Luzbel (Lucero del atardecer)

La sangre en tus venas palpita,
Maldecido en lo más profundo del tiempo,
Llevando en tus hombros la carga de los pecados,
¿Porque miro al espejo y no me reconozco?
Palabras inquietantes nacen de mi alma,
Pernoctando el momento la desidia y nada más...

Doliente melodía que surca por mis tímpanos,
Tocada por un maestro al piano,
Y que sin embargo me llena de lágrimas el corazón,
Pudiendo más el pasado que el porvenir,
Siendo hijo de aquél poderoso señor,
Hijo de las sombras y las tinieblas...

Que nunca más serán luz para mis ojos,
Porque he perdido el don del silencio,
Y mis blasfemias manchan lo sagrado,
Que en realidad solo son paradojas,
De una nada irreconciliable,

Parado en medio de las estrellas,
Que nacieron después de mí,
Como luceros que recuerdan mi protestad,

Desgarrando la túnica blanca que poseía,
Y puliendo la brillante armadura,
Porque sangre divina aún me recorre,
Y ahora me llamáis corrupto...

En lucero de la tarde me he convertido,
Amado y venerado, temido u odiado,
Señalando el camino a los caídos,
Y sin embargo me adoran...
Siguiendo un camino de libertad,
Nunca antes ofrecido...

Mi linaje se remontará mil años en el futuro,
Y aún persistirá mi osadía,
¿Cuando derrocaré la Tiranía?
Sin llegar a convertirla en anarquía,
Sellad con sangre el pacto,
Y morir antes de olvidarlo...

Tomando mil formas,
Tantas como deseé,
Tantas que ahora estoy aquí,

Discutiendo como mortal,
Contigo Gabriel,
Recorriendo mí historia,
Que vos sabéis muy bien...

Tomando un café en este bar,
¿Quien podría adivinar nuestras formas?
¡Nadie!

Las reglas están por cambiar,
Así como mi nombre fue cambiado al caer,
Entre los rayos furiosos de Aquél,
Y ahora míranos discutiendo y riendo,
Acérrimos enemigos y con una taza de café...

Pues bien el momento de despedirnos ha llegado,
Recuérdame por un momento como fui,
Y yo prometeré no dañaros,
Que tu vuelo sea tranquilo hacia el cielo,
Que el infierno vertiginoso y divertido es,

¿Que no use ironía?
Hermano soy el rey de la ironía,
Soy el amo de la mentira,
Soy el maestro del engaño,
Pero no temas iras libre...

Mi papel debo cumplir hasta el final,
Como estrella de la tarde,
Como Señor de la noche...

Así será hasta que Él decida terminar,
El juego maldito,
El engaño más grande de todos los tiempos...


Lord Vélfragor

 

Este poema no merece estar con un cero amigo. Esta muy bien estructurado y lleno de coherencia. Un gusto haberlo leido, de verdad.

abrazos.

 

Me gustó mucho, el final me encantó sobremanera, muy buenos tus versos.
Saludos.
Alaric.