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Los ocho

Tema en 'Prosa: Ocultos, Góticos o misteriosos' comenzado por Campo Ardiendo, 20 de Marzo de 2022. Respuestas: 2 | Visitas: 278

  1. Campo Ardiendo

    Campo Ardiendo Poeta recién llegado

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    No puedo afirmar que esto que vivo es un ritual obligado de mis mañanas porque no es cierto, solo es algo que acostumbro hacer de manera espontanea e inevitable: servirme el té, recibir en la puerta el saquito del pan francés horneado con leña de laurel, luego sentado a la mesa, desayunar acompañado de la desgarradora voz de Edith Piaf.

    Es que aún tengo en la cresta de mi memoria las experiencias que ellos narraban, gestos con los que explican situaciones vividas con sus víctimas.

    Anoche, cuando platicaba con ellos de los métodos de tortura empleados, me hablaban con las palabras usadas. Lo mío, es un intento por saber cómo viven un mundo dentro de otro, tan silencioso, sigiloso. ¿Serán amigos en realidad?

    Más tarde, cuando transcurre la mañana, crecen mis molestias a causa del maderaje de la casa que no toma el brillo deseado y se profundiza el mate producido por el salitre, lengua voraz que alcanza las edificaciones de la playa. De pronto vuelvo con mi vieja costumbre de culpar al tiempo y no al mar por afectarlas y darles ese aspecto tosco, curtido. Es verdad que todo llega a su fin por el tiempo y no por la pobre calidad de los materiales. Ese es el caso de las piezas de “abedul lustrado” que son del siglo pasado y que brillan poco. Hubo tiempo que con Leonora nos esmerábamos en aceitarlas una vez a la semana, sentados en un estribo, con una franela y unas gotas de vinagre de manzana que ella misma preparaba y que resultaba ser la fórmula ideal para mantenerlas radiantes. A los ébanos, que son delicados, debíamos dar un doble tratamiento, ya que los tonos Mauritania son más propensos a curtirse.

    A Eleonora no le agradaban mis pláticas vespertinas, “no está bien que hables solo”, pero yo le explicaba que hablaba con ellos. Decía que desde la cama solo escuchaba el tartamudear de mis palabras y que mis carcajadas la aterrorizaban. Se quejaba de mi alegría, no sabía que venían a platicar de distintos temas, todos de sumo interés. “Pero yo no los miro”. En varias oportunidades les pedí que entraran a su habitación para verlos y procurarles una bofetada al menos, pero nunca los vio. Por más grande que fuera mi insistencia decía no ver a nadie con el rostro enmascarado y un hacha en la mano, que no había nadie en la silla con una soga en mano lista para ponerla al cuello de algún pobre desgraciado que se encontrara en la lista de sus víctimas; que la ventana de la habitación seguía cerrada y que no percibía el nauseabundo olor a sangre.

    En eso, les vendaba los ojos y las manos y los apuñalaba hasta destriparlos. No es que hablen conmigo y yo con ellos, pero los percibo y escucho con bastante claridad. “Cada día estás más loco”. Creo que nunca podré convencerla de lo que hago. Si no fuese por la plática que sostengo con ellos, me sentiría solo de verdad. ¿Comprenderá ella que son simples entidades espectrales, o sabrá acaso que fueron sus asesinos?

    “Podría estar a tu lado aunque perdieras la razón. Te cuidaría y te hablaría de ideas de antes y de siempre. Seguiría tus pasos que hoy retumban cuando abandonas la habitación para platicar con los ocho, y recalco, tus jerigonzas son las de siempre, y sabes que no quiero venganzas, lo hecho, hecho está”.

    Si sirve de abono a tu total desconocimiento, te soltaré el mensaje que ellos nos traen. Su presencia acá con nosotros, Eleonora, habla de romper con la utopía humana que manifiesta que la vida no termina con la muerte.

    Y adentro de la tierra que habitas, platicas con gusanos, con cucarachas. Las culebras también platican contigo de los discursos de los ocho que te asesinaron y nunca dijeron tu paradero.
    Y los ocho vienen a gritarnos:
    «Te ajusticiamos, serás emblema. Serás olvido por ser la mujer del terrateniente»

    Yo no navegaba los mares buscando un estanque, solo seguía el rastro que dejaban los ocho. Eran enérgicos y asesinaban a cualquiera, estadistas, guerreros, a sus mujeres y a su parentela.

    Hasta que llegó el gran día que tuvimos sus cabezas encadenadas con grilletes. La última vez que el pueblo los vio con vida, los transportábamos rumbo al mar, los ojos vendados y las manos amarradas. ¿Acaso conocían ellos su destino? ¿Es que acaso escuchaban cuando las olas los llamaban? ¿estarían seguros que el olor que percibían era el olor a brea y sal de los muelles?
    Y escuchábamos los cantos que gritaban en mi cara:
    «Te ajusticiamos, serás emblema. Serás olvido por ser la mujer del terrateniente»

    ¿Sabrían ellos, cuánto tiempo de vida les quedaba antes de llegar a la playa?

    Por el ardor de sus pies reconocían que la arena quemaba y que el sol hacía que las pitas de sus redes les tatuara la piel… También sabían que la sangre emana por gotas cuando se junta con el calor y el salitre.

    Es posible que escucharan los sonidos que saben soltar las olas cuando se estrellan contra la panga, del rechinar de los dientes al lanzar el trasmallo, o, la última revuelta eufórica que hace la curvina cuando muerde el anzuelo. Es posible que también escucharan la voz de sus madres que pedían clemencia para dejarlos escapar. ¿Y sabrían ellos que caminaban hacia el lugar donde moraban los demás asesinos?

    El murmullo del mar sin embargo depende del aspecto que nos dan sus manos asesinas, de sus cabezas separadas. Las lanchas aún recuerdan y guardan silencio del momento que remolcaban sus cuerpos y eran devorados por tiburones. Pero tú ya habías muerto también. “Y yo ya estaba muerta también”

    Por eso cada noche vienen hacia mí, despedazados, cercenados. Con sus voces enervan mi ímpetu y aun muertos, gozo de nuevo la venganza. ¿Me entiendes, ahora, Eleonora, por qué razón no los miras y tampoco te agrada que hable con ellos?
     
    #1
    A luna roja y marlene2m les gusta esto.
  2. marlene2m

    marlene2m Miembro del Jurado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    espectros que incitan a la ira y
    toman venganzas a través de los vivos.
    buen relato.
    saludo
     
    #2
    A Campo Ardiendo le gusta esto.
  3. Campo Ardiendo

    Campo Ardiendo Poeta recién llegado

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    Agradezco mucho su atención y comentario. @marlene2m
     
    #3

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