una perversión" y "Papá, dame la mano que tengo miedo", y los ensayos "Mi cerebro es una rosa" y "Prueba de vida. Autobiografía de la muerte".

    Este es el poema que he seleccionado, es un poco largo pero merece la pena tener paciencia…

    LA CANCIÓN DEL CROUPIER DEL MISSISSIPI

    «Fifteen men on the Dead Man's Chest.
    Yahoo! And a bottle of rum!»

    Canción pirata

    Fumo mucho. Demasiado.
    Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio,
    y oigo pasar la vida como quien pone la radio.
    Fumo mucho. En el cenicero hay
    ideas y poemas y voces
    de amigos que no tengo. Y tengo
    la boca llena de sangre,
    y sangre que sale de las grietas de mi cráneo
    y toda mi alma sabe a sangre,
    sangre fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy,
    en toda mi alma acuchillada por mujeres y niños
    que se mueven ingenuos, torpes, en
    esta vida que ya sé.
    Me palpo el pecho de pronto, nervioso,
    y no siento un corazón. No hay,
    no existe en nadie esa cosa que llaman corazón
    sino quizá en el alcohol, en esa
    sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo,
    la única sangre en este mundo que no existe
    que es como el mal programado, o
    como fábrica de vida o un sastre
    que ha olvidado quién es y sigue viviendo, o
    quizá el reloj y las horas pasan.
    Me palpo, nervioso, los ojos y los pies y el dedo gordo
    de la mano lo meto en el ojo, y estoy sucio
    y mi vida oliendo.
    Y sueño que he vivido y que me llamo de algún modo
    y que este cuento es cierto, este
    absurdo que delatan mis ojos,
    este delirio en Veracruz, y que este
    país es cierto este lugar parecido al Infierno,
    que llaman España, he oído
    a los muertos que el Infierno
    es mejor que esto y se parece más.
    Me digo que soy Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos,
    me digo que estar borracho es no estarlo
    toda la vida, es
    estar borracho de vida y no de muerte,
    es una sangre distinta de esa otra
    espesa que se cuela por los tejados y por las paredes
    y los agujeros de la vida.
    Y es que no hay otra comunión
    ni otro espasmo que este del vino
    y ningún otro sexo ni mujer
    que el vaso de alcohol besándome los labios
    que este vaso de alcohol que llevo en el
    cerebro, en los pies, en la sangre.
    Que este vaso de vino oscuro o blanco,
    de ginebra o de ron o lo que sea
    —ginebra y cerveza, por ejemplo—
    que es como la infancia, y no es
    huida, ni evasión, ni sueño
    sino la única vida real y todo lo posible
    y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento
    a algún ser que es probable que esté
    ahí la vida de los dioses
    y unos días soy Caín, y otros
    un jugador de poker que bebe whisky perfectamente y otros
    un cazador de dotes que por otra parte he sido
    pero lo mío es como en «Dulce pájaro de juventud»
    un cazador de dotes hermoso y alcohólico, y otros días,
    un asesino tímido y psicótico, y otros
    alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto,
    en qué ciudad, entre marineros ebrios. Algunos me
    recuerdan, dicen
    con la copa en la mano, hablando mucho,
    hablando para poder existir de que
    no hay nada mejor que decirse
    a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube
    la marea del vino en la sangre y el alma.
    O bien alguien perdido en las galerías del espejo
    buscando a su Novia. Y otras veces
    soy Abel que tiene un plan perfecto
    para rescatar la vida y restaurar a los hombres
    y también a veces lloro por no ser un esclavo
    negro en el sur, llorando
    entre las plantaciones!
    Es tan bella la ruina, tan profunda
    sé todos sus colores y es
    como una sinfonía la música del acabamiento,
    como música que tocan en el más allá,
    y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol,
    tengo sangre en los ojos de borracho
    y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
    y vomito el alma por las mañanas,
    después de pasar toda la noche jurando
    frente a una muñeca de goma que existe Dios.
    Escribir en España no es llorar, es beber,
    es beber la rabia del que no se resigna
    a morir en las esquinas, es beber y mal
    decir, blasfemar contra España
    contra este país sin dioses pero con
    estatuas de dioses, es
    beber en la iglesia con música de órgano
    es caerse borracho en los recitales y manchas de vino
    tinto y sangre «Le livre des masques» de Rémy de Gourmont
    caerse húmedo babeante y tonto y
    derrumbarse como un árbol ante los farolillos
    de esta verbena cultural. Escribir en España es tener
    hasta el borde en la sangre este alcohol de locura que ya
    no justifica nada ni nadie, ninguna sombra
    de las que allí había al principio.
    Y decir al morir, cuando tenga
    ya en la boca y cabeza la baba del suicidio
    gritarle a las sombras, a las tantas que hay y fantasmas
    en este paraíso para espectros
    y también a los ciervos que he visto en el bosque,
    y a los pájaros y a los lobos en la calle y
    acechando en las esquinas


    Leopoldo María Panero
     
    #1
    Última modificación: 6 de Mayo de 2015

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