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Los diarios de un migrante (Carta 8)

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por jorgeaa, 29 de Mayo de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 577

  1. jorgeaa

    jorgeaa Poeta recién llegado

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    Hombre

    Londres, 14 de abril 2017
    Querido amigo,

    No sabes lo mucho que extraño Crimée y París en sí. Los londinenses son demasiado amables y ansiosos por ayudarte. No me gusta su estilo. Ese desbordo de generosidad me empalaga; subo hasta mi cuarto en Rusell Square cansado de tanta gentileza y me acuesto en mi cama y fumo y leo hasta casi las 11. Al día siguiente es la misma dinámica; regreso abrumado de tanta cortesía y solamente encuentro consuelo en la frialdad que genera el silencio de mi dormitorio.

    Lo sé, suena bastante bizarro; pero amaba el distanciamiento de los parisinos. Me deleitaba empujando a la gente en el Carrefour, gozaba recibiendo una dosis diaria de portazos y era feliz intentando burlar a los gendarmes en el metro sabiendo que al final del día iba encontrar el único calor que necesitaba con Allegra.

    Cada noche sueño con un sitio diferente de París y veo una silueta; estlizada y femenina en ellos y corro hacia la silueta que me llama desde Les Invalides o me saluda frente a la Ópera de Garnier, pero no sucede más, cuando me acerco la silueta huye hacia Alexandre lll o se esconde en la parada del metro de Operá.
    Dedico mis tardes en Londres a comer un sushi barato y beber grandes cantidades de cidra irlandesa, vagando por Leicester Square, a la espera que aparezca la silueta.

    Aquí nada es auténtico, ni siquiera yo mismo. Soy un latino afrancesado que imita a los ingleses como método de supervivencia. Pero entonces, ¿qué es lo que soy? ¿Seré un imitador más? ¿Un fatalista desesperado por llamar la atención? ¿Un auténtico rebelde sintiéndose ajeno a todo? ¿El inexorable resultado de la diáspora?
    No, nada de eso me define. No me puedo quitar lo latino de encima, todos imitamos algo de alguien, el fatalismo es la prolongación del drama, la rebeldía es para los patojos y no usaba la palabra "diáspora" desde hace unos tres o cuatro años ya.
    El sueño aqueja y la mente empieza a pesar. Recordar París es recordar un hogar, un amor, una dirección que simplemente no se manifiesta en Londres. Mi felicidad tiene nombre, apellido, dirección y visa de estudiante. A propósito de la visa, tengo que renovarla la semana que viene.

    Paso por Soho incluso más tiempo del que debería; hay muchos bares hispanos en ese sector y la salsa y la rumba invaden mi cabeza recurrentemente como una simple distracción. Es muy gracioso ver a todos esos ingleses intentando bailar y cantar en español, mientras que las inglesas parecen muñequitas de porcelana con sus cabellos dorados y su piel acaramelada de horas de trabajo en la cámara de bronceado, moviéndose tiernamente de un lado a otro con sus vestidos cortos. Vos estarías realizado viéndolas meneándose de arriba a abajo.

    'Estoy enamorado de 4 babys' aullan en su español atropellado queriendo acercarse a mí.
    Siempre he sido víctima de las tentaciones y Soho, no me ha dado tregua alguna; he caído en redes rubias una y otra vez.
    No estoy "enamorado de 4 babys ", solo de una que dejé en París. Aquella de cabello negro y acento austral que se reía juguetona desde la oficina de su jefe hasta las madrugadas en Monmartre comiendo kebabs.
    Nos sentíamos tan pequeños en París y yo me sentía minúsculo a su lado.
    Si ahora pudiera escucharme, no creería todas las noches, licenciosas o solitarias (nunca hay un punto medio), que me ha costado esconder su recuerdo entre tantos pensamientos y conductas banales y sin sentido a los que recurro automáticamente cuando el alma es la única que conversa.

    Imagináte, te escribo esta carta a vos, mi mejor amigo y Allegra siempre aparece. Lo lamento. Es ya una costumbre desde que la conozco.
    Si la ves, decile cuanto la quiero y extraño, o mejor no le digás nada probablemente ya lo sabe pero no quiere que alguien se lo confirme. Se deprimiría por no poder corresponderme y no quiero saber que ella está así. Dejála que sea feliz, y que esté satisfecha con el presente (aunque yo no esté ahí) y por mí no te preocupés, estaré bien en el presente; buscándola y encontrándola sólo en el pasado.

    Tengo que detenerme ahora. Te deseo lo mejor. Si necesitás algo sabés que siempre estoy para vos.

    Un fuerte abrazo,

    Mauricio
     
    #1
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