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Maldita enfermedad de alzheimer.

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por fabiolaselene, 15 de Enero de 2020. Respuestas: 0 | Visitas: 384

  1. fabiolaselene

    fabiolaselene Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Mujer
    Un homenaje a gente valiente y grande como mi amigo Ragnar le publico su relato para que la gente lo pueda leer y ayudar.

    Esa chica.

    Con los primeros rayos de sol de un frío pero hermoso sábado, inicié viaje en solitario con el único propósito de encontrarme con una chica que seguramente jamás pensó en ser visitada precisamente ese día.
    El viaje resultó plácido. Buena música, calor confortable y una parada en el bar y el mismo café solo de siempre.
    Llegué al lugar del encuentro con la incertidumbre habitual del estado en el que me encontraría a esta chica.
    No me sorprendió encontrarla sentada; cabizbaja, no era apenas capaz de alzar la mirada.
    La besé, le hablé, pero apenas reaccionó.
    Quise buscar un lugar tranquilo, apartado del mundo, de voces, de trasiego de personas, visitas y televisiones altisonantes.
    Al fin pudimos encontrar un rincón para nosotros. Solo nos acompañaban unas sillas y mesas desnudas.
    Cogí sus manos y dulcemente comencé a hablarle. Despacio, sin prisas, sin órdenes para que poco a poco pudiera salir de esa especie de letargo en el que estaba sumida.
    No fue fácil, pero al fin alzó la mirada y esos hermosos ojos claros de siempre, se fijaron en mí.
    No traslucía sorpresa, alegría o tristeza. Simplemente, esos ojos me miraron. Me miraron fijamente y lo que antes era silencio, dio paso a una puerta entreabierta en forma de sonrisa.
    Sus manos, nunca se despegaron de las mías, ni las mías eran capaces de abandonar las suyas.
    Manos suaves, delgadas, curtidas en el tiempo, pero unas manos que apretaban con cierta fuerza lo que no querían soltar.
    Era la primera vez que cara a cara, mirada a mirada y balbuceo a balbuceo, hablábamos sin sentido, sin comprendernos, pero también sin tapujos ni pudores a la hora de mostrar al mundo que esa chica y yo, nos hemos querido siempre.
    Sin darnos cuenta, pasaron los minutos; la sala se iba llenando y lo que antes eran silencios, dieron paso al bullicio; nada de eso pudo abstraernos de esa conversación sin sentido que hacía una vida que no habíamos tenido y que ahora resumíamos en casi dos horas de encuentro.
    Era hora de marchar; ella a recibir su alimento diario y yo buscando el regreso al hogar.
    Me fui por donde vine, pero quien atravesó una puerta para ese encuentro, nunca será el mismo que lo hizo también para salir.
    Porque marché de allí con una sonrisa. Por primera vez, marché feliz, con mi conciencia vestida de gala y una sensación de haber encontrado por fin a una dulce, dulcísima chica de noventa años que quizás no sepa nunca quién la visitó, pero seguramente sí sepa quién la quiso siempre.
    A esa chica, a esa madre, a mi madre, con todo el cariño que quizás tardé noventa años en demostrarle, gracias por ser quien es.
    Maldita enfermedad de alzheimer.

    Techuaym (mío)
     
    #1
    Última modificación: 24 de Febrero de 2021

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