Luna juguetona.

Anoche fuime al balcón,
a respirar aire puro;
lo veía todo oscuro,
mas, de pronto, un resplandor,
atravesando unas nubes
más blancas que el algodón,
y hermosas como querubes,
llegó a mis ojos verdules.
Era la luna, seguro,
pero me volví al salón.

Allí me tiré un buen rato
viendo la televisión,
Belén Esteban, Poirot
Puigdemont, Tutankamón...
Cuando salió un tal Maduro,
aproveché la ocasión
para un rimado saludo,
un saludo como pocos
y con mi Huawei en mano
salí a sacar unas fotos.

Esa era mi intención:
captar la luna redonda;
más fue la monda lironda.
No había ni rastro de ella
no sé veía ni un destello.
Sufrí una gran decepción,
y llegué a la conclusión,
de que huyó de mí por miedo
a que un poema certero
le acertase al corazón.