Madurar

Uno madura en la vida. No crece para arriba, se va achicando y es ley de vida. Madurar, es no importar tener siempre la razòn. Tampoco, quien dice la ùltima palabra o responder de forma parecida a còmo ha sido agredida. Es ego o soberbia y sòlo se va entendiendo con los años, que està de màs. Fui blanco de ofensas y no me alterè, estaba en otras cosas. Cuando pude responder, enviè la fotografìa de una flor que encontrè en el camino. Antes me hubiera parecido indigno. Esta vez me llenè de paz y se retiraron los ejèrcitos.


Elisalle
Agosto 2018

​

 

A mí no me gusta tener la razón siempre, me gusta equivocarme para seguir aprendiendo, pues así es la experiencia primero te da el examen y después el aprendizaje. También pienso que a veces no es cuestión solo de madurar, la mayoría de las veces es cuestión de amar, de amar al prójimo sin importar la diversidad. Las reacciones humanas son tan diversas como las situaciones de la vida y sí, la madurez es cuando aprendes a liberarte de cosas pasadas para ser una mejor persona y poder vivir en paz con los demás, además de abarcar otras tantas cosas. A mí me gusta venir aquí y comentar los poemas sin pensar quién es quien o si eres o dejas de ser, vengo aquí porque también me gusta escribir poesía y amo porque me aman, pero también he aprendido a perdonar y amar a la gente sin ellos siquiera haberme amado, y trato bien para que me traten bien y si alguien me considera una enemiga con tan solo ignorarlo tengo, pero también soy humana y a veces soy solo eso humana, lo que dices es muy cierto, te admiro porque sé que eres una gran persona, me di cuenta no solo por las charlas que tuvimos por teléfono sino porque aquí también lo has sido, te diré que las tantas ofensas que he tenido en la vida las he ignorado escribiendole al amor y cuánto le he escrito, pero a veces la madurez no es quedarte quieta y ver los ultrajes pasar delante de tus ojos y no decir nada, es también hacer algo para que otros sean más humanos y aprendan más amar que a odiar. Yo sé que no es tarea fácil mi amiga, nunca lo ha sido, pero no todos vamos al mismo ritmo para insistir el cambio y ver al menos que la convivencia sea buena para todos. Si tuviera que calificar tu escrito te daba un 100. El detalle de la flor me encantó, de verdad que sí. Que pases una linda noche Elisalle. Recibe un saludo y abrazo cordial.

 

Tienes mucha razòn. Todos somos diferentes en nuestro grado de crecimiento o la manera en que nos han formado. A mì me dijeron siempre que habìa que ser la primera en todo; no dejar que nadie te atropelle; que no llores porque es debilidad y todo lo seguì al pie de la letra o de las òrdenes patriarcales. Obviamente, a un hombre le resulta. Para una mujer es màs difìcil por la calidad de ser mujer, un poco màs recatada y porque ganar al gènero opuesto hay que tener muchos argumentos de los que a veces carezco. Me trajo problemas en la vida, pero el final terminaban respetàndome y comprendiendo porque algunas veces tengo razòn. Dejar que cualquiera me ofenda, tampoco, no voy a poner a todos la otra mejilla, me quedarìa sin mejilla, pero en este caso, querida Nancy, es una caso puntual, alquien que conozco y que despuès de tanto intentar ponerme a su nivel, perdì o ganè. Creo que màs bien es lo segundo. Esta vez no seguì su juego. Pero es un caso excepcional al que decidì desarmarlo de esta manera ¿y sabes por què? Porque ya me da lo mismo. Te agradezco mucho el gran anàlisis y contarme tu forma porque la diversidad es lo que nos hace cercanos y con ello enriquecemos. Otro abrazo para ti, enorme. Buenas noches.

 

Entregar una flor como respuesta a una ofensa es ciertamente un síntoma de madurez. Mi madre solía decir "tu opinión y dos reales = 50 céntimos" en la moneda de la época, el valor de 2 reales = a 50 céntimos. Algo parecido a lo que dices.
Me has hecho recordar el cuento zen de los dos monjes y una mujer.


"Dos monjes zen iban cruzando un río. Se encontraron con una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo. Así que un monje la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla.
El otro monje estaba furioso. No dijo nada pero hervía por dentro.
Eso estaba prohibido. Un monje budista no debía tocar una mujer y este monje no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros.
Recorrieron varias leguas. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje que estaba enojado se volvió hacia el otro y le dijo:
-Tendré que decírselo al maestro.
Tendré que informar acerca de esto. Está prohibido.
-¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo el otro.
-¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros -dijo el que estaba enojado.
El otro monje se rió y luego dijo:
-Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchas leguas atrás. Tú todavía la estás cargando... "


A veces cargamos tanto que no podemos vivir. Voto por regalar una flor a quien nos quiere amargar la existencia, quizás ese choque inesperado de respuesta les haga abrir los ojos.

Un abrazo!

Palmira

 

Me emocionó tanto lo que has escrito que no tengo nada qué decir, sólo agradecer y decirte que yo también te recuerdo. A nadie de aquí he olvidado por eso regreso, pero no con todos hablé como contigo. Recuerdo a tu hijoo que ya debe ser un jovencito. Ojalá un día coincidamos y podamos hablar otra vez Nancy. Que estés muy bien, que estén sanos y felices. De corazón, amiga.

 

Un abrazo grande LUZYABSENTA. Muchas gracias. Me encanta volver a casa. Gracias.