Los últimos serán los primeros en lamentarse.

Negros son de la noche los rincones,
y tal vez negro es el color de la agonía,
sin verlos, veo pasar mil corazones,
color del cielo de la noche tras el día.

El mar, gigante, en la mirada del cobarde,
inmensidad del anchor de lo olvidado,
resta la luna, la sonrisa, hasta la tarde,
estar presente en el haber de lo privado.

Mil corazones, palpitando entre la muerte,
¿hay diferencia entre la sangre y el rubí?
la sangre sufre y se derrama entre la suerte
de los que niegan, sin pensar siquera en "si".