Licuadora del western

Barrió el viento un poco de polvo en el desierto ineralterable.Rechinando las escuadras de las puertas del bar, dieron paso al volcán de impotencia que entraba a tragar lo que le falta de magma en su núcleo inquieto.

La barra negra y corroída sentía el trapo del cantinero pasar rugosa entre la espuma mezclada con la densidad, como señal de nerviosismo.


El pulso le pagaba las cuentas al reloj y el segundo empezó a relajarse.La silla girada, protestaba su mal uso.El clima tan infernal, como la dialéctica de la conversación siguiente




"En estos días de aversión, la crueldad hacia el cuerpo, es un indicio del repudio hacia el alma de este puto mundo"



Tres tragos

Cantinero:Yo solo reboso el vaso de quien lo pide,y espanto al que se rebosa de vaso.

(Escupitajo)


Jeese Alisson

29 años

• Pistolero de esquina
  
  
• Forajido del caos
  
  
• Catador del sudor amargo
  
  
• Amante del bullicio
  

WANTED

$1521



2 tragos



¡Perro inmundo! (Orinador de estabilidad)

Disparos se escuchaban, el tumulto se diluía


¡No hay hombre que me desafie y no sienta la calma sensorial de la muerte!



Entraba al acto

Arthur James

37 años

• Prostibulero de estepa
  
  
• Apuesta lo que siente poseer
  
  
• Ingenio del exceso
  
  
• Predicador del révolver
  

Wanted

$2000


Así se valoró al personaje último, con dígitos al azar, y al mismo tiempo enumerando la cantidad de aleteos que daba el buitre a las 5 de la tarde.

Donde James y Allison se jugaban la vida, con la rutinaria banda sonora de la adrenalina.

La quejosa danza del miedo, posado en el ojo del niño que velaba la puerta de madera de su casa, ensimismado en la torpeza del fugitivo andar del bello verso.


La destreza del shock del creador

Cañon del átomo

Gatillo del sentir, genera un efecto ventoso, en el vestido de la musa del lenguaje

Abanico del pánico.

Sombrero del infortunio.


La despedida del mundo para los dos forasteros, fue un dedo saliboso en la cerilla de aquel fuego de prometeo, simbolizado en la pipa de un loco y viejo borracho, que miraba desde un oasis.

Y cantaba una canción de mofa.


"Tiritando van, la hombría por delante, la pistola en el medio"

"Tiritando van, el seño fruncido, el andar bohemio"

"Tiritando van, adiós a la paz, un hola y un guiño a la guerra"

"Nos saluda el fin, jodida vida p***"....




El borracho montó su vagante caballo negro, y esto ofendió a un despierto Dionisio, y selló la historia con un diluvio que apaciguó la sequía eterna del desierto, en aquel río de sangre, desembocadero del mar pensante, que naufraga las ideas del narrador que les escribe, trazando la oda a la mudanza de este último día de oeste seco.