Maquinaria

Erguida la máquina bajo el tinglado de chapa.
Encerrada en metal,
no sabe que los hombres la hicieron para que los ayude.

Un camino pintado de amarillo conduce a ella,
un tablero la comanda.
Un cartel de
“No corra,
camine.”

Cada cosa tiene un porqué,
El accionador de dos botones,
mantiene los dedos ocupados lejos de las partes peligrosas.

Baja con fuerza el cilindro,
tiembla el piso,
y la matriz va dando forma a las cosas.

Baja y sube,
sube y baja.
Y a cada golpe,
sin llantos, nace una pieza
Que encaja en el mundo que construímos,
ese gran rompecabezas.

Porque el todo está hecho de partes.
Y en alguna parte debe estar lo que nos está haciendo falta...
Eso en que pensamos mientras apretamos los botones,
y la prensa baja y sube,
sube y baja.

Un lavarropas,
una piernas de mujer.
Que la lluvia nos espere hasta que lleguemos a casa.
Un empate contra River Plate el domingo.
En fin,
cosas mundanas.

Llega la hora,
y caminamos de vuelta el camino amarillo.
Termina el turno.
Dejamos el asiento sin despedirnos de ella,
a vivir el resto de nuestras vidas.
Sin decirle “Hasta el lunes.”,
o, “Adiós amiga.”

Se apaga la luz,
y se queda la máquina en silencio sin una queja,
su religión es el trabajo.

(2006)
(Aporvecho para dedicárselo a Danymar, ya que tanto le gustó el anterior "La Fábrica")

 

Cuando tenía 19 años y era un técnico recién recibido, mi primer trabajo fue el montaje de una prensa de 2500 toneladas. Tu poema me hizo revivir viejos tiempos. Gracias por la dedicatoria. Un abrazo.
Dany.