Llevar un pedacito del cielo

Muestrame Señor donde
haya sed de tu presencia
y se esté apagando la luz de la fe,
habre los oídos de quien te alaba
para llevar el amor que tú regalas.

Que tu perfume santo
me de el aliento de abrir
los corazones afligidos
fundiendo la esperanza
y promesas de tu palabra.

LLevar un pedacito del cielo
y una sonrisa en cada mañana
que venga de tus manos
muy adentro de tu gracia.

Una oración se eleva
con un suspiro,
un anhelo,
y habras tocado
el banquete de mi alma
en el que está
un rezo santo.


Rosa Maria Reeder
Derechos Reservados

 

Un poema mágico, trágico.
Mágico, por la intención. Intención es efecto.
Entonces, la autora se siente identificada con el Absoluto.
Y le manda una carta.


Que podríamos resumir así:


<< Dame Gracia. Dame Vis Cómica. Quiero ser graciosa, y majestuosa. >>


Trágico, por ese camino evolutivo.
Esa senda, que a veces se pone cuesta arriba, y con numerosos pinchos que nos salen al encuentro.
O sea que la Gracia sería estática. ¡ Lo tengo todo !
Y la evolución, una elevación permanente.


O sea que lo tengo todo, o casi todo, o algo, o poco, o ¡ No me queda nada !
Uff, tengo que volver a trabajar, mañana.
Vaya...


Y al parecer, el Servicio es el Amor, hecho Obra.
Y esa Obra nos necesita.
Merced a ella, seremos autores.
Y con suerte, autores prolíficos. Abundantes. Fértiles.


Entonces, la misión particular de cada espíritu, es el Servicio.
¿ Por qué ? Porque a través del Servicio, el espíritu goza.
Es así de sencillo.