Mandril (soneto dodecasílabo)

El Papa Silvestre se moja y se aleja,
dejando en el lago su santo vestido,
de un árbol se baja un mandril no nacido,
hablando la jerga verónica vieja.

Se viste de Papa el mandril y refleja
su imagen en báquico nardo caído:
le crecen dos barbas, el Verbo bebido,
tres muertes de hilo con misas de oreja.

Mandriles de ruinas, de Roma, de Augusto,
se esconden en lirios sellados con cera,
se lucen con trajes de espejos sin gusto,

se toman en celo, se tragan entera
las lobas-panteras, ambrosios de busto;
concilios o larvas de roja Quimera.

 

Me llama la atención en tus versos que en su mayoría admiten ser leídos como dodecasílabos compuestos 2.5+2.5, no así el tercero, el quinto y el sexto.
En cuanto a los contenidos... parece un relato onírico con mandriles en Roma...
saludo
J.

 

Interesante y un tanto misterioso soneto. Cargado de simbolismos y un fabuloso ritmo interno que bien lo convertiría en canción...