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Marikela

Tema en 'Prosa: Sociopolíticos' comenzado por Santiago Oreggia, 18 de Julio de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 1454

  1. Santiago Oreggia

    Santiago Oreggia Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    13 de Marzo de 2007
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    Era la Noche Buena de diciembre del 80. Allí estaba yo. Caminando bajo él frió de las calles de New York City en la quinta avenida, con mi alma en pena, extrañando los afectos y pagos queridos. Los copos de nieve caían sobre mi abrigo como, pesadas pelotillas que hacían retumbar mis extremidades físicas y sentimentales. Caminaba con la mirada perdida en el recuerdo de las cosas más entrañables de la vida propia. Mis pasos resonaban en el crujir de la nieve. La gente pasaba a mi lado pero yo no la sentía. El aire era tan frió, que me cortaba en pedacitos de melancolía. Podía estar rodeado de muchos afectos amistosos, de mis compañeros de trabajo y algunas amistades, pero prefería estar poseído de la mayor ternura de mi golondrina varón, mi amado hijo Federico, mi madre y todos mis seres amados. Deambulaba solo y triste, bajo el poco calor que me brindaba mi abrigo, cuando de pronto una voz me estremeció:
    - ¡Chico!. Si me das unos centavos, té alegro el alma con una canción.
    En tierra de “gringos”, esa voz en castellano, sono en mis oídos como las melodías infinitas inmortales, que brillaran por siempre en el alma de cada uno.
    Me di vuelta y la observe.
    Allí estaba, sentada sobre la vereda.
    Era una “exuberante mujer de color, en donde los años y el tiempo le habían pintado canas. En sus manos poseía una bolsita de papel, donde oculta ,el pico de una botella sobresalía. No cabían dudas que era alcohol.
    Busque en mis bolsillos y le di, unos dólares.
    Los deposite en sus manos y simplemente le dije en castellano:
    - Feliz Navidad...Feliz Noche Buena.
    Me di vuelta partiendo con mi melancolía a cuestas en el misterio de esa noche.
    No se como fue; pero ella, se incorporo, y levantando la voz prácticamente me grito:
    -Espera chico... ¿No sabia que eras latino?
    -Déjame darte un abrazo y un beso.
    Repentinamente descubrí en sus palabras música.
    La música de un mismo idioma, con sus tonalidades y matices que expresa él mas mínimo de los sentimos imposible trasmitir en otras lenguas.
    Observe en su rostro la bondad de la gente sufrida. Aquella que quien sabe porque; Dios Padre permite procrear, para que luego su paso por la vida sea convierta en un infierno.
    Sus ojos eran dos esmeraldas grandes oscuras como la noche y poseían la melancolía de la luna cuando la deja su amante el sol.
    Dicha mulata, setentona, fue quien me pregunto con una dulce suavidad:
    - Dime, ¿De qué país eres tu?
    .De Argentina.-Le respondí-
    En un momento me miro y como poseída grito.
    -¡Aleluya!..!Aleluya hermano! Con las manos en su cintura, bamboléante, comenzó a danzar, con ese swing tan especial y particular de la gente de color. Comprendí que danzaba al ritmo musical que emanaba de su interior. En un eterno momento en donde el racismo en EE.UU. es tan eterno como el universo, no se como fue, pero me conmovió. Las reglas de la empresa que en trabajaba, nos advertía y prohibía, expresamente, tomar contactos con extraños, especialmente en dichas circunstancias.
    Pero era Noche Buena y en su rostro repare el del Padre Santo y Amado que todos quisiéramos en algún momento observar con nuestros propios ojos.
    Ese rostro de bondad infinita que percibimos exclusivamente en nuestras mentes, pero nunca alcanzaremos ver, ni lograra observar jamás, ninguno ser humano o extraterrestres definidamente.
    Mi alma se compadeció y le pregunte:
    . ¿Tienes algo para comer?
    Ella deteniendo su alocado swing, penetro sus enormes ojos en los míos y me sorprendió con repuesta.
    -¿Tienes hambre chico? – Pues yo sí. Hambre y sed... mucha sed.
    Intuí que su estomago estaba vació de alimentos y repleto de alcohol.
    En las cercanías localicé un restaurante. La observe unos instantes y mis labios fueron más rápidos que mis pensamientos.
    .Ven. Acompáñame. Te daré algo de comer y beber.
    Me miro sorprendida.
    Encamine mis primeros pasos hacia el restaurante observando que ella permanecía estática , con algo de temor detrás de mío.
    Observo mi aptitud de firmeza y determinación por unos instantes...
    Para luego, al compás de su bamboleo seguirme a distancia, con lógica desconfianza.
    El elegante portero me vio llegar y me advirtió que una indesiable me hostigaba.
    El hombre era de color.
    Con indiferencia, no le respondí y penetre en el restaurante.
    Solicite comida navideña para llevar, una botella de un buen champagne y una de Ron, envuelta para regalo.
    Abone con mi tarjeta de crédito y me encamine a la puerta de salida.
    Cuando la alcance, el portero me pregunto si precisaba un taxi.
    Mi mente estaba en otro lado.
    Los ojos grandes de esmeralda no estaban visibles.
    Habían desaparecido.
    Mire al portero fijamente y le pregunte:
    . ¿Dónde esta la Sra. de color que seguía mis pasos?
    El hombre sorprendió no supo que contestarme.
    Cargado con mis paquetes, lo mire fijamente a los ojos.
    En mis manos tenia preparado un billete, propina de navidad.
    Se lo entregue y le pregunte:
    . ¿Qué color de tez tenia esa mujer?
    .!Negra! -Me respondió muy seguro de sí mismo-
    Observe su tez negra y le respondí:
    - ¿Tú eres blanco?
    El hombre se avergonzó.
    Le entregue la propina y comencé a caminar, sin destino, entre el medio de la poca gente que deambulaba por la quinta avenida.
    Los paquetes de comida en mis manos, despedían los aromas tan especiales de los alimentos tan finamente elaborados.
    Cuando de repente... como aparecida de la nada, su voz volvió a estremecerme.
    - ¿Que rico olor chico, que ricura?
    Era ella, que quien sabe en donde se había escondido obedeciendo a los sonidos de su estomago, regresaba a mi encuentro, como un perro atraído por un hueso.
    Sin medir palabra alguna, deposite, dos paquetes con comida en sus manos.
    Se quedo mirándome totalmente atónita. Los acepto incrédula.
    . Gracias chico. ¡Que corazón generoso tienes! ¡Que Dios te bendiga!
    Le agradecí sus palabras con un simple gesto de mi rostro.
    Ayudar a un pobre no merece ser agradecido, porque ayuda a nuestras almas.
    Sin prisa, se sentó sobre la vereda de la 5ta Avenida, abriendo pulcramente los paquetes.
    Utilizo los envoltorios, colocándolos sobre la vereda en forma de un mantel imaginario, que se mojaba con los copos de nieve que caían, embelleciendo New York. Deposito en él las bandejas, comenzando con suma delicadeza abrir una por una, ofalteando con fina exquisitez el aroma que emergía de ellas.
    Sus dos ojos esmeralda, resplandecieron como las estrellas en un cielo despejado.
    Su instinto y su hambre la condujeron a tomar la comida con sus manos, pero, al observar los cubiertos descartables se contuvo.
    Tomándolos en sus manos, como una fina señora, comenzó a comer, observándome entre cejas.
    Por mi parte, abrí uno de los dos paquetes que aun tenia en mis manos. Imitándola, lo coloque sobre la vereda y me senté a su lado, soportando en mi trasero las inclemencias del mojado cordón de la acera.
    Destape la botella de champagne y volqué su contenido en dos copas descartables.
    Le entregue una quedando la otra en mi mano, ante la atenta observación a distancia de un policía que caminaba patrullando la zona.
    Ella me miraba totalmente asombrada con su displicente pose.
    Ahí mismo dejo de comer y alzando la cabeza, levanto su copa llevándola hacia la mía.
    -Un brindis chico.-expreso-para continuar:
    -Por los tuyos, los míos, por los pobres y los desamparados. -Colisionando levemente su copa contra la mía-
    De pronto, mi alma se maravillo descubriendo la bondad de un ser extremadamente indigente, que a pesar de su situación, poseía un corazón tan generoso que pensaba en todos aquellos hijos de este planeta, que padecen la pobreza e indigencia a que son sometidos.
    Allí me hallaba. En aquel imaginario restaurante, tan asombroso, como la misma existencia. Observando con el placer que comía y bebía.
    A lo lejos, observaba que el policía a paso lento, se acercaba hacia nosotros.
    Ella comió opipamente, reservando comida, que la guardaba meticulosamente en las cajas.
    El policía arribo, quedándose parado a nuestras espaldas.
    Lo mire bonachonamente, saludándolo con un gesto, observando que me estudiaba detenidamente.
    Sin inmutarse, ella, giro su rostro hacia él, expresándole con una sonrisa iluminada por los dioses de la bondad.
    -Buenas noches Arthur.-le deslizo en una “licuada mezcla de ingles y español”-
    .Buenas noches Marikela.-le respondió- descubriendo por mi parte que por primera vez conocía su nombre-
    . ¿Sabes que no se puede beber en la vía publica?
    - Le incrimino él-
    -Esta noche es Noche Buena Arthur. Y en noche buena todo esta permitido. Si no chico, pregúntale a mi amigo Santa Claus- Le respondió- dirigiendo su rostro hacia mí, con una picara sonrisa, ante mi rubor-
    No se inmuto.
    Continuo comiendo y bebiendo.
    Repentinamente; se levanto y dirigiéndose a ambos, expreso:
    -A la noche buena, hay que ponerle música, chicos.
    Instantáneamente, comenzó a bambolearse metódicamente. Sus labios se abrieron y una de las voces más bella que jamás escuche, interrumpieron clamorosamente en el bullicio de la 5ta avenida, pacificándolos con las maravillosas tonadas que emanaban de su voz.


    Yo soy un hombre sincero,
    de donde crece la palma,
    y antes de morirme quiero,
    echar mis versos del alma.

    Yo sé bien que cuando el mundo
    cede, lívido, al descanso,
    sobre el silencio profundo
    murmura el arroyo manso.

    Yo sé los nombres extraños,
    de las yerbas y las flores,
    y de mortales engaños,
    y de sublimes dolores.

    Temblé una vez en la reja,
    a la entrada de la viña,
    cuando la bárbara abeja
    picó en la frente a mi niña.

    Oculto en mi pecho bravo,
    la pena que me lo hiere:
    el hijo de un pueblo esclavo
    vive por él, calla y muere.
    Oigo un suspiro, a través
    de las tierras y la mar,
    y no es un suspiro,– es
    que mi hijo va a despertar.
    Alas nacer vi en los hombros
    de las mujeres hermosas:
    y salir de los escombros,
    volando las mariposas.
    Yo sé que el necio se entierra
    con gran lujo y con gran llanto.
    Y que no hay fruta en la tierra
    Como la del campo santo.
    Yo he visto al águila herida
    volar al azul sereno,
    y morir en su guarida
    la víbora del veneno.
    Rápida como un reflejo,
    Dos veces vi el alma, dos:
    Cuando murió el pobre viejo,
    Cuando ella me dijo adiós.


    Los inmortales poemas de José Mártir, cantados a capela, parecían desprenderse de su garganta como luces artificiales que iluminaban la fría noche.
    Marikela no cesaba de cantar, dándole calor a su garganta con refrescantes sorbos de champagne. La musa poética de José Agustín Quintero, José Maria Heredia, Bonifacio Byrne, Gertrudis Gómez de Avellaneda y Gabriel de la Concepción Valdez, entre otros de los grandes de la literatura cubana, eran homenajeados, por una voz fantásticamente afinada que conmovía, desde las almas vivientes a los mismos cimientos de New York City.
    Arthur y yo, espectadores de lujo, absortos con semejante derroche de talento, no nos percatamos sino a través de los calurosos aplausos, de las gentes que se habían reunido a nuestro alrededor, incrementándose cada vez en mayor medida.
    En un momento Marikela, decidió tomarse un respiro, y ellos, clamaron por mas de su talento. Entonces, como salidos de la nada, de entre la muchedumbre, apareció, un trío de músicos, que quien saben de donde venían y a donde iban.
    Dos de ellos, hombres de color, abrieron los estuches de sus instrumentos, dejando a ver una trompeta y un saxo. El otro, blanco caucásico, los imito, aprisionando entre sus manos, con el cariño que solos los músicos pueden brindarle a sus instrumentos, un reluciente bajo. Dada la característica de la joya instrumental que poseía, este ultimo, solicito con amabilidad, que un ocasional oyente, cubriera su instrumento con un paraguas.
    Ella se sonroja, murmura con los músicos, y se lanza a cantar con el fondo de los acordes musicales. Sorpresivamente, reiteradamente como de la nada, dos nuevos músicos de color, se integraron al conjunto con un bongo y una pandereta. La improvisada orquesta estaba en marcha, con la magia de la voz de Marikela y un publico que a cada instante crecía, premiando sus canciones con ovaciones y estrepitosos aplausos. Él trafico que circulaba por la 5ta Avenida, se detenía, provocando congestionamientos. Muchos de los automovilistas, decidían estacionar y concurrir al “improvisado concierto”, congestionando el transito. La magia no tenia fin. Marikela repentinamente, hizo una pausa. Se refresco la garganta con abundante champagne, dialogo con los músicos y cambio el tenor de sus temas. Las canciones más populares de José José, Julio Iglesias, Armando Manzanero, Juan Manuel Serrat, Celia Cruz, Elvis Presley, Fran Sinatra, Antonio Carlos Jobim, Vinicius De Moraes, Elisete Cardozo, entre otros, las iluminaba con sus poderosas y entonadas cuerdas vocales, que destellaban en la noche ante el delirio de la multitud. Muchos de los temas eran acompañadas por todos los concurrentes a coro. Durante tres horas ,varias botellas del más puro escocés, champagne y cerveza, y todo lo que pudiera beberse al compás de un estado total de felicidad, el tiempo, tirano eterno, paso en segundos. Repentinamente, en el misterio de esa noche sorprendente, como por arte de magia, las campanas de la Catedral de San Patrick’s retumbaron anunciando la llegada del niño Jesús a Belén. Las sirenas y fuegos artificiales se les acoplaron festejando una nueva noche buena. Marikela ceso de cantar y acercándose, me abrazo con emoción besándome la mejilla, deseándome una feliz navidad. En ese momento sentí una profunda felicidad interior, rizándome la piel. Le retribuí dicho sentimiento, deseándole lo mejor. Luego hizo lo propio con Arthur, el policía, quien también me saludo con afecto. La felicidad se generalizo, dado que el improvisado publico al concierto no programado de navidad, renunciando a cualquier rencor o discriminación, se saludaba afectuosamente, deseándose mutuamente deseos de “Paz y Felicidad”. Fue en ese instante que comprendí, cuantos seres solitarios, carentes de afecto, amor y necesidades mínimas existían en una gran urbe como New York City. Sin contar con una dimensión exacta de todos aquellos en símiles condiciones en el resto del planeta, en este misterio de la existencia humana. Tuve melancolía de la navidad junto a mis seres amados, como un gorrión alejado de su nido. Melancolía que prontamente partiría, ya que Marikela, empezó a cantar villancicos navideños, a coro con el racimo humano de las almas que la escuchaban.
    Cantaba como solo los grandes saben hacerlo.
    Pero la expresión de su rostro ya no era el mismo. La contemplo observando que caen pequeñas lagrimas por sus mejillas, como lucecillas intermitentes de nostalgia.
    El fondo de su alma, se traslucía en su exterior, tan transparente como el agua que vertía de la llosvinas y la nieve de la noche, aflorando la agónica tristeza de sus sentimientos.
    Presentí que ella no estaba bien y no me equivocaba.
    Los aplausos, silbidos, hurras de aprobación delirante, eran los fieles testigos de una noche de gloria y fama pasajera en su haber.
    El clamor por mas maravillas emergente de su voz, eran síntomas revelantes de quienes fueron bendecidos con la felicidad que ella irradiaba.
    El demonio del dolor que se lleva dentro del alma, es la más aberrante de las torturas humanas. Solo lo pueden comprender aquellos que lo han padecido. Dolor satánico, que no se calma con nada. Dolor de amor, que desgarra el interior, como un tumor maligno que poco a poco va carcomiendo el alma.
    Su rostro se desdibujo, transformándose en una expresión atroz de tristeza.
    Sobre poniéndose se dirigió a los presentes con emotivas palabras, anunciando que seria su ultima tema.
    ¿Qué de otra manera se podía poner broche a esa noche? “ A mi manera”, exploto de sus cuerdas vocales.
    Lo concibió con tanto sentimientos, que hasta el duro asfalto de la quinta avenida se conmovió.
    En mi vida pocas veces observe un cierre tan sublime de un cantante como el de esa noche. El auditorio era un delirio frenético incontrolable de emociones vivas, candentes, que se expresaban en gritos de admiración y pedidos de mas canciones.
    En un abrir y cerrar de ojos, ocurrió lo no deseado.
    Como apareció en la magia de esa noche, por encanto desapareció a la vista de todos sin que nadie se percatase.
    Arthur no pareció estar sorprendido, ante mi mirada de pregunta sin repuesta.
    Los músicos, empacaron sus instrumentos y partieron conjuntamente con las gentes, con algo de desilusión en sus interiores.
    Es que los momentos mágicos que vivimos en nuestras vidas, nunca deseamos que finalicen. Deseamos que sean tan eternos como la misma inmensidad. Desventurado aquel que en su existencia no haya vivido un solo momento mágico de amor sensibilidad o placer. Tan desventurado como quien, nunca se encontró interiormente un solo minuto a solas con Dios. Vinimos a este mundo sin que lo pidiéramos y partiremos sin pedirlo, en el momento menos pensado. La vida no es precisamente una fiesta. Es un largo camino a recorrer a diario, repleto de obstáculos, los cuales debemos superar si deseamos contar con algo de paz. Esa paz interior tan deseada y necesitada que penetre el interior de nuestra alma, como el suave sonido de una bella melodía.
    Arthur observo mi rostro comprendiendo mi perplejidad.
    Me tomo del brazo y me invito a caminar a su lado.
    A paso lento comenzamos a caminar por la 5ta. Avenida.
    Mientras Arthur continuaba con su ronda de vigilancia, me comenzó a narrar la historia de esta cubana misteriosa
    Marikela, en su juventud, había sido, una de las estrellas prominentes del famoso cabaret Tropicana en Cuba. Dado el esplendor de su voz, su fama comenzó a trascender las fronteras de Cuba. De allí que, prominentes empresarios, especialmente norteamericanos, la tentaran con el fin conducirla a una carrera de éxitos y fama. Contra la sorpresa de los mismos, ella se negaba, aduciendo que Cuba era su hogar, y que le seria imposible vivir lejos de los suyos. A regañadientes, acepto una invitación para cantar en el Cesar Palace de Las Vegas, donde su figura deslumbro al ambiente artístico norteamericano.


    Los mas renombrados críticos de la época y artistas de la talla de Sinatra, entre otros, no escatimaron elogios hacia su persona. Hablaban de un nuevo fenómeno mundial de la canción.
    Sinatra, ni lerdo ni perezoso, observando el diamante en bruto que significa Marikela, le ofreció un contrato multimillonario para su sello discográfico e incluso grabar varios temas cantando juntos.
    Mujer sencilla, criada en un hogar de pobres materiales, pero ricos de espíritu, no se dejo deslumbrar con el mundo de la farándula y con naturalidad y modestia, solicito un tiempo para pensar la propuesta, alegando que lo meditaría en su Cuba querida juntos a los suyos.
    En ese año,1956, el general Fulgencio Batista, dictador cubano, es derrocado por las tropas revolucionarias de Fidel Castro, quienes asumen el poder en la isla.
    Con Fidel y sus huestes en el poder, todo cambio en Cuba. La caza de fantasmas dio comienzo, tal cual ocurre en este tipo de situaciones. Por un tiempo el famoso Tropicana fue clausurado. Cuando reabrió sus puertas, Marikela era una de sus principales figuras. Hasta que, una noche, uno de los funcionarios del gobierno de Fidel, concurrió a ver el espectáculo. Borracho el hombre como una “cuba”, aprecio las bondades del cuerpo de Marikela y quiso apropiarse del mismo en base a su rango.
    El resultado fue tenebroso para el mismo. Marikela le rompió una botella en su inmensidad, enviándolo al hospital.
    Al día siguiente, la reacción no tardo en llegar.
    Fue detenida e incomunicada, y sin sentencia previa, alojada en una sucia cárcel cubana, mezclada con las peores delincuentes de la sociedad modelo que proponía el régimen de Castro.
    El martirio duro cinco años. Vejada, ultrajada y despojada de todos sus bienes legítimos, Marikela pudo soportarlo todo pensando en sus hijos amados.
    Daba la circunstancia, que el régimen cubano de la “revolución” no los había detectado, ya que no estaba casada legalmente, no pudiendo utilizarlos de rehenes.
    Al cabo de los cinco años, fue “premiada” bondadosamente por el régimen.
    La liberaban de la cárcel, ofreciéndole una “nueva vida”. La generosidad comprendía que debía trabajar en la cosecha de azúcar.
    Con sus manos llagadas, su alma en pena, pero con la fortaleza espiritual que solo poseen los grandes, todo lo soporto.
    Hasta que un día, un alma generosa, le propuso la fuga hacia los EE.UU.
    Setentas y dos horas, en una improvisada balsa, tan frágil como una hoja seca de otoño, cuando yacía a punta de naufragar, un guardacostas estadounidense los recogió. Allí comenzó el otro infierno que deben pasar todos aquellos latinos, que desean ingresar al territorio de EE.UU. la tierra de la libertad. Emigraciones. Campos para los emigrantes, hasta que resuelvan su situación.
    Arthur, me comentaba que era muy difícil de narrar y explicar, como pudo liberarse de semejante tortura, logrando permanecer en territorio estadounidense.
    ¿Cómo continuo su vida?
    Trabajando de sirvienta, cocinando, cantando en escuetos lugares sombríos, de los que tanto existen en el país del norte.
    Mi pregunta fue inmediata.
    . ¿Por qué nunca intento llegar a los grandes empresarios americanos para cantar?
    La repuesta fue contundente.
    - El dolor de no contar con sus hijos, la paralizo y la torció totalmente hacia el alcohol.
    Para ella la vida sin sus hijos, no tenia sentido.


    Hay PADRE SANTO...
    quítame todo,
    flagélame con el peor de los males,
    haz de mi vida un infierno,
    de mi alma un martirio,
    Pero por favor...
    “Nunca me toques a mis hijos”



    Esa noche me despedí de Arthur con la promesa que nos volveríamos a ver.
    Así ocurrió. En el transcurso del ochenta y uno, cuando regrese a New York por cuestiones de la empresa, me acorde de Arthur y lo llame. Fue el comienzo de una nueva amistad. Cuando me invito a su hogar, para mi sorpresa comprendí muchas cosas. Su mujer era cubana.
    En Octubre del 81, en uno de mis tantos viajes a la central de la compañía, Arthur me llamo, con el fin de invitarme a cenar. Con su mujer me pasaron a buscar por el hotel, y sin decirme nada, me transportaron a la intersección de la calle 42 y Broadway.Alli en el tumulto de los lugares nocturnos, Arthur me condujo al “Cuba Libre”. Otros de los tantos sitios nocturnos, donde se desea terminar la magia del día, con el esplendor del sueño de la noche. En donde el alcohol consume las mentes, encandilándolas con matices de lunas nunca reales. Apenas traspusimos sus puertas, mi corazón, comenzó a darme visos de emoción. Una voz dulce como escuchara en la navidad pasada, brotaba del escenario. Mi interior exploto de emoción al descubrir a Marikela, esplendorosa cantando. ¡No lo podía creer! Allí estaba ella. Bella como una luz en la oscuridad, inmensa, como las olas del mar. Despilfarrando placer a granel a los oídos. Cuando observo que estaba presente, cantando, se bajo del escenario con micrófono en mano. Se me acerco y me beso la mejilla. Esos momentos son indescriptibles, tan monstruosos como sagrados, tan bellos, como el llanto de un bebe al nacer. Concluyo de cantar envuelta en aplausos y pedidos de nuevas canciones. Pero nada le importo. Abandono todo y vino a estrecharme en un abrazo. Esos que solo pueden brindar las personas que realmente te aman, con la inmensidad del alma. Las lagrimas brotaban por las mejillas de ambos. Pasado el momento emocional, se aparto y tomándome de la mano, me condujo a una mesa.
    Un guapo joven de unos 25 años y una hermosa morena de unos 22 años, me saludaron, apretándome fuertemente las manos. Ambos emocionados, me expresaron:
    . Gracias.
    Eran sus hijos.
    Transcurrida la emoción, todos nos sentamos a la mesa.
    Arthur observaba mi fragilidad ante el momento emocional, compartiendo mi felicidad.
    El brindis que no podía faltar llego vía un caro champagne invitación de Marikela.
    Cuando las copas bajaron a su lugar natural, ella me tomo de las manos.
    Me miro profundamente a los ojos y me dijo textualmente:
    . ¿Sabes una cosa chico?
    . ¿Qué? –le respondí-
    . Esa noche ocurrió un milagro. ¿Sabes porque.
    . No. Le conteste con una expresión de duda.
    Me tomo de las manos apretándomelas fuertemente y emocionada me expreso:
    . ¡Porque Dios esta en cada uno de nosotros, aunque no lo veamos!


    Pos Data:
    Marikela Machado Portal, murió en 1995, de muerte natural, luego de ser una de las grandes luminarias del musical cubano, nunca reconocida por el régimen de Castro.

    Santiago Oreggia





    Reservados todos los derechos Santiago Oreggia©

     
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    Última modificación: 18 de Julio de 2009

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