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Más allá de la esperanza...

Tema en 'Prosa: Obra maestra' comenzado por Ignacio1971, 17 de Octubre de 2017. Respuestas: 1 | Visitas: 1032

  1. Ignacio1971

    Ignacio1971 Poeta recién llegado

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    28 de Septiembre de 2017
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    1989

    Pleno sol.



    El calor de la mañana calcinaba el asfalto, mientras Mariano se acercaba a la estación de trenes que lo conducirían al trabajo. Como un breve latigazo, la imagen de Clara se dibujó en su memoria y por ese instante todo fue perfecto.

    Se habían conocido casi por casualidad, como suelen suceder estas cosas. Ella vivía en la esquina del trabajo de Mariano. Él la observaba, cuando con la excusa de todos los días, iba a pedir hielo para combatir el intenso calor de aquel verano, poco importaba que en el taller hubiera una heladera nueva y que aquellos pedidos solo fueran para ver a la inalcanzable joven. Al principio ninguno de los dos adolescentes pensó que podrían llegar más allá de una relación de amistad, pero poco a poco, Mariano comprendió que a la hora en que él tocaba el timbre en la casa, siempre era ella, la que atendía la puerta, Hablaban de cualquier cosa, con esa capacidad para llenar espacios vacíos, con nada que tienen los jóvenes, Él le contaba de sus planes para el futuro, de sus ganas de viajar y recorrer el mundo , ella de su amor por la docencia y lo feliz que sería si algún día pudiera ser maestra. Cada día era más duro terminar esas charlas, era como si el destino supiera que ellos deberían estar juntos. Fue así que un buen día el joven tomo coraje y sin dejar de mirarla a los ojos, le dijo.

    • Bésame.
    Ella lo miro extrañada, pero no dudo, acerco su cuerpo al de él, que delicadamente la tomo por la cintura, los labios entre abiertos de la joven lo invitaban al edén, despacio como si en cualquier momento pudiera desaparecer ante él, sus labios se juntaron y todo a su alrededor desapareció aquel día.

    Ese primer beso fue más un sueño que una realidad. Un mundo de promesas se habrían ante ellos.

    El sabor dulce de esa boca perfecta, con el gusto a la menta fresca del verano, gusto que el recordaría de por vida. No lo sabía entonces pero ese simple gesto de cariño adolescente, transformaría cada momento de su existencia. Estaba enamorado, con esa furia ciega con que se vive el sentimiento, a esa edad.

    La sola palabra lo asustaba casi tanto como el inmenso padre de ella. Un hijo de italianos bonachón que en seguida lo tomo como al hijo que no había tenido.

    El tren llego tarde como siempre, en su bolso un sándwich de queso y una manzana eran su provisión para el largo día que le esperaba. Subió como pudo a la atestada formación, empujando a otros, que como el, debían tratar de llegar a sus trabajos como fuera.

    En su pantalón una vieja billetera de lona guardaba celosamente los pocos australes que eran su único capital, la temperatura de la masa humana era agobiante, gruesas gotas de sudor corrían por su rostro, humedeciendo la barba de días. Clara, Clara… Pensó Mariano tratando, que la imagen de la mujer que amaba lo sacara de esa realidad que rayaba el espanto. Otra estación llega, más personas violan la física, ocupando espacios impensados en la unidad, un bebe llora desconsoladamente mientras una mujer joven sin ningún pudor, lo calla ofreciéndole un pecho henchido de maternal leche. Mariano desvió la mirada, invadido por una vergüenza ancestral, al ver aquel espectáculo. Pronto su mente lo traslada hacia lugares más agradables, y sin poder evitarlo, las sensaciones de aquella tarde llenan su cerebro.

    La habitación en los fondos de la casa de sus padres, el recuerdo de las ropas de Clara sobre el piso y su cuerpo perfecto llenando la inmensidad de ese momento único. La suave línea de sus senos, escapándole a las sabanas, la tibieza de la piel en sus labios, su humedad, el temor de ella tratando de practicar un juego de pasión y deseo, conjugados en una danza antigua e inmemorial como el hombre mismo.

    La torpeza de él, disimulando la escasa experiencia que tenía en el amor.

    Esa fue la primera vez de Clara y en el corazón del joven, existía la firme voluntad de que ese recuerdo fuera imborrable. Una lagrima rueda por el rostro de la muchacha en el momento en que su esencia la transforma en mujer. Ama a ese hombre pero íntimamente sabe que nunca será suyo, las fuerzas que los separan son mucho más poderosas.

    Andrés Calamaro habla de crímenes perfectos en la radio. El momento no puede ser más especial.

    Aun sudorosos sus cuerpos, los ojos de ambos se unen y casi en un susurro, un te amo, al unisonó, sella aquel momento mágico.

    Mariano abraza a Clara y sabe que ese instante único e irrepetible formara parte de su vida para siempre. Comprende en que nada será igual a partir de ahora.

    Poco importa la humildad de la habitación, los poster de Soda Stereo pegados con cinta, a una pared manchada de humedad. La aspirante a maestra es todo lo que el joven pudo desear alguna vez, una mujer, desde ese segundo, su mujer.

    Mariano observa por la ventana como el tren se detiene en su destino, al bajar, el chirrido de los frenos y el olor a gasoil parecen ocupar todo el espacio de sus sentidos, un maremágnum humano lo arrastra fuera del mismo como si una gran ola se abatiera sobre él.

    En un puesto de diario se lee:

    “Termino el copamiento en la tablada”.

    La gente se agolpa a leer el encabezado, pocos compran el periódico, no son tiempos para esos gastos, piensa el joven.

    Por unos momentos la guerra había llenado las pantallas de todos los televisores, en ese enero de mil novecientos ochenta y nueve.

    Jóvenes de su misma edad se disparaban con una furia homicida.

    Era una Argentina convulsionada, en los albores de la democracia nueva. Para el nada cambia, cubre los pasos que lo separan del taller, disfrutando el fresco aire de la mañana. Ya está cansado y el día apenas comienza.

    Clara lo ve desde la terraza de su casa y lo saluda con un beso, que desde su mano trémula, surca el aire hasta los labios sonrientes de Mariano. Él no puede oír las palabras de la joven, pero entiende él te amo que su boca dibuja en silencio.

    El tiempo pasa lentamente entre la resina y fibra de vidrio, del taller plástico donde trabaja. Las cargadas de sus compañeros por el pésimo resultado de su River, en el campeonato, apenas lo molestan, el almuerzo frugal al mediodía transcurre silencioso y las pasmosas horas de la tarde, que lo separan de su mujer, son su única realidad cotidiana, nada existe más que la dulzura de su compañera para él.

    Todo es perfecto ahora en su vida, reflexiona Mariano, ajeno a los designios que el destino tiene planeado. No lo sabe entonces pero las ruedas de la fatalidad están por girar destruyendo su realidad para siempre.

    Una vez que llega con ella, Clara lo espera en silencio. No es la misma, una mirada de preocupación surca los ojos de la joven cuando le dice:

    -Tenemos que hablar Mariano.

    Él se revuelve incomodo, sabe que esas palabras solo son la antesala de malas noticias. Como un gato, se revuelve en su silla.

    Oscurece en la casa que los padres de Clara, tienen sobre la calle Santa Rita.

    -¿Que pasa vida?

    Dice acercando los labios hacia los de la joven, que sin dejar de mirarlo desde sus profundos ojos cafés cargados de tristeza, pone dos dedos sobre la boca del muchacho.

    • Sabes que te amo, de echo sos lo mejor que me paso hasta ahora, pero no podemos seguir con esto.
    El joven no comprende, por un segundo espera inútilmente que todo sea una broma, que las palabras de Clara solo sean una mentira. Pero la firmeza en los ojos de la joven es una sentencia inapelable.

    -Tenes un hijo con otra, no puedo soportar esa idea, no hay forma de que eso no nos afecte amor. He intentado asumirlo pero no puedo, te amo demasiado como para compartirte con nadie. Perdóname.

    Es verdad, tiene un hijo, esta es una historia pasada pero sabe que algún día lo alcanzaría. Fue un segundo, un descuido, pero no por eso era menos responsable, su padre le exigía que lo reconociera, y él sabía que era inevitable.

    Su padre le había dicho que la sangre jamás se deja tirada, y él sabía que no habría otra opción que hacer las cosas a la manera del militar.

    Martin Méndez había, tomado la decisión de no darle un solo centavo más a su hijo, no pagaría su vida fácil y cómoda, aun ante las suplicas de su madre, el veterano de Malvinas, despidió a su hijo de su casa, diciéndole que no volviera hasta que recapacitara.

    Mariano jamás pensó hacer caso a su padre, estaba convencido que su amor por Clara podría vencer cualquier barrera, pero Martin Méndez no era de las personas que no conseguían lo que deseaban, así que simplemente le dijo a su hijo, que su si el motivo de evitar sus responsabilidades era la joven que le había presentado como su novia, bueno quizás ella estuviera de “mas”, la amenaza velada no pasó inadvertida para el adolescente, aun así no dejaría a Clara, sin luchar solo ella podía acabar con esta historia, pero la joven ahorro el trabajo del militar. De un plumazo, cambio la vida de ambos, sin siquiera dudarlo.

    Implacable, como si fuera solo una quimera, la felicidad del joven se perdió en ese instante. Lo que pudo ser, lo que fue, los sueños que jamás se cumplirían. Todo eso se acabó en el momento en que Clara ya en la puerta de su casa. Le dio un profundo beso que sería el último también.

    Inútiles fueron las suplicas de Mariano. Clara sabía que jamás podría aceptar el amor en esas condiciones. No podría soportar la idea de alejar a un padre de su hijo, aunque ese padre fuera la persona que más amaba desde que tuviera memoria.

    La joven sintió la perdida de Mariano casi con un dolor físico, sus tardes se llenaban de llanto hasta que vencida por el cansancio se dormía en abismos cargados de pesadillas.

    Pero se mantuvo firme en su decisión, corto cualquier posibilidad de comunicación y poco a poco encontró la paz.

    Su lucha había sido titánica, pero lentamente un trabajo nuevo y nuevas amistades calmaron el recuerdo de Mariano.

    Con un nuevo enfoque en su vida, la docencia se transformó en su pasión, el estudio, sus primeras clases en las islas del delta y su compromiso con los niños menos beneficiados por las políticas económicas de un país, que empezaba a transitar un nuevo gobierno, solo para unos pocos. La ley de convertibilidad daba una sensación de primer mundo, que en unos años estallaría en un colapso financiero como no se había visto en la republica jamás.







































    Capítulo 1

    Pleno sol.





    Solo de vez en cuando la imagen del desgarbado joven se cruzaba por su mente. Mientras las mieles de la enseñanza y un matrimonio sin muchos altibajos, dominaban su vida. Poco a poco, con el pasar de los años, olvido al que había sido su gran amor, la llegada de Mario, su hijo, completaron su existencia, era un niño hermoso y lleno de vitalidad. Clara supo entonces que no había emoción ni felicidad más grande que la de ser madre y tan fuerte era ese sentimiento que poco a poco oculto a la vista del mundo a la mujer que ella era.

    Su rol de maestra llenaba otros vacíos afectivos que el tiempo se encargó de crear, la relación con su esposo pronto se tornó difícil y no es que no amara al padre de su hijo, solo es que pretendía de él cosas y emociones que Rodolfo no podía sentir. Su médico de cabecera una vez le dijo:

    “No intentes modelar al hombre a la imagen de tus sueños. El hombre que está frente a vos es una realidad, no una imagen de lo que debería ser.”

    Clara adoraba al facultativo, no podía ocultar la alegría que su sabiduría le producía, el parecía tener la respuesta para todo y además poseía un don que la docente consideraba indispensable en un hombre. La inteligencia.

    Por otra parte el doctor pensaba en su paciente como una amiga, sabia su historia, ya que Clara lo había tomado como su confidente, esperaba cada ocho de mayo el consabido mensaje celebrando su cumpleaños. No podía dejar de pensar que si ella se animara tendría un mundo de felicidad que explorar. Pero nadie puede vivir las vidas de otros, pensó el maduro galeno, mientras calmadamente organizaba las visitas de ese día.

    Mariano dejo su trabajo y siguió con su vida. Abandono la casa de sus padres y se forjo un destino a fuerza de sacrificios y lucha. Escalo pronto posiciones en la agencia, curso la universidad y con su título llegaron nuevas oportunidades que el astuto joven aprovecho cada vez que pudo.

    Se casó con la madre de la criatura que lo separo de Clara. No fue de inmediato pero sucedió, de alguna forma aprendió a querer y a respetar a esa mujer. La niña cambio su vida y lo transformo en un hombre feliz. Pero a veces, solo a veces, su mente se perdía en recuerdos de aquella a la que alguna vez había amado.

    El tiempo transcurre inexorable, Clara vive cada día más inmersa en la burguesía cómoda de una existencia que no la compromete, es feliz asumiendo el rol de esposa y madre, matiza esa apatía con el hecho de ser popular entre mucho de sus alumnos.

    -La seño Clara, es la mejor de todas.

    Dice sonriente Claudia una niña de pecas en la cara que no puede disimular el amor por su comprensiva docente.

    Así la educadora se nutre de sus adorados colegiales, en una simbiosis de protección y necesidad mutua de afecto.

    Pasan algunas historias pasajeras, meros intentos de esquivar la soledad de su ser.

    Relaciones condenadas al fracaso desde el inicio, Clara no puede aceptar la idea de una nueva ilusión y sin darse cuenta, accede a que no haya más hombres en su vida que Rodolfo.

    No es que no haya intentado escapar de una realidad que la ahoga, es simplemente que se deja extorsionar por el hecho de que su marido la ama y es capaz de cometer una locura si lo hace.

    La lujosa casa en la que vive parece más una cárcel, que un hogar, aun así el jardín amplio y lleno de verde, los techos de tejas azules y su hijo hacen que los días allí sean tolerables. El ruido de la ruta cercana le trae recuerdos de otros tiempos y otros caminos recorridos mucho antes.

    Solo a veces, piensa si las cosas pudieran haber sido diferentes. Si las rejas que cubren la propiedad, son más para evitar que ella salga y no por seguridad.

    Clara sale y toma el ómnibus que la lleva hasta el cercano colegio en el que da clases desde hace años. Conoce su realidad y hace un tiempo empezó a aceptarla. Es mejor así, piensa, amar duele demasiado y ya soy una mujer grande para esas pavadas.

    Aun así, los barrotes de oro que forman la prisión en la que encierra su corazón están a punto de sufrir un duro castigo.





    Mariano comenzó su día normalmente, el tirano despertador lo levanto a las seis de la mañana.

    La ducha caliente como a él le gustaba, se encargó de dejar atrás el poco sueño que aún le quedaba. La rápida afeitada termino con su rutina diaria, parado frente al espejo observo que una nueva arruga había aparecido en la comisura de sus labios.

    Treinta y ocho en mayo, pensó al tiempo que se peinaba su pelo corto y sin canas.

    No está mal para mi edad, el tiempo ha sido bastante generoso conmigo.

    Se dijo tratando de meter el abdomen, los años si habían cobrado su precio.

    Fue a su habitación y tomo una camisa del ropero, odiaba las camisas pero eran parte de su uniforme, como muchos otros agentes, cuando podía usaba remeras y calzado deportivo con un par de jeans. Era su forma de revelarse contra las imposiciones de la firma. Su mujer somnolienta le dijo que pasara por el cajero automático camino al trabajo.

    -Hoy se paga la cuota del colegio de tu hija y seguramente no llegue con el efectivo.

    -Recorda que empieza su servicio comunitario.

    Mariano contemplo la desnudes de Micaela,

    -Aun conservas las curvas correctas.

    Le dijo al oído.

    La adoraba, y aunque le había sido infiel un par de veces, estaba comprometido a tratar de salvar su matrimonio.

    -Olvídate, Mica yo me ocupo.

    Dijo besando los labios de su esposa que se acurruco como un gatito al que le hacen una caricia.

    El paso por el cuarto de su hija era una parada obligada, antes de salir de su casa. Era un pequeño chalet, con dos habitaciones y un pequeño estudio donde Micaela tenía su oficina de seguros. Adoraba a esa criatura. Por ella era capaz de transitar cualquier infierno, solo para verla feliz. La beso en la frente sintiendo el suave perfume de la adolescente en su nariz. Solo ese pequeño gesto le alegro la mañana.

    Martina tenia dieciocho años, y era una mujer hermosa, debía haber terminado el colegio secundario, desde hacía un par de años pero era orgullosa y rebelde, rasgos que Mariano desaprobaba en público y alentaba en privado.

    Para horror de su esposa, que odiaba que fuera tan permisivo.

    La joven fue echada de las últimas dos escuelas a las que había asistido, una vez por faltarle el respeto a su profesor de historia, tratándolo frente a toda la clase de Carcamán recalcitrante y fósil. Según el parte de amonestaciones del colegio.

    Poseía además una belleza que quitaba el aliento. Y lo sabía.

    No estaba muy de acuerdo cuando el rector del colegio ofreció dejarla terminar el secundario a cambio de que ayudara “ad honorem” en una escuela pública.

    Pero esta vez su padre fue inflexible. Lo haría, al menos por él.



    La máquina de café tenía preparada una taza, lo tomaba sin azúcar, una vieja costumbre de su paso por el ejército. Era una bebida horrible.

    Dejo atrás la casa, subido a su destartalado automóvil, podía comprarse otro pero le tenía cariño a la porquería de auto que conducía.

    Era un viejo Ford, Mariano no era muy cuidadoso con nada material. Y su vehículo no era la excepción a esa regla.

    Tomo la salida que lo introdujo en infernal tráfico de la mañana y puso un compact disk en la abertura de su estéreo. Richard Marx cantaba “right here waiting”. Una vieja melodía de los ochentas que indefectiblemente le traía nostalgias de Clara.

    Por un segundo pensó en la adolescente, y cambio el tema en el aparato.

    Avanzaba la mañana cuando entro a su despacho. Recordando que debía pasar por su hija camino a casa. Su esposa tenía un curso de quien sabe qué cosa. Y no podía ocuparse del tema.

    Saludo al uniformado en la puerta y sin más se sumergió en la lectura de mails y de las ultimas noticias por la internet.

    Un nuevo aumento en las tarifas para la importación de productos extranjeros.

    Elecciones legislativas en Irlanda del Norte, uno de los últimos pasos marcados en el Acuerdo de Viernes Santo para garantizar la autonomía de la zona.

    Un científico en la zona sur del conurbano bonaerense advertía sobre una posible epidemia de un tipo de gripe poco frecuente en el país.

    Las noticias no varían mucho estos días, fue su reflexión mientras tomaba el humeante café, café que repetiría varias veces en el día, aunque su médico le dijera que no debía tomar tanto.



    Clara llego al colegio y luego de saludar a sus colegas, se sirvió un té en la sala de maestros. Sus compañeras veían a la mujer como un ejemplo, ella sabía cómo conquistar el corazón de padres y alumnos por igual, trasmitía una dulzura que pocas podían siquiera soñar con imitar, ella era la maestra de la infinita paciencia. Jamás se salía de sus cabales, sabían que estaba casada con Rodolfo, quien solía pasarla a buscar a la salida del trabajo. A veces Mario, su hijo, venía con ella. Las demás docentes lo adoraban y veían a la familia como el sueño americano. Clase media acomodada, una hermosa casa, sin problemas económicos visibles.

    Hoy debería interactuar con una auxiliar nueva, Martina Méndez, el apellido le sonaba familiar.

    Se sirvió un café mientras estudiaba la ficha de la joven.

    Desde que el nuevo programa de voluntariado, impulsado por el estado, había hecho su aparición, las escuelas públicas de la provincia contaban con un número infinito de infractores donde acudir, para realizar las tareas que antes hacían administrativas o preceptores. Los puestos eran ocupados por alumnos en el último año del secundario que hubieran tenido problemas de conducta.

    De esta manera se ahorraban cientos de sueldos a la vez que les daba a los “criminales” un poco de realidad de trabajo.

    Clara siguió leyendo.

    Martina Méndez.

    Edad dieciocho años.

    Nociones generales: Reiteradas faltas de disciplina. Lenguaje soez, la alumna no acepta ninguna autoridad. Se recomienda su expulsión del centro educacional, o su inmediato ingreso al programa de reeducación adolescente. RENACER.

    Según la asistente social encargada del monitoreo de la joven, su padre era quien se había hecho responsable de que Martina cumpliera con los cuatro meses de servicio del programa.

    Clara busco entre las hojas hasta que encontró lo que buscaba.

    Padre: Mariano Ivo Méndez.

    Edad treinta y siete años.

    Profesión: Supervisor de seguridad patrimonial.

    Un escalofrió recorrió la columna vertebral de la docente, en el informe no había fotos ni nada que permitieran confirmar su sospecha.

    -¿Podría ser posible?

    Dijo Clara mientras pensaba como salir de dudas.

    -¿y si fuera él?

    Para la maestra, no había ninguna duda, pero Méndez es un apellido común y pudiera haber miles de posibilidades de que no fuera así.

    Por un instante acepto el riesgo y se dejó llevar casi veinte años atrás.

    Recordó las caricias apasionadas en la puerta de su casa y a su eterna madre vigilando desde la ventana, las discusiones que parecían terminar con su vida y que miradas a la distancia eran tan triviales.

    Una sonrisa se dibujó en su cara.

    El hecho de que Mariano tuviera una hija ahora no parecía para nada grave. Clara había madurado con el correr de los años, muchas veces pensó si había tomado la decisión correcta, pero esas ideas se habían ido de su cabeza años atrás.

    El amor, como toda cosa viva que no se alimenta, había desaparecido.

    Pero quedaba la nostalgia de una época, en la que sin saberlo entonces, había sido profundamente feliz.



    Martina bajo del taxi que la acerco hasta el colegio con un gesto de fastidio.

    En su I pod, Las pastillas de abuelo, su grupo favorito sonaban con fuerza cantando “Algo de vos”.

    Se vestía con unos apretados pantalones que imitaban la piel de una cebra.

    Tenía la fuerza de la juventud grabada en sus gestos. Un pircing en la nariz completaba un maquillaje exagerado, a todas luces Martina quería ser distinta. No soportaba la idea de desperdiciar su vida, para ella cada día era un regalo invalorable y estaba dispuesta a hacer que contara.

    Tenía pensado un viaje a Machu Pichu con Lorena, su mejor y más grande amiga, pero sabía que su padre jamás firmaría los permisos si no terminaba sus estudios.

    Solo por eso estaba acá, no importaba que dijeran los rectores, a ella no iban a decirle como vivir.

    La joven entro al establecimiento educativo numero cuarenta, era más bien un lugar alegre, bastante diferente al instituto donde ella estudiaba, la recibió el bullicio del recreo. Decenas de niños correteaban indiferentes a su presencia. Un diligente empleado limpiaba un corredor tapizado de dibujos y cartulinas en forma de flores, el olor a desodorante de ambientes cubría el local. Martina se acercó al portero y le dijo.

    -¿Perdón podría indicarme la secretaria, estoy buscando a la maestra Clara Graciela Maldonado?

    El auxiliar miro a la joven y su rostro se suavizo inmediatamente, ella tenía ese efecto en los hombres.

    -Siga por el corredor, a su derecha vera una sala con un cartel que dice SOLO PERSONAL DOCENTE. Allí podrá encontrarla.-

    -Muchas gracias.

    Musito y se dirigió hacia la sala. El ruido de sus tacos retumbaba como un reloj sobre el frio piso de mosaico. Martina se plantó frente a la puerta indicada, estaba a punto de golpear cuando esta se abrió de golpe.

    -Hola, vos debes ser Martina, verdad. Es un placer conocerte. Me habían avisado que hoy vendrías, pero no me imagine que eras una joven tan bonita. Me encantan tus pantalones, tenía unos así cuando era joven.

    La adolescente observo a la educadora, un guardapolvo corto enmarcaba un cuerpo aún bastante atractivo. Una sonrisa inmaculada de dientes blancos era su mejor carta de presentación. No era hermosa pero trasmitía cierta serenidad y calidez. Sus manos eran pequeñas y prolijas. Un gesto que una mujer no pasa por alto. Su cabello tenía algunas canas, estaba peinado hacia atrás, Martina pensó que esa forma de usar el pelo no la favorecía. Pero no sabía bien porque, la madura mujer le había caído bien desde el primer momento.

    -Hola, encantada. Si me indica que es lo que debo hacer, podremos empezar cuando usted lo disponga.

    Dijo la joven sin poder dejar de mostrar cierto entusiasmo, la idea de trabajar con esa mujer no le desagradaba en lo más mínimo. Se sintió un poco molesta con ella misma. Pero la sensación duro solo unos instantes.

    -Para empezar deberíamos tomar un té, no sé, contarme algo de vos, como está integrada tu familia por ejemplo. Tu papá a que se dedica.

    La joven no pudo dejar de notar un ligero temblor en los labios de Clara al decir estas palabras. Lo asocio a la idea de que ella la había puesto nerviosa

    Pero pronto se olvidó del detalle.

    • Mi padre se llama Mariano, es técnico o licenciado en algo, nunca habla demasiado de su trabajo. Mi madre trabaja con seguros creo, vivimos en la ciudad, a unos pocos kilómetros de acá.
    La docente estaba absorta en la respuesta de la muchacha cuando la puerta de la sala se abrió. Una maestra saludo con la cabeza y se dirigió a la máquina de café con cierto fastidio, apenas le dirigió una mirada a las dos mujeres frente a sí. Ellas la miraron y Clara le hizo un giño a Martina. Ambas sonrieron y ese solo gesto cómplice las unió más todavía.

    • Mira que bien, así que licenciado. Bueno supongo que debe tener casi cincuenta años o más. ¿Está bien? Te lo pregunto para saber tus disponibilidades de horarios.
    Mintió descaradamente.

    • Está perfectamente bien y tiene solo 37 años, igual que mi madre. Puedo presentárselo hoy mismo. Seguramente pasara por mi cuando vuelva de su trabajo.
    Clara no mostro, ninguna reacción inmutable miro a la joven con su sonrisa cómplice, y le comenzó a explicar las tareas a las que debería estar abocada mientras durara su estadía en el establecimiento escolar.

    La revolución que estaba sintiendo dentro de su alma era algo que nadie sabría nunca. Una mujer tiene infinitos secretos. Pensó la docente.



























    Capítulo 2

    Retumba el trueno.









    El día de Mariano llegaba a su final, solo debía pasar por Martina y regresar a casa. Su esposa le había prometido su cena favorita, las cosas entre ellos no estaban bien últimamente, sus extraños horarios y el hecho de que siempre estuviera con su trabajo en la cabeza, habían creado un abismo que cada día ganaba en profundidad. Aun así, no todo estaba perdido

    Apago la computadora, la imagen de fondo de pantalla era una vieja foto de él adolescente, siempre fue un nostálgico.

    Abrió el cajón de su escritorio y guardo la pistola glock que guardaba en su cartuchera. Prácticamente nadie en su familia sabía en qué consistía su trabajo.

    El servicio de inteligencia del estado, se caracterizaba por la discreción, hacía años que estaba allí, su padre fue agregado militar y le abrió las puertas hacia el espionaje, por así decirlo. Tenía un contacto en la secretaria de salud, que le había dado una información inquietante.

    Una cepa del virus de la gripe parecía haberse instalado en un lugar de la ciudad autónoma de Buenos Aires, Los enfermos no presentaban respuesta a ninguno de los antibióticos conocidos, solo había dos pacientes infectados, que ellos supieran, pero el caso era considerado de alto riesgo por las autoridades del CCE (Centro de Control de Enfermedades). Los mismos habían sido internados en una sala de aislamiento especial en el instituto de enfermedades infecciosas Dr. Roffo, el aire estaba filtrado por un poderoso motor, que se ocupaba de mantener estéril la habitación. Los médicos que revisaban a los infectados eran cubiertos por un traje antiviral de anticuada generación, los mismos estaban viejos ya, sabían perfectamente que si se desataba una pandemia no habría forma de detenerla.

    Había solo tres cosas que podrían desatar el caos.

    Un virus nuevo, que no haya circulado previamente y por lo tanto, no exista población inmune a él.

    Que ese virus sea capaz de producir casos graves de enfermedad.

    Y que tenga la capacidad de transmitirse de persona a persona de forma eficaz.

    Y las tres estaban dadas en la nueva enfermedad.

    Bajo una montaña de cables y sondas. Un sonido agudo e intermitente informaba que el coma inducido de las victimas continuaba, está era la única forma de realizar los estudios que requería el CCE. Para tratar de encontrar el origen del virus.

    No se tenían muchos datos del mismo aun. El informe preliminar decía:

    La forma de transmisión de la enfermedad no es muy clara todavía, aunque se sospecha que se transmite principalmente a través del contacto directo entre las personas. El virus puede propagarse por inhalación de pequeñas gotas expelidas por una persona infectada cuando tose o estornuda, o posiblemente a través del contacto con secreciones en objetos.

    Los principales síntomas son, fiebre y uno o más síntomas respiratorios, incluyendo tos, respiración entrecortada, dificultad para respirar, signos de hipoxia.

    El virus se confunde con un diagnóstico de neumonía, al principio, pero luego la enfermedad pasa a una etapa de coma, y las funciones vitales del cerebro se paralizan como resultado de un edema, esto debilita paulatinamente el corazón. Y se presume que a corto plazo se genera el deceso del paciente.

    Mariano, estaba preocupado por lo que su viejo amigo el doctor Iacono le había dicho.

    -Esto es grave , es un virus jamás visto y para el que no existe cura alguna todavía, tiene preocupados a varios en el CCE pero hay que mantener el secreto, si esta información se filtrara a los medios el pánico seria comparable al del SIDA. En el ochenta y cinco.

    -El gobierno hará todo lo que este a su alcance para mantener el secreto. Pero si esto escala, no tendrán más remedio que poner en cuarentena a la zona afectada, la tasa de mortalidad de esta enfermedad, si llegara a mutar, puede ser altísima.

    El agente subió a su auto y pensó en la posibilidad de poner en cuarentena a la ciudad de Buenos Aires, era una locura pero de ser necesario debería hacerse y sabía que se estaban realizando planes para tal eventualidad.

    Subió a la autopista que lo alejaba de las torres de vidrio y tomo el camino hacia los suburbios. Martina lo estaba esperando y a él no le gustaba hacerla esperar, sabia del carácter de su hija.

    Rodolfo salió de su negocio, el voluminoso comerciante estaba bastante cansado.

    El día se había presentado bastante difícil, las nuevas medidas de restricción aduanera perjudicaban su negocio y el banco no tendría piedad si no cumplía con los pagos de su hipoteca.

    No sabía cómo decirle a Clara sus problemas económicos, en todos los años juntos, había pasado por situaciones bastante difíciles pero nunca dudo del amor que su esposa sentía por él. Aunque jamás lo había puesto a prueba. ¿Soportaría Clara, que estuviera en la ruina? Sabía que ella era todo para él y suponía que el sentimiento era mutuo.

    Aun así tenía miedo de enfrentarla, la sola idea de perderla lo llenaba de pánico. No importaba lo que ella pensara, la amaba y haría cualquier cosa por hacerla feliz. Su mayor orgullo estaba a su lado. Mateo era una rara mezcla de niño y hombre.

    El joven estaba dormido, los días de trabajo en el negocio de su padre no eran para nada fáciles, pero sabía que parte de ese negocio algún día seria el sustento de su propia existencia.

    Rodolfo no pudo dejar de sonreír a ver a su hijo dormido, recordaba sus vacaciones en Brasil unos años atrás, la imagen de un niño travieso y alegre se dibujaba en su memoria.

    El hombre a su lado poco tenía que ver con aquel pequeño, Mario aparentaba más años de los que tenía, su cabello largo y ensortijado remarcaba una cara agradable y masculina. Un dúo de ojos marrones y una nariz griega, eran la antesala de un par de labios gruesos y varoniles. Su camisa desprendida dejaba adivinar los músculos pectorales tapizados por un poco de vello.

    Sin ser una estatua griega, era un joven atractivo, lo cual le había empezado a traer bastantes problemas a su madre, que a veces no podía contener sus celos.

    El auto se dirigía a la escuela donde pronto terminaría el turno de Clara.



    Martina descubrió que le gustaba su trabajo, íntimamente dejo de lado sus prejuicios sobre los maestros y las imágenes de autoridad.

    Clara tenía una forma de manejar a los niños que no requería de ninguna otra herramienta que no fuera la inmensa vocación de la docente. Era increíble como esas criaturas provenientes del cinturón más bajo del conurbano bonaerense, aceptaban de buena gana todo cuanto lo que ella decía.

    La joven estaba maravillada, la madura mujer conducía su grupo con la misma habilidad que un capitán dirige un barco. La seguridad en su tarea era envidiable. Pero había algo extraño en ella. No sabía bien que era. Pero recordaba haber visto esa cara antes.

    Martina jamás olvidaba un rostro, perdida en esos pensamientos estaba cuando el timbre del patio la trajo a la realidad. Su día había terminado y en el fondo la muchacha lamento que así fuera.

    Cuando los alumnos salieron, Clara miro con su infaltable sonrisa a Martina y le dijo.

    • ¿Y qué te pareció mi clase? ¿Era así como lo imaginaste?

    • Me encanto.
    Y sus palabras eran totalmente sinceras, la idea de realizar el trabajo de docente empezaba a germinar en su mente.

    -Es increíble como dirigís este grupo, no sé si yo pudiera hacerlo como vos. No tengo paciencia para ello.

    Clara le puso una mano en el hombro y la invito a seguirla hacia la salida. Su corazón se había tranquilizado y solo esperaba que Rodolfo no llegara muy temprano. Así podría ver si sus sospechas sobre el padre de Martina eran ciertas. No pudo ocultar su decepción al ver la camioneta Ford en la puerta del Colegio. La imagen de su esposo tras el volante. La devolvió a la realidad. La puerta del acompañante se abrió y su hijo salió a su encuentro.

    Ella pudo observar el porte de su hijo mientras se acercaba. También vio que los ojos de Mario la atravesaban sin verla perdiéndose en Martina. Una imagen de alarma empezó a sonar en su corazón de madre, se dio vuelta en el mismo instante que la joven bajaba la vista ruborizada. Era notable como los adolescentes no ´pueden ocultar ciertas cosas.

    • Hola hijo, ella es Martina Méndez. Es mi nueva auxiliar de clase.
    Mario ni escucho la voz de su madre, apenas balbuceo un

    • Hola, soy Mario.
    Martina no pudo dejar de percibir la fuerza de su voz, la forma en que la miraba la atraía profundamente. Podría perderse en sus ojos si él lo quisiera. Supo que Mario no sería alguien que pasara por su vida sin dejar huella.

    -Esta que se parte.

    Dijo entre dientes y no pudo evitar sonreír, el efecto en el adolescente fue demoledor.

    Clara era mudo testigo de esto, cuando un Ford Orión destartalado llego a la escena.

    -Es mi padre dijo la joven con evidente vergüenza.

    Odiaba el auto de su padre, no tenía idea porque no lo cambiaba. Tras los infaltables lentes oscuros, los ojos verdes de Mariano. Recorrieron la escena. Martina estaba con un joven alto y de facciones agradables, de espaldas a él una mujer con guardapolvo blanco, hablaba con ellos.

    Se acercó despacio.

    Su hija lo abrazo y le dijo.

    -Quiero presentarte a la señorita Clara. Es mi jefa, y este es su hijo Mario.

    Fue entonces que Clara volteo su cabeza. Y Mariano la reconoció en un instante.

    En ese momento una serie de hechos sucedieron.

    Rodolfo bajo de la camioneta cuatro por cuatro que conducía, y se dirigió al grupo. Era alto, y fornido, el exceso de peso era desmentido por la agilidad con la que cruzo los pocos metros que lo separaban del grupo. Una sonrisa amplia al ver a Clara, fue todo lo que Mariano necesitaba para darse cuenta que no era un buen momento para decir ninguna idiotez.

    Clara le dirigió una mirada intensa al agente rogándole silencio.

    Mariano comprendió inmediatamente el mensaje mudo de la docente y se limitó a decir.

    • Es un placer conocerla, espero que mi alocada hija no allá sido un problema para usted.
    Clara necesito de todo su aplomo para contestar con toda la naturalidad de la que fue capaz. Era el, ancho, con facciones más duras, el pelo algo corto, le quedaba mejor que los bucles de los ochentas. Pero cuando se sacó sus lentes, las esmeraldas de sus ojos, tenían el mismo fuego que la había encendido, la primera vez que los vio.

    El estremecimiento en la mujer, solo fue notado por Mariano, quien libraba su propia lucha, entre el asombro y las ganas de preguntarle mil cosas a ella.

    • Para nada, es un amor tu hija, realmente debes estar orgulloso, es toda una señorita, y tan bella que un padre seguro dejaría todo por ella. Su madre debe estar orgullosa.
    Con estas palabras Clara le hizo un silencioso reproche a Mariano, lo cual confirmo en él, que se trataba de “su” Clara.

    Nadie podía ser tan sutil para en una situación así, usar una frase y hacer tambalear su mundo. Solo ella era capaz de sacarlo de su natural calma, sin que siquiera se le moviera un cabello.

    Mariano estaba por responder cuando Rodolfo se unió al grupo diciendo.

    -Perdón que interrumpa amor, se nos hace tarde, Recorda que hoy tenemos que ir a la casa de tu prima.

    Y tomando amorosamente el brazo de su esposa, le dio un beso en los labios.

    Beso que tomo por sorpresa a la docente. Mario y Martina charlaban de trivialidades, en un idioma adolescente que los adultos pierden la capacidad de entender con el paso del tiempo.

    • Estoy en Facebook, búscame, Mario Colandro.
    Dijo el muchacho mientras Martina tomaba notas en una agenda negra.

    Obviamente que iba a buscarlo, la joven no tenía ninguna duda de ello.

    • Dale, igual esta heavy con mis horarios de colegio y ahora ayudar a tu madre, pero dale, así arreglamos para ir a un recital o a bailar. ¿Te va?
    Martina no era la clase de mujer que no da el primer paso, había aprendido que no hay peor lucha que la que no se intenta, el joven frente a ella titubeo un poco, y asintió en silencio. La seguridad de ella lo asustaba, a la vez que empezaba a caer bajo el efecto de sus hormonas.

    -Bueno entonces no hagamos esperar a la familia.

    Dijo Clara sin poder disimular cierto desdén en su tono de vos, la relación con su prima era más bien distante. Pero debía aceptar los convencionalismos sociales, he ir a felicitarla, por el nacimiento de su hijo. Cosa que le desagradaba profundamente, Amalia era la clase de mujer que quería, todo lo que ella tenía, o eso parecía, incluso alguna vez la descubrió flirteando con su esposo en traje de baño, junto a la piscina de su propia casa, esas cosas no se perdonan entre mujeres.

    Mariano se limitó a colocarse nuevamente sus eternas gafas y extendiéndole una mano a la maestra le agradeció por soportar a su hija.

    El contacto entre ambos si bien breve, fue casi eléctrico, para ambos volver a sentir la piel del otro era una sensación agradable que el tiempo no pudo borrar, Clara conservo el apretón un segundo más del tiempo normal.

    Del bolsillo interno de su saco Mariano extrajo una tarjeta y se la entregó a la docente diciendo.

    -No dude en llamarme si ella le ocasiona algún trastorno.

    -Un placer.

    Le dijo a Roberto, quien sin mediar otra palabra se dirigió a su camioneta, escoltado por Clara y Mario.

    Martina, observo la mirada de su padre semioculta por las gafas y dijo.

    • Es una gran mujer parece, ¿qué tal te cayo?

    • Un poco anciana para mí gusto, sabes que solo tengo ojos para las chicas jóvenes de pantalones tipo cebra, que deseen pasar a tomar un helado conmigo.
    Y la rodeo con su brazo, con el amor de siempre, la muchacha acepto el gesto de afecto complacida, adoraba a su padre y se sentía protegida cuando él estaba cerca.

    • Vamos papá, podemos llevarle algo a mamá.

    • Sabes que el helado la mata.
    La camioneta de los Colandro se alejaba ya por la calle, mientras ellos subían al Orión.

    El viaje era bastante largo, ideal para pensar en todo lo sucedido el día de hoy.

    Sin duda alguna, Mariano, no podría dormir esa noche.



    El silencio de Clara, confundió a su marido, si bien era una mujer de hablar poco, parecía sumergida en sus propias cavilaciones.

    Seguro que esta así por los problemas de pareja, fue lo que se imaginó él.

    Roberto no podía siquiera sospechar, cuánta razón tenía.

















    Capítulo 3

    Primera lluvia.





    El doctor Juan Iacono era una eminencia en el campo de la infectologia, había hecho sus estudios en la John Hopkins University situada en Baltimore, Maryland, Estados Unidos.

    El hospital Roffo difícilmente pudiera competir con la universidad del norte, acá las paredes descascaradas y llenas de humedad, apenas podían disimular el color que alguna vez tuvieran, el sistema de salud gratuito de la República Argentina, si bien cumplía con una orientación social, era patético en relación a los recursos infinitos de los Estados Unidos.

    El medico recordó las amplias avenidas, los parques tapizados de verde, llenos de estudiantes de todo el mundo, que como el pensaban generar un cambio en las vidas que lo rodeaban. Era joven y lleno de utopías.

    Esa ciudad parecía estar a años luz, del cuarto donde se realizaría la necropsia en los cuerpos de las víctimas fatales de la plaga argenta.

    Como se llamó entre los médicos al nuevo virus, que se desarrolló íntegramente en Buenos Aires. Sobre un frio mármol descansaban los restos de las dos víctimas fatales de la enfermedad, para la ocasión se tomaron todas las medidas de bioseguridad con las que contaba el hospital. Se vallo la zona y se desalojó a todo el personal ajeno a la autopsia.

    Los pacientes no entendían el porqué de los soldados en los pasillos del nosocomio. Lo que ellos no sabían era que los uniformados tampoco conocían la gravedad de la situación, este era el secreto mejor guardado por todos los involucrados en décadas.



    Juan toma una cierra quirúrgica y enciende la grabadora y la cámara que registraran toda la operación. Un agudo chirrido llena la habitación cuando el instrumento de precisión corta el cráneo descubierto de una mujer.

    Sabe que quizás este ante la peor crisis de la humanidad, desde la peste bubónica que arraso con un cuarto de la población mundial.

    8 horas después sale de la sala de autopsias y con mano temblorosa escribe en su ordenador el resumen de la pesadilla que ha descubierto.

    Pronto el protocolo PA dará la vuelta por las más altas esferas del gobierno.

    El informe de la necropsia permite saber que, el virus se transmite por contacto directo con líquidos corporales infectados como la sangre, la saliva, el sudor, la orina o los vómitos. La causa del caso índice aún es desconocida.

    El período de incubación varía de 2 a 21 horas, aunque lo más normal es de 5 a 12 horas. La rapidez con que aparece podría ser beneficiosa, ya que se la posibilidad de contagio es más limitada, a diferencia del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, el PA se manifiesta rápidamente. Lo cual reduce la posibilidad de una pandemia global.

    El portador del virus PA podría ser un tipo de murciélago de la fruta, de origen desconocido.

    Una especie traída de algún país del África por algún turista curioso, se escapa de su jaula y consigue una población virgen que no tiene inmunidad contra cualquier enfermedad que trasmita, la misma situación destruyo al imperio azteca hace 500 años atrás, imagina el galeno.

    El virus está vivo en Argentina, en este caso murieron el 100 % de los infectados. Los síntomas iniciales corresponden a un cuadro de gripe fuerte pero en el lapso de 3 días mutan a síntomas que son variables; el comienzo suele ser, generalmente, súbito y caracterizado por fiebre alta, postración, mialgia o dolor muscular severo, artralgias, dolor abdominal y cefalea.



    En un lapso de unas horas, aparece en todo el cuerpo una erupción, frecuentemente hemorrágica. Las hemorragias se presentan generalmente desde el tubo gastrointestinal, haciendo que el infectado sangre tanto por la boca como por el recto. Los pacientes generalmente mueren por shock hipovolémico por la pérdida de sangre.

    Si bien tiene similitudes con el Ebola Africano, este brote es mucho más virulento ya que el virus es totalmente nuevo y sin tratamiento conocido.

    La decisión de cremar los cuerpos es tomada inmediatamente después que el resultado del informe se conozca.

    Solo se toman muestras del virus para seguir estudiándolos en el futuro por si el mismo regresara.

    Juan enciende un cigarrillo, lentamente exhala el humo tranquilizador, ante él, las puertas del horno se cierran y 800 grados de calor incineran cada parte de los cuerpos contaminados en minutos.

    El médico, se acaricia su demacrada cara, sus manos tocan los gruesos bigotes que son su sello personal, hace días que no duerme, apenas si comió algo y el fuerte dolor de cabeza y los mareos le gritan que valla a una cama.

    Poco a poco se da cuenta que el mal sueño ha terminado, piensa en sus hijos, y en lo cerca del final que han estado y suspira.

    Pero una duda corroe su alma, ¿dónde comenzó todo? ¿Cómo sabemos que este realmente es el fin?

    Preguntas que el tiempo se encargaría de responder de una manera atroz e inimaginada.

    Clara mira la tarjeta en su mano, su esposo ha salido a trabajar y su hijo adolescente está en su habitación encerrado en su propio mundo.

    Un mundo cibernético donde el contacto con el exterior se ejerce tras el anonimato de una pantalla, aun no lo sabe pero esa conexión que tuvo con la auxiliar de su madre, será más intensa gracias a la red.

    Por un segundo, ella, se permite la libertad de pensar en Mariano.

    No puede olvidar la mirada del hombre clavada en la suya, casi nada queda del adolescente que ella amo. Solo esos ojos, que el tiempo no ha alterado.

    Pudo notar la sorpresa en su rostro prolijamente afeitado cuando la reconoció, supo sin necesidad de que el dijera nada, que sentía la misma revolución en su ser, que ella.

    Un cumulo de sentimientos reprimidos le bailotean en el alma, no es amor obviamente, hace años que se rindió a no volver a pensar siquiera en esa posibilidad. Pero el corazón no entiende de razones, es independiente de la mente de la maestra.

    Como una ola que rompe contra la playa de su soledad, Mariano regresa una y otra vez a ella, inexorable, Clara debe hacer un gran esfuerzo para pensar en aquello que debe ser.

    Mira la foto sobre una mesa en su living, su marido la abraza y a Mario, con un hermoso paisaje montañoso de fondo, la nieve corona la imagen, llenando de pureza la misma,

    La sonrisa de los tres es como si fuera una tarjeta postal, hermosas vacaciones aquellas, Mendoza es una ciudad de contrastes, esos días habían sido los mejores en mucho tiempo, esa foto era mucho más que un recuerdo, eran su destino.

    Clara sabe que es lo correcto, lo que se espera de ella y por una vez más, piensa en su deber más que en ella misma, aunque esta vez, cueste más.

    Rompe la tarjeta en pedazos y la arroja en un cesto, Rodolfo no tardará en llegar, y aún debe cocinar.







    Mariano, llego a casa de un humor extraño, su esposa lo advirtió en seguida, pero había aprendido a no preguntar demasiado cuando él llegaba así, con una excusa tonta dejo la casa y se perdió en la tarde.

    El agente aprovecho la momentánea soledad y se dirigió a su habitación, en el fondo de un baúl toco un botón oculto y desprendió el falso fondo del mismo.

    Una pistola modelo Glock 17, dos cargadores y una caja ocupaban el espacio, prolijamente acomodados, le encanta esa arma, se caracteriza por su recámara bloqueada, retroceso corto, un cargador de mayor capacidad estándar y una velocidad de fuego alta. Esos detalles pueden salvarle la vida y eso no es poco. Aunque jamás la ha usado contra nadie, su trabajo es más bien de oficina, ahora.

    Acaricia el arma y la devuelve al baúl, es un regalo de su padre y aunque su relación no es la mejor, ambos aprecian las cosas buenas.

    Mariano toma la caja y casi acariciándola la pone ante sí. Recuerdos de una era perdida se abren ante su vista, parece que el tiempo se hubiera congelado, imágenes de una época distante emergen de esa capsula del tiempo.

    Un casette de Soda Stereo, otro de los Fabulosos Cadillacs una foto borrosa de tanto manoseo, con otra Clara más joven, más libre, más viva.

    Un manojo de cartas amarillentas, una vida que no era la de él ya.

    Por un momento, su cerebro le dijo que debía quemarlas, sacarlas de su vida en ese instante, eso era lo que debía hacer, pero era imposible, pensó con su característica duda, con aquel exceso de honradez que lo hacía vacilante y en definitiva ineficaz. Sabía muy bien que no podría destruirlas ya que hacerlo significaba cortar cualquier nexo con su historia, era inútil engañarse. Ya no amaba a Clara, pero siempre amaría a la adolescente que lo dejo por buscar un futuro mejor.

    ¿Y cómo podría no hacerlo? Si esa historia no había sido desgastada por la monotonía de una existencia compartida, no hubo noches de silencio o soledad, no hubo engaños, ni promesas rotas, quedo en su evocación como algo perfecto que dejo de existir, así de simple, así de definitivo.

    Tomo una página escrita, de la alta pila y comenzó a leer, un sinnúmero de pequeñas cosas simples, aparecieron en su memoria, recuerdos olvidados que nuevamente escapaban, de la prisión en la que los encerró su alma, solo para evitar el dolor de ya no ser.

    Los dibujos cuasi infantiles gritando un amor perpetuo, que no había soportado la idea de ser compartido. Claro que la había amado, más que nada que pudiera recordar, pero ya no era así.

    La extraña frente a él, no tenía con su amor perdido, más que un ligero parecido físico, incomprensibles laberintos, son los caminos del olvido, que nos traen el pasado cuanto más tratamos de perderlo.

    Martina llego justo en ese momento, la casa en silencio y la luz en la habitación de sus padres, le dijo que Mariano estaba ahí. Si hubiera estado con su madre, la televisión estaría prendida, ella sabía que no había mucho de qué hablar en esa pareja.

    El aparato llenaba vacíos que las palabras no podían completar.

    Desde el vano de la puerta observo a su padre y el viejo baúl que estaba ante sí, el arma no la asustó, sabia de su existencia, tenían algo que ver con el trabajo de Mariano, y ya las había visto antes.

    Observo las cartas sobre la cama y recordó que una vez cuando niña su padre le mostro los dibujos de las mismas. Incluso vio la foto de Clara entonces.

    Avanzo hacia él, con aquella sonrisa que siempre le regalaba. Se sentó a su lado y le dijo.

    -¿Que estas mirando papá?

    - ¿Y esta foto? Pero…pero si es la señorita Clara. Y esta abrazada a vos.

    Martina jamás olvidaba un rostro, lo sabía.

    -Hija Clara y yo nos conocimos casi antes que vos nacieras, realmente nos amamos pero bueno ella decidió que no era tan fuerte ese sentimiento, como para iniciar una vida juntos. Fin de la historia.

    La joven miro a los ojos, de su padre y haciendo una mueca de desaprobación le objeto.

    • Claro, por eso guardaste estas cosas. ¿verdad papá?
    Su padre la abrazo suavemente y sin decir palabra empezó a acomodar en su lugar las misivas. Luego de un par de minutos que parecieron años, Martina se dio cuenta que había toda una vida que no podía entender de aquel hombre, por primera vez, asocio a Mariano con una existencia sin ella o su madre. Empezaba a dejar de ser una nena caprichosa y se volvía una mujer, su mundo, donde ella era el único habitante, colapsaba.

    -Hija, sos lo que más amo en el mundo y lo sabes, pero hubo una época donde aunque no lo creas, tuve tu edad, y ame a esa mujer, casi como a la vida misma, no te pido que lo entiendas, jamás sentiste algo así, pero sí que lo respetes, fue muy fuerte para mi verla hoy. No porque sienta cosas, ni nada parecido, si no por el hecho que verla me llevo a un mundo que creía olvidado ya. ¿Podes comprenderlo?

    La joven asintió en silencio, la idea de ver a su padre como a un hombre era algo nuevo, mirando la caja pregunto.

    -¿Puedo?

    El maduro agente sonrió y le dio las cartas, juntos las leyeron y las risas pronto llenaron la habitación, un profundo lazo se creó en ese momento, si se podían unir más.

    • ¿De verdad, por una pelea, te fuiste en un tren y ella te corría por el andén?

    • Esto parece una escena de una película de los años 30.


      Mariano, estaba al borde de las lágrimas por la risa, recordó aquella noche, y suspiro profundamente.

    • En esos años todas las emociones eran más intensas, fue genial vivir cada una de ellas.
    Guardaron todo en su sitio justo en el preciso instante en que Micaela retornaba al hogar con un par de bolsas en las manos.

    -¿Qué hacían mis amores?

    -Ya traje la cena.

    Con una complicidad nueva el padre y la hija, se asomaron de la habitación, aun agitados por la risa.

    • Qué bueno mamá me muero de hambre.
    Cambio el tema, Martina sabía que ella era terriblemente celosa, y no le gustaría el reencuentro del día de hoy.

    Amaba a su madre, y jamás le produciría ningún dolor, de ultima, su padre y la docente eran una historia del paleozoico, por un momento se imaginó que podría haber sido la hermana de Mario, la sola idea le produjo una tentación de risa que no pudo evitar.

    -Quien sola se ríe de sus picardías se acuerda.

    Acoto su madre mientras sacaba un pollo al espiedo, de una bolsa con la inscripción de una rotisería del centro de la ciudad.

    -Parece que te fue bien en tu primer día de trabajo.

    Micaela observo a su hija, era prácticamente igual a ella a su edad, la forma en que se le ilumino el rostro, confirmaron a la madre, que algo distinto había pasado hoy. Mariano sabía muy bien cuando dejar solas a sus dos mujeres.

    -Hay cosas que es mejor no saber

    Se dijo a si mismo mientras se sentaba en su ordenador a revisar sus mails.

    Apenas se conectó, un signo titilante le informo que tenía un correo de su amigo el Dr. Iacono.

    El tono del mismo era francamente alarmante.

    Ivo: (Solo él lo llamaba así)

    Por favor, sobre lo que hablamos la última vez que nos vimos, ni una palabra a nadie, la información se clasifico ultra secreta y la secretaria de salud fue relevada del caso, ahora está en manos del CCE, y el ejército. No hace falta darte detalles de lo que eso significa. ¿Verdad?

    Juan.

    Un frio glaciar corrió por la espalda del agente, claro que sabía lo que significaba, que era mucho más grave de lo que los civiles podían manejar. Y generalmente cuando esto pasaba, no eran buenas noticias para el público en general, bastaba recordar la guerra de Malvinas, el proceso de reorganización nacional, la noche de los lápices, un sinnúmero de momentos históricos en los que el silencio fue cómplice del horror. En la cocina Martina y Micaela charlaban animadamente sobre Mario, entre risas las dos mujeres bajaban la vos para que él no pudiera oírlas.



    Mario estaba en su ordenador buscando a Martina, La versión en español de Facebook era prácticamente nueva pero ya su uso era masivo entre los adolescentes, le llevo varios minutos encontrar a la joven, pudo entonces conocer algunas cosas de ella. Mirando sus fotos descubrió que era una aventurera, le gustaban los deportes solitarios, una montaña empinada y fría mostraba una adolescente de fuertes brazos.

    No pudo dejar de notar la fuerza de sus glúteos, bajo la calza negra, un calor le subió por el cuerpo al recordar el perfume subyugante, la sonrisa perfecta y la insolencia de Martina. Le envió una solicitud de amistad por la computadora, y se recostó en su cama, si tiene que ser, será.

    Fue lo último que el joven pensó antes de caer en un sueño profundo.

    El teniente coronel Martin Méndez, miro desde el balcón de su casa el tránsito de la noche oscura. Las luces de los automóviles eran como potentes luciérnagas, atravesando la nada. En sus manos aún estaba el informe sobre el protocolo PA. Acababa de leer las conclusiones del mismo, el viejo veterano de la guerra de Malvinas, los grupos de tareas y acciones en el monte tucumano, percibió la importancia del documento.

    Algunas vidas estaban por cambiar de manera impredecible. Por un momento deseo que aquella discusión con su hijo jamás hubiera existido.

    Mariano no podía comprender que el proceso de reorganización nacional había sido una guerra.

    ¿Que importaba si habían caído algunos inocentes? ¿No sucede eso en todas las guerras? Los subversivos habían sido el cáncer de la sociedad, era su deber moral exterminar cualquier organización que se interpusiera entre la patria y su destino de grandeza.

    Todavía recordaba las palabras de su hijo.

    -asesino-

    El jamás había matado a nadie que no mereciera morir. Una idea puede ser más peligrosa que una bala en mentes preparadas para ser violadas por ella.

    ¿Acaso no había una ley de punto final para silenciar la protesta de todos estos comunistas?

    El curtido oficial volvió a su cuarto, deposito el informe de la CCE en su mesa de noche. Y encendió un cigarro.

    Si la noticia se divulgaba, el pánico podía arrasar la ciudad, malditos civiles.

    ¿Qué tiene de terrible la muerte, acaso no vamos todos a sus brazos? No es malo morir, lo malo es no vivir, conformarse con una vida vacía y sin emociones. El mejor que nadie sabía que si se declaraba una emergencia, el gobierno democrático en turno debería ser relevado.

    Cuando la situación se sale de control, esos mismos que hoy le gritan en las concentraciones de Plaza de Mayo, son los primeros que golpean las puertas de los cuarteles.

    Deberían ser muy cuidadosos en mantener en el más absoluto secreto cualquier información sobre el tema.











    Capítulo 4.

    Relámpagos en el horizonte.













    Martina disfruto cada día con Clara, a pesar de saber quién era y lo que había significado para su padre, la joven jamás hizo ninguna pregunta sobre el tema.

    No importaba cuan bien le cayera la docente, sentía que era una traición a su madre, cualquier detalle que brindara sobre Mariano, por otra parte Clara apenas si lo había mencionado en los últimos tres meses.

    Se había interesado por la docencia, como un proyecto de vida, más que como una carrera, Los días pasados en la escuela 40 le habían abierto un mundo que desconocía. Y había decidido seguir ese camino.

    Además de las charlas con Mario, por el Facebook rescataba cada día un poco más de aquel adolescente, él era demasiado maduro para su edad. Mantenían su relación estrictamente virtual. Ya que ambos tenían demasiadas ocupaciones, y las oportunidades para verse eran nulas desde que él se mudara con su padre para abrir una sucursal del negocio familiar,

    Mario venia una vez al mes y era totalmente acaparado por su madre, ella sospechaba que él tenía miedo, sabía que podía ser terriblemente segura de sí misma, y eso ahuyentaba a los hombres en su vida.

    Pero este sábado por fin saldrían a bailar, cosa que le encantaba hacer.

    Martina veía a Mario como un ser especial, como ella, se daba cuenta que no era un joven común y corriente, podía ser muy intuitiva en los detalles.

    Él trabajaba con su padre, sabía por sus charlas que adoraba la música y leer.

    En un mundo cada vez más cibernético, que alguien tuviera gusto por la lectura, era casi un milagro, y él hablaba tan bien… sabia tanto de todo, si bien era joven, poseía la habilidad de la palabra.

    Martina podría pasarse horas escuchando sus planes, atentamente lo oía soñar con un futuro nuevo, donde ella aparecía cada vez más, casi sin querer la joven empezó a contar las horas para llegar a su casa y conectarse a la red, esperando la señal de Mario. Y por las noches los mensajes de texto de los adolescentes podían colapsar las líneas de los celulares.

    Se acercaba el sábado y la adolescente solo deseaba sentirlo cerca, esta vez trataría de ser menos impulsiva, no quería que él se llevara una impresión errónea de ella.

    Se dio cuenta en ese instante que los sentimientos que despertaba el adolescente en ella eran mucho más fuerte de lo que podía imaginar.

    Se durmió con el nombre de Mario en sus labios, y esa noche soñó con el muchacho, un sueño cargado de pasión y deseo.



    Rodolfo conducía seguro por la carretera a Buenos Aires, la cinta de asfalto se dibujaba suave y etérea, como un sueño en los cansados ojos del comerciante, a su lado Mario dormía profundamente consecuencia de sus trasnochadas en internet con Martina.

    La distancia con su esposa le había traído cierta intranquilidad, ante la disyuntiva de crecer o desaparecer, un nuevo préstamo sobre su casa, permitió una nueva sucursal del negocio familiar. Las cosas marchaban bien y pronto la nueva franquicia empezaba a dar sus frutos, si todo salía como él creía, pronto sus problemas económicos se resolverían y podría enfrentar a Clara para decirle la verdad.

    La había notado distante el último tiempo, quizás era su culpa haberla descuidado, inmerso en la vorágine económica. Se lo compensaría apenas pudiera, tenía pensado un viaje a las playas del Brasil, no se le ocurría un lugar más romántico para recuperar su pareja y el tiempo perdido.

    Se había abandonado mucho el mismo, pensaba mientras inconscientemente miraba su calva y su abultado estómago, pero bueno Clara era una excelente cocinera y el ejercicio físico le daba pereza. Aun así se hizo la firme promesa de tratar de ponerse en línea por ella. Pero bueno como buen italiano la idea de suspender los ravioles de los fines de semana escapaba a su voluntad, un parpadeo profundo siguió ese pensamiento. Faltaban pocos kilómetros para llegar, pensaba mientras un profundo bostezo salió de su boca.



    El croar de los sapos y otros ruidos de la noche oscura, servían como marco de las casuchas apretadas en aquel terreno. Tras una tapera de maderas y chapas raídas por el óxido, un joven perro se soltó de su collar, en la desvencijada casilla que habitaba, los olores de heces humanas y putrefacción, contaminaban el aire haciéndolo irrespirable.

    Las cloacas a cielo abierto eran una realidad que insultaba los sentidos, en la villa de emergencia. El enorme animal salió a la noche con la desesperación de aquel que descubre que es libre. Husmeando entre los altos pastizales, descubrió los restos de un gato muerto hacía varios días, las moscas cubrían el cadáver, aun así el hambre dominaba en la bestia, siguiendo el rastro del felino, el cachorro empezó a cruzar el pavimento que se habría ante sí, un par de luces y el terrible ruido de los neumáticos seria lo último que el can viera de esta vida.

    La hipnótica cinta de la carretera parecía no tener fin, tras la curva aparecería pronto una estación de servicio, y detendría su camioneta a descansar, en esos pensamientos se perdía la mente del vendedor, cuando una oscura sombra apareció frente a él. Clavo los frenos, al instante en que la vio, pero el sordo estruendo que genero la colisión con aquel bulto, sacudió su humanidad. El aire escapo de sus pulmones cuando el duro cinturón de seguridad apretó sus costillas, ante el todo comenzó a girar, pedazos del rodado partieron con destinos indescifrables, a su lado Mario parecía una marioneta a la que un sádico titiritero le cortara los hilos. El cristal del parabrisas estalla en pedazos y Rodolfo ve horrorizado como el joven cuerpo de su hijo abandona el habitáculo del vehículo, que se detiene volcado sobre un costado totalmente destruido. Pronto cae en la terrible realidad de aquella situación implacable.

    Desesperado busca a tientas la traba de su cinturón de seguridad, se arrastra fuera del automotor, cuando un profundo dolor lo inmoviliza, es tan agudo que le cuesta respirar, debe juntar todo su valor para hacer caso omiso del mismo, y continuar trasladándose al cuerpo inmóvil de Mario.

    El joven tiene un profundo corte a la altura del muslo izquierdo, y su cabeza sangra profundamente. Su padre no puede siquiera articular palabra alguna. Las lágrimas en sus ojos inundan la escena, ante sí lo más importante de su vida se debate entre la vida y la muerte. Un grito gutural escapa de su garganta, tapando el ensordecedor rugido de la ambulancia que se acerca veloz en dirección al siniestro.



    Clara está sola en su casa, no puede dormir, su esposo he hijo deberían haber llegado hacia horas ya, ha tratado de llamarlos, pero los celulares de ambos no contestan, avanza la madrugada y la intranquila mujer comienza a atormentarse con la idea de que algo malo ha sucedido, lo siente en lo más íntimo de su ser, como una premonición, su alma de madre sabe que algo horrible ha pasado.

    Se viste como una autómata, toma las llaves de su auto y comienza a caminar hacia la salida.

    Sabe cuándo el teléfono de la sala suena, que son malas noticias. Aun así corre hacia él, presurosa. Deja caer el aparato al piso al tiempo que el policía del otro lado sigue diciendo.

    • Hola, ¿alguien me escucha?
    El ruido de la puerta al cerrarse son la única respuesta al uniformado.



    Trasladan a Rodolfo en una ambulancia, rápidamente al hospital más cercano, un potente analgésico recorre su torrente sanguíneo, entre las nubes de su conciencia, solo piensa en su hijo muerto.

    No lo sabe pero Mario, sigue vivo, inconsciente, los médicos luchan denodadamente contra la hemorragia, producto del corte parcial de la arteria femoral, el equipo, con medios rudimentarios, trata de estabilizar al joven que yace sobre una camilla, ingresan al quirófano, no hay tiempo para nada, las próximas horas serán decisivas, ha perdido mucha sangre y es necesaria una transfusión.

    Clara no sabe cómo ha llegado allí, solo recuerda como en una pesadilla, el viaje sin sentido, la desesperación en la sala de guardia. Y la espera ante la puerta donde su hijo es operado, los médicos no han hablado con ella, y a pesar de que su esposo se encuentra en otro piso sedado, ella se niega a dejar la entrada del quirófano. Recuerda a su pequeño niño, mucho más joven, jugando con ella en su cama, pidiéndole un beso con esa sonrisa incompleta, por la pérdida de un diente y no puede evitar llorar, ha tratado de ser fuerte pero esto es demasiado, siente la terrible necesidad de avisarle a alguien y toma su celular.

    Martina, busca en su agenda el número de la muchacha, apenas alcanza a marcar, cuando la puerta del quirófano se abre, un médico sale con gesto cansado, han sido casi ocho horas de operación, ve a la mujer y comprende en seguida quien es.

    • Señora, permítame decirle que su hijo está estable, hemos suturado las heridas de la pierna, tenía un profundo corte en la arteria femoral, pero el peor daño lo ha sufrido su cabeza, Tiene un politraumatismo severo a la altura del parietal derecho, su hijo señora, lamentablemente está en coma.
    Clara, siente que sus piernas se niegan a sostenerla.

    -Por favor doctor dígame que va a estar bien, ¿por favor cuanto va a durar esto?

    El facultativo comprende la desesperación de la madre y aunque está agotado dice.

    - El coma puede durar de varios días a varias semanas. En los casos más severos de un coma puede alcanzar más de cinco meses, mientras que algunos han durado varios años. Después de este tiempo, algunos pacientes poco a poco salen del coma, otros progresan a un estado vegetativo, y otros mueren. Algunos pacientes que han entrado en un estado vegetativo pueden recuperar un cierto grado de conciencia. Otros permanecen en ese estado durante años o incluso décadas.

    El resultado para el estado de coma depende de la causa, localización, severidad y extensión del daño neurológico. El estado de coma profundo por sí solo no significa necesariamente una oportunidad menor de recuperación, ya que algunas personas en estado de coma profundo se han recuperado normalmente, mientras que otras personas que en apariencia se recuperan bien de un coma más leve a veces deja de mejorar.

    La gente puede salir de un coma con una combinación de dificultades físicas, intelectuales y psicológicas que requieren atención especial. La recuperación generalmente se produce gradualmente, los pacientes adquieren más y más habilidad para responder. Algunos pacientes nunca progresan más allá de respuestas muy básicas, pero muchos pueden llegar a recuperar la plena conciencia

    Clara escucha las palabras del médico, sabe que la pregunta obligada es dolorosamente necesaria, pero tiene terror a la respuesta.

    -Dígame doctor ¿cuándo volverá mi hijo en sí?

    El galeno ya ha pasado por esta situación cientos de veces pero aun entiende la impotencia de la madre frente a él, poniéndole una mano sobre el hombro a la mujer contesta.

    -Señora, la recuperación de la conciencia no es instantánea, durante los primeros días, los pacientes están despiertos durante sólo unos minutos, y la duración del tiempo despierto aumenta gradualmente. Esto es a diferencia de la situación en muchas películas donde la gente que despierta del coma y son inmediatamente capaces de continuar su vida normal. En realidad, el paciente en coma, despierta a veces en un profundo estado de confusión, sin saber cómo llegaron a acá y, a veces sufren de disartria, la incapacidad de articular alguna palabra, y con muchas otras discapacidades.

    -Pero el cerebro es una caja de pandora, señora, todo puede ser posible, no hay sangrado interno, pero el órgano se encuentra inflamado, somos optimistas.

    En ese momento, trasladan a Mario del quirófano, ver la cabeza de su hijo tapada por vendas, los ojos hinchados y sondas saliendo de su cuerpo es demasiado para la pobre mujer.

    El suelo se acerca rápidamente mientras ella cae como fulminada por un rayo.

    Clara abre los ojos, todo debe haber sido un sueño piensa en un segundo de inconciencia, cuando sus ojos se acostumbran a la luz de la habitación descubre que a su lado están Martina y Mariano.



    Martina estaba preparándose para salir, era el momento esperado, al fin saldría con Mario, habían pasado más de tres meses desde que se conocieran con el joven, ella contaba las horas para verlo, su relación virtual había crecido y con la web cam, más todavía.

    Elegía con cuidado sus prendas, al principio pensó en una falda corta, sabía que tenía un cuerpo deseable y quería que el mensaje fuera claro, esta noche se entregaría, no tenía dudas sobre eso. Una sensual camisola y botas largas, completaban el atuendo final.

    Sobre su cama un sinnúmero de combinaciones descansaban, era difícil la elección.

    El teléfono empezó a sonar, estridente, mirando la pantalla del aparato se sorprendió al ver quien la llamaba, Clara.

    La joven escucho toda la conversación que el doctor tubo con ella, luego el ruido sordo y la voz del facultativo en el auricular explicando todo.

    La joven cruzo como una exhalación, su habitación. Las lágrimas en su rostro no eran comunes en ella, en el sillón de living Mariano miraba televisión con Micaela, sobresaltado pregunto.

    • ¿Por Dios hija que te pasa?
    Entre sollozos Martina explico a su padre lo sucedido, Para el, la sola idea de ver sufrir a su hija de por sí, era intolerable, sabia de la relación de la joven pero no creía que fuera tan fuerte.

    Micaela abrazo a su hija y la contuvo, mientras su esposo arrancaba el viejo Ford.

    • Tranquila hija toda va a salir bien.
    Micaela trajo un bolso y tomo el brazo de su hija, Mariano solo en ese momento se permitió pensar en Clara, debía estar desesperada.

    • Vamos dijo con ese tono de autoridad que no dejaba lugar a duda.
    Micaela y Mariano habían hablado de la relación de su hija varias veces, pero en ninguna de esas charlas él le había dicho quién era Clara, ella sabía que hubo una mujer que había marcado a su esposo, pero nunca supo su nombre.

    Él no estaba muy de acuerdo con la historia de los jóvenes, algo en el fondo le decía que era una idea equivocada, sabía que de seguir la historia podría terminar como pariente de Clara y la sola idea lo inquietaba. Durante años su única preocupación fue sacarla de su cabeza y ahora que lo había logrado esta realidad nueva podría significar que debería verla siempre.

    Nada más lejos de los ánimos del Agente.

    El viaje hasta el pequeño hospital fue largo y silencioso, no había mucho que decir en una situación así.

    Cuando llegaron la recepcionista los derivo con el medico que había atendido a Mario donde se pusieron al tanto de su salud y la de Rodolfo.

    También les comentaron que Clara había tenido una descompensación y que reposaba en una sala contigua.

    Micaela les dijo que iba a ver si hacía falta algo para para los internados dada la humildad del nosocomio, tras esto estaba el profundo miedo que le daban los hospitales en general, una fobia que mantenía desde su niñez.

    Mariano y su hija entraron en la habitación donde descansaba Clara, su respiración entrecortada les dijo que tenía una pesadilla, musito el nombre de su hijo, como un lamento.

    La vida se empeñaba en reunir a Mariano y Clara, quizás como si solo así, cada cosa ocupara su lugar.





























    Capítulo 5.

    Amenaza de tormenta.





    Clara observa a Mariano detenidamente, es la primera vez que están solos, a pesar del desastre en el que se ha convertido su vida, la mujer no puede evitar sentir que aún hay un lazo con el hombre ante sí, nerviosamente ensaya una sonrisa, pero pronto la inmensidad de la tragedia que vive la supera, lágrimas de dolor recorren su rostro. Cuando dice.

    • No era así como imagine que sería este encuentro. Desde que nos vimos la idea de verte, me da vueltas en la cabeza, pero ahora…
    La frase queda cortada en su garganta, ha intentado ser fuerte pero es inútil, solo es una madre atormentada con la idea de perder a su hijo.

    Se levanta de la cama, aun esta mareada pero debe ir con Mario, tiene que saber cómo esta. Erguido frente a ella, su pasado la contempla, la paz que descubre en esa mirada, por un momento son el alivio, justo para su alma torturada. Mariano presa del mismo hechizo solo puede musitar.

    • Clara.
    Y sin necesidad de otra palabra, la abraza, sintiendo que los diques en los que encerró su corazón caen como las murallas de Jericó. El dolor de la maestra hace que pronto sus recelos y miedos desaparezcan, solo quiere protegerla de todo aquello que pueda causarle daño, siente su cuerpo cálido y un temblor conocido en ella, sabe que nada será igual después de este día.

    Necesita de toda su voluntad para poder separarse de su abrazo, no quiere que termine nunca, pero la realidad golpea a los antiguos amantes implacable.

    -Mario va a estar bien, es un muchacho fuerte, ya lo vas a ver. Tiene tu fuerza, se nota. ¿Sabes cómo está tu esposo?

    Clara comprende que en su desesperación por el adolescente, apenas si pudo pensar en Rodolfo, Cuando llego el medico dijo que estaba compensado y sedado, luego toda su atención fue para su hijo

    • No lo sé, voy a ver como esta, si está despierto debe estar desesperado.
    Sabía que inconscientemente podía llegar a echarle la culpa del accidente a su compañero de tantos años, su relación era más bien fría los últimos meses. Clara incluso había fantaseado con la idea de separarse, ahora que su hijo era casi un hombre.

    Miro a Mariano una última vez y le dio un beso en la mejilla, un beso que duro un segundo más de lo que debía, aun sabia como llegar a lo más profundo del hombre. Salió de la habitación dejando tras de sí a un Mariano confundido.

    Camino por un corredor buscando la habitación donde se encontraba su esposo, era la 4290, le habían dicho una enfermera.

    Abrí la puerta despacio, sobre una cama, tendido estaba Rodolfo, tenía raspones en su cara, y le habían tratado por una fractura en la cadera, dormía una inconciencia profunda, y cargada de pesadillas, el sonido monocorde de las maquinas que controlaban sus signos vitales, daban una atmosfera irreal.

    Clara se acercó, tímidamente, y acaricio la cara lastimada y conocida, una infinita ternura la invadió al hacerlo, supo entonces que jamás dejaría a ese hombre. Tenía una profunda lealtad por él, El amor entre ellos nunca había sido físico, se alimentaba de pequeñas cosas, de momentos compartidos, del buen padre que había sido todos estos años para Mario.

    No pasaba por la efímera verdad de la pasión, era una sensación de seguridad lo que él le brindaba, no importara lo que pudiera pasar, ella sabía que él estaría allí, siempre para ella y para su hijo.

    En ese momento Rodolfo abrió sus ojos, y la reconoció, en un mudo idioma se dijeron todas esas cosas, que no se pueden decir con palabras.

    En sus labios agrietados solo salió una palabra cargada de dolor.

    -Mario…

    Lo beso en los labios y tratando de mostrar un aplomo del que carecía le dijo.

    • Tranquilo amor, Mario está estable, los médicos dicen que va a estar bien, ahora tenes que pensar en vos, el, nosotros, te necesitamos, por favor vida trata de descansar.
    Rodolfo trato de mantener los parpados abiertos, pero los potentes analgésicos hicieron su efecto sedante, llevándolo nuevamente a las profundidades del sueño.

    Ella acaricio su calva cabeza y salió der la habitación.

    Martina la esperaba en el vano de la puerta.

    -Debemos trasladar a Mario a la capital, este hospital no cuenta con los medios para seguir su tratamiento, me lo dijo el doctor de guardia.

    -Creo que la idea es llevarlo al instituto Roffo ya que allí, están más preparados para su caso, No me dejan verlo, solo familiares directos, sale en 15 minutos.

    Clara no puede dejar de admirar a la joven, y a consolarse en la idea de que tomo la decisión correcta, ve muchos rasgos de Mariano en su hija, sabe en su interior que la adolescente podría haberse criado sin su padre.

    • Gracias ángel, la madre de Rodolfo ya está sobre aviso y vendrá a cuidarlo, te pido que tengas a mano el teléfono, voy a avisarte cualquier novedad, no sé cómo agradecerte lo que haces por nosotros.
    Martina sin poderse contener beso a la maestra, y la abrazo fuerte, veía en el dolor de esa madre, una entrega hacia Mario, con la cual ella jamás podría competir.

    La ambulancia se perdió en la noche dejando a la familia Méndez atrás, como si un niño jugara con los destinos de todos ellos, la rueda de la vida empezó a girar, transformando en realidad sus peores temores.

    Franco era uno más de los 5 integrantes del equipo de patología forense del centro Roffo de infecciones severas, su jefe directo, el doctor Iacono, lo tenía en alta estima por su profesionalismo, el joven estudiante había cumplido sus tareas del día, solo restaba llevar al congelador las muestras del virus PA, en su traje sellado, luego una ducha y en un par de horas podría salir de allí, Franco transpiraba profusamente, el sistema de ventilación del hospital se había descompuesto y el inclemente calor de la sala, ahogaba al cansado trabajador.

    Los equipos de bioseguridad debían haberse cambiado hacia 6 meses ya, pero una baja en el presupuesto del instituto había determinado que los mismos se utilizaran más allá de la fecha recomendada de uso.

    Franco jamás noto que su traje tenía una pequeña rotura a la altura de sus riñones, si lo hubiera hecho quizás habría podido sobrevivir esa semana.



    Mario ingreso a la sala de terapia intensiva del instituto un par de horas antes que Franco termine su turno, el estudiante de patología se sintió mareado ,mientras se dirigía desde el bufet del nosocomio hacía los vestuarios de los empleados, saludo antes a un par de compañeros de estudio que ingresaban en el próximo turno.

    Franco empieza a sudar copiosamente, el mareo se acentúa, ingresa al retrete en el preciso instante en que una ola de vomito negruzco, sale de su boca, se sienta en el inodoro y cierra la puerta tras sí. El joven empieza a entender lo que está pasando en el preciso instante en que se desmayó.





    El saludo de Franco tomo desprevenido al joven.

    Facundo vive a un par de cuadras del Roffo, el ayudante había caído en la cuenta que pronto llegaría su cumpleaños, su esposa tenía preparada una sorpresa para él, se lo había dicho esa mañana.

    -Tengo el mejor regalo que jamás recibiste en tu vida, amor.

    El sabia de que se trataba, al fin los tratamientos de fertilidad habían producido el milagro, no podía ser otra cosa hacía meses que estaban detrás de eso. La alegría en la cara de su esposa era el mejor indicio de su “presente”.

    Hoy llegaría a casa temprano, y haría de cuenta que nada sospechaba, hasta que ella se lo dijera. En esto pensaba el mucamo cuando empezó a sentir un ligero mareo.



    Mario fue puesto en la camilla de la sala de terapia intensiva en el mismo momento, en que Martina estaba llegando al hospital, Mariano siguió la ambulancia en su auto, sabía que la adolescente no lo perdonaría si no llegaba a tiempo.

    Clara estaba agotada, los nervios y la falta de sueño conspiraban con su capacidad de pensar claramente. Cuando Micaela la saludo para despedirse de ella, apenas si le dirigió la palabra.

    La esposa de Mariano decidió volver en un taxi ya que no, deseaba seguir viendo tanto dolor. Algo no le cerraba, conocía a su esposo y vio la forma en que miraba a la sufrida docente, debería prestar más atención a esa relación, no pasaba por su mejor momento como pareja, pero no iba a permitir que nadie más se interpusiera entre ella y el.

    Ya bastante había sufrido las infidelidades del agente, esta vez, estaba preparada, lo amaba pero su orgullo herido era superior a cualquier sentimiento, había pasado los últimos años fortaleciendo su autoestima, Martina ya era una mujer y no había excusas para soportar otra humillación de parte de Mariano.

    Con eso en la mente Micaela abandono el nosocomio con rumbo a su casa.

    Que Martina y Mariano se ocuparan de los Calandro, ella tenía una vida que atender.

    Al llegar al instituto donde Mario estaba internado, la joven subió presurosa al tercer piso donde estaba la terapia intensiva, en la puerta de acceso encontró a una Clara destruida por el cansancio y el dolor, la mujer estaba en una incómoda silla en un pasillo mal iluminado, en su rostro los surcos de las lágrimas habían abierto profundos canales, con sus ojos café miro a la joven y sin poder evitarlo la abrazo, con la desesperación de quien puede perder lo que más ama en el mundo.

    Martina trato de tranquilizar a la docente.

    • Por favor Clara, todo va a salir bien, Mario es fuerte y va salir adelante. Ahora tenes que descansar, no podes seguir así el próximo parte recién será mañana. No le servís en ese, yo me voy a quedar con él. Mi padre te va a llevar a tu casa, si lo deseas.
    Clara asiente en silencio, como una autómata acepta el brazo de Mariano y lo sigue hasta su auto, Mariano sabe el dolor que vive la docente, abre la puerta del vehículo y amablemente la invita a entrar en él, una vez que ella se coloca el cinturón de seguridad, el ronroneo del poderoso motor se deja oír como el de un gato al que le acarician el lomo.

    El hospital va quedando atrás, cuando Mariano dice.

    • Clara, todo va a salir bien, sé que es un momento difícil pero tenes que tener fe.
    Las palabras del agente suenan vacías, Clara sabe que el no cree en nada más que en el mismo, demasiado bien conoce el inmenso ego de aquel hombre, siempre seguro, con esa tranquilidad calmada con que habla y la mira, como no saber que para el Dios solo es una palabra, pero en este momento las personas que más ama en el mundo están luchando por su vida y la imagen de Mariano, pierde toda dimensión ante esa realidad.

    Lo mira como si no lo conociera, mientras el conduce, y entonces lo comprende, como un rayo de luz que atraviesa el firmamento de un día nublado, ante ella la verdad, se presenta con toda su absoluta nitidez.

    Clara no entiende como no lo vio antes, de tan simple no puede comprender como tardo tanto en darse cuenta. Las luces de la calle parecen solo destellos luminosos cuando de una forma casi narcótica, caen sobre ella, sedándola. Apoya su cabeza en el hombro de Mariano como tantas veces en su juventud. Y cierra los agotados parpados. El sueño como una bendición llega sobre Clara, puede por una vez no sentir la tensión que estar a su lado, le genera.

    Ya no hay problemas.

    Simplemente. No lo ama.

    • Lo se Mariano, lo sé.
    Dice en un murmullo.

    Él mira la noche cómplice, mira el rostro de Clara en el espejo retrovisor, siente su perfume, tantas veces añorado, los autos pasan veloces mientras Mariano estaciona silenciosamente, Clara descansa, cuidadosamente baja el asiento del Ford, tratando de no despertarla, como si fuera una pompa de jabón que pudiera estallar en cualquier momento. Mariano se saca su saco y cubre a Clara, con una delicadeza que no se lleva con su cuerpo de gigante.

    La ve adormecida y un mar de sentimientos encontrados pasan por su mente, alguna vez amo verla dormir a su lado, sentir su respiración suave mientras descansaba era todo lo que él podía soñar, sin embargo la mujer junto a él, no es aquella a la que dio su corazón. Enciende un cigarro abriendo ligeramente la ventana, el humo dibujaba formas surrealistas en el aire. Nada los une ya. Ella tiene su vida, y el también. Por un segundo mira el parabrisas y entiende porque el retrovisor es tan pequeño… el futuro siempre es más grande que el pasado. Y así debe ser. No se puede luchar contra el destino y ellos habían escrito el suyo mucho tiempo atrás. Aun así no puede dejar de observarla. Dibuja cada hebra de su cabello, cada línea de su rostro, como tratando de conservar su imagen en las retinas, quizás porque sabe que no volverá a tenerla así de cerca, así de suya.

    Mariano no supo en qué momento se durmió abrazado a Clara esa noche.



    Martina, está al lado de Mario, estoicamente, mira al joven esperando que abra los ojos, los galenos le explicaran, que podrían pasar semanas hasta que despertara o quizás nunca lo hiciera. La ciencia médica estaba en pañales en cuanto a daño cerebral se refería.

    Pero la joven no iba a claudicar, seguía hablando con el cuerpo inerte, en la esperanza que su voz pudiera guiar al muchacho en el camino oscuro donde se hallaba, hacia la luz de sus palabras.

    • Mi chiquito, vamos fuerza, te estoy esperando, dale, veni a mí.
    Como una madre acaricio el cabello castaño del joven mientras sus labios rozaban los de Mario. En sus manos la del joven hizo una leve presión.

    Ella lo miro sorprendida, y se acercó más a él.

    -Sí, amor así, te amo, tenes que venir a mí ahora. No voy a permitir que me dejes.

    Una serie de extraños zumbidos salieron de las maquinas que monitoreaban el cuerpo del adolescente, un ligero movimiento pupilar, se detecta bajo los parpados del mismo. Martina empieza a comprender que Mario lucha por volver del limbo donde se encuentra.





    El personal de maestranza del instituto Roffo tiene por costumbre, dejar la limpieza de los sanitarios para el final de la jornada.

    No es de extrañar que el operario de limpieza del instituto, terminara agotado al llegar a ordenar el último retrete. Empujo la puerta. Pero esta no se abrió. Maldijo su suerte, su supervisor seguro vendría a inspeccionar y le daría una reprimenda por no terminar el trabajo, el muy hijo de puta.

    Empujo nuevamente la puerta, y un ruido sordo se escuchó tras ella.

    El empleado pudo observar entonces un cuerpo inerte sobre el retrete.

    -¿Señor, está usted bien?

    Se acercó despacio, y con una mano temblorosa intento tocar la maltrecha figura, un olor pestilente emanaba de aquella persona y una mancha de vomito cubría el piso, apenas la distinguió entre la mugre del lugar, su pie resbalo sobre la misma y el callo encima del frio cadáver de Franco.

    Horrorizado, salió del sanitario gritando por el oscuro pasillo.



    La noche había caído, sobre la ciudad cuando el teléfono en la mesa de noche del Teniente Coronel Martin Méndez, empezó a sonar estridente, el militar tenía el sueño liviano, costumbre de la vida castrense. Descolgó el auricular del aparato y tomo la llamada, el tono de la misma era y con un cierto matiz de miedo.

    -¿Quién habla?

    Dijo con una vos límpida.

    -Señor soy el Mayor Orue. Le informo que hemos detectado una fuga en el instituto Roffo, aparentemente se trata del protocolo PA, los síntomas sugieren que es una fuga controlada, se han enviado unidades al lugar. Hemos establecido un centro de mando en la puerta de instituto

    El Oficial Méndez perdió su aplomo habitual.

    • Dios mío Orue, ¿está usted consiente de lo que eso significa?

      -Debemos ampliar el área de cuarentena. Póngame en altavoz

      Para que todos escuchen.
    Se escuchó un entrechocar de borceguíes y sonidos extraños en la línea.

    • Listo Señor, estamos todos aquí.
    El coronel Méndez ya totalmente despierto fue a su caja fuerte, de ella saco un sobre lacrado, con la consigna alto secreto.

    Lo rasgo y tomando su contenido dijo.

    • Nos enfrentamos a una de los peores miedos de la humanidad, una enfermedad tan virulenta que mata en menos de 24 horas y para la cual no hay cura conocida, el virus se transmite por contacto, o sea que no es aéreo, esa por ahora es la única ventaja que poseemos, salgan del área afectada inmediatamente, creen un perímetro comprendido por las avenidas Callao, hasta Las Heras, de Las Heras a Pueyrredon y de Pueyrredon a Santa Fe. Nadie sale y nadie entra de allí, triple alambre espino, usen las avenidas como tierra de nadie, se vallaran todas las posibles salidas, quiero tanques y soldados de infantería con elementos de bioseguridad en cada bocacalle. Reflectores y patrullas completamente armadas cada 50 metros recorriendo el perímetro.

    • Vacíen los edificios que den sobre las avenidas y sellen sus ventanas.

    • A partir de esta noche se declarara el estado de sitio, en la ciudad. el sector comprendido por las avenidas mencionadas será considerado infectado. Y cualquiera que quiera salir del mismo será muerto al instante. Armen el nuevo centro de comando fuera de este perímetro, se vigilara por tierra y por aire. Incluso las cloacas, deben quedar cubiertas. Si alguien escapa, todo estará perdido.
    El silencio se prolongó un minuto en la línea. Luego de ese lapso que pareció una eternidad un sordo.

    -Sí, señor.

    Se transformó en el epitafio de una noche que la historia jamás olvidaría.













    Capítulo 6.

    Tempestad.





    Como un enjambre de hormigas marabunta, que se arrastran por los suelos de la selva amazónica, los soldados tomaron las posiciones asignadas ante la mirada atónita de los pocos civiles que recorrían las calles a esa hora, desde los camiones Mercedes Benz, los grandes rollos de alambre espino empezaron a cubrir las bocacalles del Gueto, establecido por el coronel Méndez. El ruido sordo de los pasos de los soldados parecía ser el único sonido en la noche, un taxi desoye la voz de alto de los uniformados y una ráfaga de fusil automático liviano, destroza el vidrio del infortunado chofer, flores de sangre estallan en el pecho del desdichado segundos antes que el rodado se estrelle contra un quiosco de revistas.

    Desde las ventanas de algunos edificios, asoman rostros confundidos y preocupados.

    Unos grandes helicópteros Agusta Bell AB-206B Jet Ranger II, sobrevuelan el cielo con reflectores. Poco a poco el cerco se va cerrando, el coronel Méndez sabe que con la luz del nuevo día se desatara el pánico.

    Debe contralor los medios de comunicación radiales, visuales y escritos.

    El protocolo PA prevé, esa eventualidad, Grupos de comandos albatros entran en los distintos canales de aire, y destruyen las plantas de transmisión, un nuevo sistema enviado desde los Estados Unidos, interfiere con las comunicaciones. Al igual que con otros interruptores de radio, el bloqueador de teléfono celular, envía ondas de radio de las mismas frecuencias que usan para comunicarse. Esto causa suficiente interferencia para con la comunicación entre teléfonos celulares y las torres como para inutilizar los teléfonos y la internet.

    En la mayoría de los equipos al por menor, la red parecería simplemente fuera de alcance. La mayoría de los teléfonos celulares, utilizan diferentes bandas para enviar y recibir comunicaciones a las torres (llamados dúplex por división de frecuencia, FDD). Los bloqueadores pueden interrumpir llamadas telefónicas a las frecuencias de la torre o vice versa. Los modelos pequeños, bloquean todas las bandas de 800 MHz a 1900 MHz dentro de un rango de 9 metros.

    Además, los dispositivos portátiles tienden a usar el método anterior, mientras que los modelos más caros, más grandes, pueden interferir directamente desde la torre. El radio de acción de los bloqueadores de celular puede variar desde algunas docenas de metros en modelos de bolsillo, hasta kilómetros para unidades más dedicadas. El bloqueador TRJ-89 puede interrumpir las comunicaciones por celular en un radio de 80 km.

    El mayor Orue se acerca, al despacho del coronel Méndez, golpea nerviosamente la puerta, el mismo Oficial es quien procede a abrirla.

    • Señor todo se ha realizado como usted lo pidió. Las instituciones democráticas están siendo controladas una por una, pero debemos contestar algunas preguntas, este golpe de estado…
    Méndez mira al oficial, como quien mira a algo que se sacó del zapato y dice.

    -Orue, no es un golpe de estado, es la única forma que tenemos de sobrevivir, ningún país vendrá en ayuda de la democracia Argentina. Ellos saben lo que estamos haciendo acá, debemos detener el brote del virus, aunque ello signifique eliminar a las 25 mil personas que están dentro del perímetro. Estamos hablando de la supervivencia del país, inclusive del mundo. Esto es mucho más grande de lo que jamás hubiera usted podido imaginar.

    En este momento se están cerrando las fronteras del país, se expulsa a los ciudadanos extranjeros previa revisión médica, en los aeropuertos, nada será dejado al azar, el protocolo PA. A sido preparado con años de antelación para un episodio de esta naturaleza y subscripto por todos los países del Mercosur así también como de las grandes potencias que comprenden el G8, Argentina debía entrar en el para ser partícipe de la credibilidad mundial, y con ella los dólares tan necesarios para sanear su economía, el gobierno civil de cualquier país afectado por un desastre de esta naturaleza debía ser echo a un lado mientras dure la misma , ya que las decisiones que se deberían tomar, eran de una naturaleza atroz , y no podían ser tomadas por civiles, lo último que hizo el gobierno fue declarar el estado de sitio, que es un régimen de excepción que debe ser declarado por el poder ejecutivo, en particular por el presidente, y con la autorización del congreso para ejecutarlo. El estado de sitio representa un concepto equivalente al de estado de guerra, y por ello se dan a las fuerzas armadas facultades preponderantes para los actos de represión. Durante el mismo quedan en suspenso las garantías constitucionales, con mayor o menor extensión, según las legislaciones.

    El mayor Jose Orue, miro a los ojos al anciano coronel, él tenía algo de humanidad aun, no había vivido las atrocidades que su superior había pasado, y la idea de matar a 25000 almas le resultaba inconcebible.

    • Señor que haremos cuando la gente empiece a saber que van a morir, intentaran escapar , salir del gueto , se transformara en una batalla, campal, incluso nuestros soldados no creo que puedan disparar contra su propio pueblo.
    Martin Méndez, se rasco la cabeza, el veterano soldado sabía que en situaciones extremas, los soldados a veces fallaban en cumplir con su deber.

    Pero la historia le había enseñado algunos trucos, y él era un agudo observador del pasado bélico del mundo.

    -Jose, alguna vez se preguntó ¿cómo los nazis hicieron para matar a 6 millones de judíos sin que ellos jamás se defendieran?

    La respuesta es sencilla, cuando el primer tren llego al campo de concentración de Auswitch, El comandante del campo alemán, les informo a los prisioneros que iban a ser conducidos a la cámara de gas, allí los esperaba el infame ziclon B para terminar con su vida, la reacción de aquellos infortunados fue la de rebelarse contra los guardias incluso llegaron a matar a algunos SS antes de que las balas y los perros pudieran controlar la situación, esa decisión errada no se repitió jamás, en los sucesivos desembarcos al campo, a los prisioneros se les preguntaba por sus habilidades y se las cargaba en unas planillas, diciéndoles que sus habilidades eran necesarias para el esfuerzo de guerra alemán. Si le das una esperanza, tan solo la más mínima, el ser humano por naturaleza se aferrara a ella, esa es la manera en que debemos proceder aquí. Solo así tendremos éxito.

    Nos ocuparemos de que ellos tengan una esperanza, Orue. Y así los controlaremos.

    El coronel Méndez despidió a su subalterno, mientras pensaba si el mayor estaría a la altura de las circunstancias en este predicamento.

    De su cartuchera saco su vieja colt 1911, de fabricación americana, un recuerdo de sus años en los Estados Unidos aprendiendo tácticas contra guerrillas y combate urbano.

    Miro las cachas de nácar del arma y la acaricio suavemente, casi con un placer sexual. Y recordó una máxima del general Jose de San Martin.

    “Para los hombres de coraje, se han hecho las grandes empresas.”







    Mariano, despierta sobresaltado, Clara aun duerme mientras las primeras luces de la mañana aparecen en el horizonte. Instintivamente busca en el teléfono celular, si existe algún mensaje de su esposa. Descubre que el aparato no tiene señal, arranca el automóvil, y en ese momento Clara abre los ojos a su lado.

    • ¿Dónde estoy?
    Dice la maestra algo confundida, los potentes calmantes que le dieron la noche anterior le permitieron dormir un sueño sin pesadillas.

    -Tranquila Clara, anoche simplemente estacione aquí para que pudieras descansar. Martina esta con tu hijo y va a cuidarlo hasta que descanses un poco. Tenes hambre. Podemos desayunar algo y luego te llevo a tu casa, así te duchas y cambias.

    La voz de Mariano tenía un efecto sedante en ella, siempre había sido así, por un segundo percibió el perfume masculino, y sus convicciones con respecto al hombre a su lado, tambalearon.

    -Está bien, necesito eso, no me di cuenta que tenía tanto hambre.

    -Y mira como estoy de gorda, espero que allá por acá un comedero de vacas.

    Mariano, supo que ella estaba nerviosa, siempre hacia chistes tontos para escapar a una situación donde no se sintiera segura, donde no fuera ella la dueña de las variables.

    El agente tomo sus eternas gafas oscuras, tenía la vista cansada, y el sol empezaba a crecer sobre la cinta de asfalto, creando espejismos acuosos e irreales.

    -No te preocupes, nos detendremos en la primera estación de servicio que encontremos. Muero por una taza de café, pero antes debo avisar a la oficina que no iré a trabajar hoy, no voy a dejarte sola en este momento. ¿Tu celular funciona?

    Como si la pregunta la sacara de un letargo, se da cuenta que apenas escuchaba las palabras de él, estaba perdida en la cadencia de su voz. Lo mismo hubiera sido que el recitara la divina comedia en arameo.

    -Clara, ¿me oís?

    Y el hechizo se rompe, la docente recupera su compostura y diciendo.

    -Perdóname, estaba pensando en Rodolfo, (miente descaradamente)

    - ya me fijo.

    Y mirando en su cartera descubre, que su aparato tampoco tiene, señal. Es extraño, funcionaba bien hasta esa mañana. Guardando el celular en su cartera, advierte la cercanía de una cafetería. Esta por decirle a Mariano cuando, como si hubiera leído su mente, el auto enfila, en esa dirección.

    Estaciona el vehículo y bajan apresuradamente. En el desierto lugar un mozo los recibe, amablemente.

    -Buenos días, ¿que se van a servir?

    La respuesta de Mariano es más bien seca.

    -Solo café para mí y para ella, un café con leche con medias lunas.

    Clara no pudo dejar de notar que aun recordaba su desayuno favorito.

    • Gracias. Estaba famélica.
    El mozo regreso con las humeantes tazas, el olor del café fue como un bálsamo para el agente. Luego de charlar de algunas trivialidades sobre los últimos años, la risa de Clara lo transporto años atrás. Le encantaba verla así. Por unos minutos la tragedia que ella había sufrido quedaba atrás.

    -Qué bueno es saber que estas, pensé mucho en vos estos años.

    Las palabras salían como una catarata de la boca de la maestra.

    Mariano trato de parecer más seguro de lo que realmente se sentía.

    -Yo solo los últimos 20 años.

    Y una sonrisa, cómplice se dibujó bajo las gafas. El agente quería elegir cuidadosamente las palabras, hablar con Clara era lo más parecido a caminar un campo minado.

    Cualquier paso en falso y se terminaría la magia, como un cachorro acorralado, la mujer daba su confianza poco a poco. En cuanto creyera que el pretendía más de lo que ella podría brindarle, escaparía como lo había hecho siempre.

    • ¿Y qué pensaste?
    El agente estaba por responder cuando percibió que las personas del bar, se agolpaba en torno a un viejo televisor, ubicado en la esquina del local.

    La CNN transmitía en vivo desde Buenos Aires. En letras rojas un periodista gesticulaba palabras que no se oían, el aparato estaba en modo silencioso.

    Un cartel con fondo rojo decía en la pantalla. Crisis en Argentina

    • Por favor suba el volumen.
    El anónimo comensal, expresó el deseo de todos, el dueño del lugar tomo el control remoto y pronto una líneas color verde empezaron a aparecer en el aparato. Mientras el sonido iba in crescendo.

    • Desde las 23.00 horas del día de ayer, la ciudad de buenos aires se vio sacudida por la noticia de que el gobierno democrático, ha sido derrocado por una junta militar, según podemos precisar se ha creado una inmensa zona donde se concentraran los detenidos políticos…
    Un grupo de soldados uniformados en ese preciso, momento, caen sobre el periodista, la imagen se vuelve un caos hasta que desaparece de la pantalla, desde los estudios centrales de la cadena internacional, la confusión es total.

    Mariano, comprende que algo mucho más grande de lo que jamás allá visto se está gestando en ese preciso instante. Mira a Clara con evidente signo de preocupación y dice.

    • Esto está mal, muy mal, debemos saber que está pasando.

    • Necesitamos un teléfono, y lo necesitamos ya.
    Clara comprende, en la intranquilidad de él, que algo terrible está pasando, no alcanza a entender que sucede, pero presiente que nuevas situaciones pondrán a prueba su coraje.

    • Vamos, tenes razón ¿cómo estarán los chicos?
    La pregunta de la mujer queda suspendida en el éter, mientras Mariano deja un par de billetes sobre la mesa y tomándola por la cintura, la saca del establecimiento.







    Martina, dormía incomoda en una silla al costado de Mario. El joven aún no había recuperado el conocimiento, a pesar de los esfuerzos de la adolescente, cuando el silencio de la noche se astillo en mil pedazos. Las luces del hospital se apagaron unos minutos, como una vieja película en blanco y negro, una luminosidad fantasmal entro por las ventanas. El potente ruido del motor de un helicóptero parecía ocupar toda la habitación.

    Desde la calle ruidos de cristales rotos y corridas, se mezclan con gritos de histeria, La joven se aproxima a la ventana solo para escuchar los altoparlantes de la aeronave.

    • Por orden de la junta militar, se informa a la población que el sector donde se hallan se ha declarado en cuarentena, cualquier intento de violar la misma será considerado un acto hostil, y se reprimirá con la mayor severidad, se hace saber que rige también un toque de queda en el mencionado sector, mismo que comienza partir de las 1000 horas del día de la fecha, toda persona encontrada fuera de un área cubierta será reprimida con la mayor severidad, las necesidades en cuanto a alimento y agua serán provistas por el estado en horarios y lugares que se informaran en próximos comunicados. Se notifica que la cuarentena es una medida preventiva ante un brote de un virus desconocido, las personas que presenten fiebre, desmejoramiento, cefaleas y/o vómitos u otros síntomas atribuibles a las mismas deberán presentarse en la unidades sanitarias que se programaran en lugares que se informaran en próximo, comunicado.
    Martina podía ver gente, correr por las calles que rodeaban el nosocomio, un conjunto de soldados marchaban en trajes verde oliva, sus cabezas estaban cubiertas por mascaras. Tenían una cruz roja en el brazo, pero cuando una mujer se abalanzo sobre aquella agrupación, inmediatamente abrieron fuego, Martina observo impotente como la desdichada, moría bajo una lluvia de balas, los soldados rodearon el cadáver, mientras el resto del grupo salía en desbandada, por las calles oscuras. Los uniformados tomaron el cuerpo y lo introdujeron en una bolsa plástica, un camión hidrante apareció de la nada lavando las manchas rojas sobre el asfalto gris. Pronto los militares estaban apostados en cada esquina. Dentro del recinto era el caos, Martina empezó a sentir un miedo ancestral subir por su cuerpo, sin poder evitarlo unas gotas de orina se escurrieron por su pierna.

    Abrazo a Mario en el preciso instante en que los aparatos electrónicos se apagaron súbitamente en la habitación. Martina empezó a pensar que el joven no sobreviviría sin los cables que conectaban su cuerpo, pero tenía terror de salir al pasillo. Se recostó sobre la cama donde el adolescente, inmóvil, estaba. Cerro los ojos y comenzó a llorar desconsoladamente, ya sabía que los teléfonos tampoco funcionaban, inútilmente trato de llamar a su padre, la única persona que podría salvarla de aquel infierno.

    Sentía el calor Mario a su lado, Martina solloza cuando de pronto siente la mano tibia del joven en su mejilla, al girar la cara ve los ojos café de Mario mirándola, el miedo se transforma en una alegría desbordante, el solo hecho de no estar sola en ese momento es suficiente para ella.

    • Mario, gracias a Dios. ¿Estás bien? Por favor decime que estas bien. Tenía tanto miedo. Por favor …
    Los labios de Mario se abren justo en el preciso momento en el sonido de una explosión se escucha en la calle, inmediatamente seguido por el tableteo de fusiles de asalto.

    • Estoy bien Martina, Me duele la cabeza.

    • ¿Qué paso?
    Ella lo abraza fuerte ,Mario suelta un ligero gemido de dolor, aun así el contacto con la adolescente le encanta, trata de recordar pero apenas si puede pensar, la camioneta y su padre, empieza a comprender.

    • ¿Dónde está mi padre?

    • ¿Qué está pasando Martina?
    Ella lo mira con una infinita ternura, el maquillaje se ha corrido y nada queda ya del aplomo con que siempre sobrellevo la vida.

    • Tu papa está bien, internado fuera de la ciudad, Mi padre y tu madre se fueron hace algunas horas, luego todo empezó a suceder rápidamente, no sé qué sucede afuera, pero parece que hay una enfermedad y los militares no dejan entrar a nadie, tengo tanto miedo.
    Martina ve la reacción del Joven, abre los ojos desmesuradamente mientras hace un profundo impulso por incorporarse, su pierna parece en llamas y la cabeza le estalla, aun así hace un esfuerzo sobrehumano para que la mujer a su lado no vea su sufrimiento.

    Se sienta en la cama y sobreponiéndose al dolor toma la cara de Martina, la trae hacia sí, la joven esta hipnotizada por la mirada de Mario, se deja llevar mansamente , sus labios se abren como una flor, con la frescura de una fruta madura.

    • Solo sé que te amo, Martina Méndez.
    Susurra tibiamente Mario.

    Toma entre sus manos, la cara llorosa de la joven y la acerca hacia la suya, un mar de sensaciones recorren los cuerpos cuando los labios se unen

    El beso es desesperado, un salvavidas en un mar de incertidumbre, todo desaparece por un instante y solo existe la presencia de los jóvenes amantes en esa unión única.

    El mundo parece destrozarse en un maremágnum de desolación y muerte, mientras en una isla solitaria los dos desamparados jóvenes crean un mundo solo para ellos.

    Martina mira a Mario profundamente a los ojos, mientras desabotona su camisa.

    • Y yo a vos Mario, más allá de todo.

    Sobre la calle, varias personas yacen sin vida, muchas más se refugian en el hospital, pronto este se llena de lamentos, el olor a vómito y deposiciones hace irrespirable el aire de la sala. Los médicos luchan sin entender bien a que se enfrentan, no comprenden la gravedad del problema, pero empiezan a vislumbrar que nadie saldrá con vida de este infierno.

    Mariano y Clara, viajan a toda velocidad hasta que una patrulla corta el acceso a la ciudad.

    El agente muestra su identificación y la barrera del retén se abre ante él, sabe que esto no le servirá mucho tiempo.

































    Capítulo 7

    En la boca del lobo.







    Apenas cruza la avenida General Paz, Mariano se encuentra en una ciudad sitiada, Inmensos camiones verde oliva están apostados en cada esquina, soldados fuertemente armados, desvían el tránsito de la ciudad hacia la provincia. Clara no entiende que sucede, su miedo se transforma en terror cuando alcanzan el perímetro de la zona sitiada, columnas de humo negro salen desde dentro de la misma, los rollos de alambre espino están siendo cambiados por inmensas paredes de concreto pre armado. Los edificios cuyas ventanas y balcones dan al borde del sector de cuarentena, han sido tabicados con gruesas placas de hierro, el lugar comienza a parecer una clase de cárcel de pesadilla.

    Mariano es detenido nuevamente a 100 metros del vallado.

    Un soldado con pocas luces se aproxima al Ford Orión, y sin dejar de apuntarle con el arma dice.

    • Identificación.
    Mariano extrae su credencial y hace un último intento por sortear el obstáculo ante él.

    • Servicio de inteligencia, soldado abra la barrera.
    El uniformado duda, pero aun así su voz es firme.

    • Lo siento señor, las ordenes son de no dejar entrar ni salir a nadie. El lugar se encuentra restringido, tenemos orden de disparar sobre cualquiera que intente salir.
    El tableteo de una ametralladora en la lejanía puso en relieve las palabras del reservista.

    Clara no soporto más, salió del auto desesperada y corrió hacia la barrera que la separaba de Mario, Mariano apenas pudo advertir la maniobra, como una secuencia en cámara lenta en una vieja película de Charles Chaplin, todo se detuvo en un instante. Clara avanzaba ante los sorprendidos soldados, con su cara desencajada por el llanto.

    Las armas apuntaron sus bocas, famélicas de sangre, sobre la docente. Un punto rojo se marcó entre los omoplatos. Mientras un grito ensordecedor atronó el aire.

    -¡Alto o disparo!

    El soldado empezó a apretar el gatillo en el preciso momento en que Mariano, lo tomo ´por sorpresa y le arrebato el arma, aplicándole un certero culatazo sobre el tabique nasal. Acto seguido disparo una ráfaga hacia los demás uniformados. Dirigiendo la atención sobre él. La respuesta fue instantánea, apenas si le dio tiempo de esconderse, tras el viejo Ford que empezó a desplomarse bajo el peso de la balas. Los cristales del auto explotaron cubriendo a Mariano con trozos de vidrio molido. Una mancha de aceite empezó a llenar el piso bajo sus pies.

    -¡Arroje el arma y entréguese con las manos en alto!

    El agente comprendió que la lucha era inútil, mientras vio como un par de militares traían a Clara sosteniéndola por los brazos, las rodillas de la docente estaban escaldadas. Y sangrando.

    -¡Suéltenla, hijos de puta!

    Decía mientras era esposado por otro par de soldados, al que le había roto la nariz, se acercó y mirando su mano llena de su propia sangre, dijo.

    • ¡Pedazo de mierda!
    Al tiempo en que su puño se hundía en el estómago de Mariano, el dolor fue brutal, aquel desgraciado debía pesar más de 100 kilos y los puso todos en el golpe. El agente dobla las rodillas y cae al piso, su cabeza apuntando al piso mientras el oficial, toma la corredera del arma y la tira para atrás, la apoya en la sien de Mariano, sabe que bajo la ley marcial nadie le dirá nada.

    • Voy a disfrutar esto.


    Dice mientras la sangre, convierte su cara en la misma imagen de la muerte.

    Mariano levanta la cabeza y mirando a Clara, dibuja un -te amo- con sus labios. Sabe que será la última persona que vera, y en ese momento todo es claridad. No han pasado los años, ella sigue desde la terraza de su casa, diciéndole adiós, destruyendo con sus palabras todo aquello que era importante para él, pasan ante su mente, los besos apasionados en las tardes de verano, el calor de su piel desnuda abrazada a su cuerpo, como un epitafio su imagen de niña, se mezcla con la actual, la de una mujer destrozada, que también lucha entre la lealtad a su esposo, y el sentimiento desgarrador que le produce saber que el gran amor de su vida, desaparecerá, sin darle la oportunidad de decirle lo que siente. Cierra los ojos, no puede ver. No soporta la idea. Su esposo, su hijo y ahora Mariano, el dolor le congela el alma, hundiéndola en un mar de desesperanza, de soledad absoluta, de esta sensación desgarradora, debe estar hecho el infierno.

    El sonido del disparo congela el aire, dentro de la pistola la cola del disparador choca con el fulminante de la bala, desatando una reacción en cadena que termina con la ignición de la pólvora, la cabeza de plomo no resiste la presión que la explosión produce y sale a una velocidad increíble, circula por el caño estriado del arma, y empieza a girar sobre sí misma en su camino de muerte, en menos de un segundo, atraviesa la distancia que la separa de su blanco. La carne y el cráneo no son obstáculo para ella, sin pedir permiso penetra en la cabeza, sembrando a su paso la semilla misma del final de la vida.

    El grito desesperado de Clara, tras la detonación, es la imagen más aguda de la monstruosa situación.

    El arma humeante parece pesar una tonelada en las manos del militar, un solo disparo y una vida desaparece para siempre, todo lo que fue , lo que es, y lo que pudo llegar a ser se acaban en ese instante.

    El teniente coronel Martin Méndez, en su traje de fajina guarda despaciosamente la pistola colt 1911 en su cartuchera, mira al resto del pelotón que no atinan más que a bajar sus fusiles y les dice.

    -Señores, no se toleraran excesos en el cumplimiento del deber.

    -Bajo la ley marcial, ningún soldado podrá tomar la justicia en sus manos y mucho menos ejecutar a nadie sin la autorización expresa de su comandante. Cualquier violación a esta regla será penada con la muerte en el lugar donde se encontrare la infracción.

    ¿Queda claro?

    Los uniformados asienten en silencio, aun sosteniendo a Mariano por los hombros.

    • Liberen a los prisioneros, desde este momento quedan bajo mi custodia.
    Dice Martin, mientras se acerca rodeado de tropas del grupo especial albatros. A su derecha el mayor Orue, no sale de su asombro.

    Clara es puesta en libertad, y olvidándose de sus magulladuras corre hasta un desorientado Mariano.

    El agente no entiende todavía que sucede, aun con las manos aprisionadas, casi es tirado al suelo por el abrazo de la maestra. El calor de ese cuerpo es un alivio físico para el magullado hombre.

    Aun esposado Mariano dice.

    -Tranquila Clari, ya paso todo.

    Se da cuenta en ese instante que jamás pudo olvidarla, que a pesar de haberla escondido en un mar de olvido, Clara siempre estuvo ahí. Como una isla en el océano de su soledad, la docente toma la cara del hombre entre sus manos, mira los ojos esmeraldas y ve al joven que fue.

    • Gracias a Dios, no sé qué hubiera echo si algo te pasaba, no vuelvas a asustarme así.
    Las palabras se agolpan en su garganta, como una presa que se rompe, caen como una cascada sin control. Mariano guarda silencio, no puede creer como estuvo tan ciego, como no se dio cuenta que nunca podría sacar de su corazón a la mujer frente a sí.

    Un segundo después, los soldados liberan al agente, las muñecas están rasguñadas por los filosos dientes de los grilletes pero no es grave, piensa mientras mira a Clara que intenta recobrarse de lo sucedido.

    • Papá, ¿cómo supiste?
    El teniente coronel mira a su hijo, no lo ha visto en meses y le asombra lo desgarbado que esta, Mariano tiene la ropa sucia y rota donde las rodillas tocaron el asfalto, Apenas puede sostener la mirada de su padre, ama a ese hombre duro y sin sentimientos, lo sabe un guerrero pero no puede compartir su forma de pensar.

    El agente sabe lo de los campos de tortura, los vuelos de la muerte, el exterminio de treinta mil personas en los años de la dictadura, su amor por el solo es superado por su odio a los genocidas de esos días, un abismo se abre entre ellos cuando el duro militar responde.

    • Mariano, ¿qué haces acá?

    • -¿No sabes que esta zona está bloqueada?

    • Nadie entra y nadie sale de ahí, hijo. Son las órdenes. No puedo explicarle esto a civiles por favor retírate con la mujer que te acompaña.
    Recién en ese momento, le presta atención a Clara. Algo le resulta familiar en ella, el teniente coronel Méndez nunca olvidaba un rostro, a pesar de su edad era un excelente fisonomista, cualidad que le fue muy útil cuando se infiltraba en las cedulas terroristas de los años setenta junto con el teniente Astiz. Sus tareas de identificación y marcado de los enemigos del estado llevaron a muchos de ellos a un infierno en la tierra.

    • Perdón…

    • Clara Gabriela Maldonado, ¿Cuántos años han pasado?

    • Y por Cristo santo ¿Que cuernos hacen acá? No me digas que sos periodista… porque en ese caso tendré que sac…
    La docente abraza al oficial, siempre tuvo afinidad con él, a ella poco le importaba su pasado, cuando era joven le encantaba verlo con su uniforme, sentía un placer oculto por ellos.

    El gesto adusto de él se suaviza inmediatamente, siempre sintió afecto por la novia adolescente de su hijo, lamento que él hubiera sido tan estúpido de embarazar a otra mujer, pero un Méndez jamás deja su sangre tirada.

    Sus valores morales eran férreos y se los había inculcado a su hijo, a fuerza de unos cuantos golpes según recordaba.

    • Martin, tiene que escucharme, mi hijo y su nieta están allí adentro, por favor ayúdenos, tenemos que sacarlos, algo terrible está pasando, de la orden que nos dejen entrar, Se lo pido por favor, es su sangre la que está bajo fuego.
    Los músculos de la mandíbula del soldado se endurecieron mientras trataba de reaccionar ante la noticia, si su nieta estaba allí adentro pocas esperanzas de salir con vida tendría, en los altos mandos se estaba analizando la idea de “esterilizar” el área. Si el virus no la mataba, lo harían las fuerzas de los grupos de tareas que en ese mismo momento se estaban alistando para ello, el protocolo PA era claro en sus bases.

    “-Si el perímetro del sector de cuarentana corriese algún riesgo se debería impedir por cualquier medio que el mismo fuera violado, el denominado sector debería servir de contención del virus mientras se preparara la eliminación de cualquier foco infeccioso, no podía haber sobrevivientes que propagasen la enfermedad, bajo ningún concepto una persona expuesta al virus debería abandonar el perímetro, manifestare o no sintomatología que confirmare la portación del Virus.”

    Un frio gélido corrió por la columna vertebral del teniente. Miro a su hijo y a Clara, su piel tomo un color ceniciento mientras a lo lejos el ruido de los rotores de los helicópteros se confundía con los disparos de fusilería, se había creado un gueto en plena ciudad de Buenos Aires. El mundo estaba totalmente loco y miraba hacia otro lado mientras los destinos de miles de personas pendían de un hilo.

    • Vengan conmigo deben saber algunas cosas.
    El mayor Orue siguió a su superior y a la extraña pareja que lo acompañaba hasta las entrañas de un camión que funcionaba de unidad de comando móvil.





    Ariel Cañamero, conducía una motoniveladora por un terreno inhóspito en las afueras del partido de Escobar, junto a otros muchos colaboradores habían sido movilizados por el ejército para crear una fosa gigante en menos de 48 horas, nadie les dijo para que era y el poco iluminado operador intuía que no era bueno hacer demasiadas preguntas, todo era muy raro en esas horas, sabia de compañeros que se habían negado a trabajar y desaparecieron sin dejar rastros.

    La hondonada crecía minuto a minuto, mientras decenas de camiones sacaban el exceso de tierra del terreno, el humo del diesel de las máquinas excavadoras causaba un ardor en los ojos, camiones cisterna militares se agolpaban en los bordes del área. Mientras se organizaba un perímetro de defensa con varias patrullas.

    -Esto parece una tumba.

    Pensó Ariel mientras se bajaba de su máquina para fumar un cigarrillo.

    Quizás como un presagio un par de cuervos se colocaron a la espera de lo que pudiera venir, sobre la rama de un viejo ombú.



    El mayor Orue, se sirvió un café espeso y algo frio, en una franja de combate un soldado aprende que tener algo en el estómago es vital y necesario, nunca se sabe ni se debe dar por sentado la próxima comida. En Malvinas había visto que el daño de la inanición era peor que el del frio y las balas.

    Sobre una mesa improvisada con cajas vacías de municiones, un mapa satelital de la zona de cuarentena graficaba las palabras del coronel Méndez, mientras trataba de explicar la situación a su hijo y a Clara.

    • Mariano, tenes una educación marcial por lo cual te pido que comprendas que no hay nada que podamos hacer.
    Mirando a Clara, el militar dejo caer las palabras que ambos padres no querían oír. Les hablo de protocolo PA, del virus asesino y sin control que podía acabar con la raza humana si se expandía, de cómo el mundo estaba al pendiente y de acuerdo con las medidas que se tomaron en Argentina, por ultimo ante el estupor y la incredulidad reflejada en los ojos de ambos padres, se quebró y casi llorando acoto.

    • Sus hijos ya están muertos, nada puedo hacer, la zona será borrada del mapa en 20 hs aproximadamente, se están formando grupos de tareas, con el fin de exterminar el gueto, esta operación no puede llevar más de 2 días. El riesgo biológico de la enfermedad es cualitativamente superior a la matanza que se avecina.

      No quedara piedra sobre piedra cuando terminemos con la destrucción, será tierra arrasada.
    Mariano no puede creer en las palabras de su padre, sin darse cuenta siquiera de sus actos, se suelta de la mano de Clara que deja marcados sus dedos en el brazo del agente, tal era la presión que ejercían mientras el coronel hablaba. Lo toma de las solapas y le grita casi al borde de la histeria.

    -¡Estás hablando de Martina, papá! ¡¿Cómo podes decir que están muertos?! ¡¿Acaso estás loco?! ¡Por el amor de Dios tiene que haber una salida!

    El coronel no dice una sola palabra, parece haber envejecido 20 años en un instante, un brillo vidrioso en sus ojos denota el cansancio que está sufriendo, Clara solloza en un rincón, mira la escena y comprende que todo está perdido, Mario morirá si es que no lo ha hecho ya, junto con la joven a la que ella misma aprendió a amar, Mariano suelta a su padre, por primera vez lo ve como realmente es, un viejo cansado he impotente ante una realidad que lo supera. En la mirada de Mariano una llama de odio se dibuja mientras las verdes esmeraldas de sus ojos firman una sentencia de muerte.

    • Nada me detendrá, voy a sacar a los chicos de ese infierno, y matare a cualquiera que se interponga en mi camino, pero sabe algo, ya no tenes hijo ni yo padre, moriré si es necesario antes que dejar que ellos sufran el destino que ustedes crearon.
    Y diciendo esto abraza a la mujer a su lado, y salen de la unidad móvil dejando tras de sí a un devastado Martin Méndez.

    El coronel ve la puerta cerrarse y mirando al mayor Orue dice.

    • Amigo hoy he perdido a mi familia, ya no hay nada más que la patria pueda sacarme. Por favor déjeme solo, hay que planear la operación “esterilización”
    Mariano, apenas si puede caminar, imagina a su hija cayendo bajo el fuego y las balas del ejército, y no puede evitar sentir que el aire a su alrededor se transforma en una masa espesa he irrespirable, a su lado Clara no emite palabra sabe lo que él siente porque ella sufre lo mismo. No quiere pensar en ello, su vida hasta hace unas horas, perfecta, se cae a pedazos como un castillo de naipes azotado por el viento.

    Ninguno de los dos advierte la presencia del mayor, Jose Orue hasta que él se encuentra junto a ellos.

    • Mi nombre es Orue, Mayor Jose Orue, antes que nada quiero decirles que entiendo su dolor, yo mismo perdí a mi hija hace unos meses junto a mi esposa en un accidente. Puedo meterlos dentro del gueto, una vez allí depende de ustedes, realmente no creo que puedan salir con vida, deben saberlo, allá es un infierno, dudo mucho que sus hijos estén vivos, pero si van a intentar rescatarlos, cuenten conmigo.
    Mariano mira a Clara y abre los labios para decir algo, cuando es interrumpido por ella.

    • Gracias, gracias, es todo lo que necesitamos, no sé cómo pagarle esto que hace por nosotros, Dios lo bendiga.
    El mayor mira a la mujer frente a si, y piensa que no tiene ni idea lo que les espera allí adentro, su inocencia le recuerda la misma que él tuviera cuando desembarco en las islas Malvinas en 1982. Como parte del pelotón de avanzada que tomo la casa del gobernador, bajo las órdenes del capitán de corbeta Giachino.

    Nada te prepara para la guerra, ni para la muerte inhumana y salvaje que viene con ella. Recordó los gritos de los jóvenes soldados en la batalla del monte London, el valor con la que aquellos muchachos enfrentaron las balas inglesas, el olor a carne quemada y las fantasmales e inverosímiles formas en la noche glaciar, bajo la horrenda luz de las explosiones de artillería.

    El mayor Orue amaba al ejército, era su único consuelo desde que aquel ebrio sin sentido atropellara a su familia.

    Homicidio culposo, dijo el juez, fin del caso, sabía que esta era su última batalla.

    Ya los resultados de la biopsia le dijeron que el cáncer que le diagnosticaran, avanzaba como una maldición por su cuerpo.

    • Señora, Dios no está allí dentro, puedo asegurárselo.

    • Vengan conmigo, les daré uniformes y equipo de bioseguridad.

    • Serán parte de la próxima patrulla, yo mismo iré con ustedes todo el camino.
    Mariano simplemente asintió, en el fondo no entendía que hacía que un militar de carrera tuviera un acto de insubordinación así. Pero los caminos oscuros del alma humana son insoldables y al menos ahora tenían una esperanza.

    La tarde caía sobre la ciudad de Buenos Aires. El rugir de los helicópteros sobre sus cabezas, estremeció a Clara. Que mirando al agente dijo

    • Mariano, ¿todo va a salir bien, verdad?
    Mariano no contesto, solo asintió en silencio, no quería mentirle a ella, pero sabía que no existían casi posibilidades de salvar a sus hijos, ni a ellos mismos.









    Capítulo 8

    Infierno.





    La tarde caía como un telón al final de una tragedia griega, Mario se restablecía, lentamente, apoyado por Martina.

    Desde la ventana de su habitación podían observar cómo se desarrollaban los hechos, un cumulo de imágenes de pesadilla castigaban sus ojos.

    Pronto empezaron a sospechar que nadie pensaba salvarlos. Habían trabado la puerta de la habitación, con la cama vacía que estaba junto a la del adolescente, la pierna lacerada era una llama ardiente para el joven pero aun así usando toda su voluntad, pudieron correr el pesado mueble, a fin de evitar que alguien entrara.

    Los ojos de Martina habían perdido su natural fuego, un ancestral temor a lo desconocido parecía dominar todo su mundo, aun bajo las mieles del amor reciente no podía dejar de pensar que no había escape a su situación, sin darse cuenta, se estimulaba con la presencia del joven, ella no podía dejar de notar el hombre a su lado, ya no podía verlo como un adolescente, la figura de Mario se erguía ante si en toda su magnitud, aun desnudo el cuerpo, pudo observar sus amplios pectorales, el damero de su abdomen, vio su pierna musculosa, vendada y sangrante allí donde le habían suturado la herida.

    Un estremecimiento recorrió su columna vertebral cuando admiro en silencio el sexo del muchacho, no había imaginado que ese miembro ahora inerte pudiera haberle dado las sensaciones que acababa de vivir, recordaba su lengua recorriendo su geografía, bebiendo de su humedad, como si no existiera un mañana, y quizás así fuera.

    • Tranquila Martina, esperemos acá, ya van a venir por nosotros.
    Mario trata de darle a sus palabras un tono tranquilizador, pero desde afuera el estallido de cristales y los constantes disparos quitan credibilidad a sus palabras.

    -Si al menos mi padre supiera lo que está pasando, el encontraría la forma de sacarnos de este infierno.

    La mente de la joven imagina escenas de pesadilla, intenta ser fuerte, pero no está preparada para el caos total en el que se ha convertido su vida. Recuerda las palabras que Mariano le dijera una vez.

    -Solo se debe temer al miedo mismo, ya que ese sentimiento si bien está diseñado para protegernos también nos paraliza.

    El humo de los incendios oscurece el atardecer, En las calles solo quedan algunos cadáveres esparcidos en forma siniestra aquí y allá.

    Desde la ventana de un edificio una bomba molotov surca el aire para estallar sobre un camión Hidrante, las llamas alcanzan la cabina del mismo, mientras una marea de fuego envuelve a los ocupantes, transformándolos en los leños de una hoguera humana.

    Los sitiados empiezan a defenderse, como en el gueto de Varsovia, como en Leningrado, como en Constantinopla, el pueblo comprende que solo la muerte espera adelante y el instinto de supervivencia aflora. Algunos policías aún tienen sus armas, otros civiles guardan algunas en sus casas. En la desolación de las calles se pueden ver los efectos de la enfermedad. El periodo de incubación es tan corto que en unas horas son cientos los infectados, algunos ya empiezan a morir. Otros están ocultos en sus casas tratando de esperar a que todo pase, sin saber que solo la muerte vendrá por ellos.

    No hay salida posible, más que un disparo en la frente, y quizás esa sea la única realidad que los jóvenes tengan en su futuro.



    El teniente Oscar Lesta, recarga su pistola 11-25 de fabricación nacional, le encanta esa arma, él no tiene la menor duda de que lucha por una causa justa, sabe lo que sobrevendrá si no tiene éxito, las ordenes son claras, eliminar a cualquier persona, hombre mujer o niño que intentase escapar del perímetro asignado, y eventualmente a todos los ocupantes del mismo, hay un extraño placer en matar, piensa el oficial, la sensación de poder absoluto sobre la vida y la muerte son como una droga de la cual no se cansa. Asesinar a una persona te convierte en un criminal, asesinar a miles en un patriota. La idea casi le causa gracia.

    Al mando de una patrulla de 15 hombres elegidos personalmente, hizo su ingreso al sector de cuarentena, con la firme intención de cumplir con la orden que se le diera, no tiene dudas ni remordimientos, para esto fue entrenado, la matanza le da sentido a su vida, casi disfruta, cuando en medio de la destrucción, un par de balas de bajo calibre estallan a su alrededor levantando nubes de polvo en el pavimento.

    - Sí, que se defiendan, que luchen por su vida.

    Murmura, pronto otros hombres lo seguirán a la batalla, cientos, miles quizás, pero en este momento solo son unas pocas patrullas como la suya, entrando casa por casa, eliminando todo a su paso, como los perros de la guerra, el bien entrenado equipo se acerca a un departamento.

    Golpean las puertas salvajemente. Un grito masculino resuena en la garganta del oficial.

    • ¡¡¡Salgan, ejército argentino!!!
    Nadie responde y con una señal silenciosa, Lesta le indica a un sargento que derribe la puerta, el suboficial carga su ametralladora MG-74, calibre 7.62 milímetros y destroza la puerta en mil pedazos, dentro del habitáculo unos gritos histéricos de terror se dejan oír, el llanto de unos niños desgarra el aire, mientras el propio teniente saca el seguro de un par de granadas MK-2, las arroja dentro del recinto y se cubre tras la pared que da al pasillo del departamento, un par de explosiones destruyen la atmosfera y acallan los gritos, el equipo entra raudamente y sin decir palabra, recorren las dependencias en forma profesional, sobre el piso de la cocina una mujer apenas con vida mira el cadáver de su hijo destrozado por la detonación, apenas respira.

    Observa al soldado, como si viera al ángel de la muerte, por un minuto quiere gritarle su desprecio pero las palabras no salen de su boca. En el caos de lo que alguna vez fuera su hogar el olor a pólvora y a carne quemada se mescla con el de las heces y la sangre.

    El teniente Lesta la mira, no hay piedad alguna en esa mirada, solo una frialdad que hiela el alma.

    • Lo siento.
    Dice casi en un murmullo mientras tira la cola del disparador de su pistola. Un rugido más, y el silencio.

    • Despejado.
    Les dice a sus hombres.

    - Llamen a los de bioseguridad para que limpien este chiquero.

    La misma operación se repite una y otra vez, la resistencia es mínima y solo ha habido unas cuantas bajas del lado del ejército, lento pero inexorablemente los grupos de tareas avanzan hacia el instituto Roffo.

    Martina empieza a darse cuenta que deben salir de allí de inmediato. La ventana solo trae horror, una mujer se arroja desde un balcón con su pequeño hijo en brazos, parece una marioneta a la que un cínico titiritero le corta los comandos, un alarido corto y luego es solo una mancha rojiza sobre el asfalto.

    Desde la avenida General Las Heras un grupo de tanques TAM de fabricación alemana acompañados por camiones Humvee artillados, se disponen a ingresar por las calles internas del perímetro, Ayacucho, Junín, Uriburu, Azcuénaga. Solo falta que se dé la orden y el gueto será reducido a escombros. La muchacha observa el movimiento de tropas y tiembla.

    Mario la rodea con sus brazos, ya se ha vestido, y comprende en seguida la gravedad de la situación en que se encuentran

    • Debemos salir de acá de inmediato. Seguramente al alba esas unidades ingresaran y nos mataran.

    • No podemos esperar más, ahora solo estamos vos y yo amor.
    La joven lo rodea con sus brazos y un mar de lágrimas cubre el pecho masculino.

    • ¿Qué vamos a hacer?
    Mario la mira en silencio, aun no tiene la menor idea como contestar esa pregunta.





    Dentro de una amplia unidad de comando privada, el mayor Orue, carga su mochila de forma profesional y efectiva, solo lo indispensable para presentar batalla, municiones y una soga de 15 metros, son su único equipo, completado por 3 minas antipersonales M18A1 Claymore estas tienen el tamaño de un ladrillo pequeño y pesan poco más de 1,5 kg cada una, tienen una carcasa de plástico verde, son horizontalmente convexas, su forma fue resultado de experimentar la distribución óptima de sus fragmentos a una distancia de 50 metros, sabe que posiblemente no regrese pero no va a ser fácil para nadie tomar su vida, ante todo es un profesional.

    Mariano termina de preparar su equipo, por consejo del mayor lleva paquetes de C-4, el mismo se compone de explosivo, aglomerante plástico, plastificante y generalmente un marcador o productos químicos adjuntos, tales como el dimetil y el dinitrobutano, Fusil de asalto, granadas y agua potable.

    Los 2 hombres no pueden evitar una sonrisa cuando ven a Clara en uniforme de combate, es pequeña y el mismo parece sobrarle por todos lados, aun así es hermosa, piensa el agente.

    Orue habla silenciosamente, casi en un murmullo ante la pareja, sabe perfectamente que cualquier error de acá en más se pagara con la vida.

    -Entraremos como parte de una patrulla de BD, si tenemos suerte. Estamos a 500 metros del centro de salud donde se encuentran sus hijos. Todavía no se me ocurre como van a sacarlos de allí, pero improvisaremos sobre la marcha.

    -¿Alguna pregunta?

    Clara mira al curtido oficial, y dice.

    -¿Que es BD?

    El mayor, lanza un suspiro, ella no está obligada a conocer la jerga militar.

    -Búsqueda y destrucción.

    - Son patrullas que se dedican a encontrar al enemigo y eliminarlo en este caso, todas las personas que se encuentren dentro del perímetro deben ser aniquiladas según el protocolo PA. La toma final del sector será a partir de las 0800 horas del día de mañana. Por la noche cuando sean más vulnerables, por el cansancio, varios grupos de tareas procederán a una limpieza casa por casa, de hecho, se han enviado ya varias unidades de avanzada para tantear el terreno. Apenas contamos con algunas horas para completar nuestra misión, cuando el fin comience, nada evitara el destino del gueto.

    Clara se estremece al oír esas palabras, ¿De qué están hechos estos hombres? ¿Acaso no son humanos? Como podía ella saber la dureza del entrenamiento militar, la soledad del combate, no podía siquiera imaginar los horrores de la guerra. ¿Mariano seria así? ¿Hasta dónde sería capaz de llegar por amor a su hija? La Maestra observo el gesto calmado, controlaba la carga de su fusil de asalto, se podía ver que sabía lo que hacía, ella recordaba aun al joven que amo alguna vez, ¿quedaría algo de él aun?

    No puede evitar recordar las sensaciones que su cuerpo sintió cuando creía que iban a matar a Mariano, la desolación absoluta de no poder decirle tantas cosas, por un segundo pensó en Rodolfo, no se merecía que ella lo traicionara aunque solo fuera con el pensamiento, pero no podía evitar lo que su corazón le dictaba, era más fuerte que ella.

    Pronto su marido fue un recuerdo borroso en la realidad que la rodeaba,

    Orue salió un momento para buscar el jeep Mercedes Benz que tenía asignado, antes miro al joven frente a él y declaro.

    -En una hora volveré y no habrá marcha atrás, piensen eso y no se muevan de aquí por nada del mundo, cerrare la puerta tras de mí, no importa lo que pase, no hagan ruido.

    La pareja quedo sola.

    El agente, dejo sobre la mesa, la aceitada arma, avanzo los escasos 3 pasos que los separaban de Clara.

    Mariano la tomo por la cintura, con la seguridad que tienen aquellos que saben lo que hacen, y le dijo.

    -De acá en adelante, solo confiaremos en nosotros dos, no sé con qué nos encontraremos allí, pero lo que sea, solo puedo prometerte que nada, ni nadie te hará daño.

    Sus ojos eran dos esmeraldas verdes en llamas al mirarla. Clara sintió el olor masculino del hombre frente a si, la mescla suave de perfume y esencia natural, que su piel emanaba, podía recordar el efecto que ese aroma, tenía en su adolescencia.

    Los labios de la maestra se abrieron como una fruta madura para hablar.

    • Solo por un segundo, olvidemos que nuestro mundo se desploma y bésame.
    Lo rodeo con sus brazos, y lo atrajo contra ella.

    El contacto fue ardiente y desenfrenado, como si nada más existiera, las bocas de ambos se buscaron, reconociéndose, explorándose, el universo a su alrededor desapareció de repente y la moderna unidad de comando se convirtió en el refugio perfecto para esos náufragos, perdidos en una tempestad de devastación absoluta.

    Mariano acaricio la espalda de Clara sobre la ropa camuflada, verde oliva. Sus manos recorren el cuerpo de la docente quien no puede evitar sentir la dureza de Mariano en su pelvis. Ella empieza desabotonar la camisa del agente, dejando al descubierto, su velludo torso, ahora es la lengua la que recorre el varonil bosque.

    Un gemido callado escapa y el sonido parece excitar aún más a Clara, que ya no puede contenerse.

    • Aquí y ahora, tómame, siempre fui tuya, por favor hagam…
    Mariano la levanta en vilo y la conduce a un camastro ubicado en un rincón del pequeño habitáculo, como quien deposita una suave flor en un rio, se saca la camisa como si la misma estuviera echa de las llamas eternas del infierno, aprisiona la hebilla de su cinturón y casi lo arranca, con sus manos firmes, sus pantalones caen al piso dejando su virilidad al descubierto.

    Clara, mira el deseado miembro, como si el mismo tuviera vida propia, lo toma entre sus delicadas manos, sintiendo el temblor en las piernas del agente. Lo rosa con sus finos dedos, produciendo una erección aún mayor.

    Lo devora con avidez. Mientras se saca las ropas, Mariano apenas puede contenerse, no todavía. Se inclina sobre ella, besando los senos pequeños y firmes de la educadora, recorriendo la planicie de su vientre, deteniéndose en su ombligo perfecto al tiempo que su dorso descubre el camino hacia el sexo femenino, siente el suave perfume de la hembra frente a si, impregnando de sexualidad sus sentidos, el cremoso néctar es una invitación a la lujuria. Sus labios beben de ella, mientras peregrina con su lengua en las entrañas de Clara.

    Ella ahoga sus gemidos mientras un brutal orgasmo la transporta del lugar. Aun no se recupera cuando siente la penetración de Mariano, quiere decir algo pero la boca del él, la enmudece, solo hay lugar allí para la pasión y el delirio más absoluto. Siente las acometidas que estimulan su cuerpo, trasladándola al nirvana total, un universo de sensaciones nuevas, invade su ser, como las olas de un mar embravecido Mariano lo ocupa todo, llenándola de una paz olvidada, en las arenas del tiempo, llega al clímax junto con él. Bañados en un mar de sudor, agitados, exhaustos y extrañamente, al menos por un momento, felices.

    Clara apoyo su cabeza sobre el pecho de Mariano.

    Todavía su cuerpo vibra, con las contracciones de su sexo, casi como una gata se estira y besa los labios de Mariano.

    • Te amo.
    Dice él, sabiendo que es ahora prisionero de esas palabras, que no importa lo que suceda, en las próximas horas, su vida jamás será la misma.

    • Si tan solo me quedara un solo minuto sobre la tierra, lo viviría con vos.
    Ella lo observa desde la desnudez de su cuerpo, sabe que ha obrado mal y sin embargo, deseaba que ese momento llegara, desde el mismo instante en el que vio a Mariano por primera vez. No siente culpa alguna, ha sido fiel a ella misma, cometió una locura, piensa, y no es esta, la locura fue haberlo dejado ir hacia años, ahora lo comprende, está atada a ese hombre por un sentimiento que trasciende las fronteras de lo correcto.

    • Sé que va a ser difícil, pero haremos que valga la pena.
    Y la voz de la maestra se pierde entre el estruendo de una explosión en la lejanía.

    Cuando el mayor Orue regresa a su bunker privado, la pareja se encuentra lista para seguirlo.

    • Tomen sus pertrecho, salimos inmediatamente.
    Mariano ajusta su casco, carga su mochila y acaricia una estrella de David que prende de su cuello, Clara lo imita y acercándose al soldado frente a ella le da un beso suave en los labios.

    La puerta se abre frente a ellos como las fauces de un lobo hambriento, y engulle a las 3 figuras que se unen a una patrulla en el exterior.

    Unos minutos más tarde, franquean los retenes que tiene a su paso, tras los muros de concreto prefabricados, que han sido puestos hace solo medio día, Un engendro deforme de muerte y desolación los aguarda.

    Clara toma fuerte la mano de Mariano, casi lastimándolo. La consumación de todos sus temores está allí.

    Capítulo 9

    El ojo del huracán.











    El arqueólogo Julio Carrizzo observa la matanza a su alrededor, en el centro médico Roffo, pronto comprende que está atrapado en ese dantesco edificio, cuando hace unos días tuvo un accidente en la excavación que llevaba a cabo, jamás pensó que la cercanía del instituto le jugaría en contra, el italiano llevaba a cabo una profunda investigación sobre un rasgo que solo la ciudad de Buenos Aires mantenía casi sin explorar, había dado con el hallazgo cuando descubrió en los archivos generales de la ciudad de Génova unos viejos documentos que databan de 1757, los mismos hablaban sobre el contrabando que se ejercía en la ciudad, para evitar pagar tributo a la corona de España.

    No podía creer con lo que había tropezado, quizás fuera el primero en ver el potencial de esos documentos en décadas, si bien no estaba tras esos datos, no pudo dejar de emocionarse cuando casi por accidente tropezó con ellos, esa curiosidad lo llevo a cruzar los mares y a intentar obtener un permiso del gobierno de la ciudad, para comenzar una búsqueda que le devanaba el cerebro, muy pronto entendió que por los canales legales, dicha autorización no llegaría jamás en aquel país tercermundista.

    El poder del señor euro abre todas las puertas, y fue así como sin ser oficial, consiguió al menos que algunas autoridades miraran para otro lado mientras el realizaba su trabajo. Apenas con un par de empleados comenzó su aventura en Sudamérica, le habían dicho que este era un país sumamente peligroso, pero Julio siempre miraba todo con sumo optimismo, tenía un plano detallado de la ciudad pero las cosas habían cambiado un poco en casi 3 siglos así que bueno, al principio fue un proceso lento, pero sus esfuerzos tuvieron sus frutos cuando al fin encontró lo que tanto buscaba.

    Cuando esa tarde, mientras despejaba un área junto con sus dos fieles trabajadores, una vieja viga de madera colapso sobre ellos, algunas rocas le dieron de lleno en la base del casco con linterna, que usaba para abrir la oscuridad del lugar donde se hallaba, produciéndole una profunda herida cortante, que lo desmayo en el acto, la misma no era de consideración pero por su seguridad, las autoridades del nosocomio dijeron que debía permanecer internado 24 hs en observación.

    Parecía un chiste del destino.

    • Porca miseria.
    Pensó el italiano para sus adentros., mientras observaba la matanza a su alrededor. Era un hombre corpulento de 40 años, su cabello ensortijado y corto servía de marco para una gruesa barba entrada en canas ya. Sobre el brazo derecho un tatuaje maorí le servía como amuleto para la buena fortuna, no pudo evitar una risa al recordar lo que el viejo aborigen le dijera sobre evitar los malos espíritus, mientras realizaba su trabajo, en aquella isla de la polinesia.

    Una cadena de oro, portando una medalla con las iniciales VV, colgaba de su cuello. Vanessa Vidal, así se llamaba el nombre de su mujer, se habían casado aunque ninguno de los 2 creía en estar atados por nada más que su amor, en estos momentos. Le agradecía a Dios que ella se quedara en Italia.

    Una vez internado, Julio solo espero el momento oportuno y subrepticiamente, abandono la habitación, sabía que buscar y sabía dónde buscarlo. El arqueólogo era mucho más que un estudioso del pasado del mundo, participaba activamente en la construcción de un nuevo orden mundial. Guardo entre sus ropas el portaobjetos refrigerado que sus jefes le habían dado. Su misión estaba cumplida.

    Cuando los grupos de tareas ingresaron al hospital, el caos fue total, apenas pudo escapar de ellos refugiándose en un viejo refrigerador, sin uso en la cocina del mismo. Ahora todo estaba en silencio. Y tímidamente el europeo abrió la puerta de la vieja máquina, para ver el exterior, temblaba de miedo al recordar los gritos y el sonido de los disparos. Él no sabía que el teniente Oscar Lesta era parte de una avanzada cuya única finalidad, era la de explorar el terreno, para los grupos de comando que aniquilarían el gueto y mucho menos que se había salvado por la falta de municiones, de los uniformados, arrastrándose entre los pasillos cubiertos de cadáveres, se dirigió a la salida del edificio, solo para observar horrorizado a un grupo de soldados que, bolsas plásticas en mano recogían los cadáveres diseminados por el piso. La única vía de escape estaba pues inhabilitada para su uso, debía de haber otra salida, pensaba Julio, cuando tras cruzar una intersección en un pasillo se topó con 2 jóvenes que vestían ropas de médico, pero que por su edad era imposible que lo fueran. Miro al muchacho que tenía frente a él y no pudo dejar de notar la tenue mancha de sangre que se estaba dibujando en su pierna, por los gestos de su rostro supo que soportaba estoicamente un gran dolor.

    A su lado Martina le ofrecía su hombro solidario a Mario, Julio observo en silencio, que por más que estaba sumamente desarreglada, ella aún conservaba su belleza juvenil intacta.

    -Por favor ayúdenos, señor.

    Dijo Mario mientras el sorprendido arqueólogo trataba de entender el idioma. Sabía hablar castellano pero solo lo comprendía si se lo decían despacio, algo que en ese momento el joven difícilmente pudiera lograr.

    Julio, sin comprender demasiado, le tapó la boca a Mario, al tiempo que con su otra mano le hizo un ademan de que guardara silencio.

    -silenzio, non parlare più, vieni con me.

    Martina agradeció, en silencio a su madre que la hubiese inscripto en aquellas aburridas clases de italiano cuando era solo una niña.

    -Amor dice que hagamos silencio, que no hablemos más y que lo sigamos.

    La soledad más absoluta hacia que cualquier persona que no vistiera uniforme se convirtiera de inmediato en un aliado para la desesperada pareja,

    • Grazie, molto grazie.
    Chapucea Martina.

    Julio y los jóvenes, se pierden en el laberinto de corredores oscuros que recorren el Roffo.



    Solo unas pocas Cuadras separan a Mariano y Clara de sus hijos, pero cada metro esta tapizado del paisaje más espantoso. Los comandos de bioseguridad han hecho su ingreso, su tarea es la de contabilizar los muertos y previo disparo en la cabeza, para que no haya dudas, llevarlos en grandes camiones refrigerados, hacia la fosa común, que los esperaba fuera de la ciudad, allí serian incinerados en enormes piras funerarias, cual no se habían visto desde la segunda guerra mundial, luego los tanques, procederían a demoler todo según lo indicaba el protocolo PA.

    Aquellos que los grupos del teniente Lesta no alcanzaran, serian cazados con perros entrenados en búsqueda y la más moderna tecnología llegada hacia unas horas desde los Estados Unidos.

    Orue lleva su equipo de forma profesional y a paso vivo por las calles, aquí y allá una ráfaga de ametralladora, y gritos desesperados cortan el aire. La masacre está en su apogeo y ya son cientos de unidades las que recorren la zona entrando a los distintos edificios, las cloacas son revisadas por buzos tácticos armados que riegan gas venenoso en las mismas, desde el aire helicópteros vigilan las inmediaciones de la zona en cuarentena. Las 30 hectáreas que comprenden el sitio son desgarradas por las tropas. Mariano mira a Clara que no puede ocultar las lágrimas, todo es demasiado bizarro.

    -Dios mío Mariano esto es el fin de la humanidad, ¿cómo pueden suceder estas cosas? Es horrible, no tiene sentido.

    El agente de la SIDE no le contesta, para el solo existe una misión y debe cumplirla, la más importante de toda su vida, rescatar a Martina y Mario de allí y hacerlo pronto.

    Duda mucho si los encontrara o no con vida, pero aun así deshecha ese pensamiento y continua adelante buscando en cada cadáver, en cada cuerpo diseminado en la calle. Los de bioseguridad hacen su trabajo en forma metódica y sin ninguna emoción, al menos eso parece, ya que todos llevan sus máscaras de oxígeno en la cara, lo que no permite ver ningún sentimiento, son como fantasmas en sus uniformes blancos. Anochece cunado la patrulla al mando de Orue llega al centro médico Roffo.





    El teniente coronel Méndez, está sentado con un mapa frente a si, un cronometro marca que las operaciones se vienen llevando en tiempo y forma, el anciano militar observa una copa de brandi que tiene frente a él y con mano firme la toma y degusta con sus labios. Piensa en su hijo y las palabras que este le dijera, que ironía, todo lo que resta de su familia se encuentra en las fauces del monstruo que el mismo ha creado. Y sabe perfectamente que pronto no quedara nadie vivo, solo debe dar la orden y los tanques arrasaran con todas las construcciones, si alguna queda en pie, están preparados los equipos de demolición de la compañía 1 de ingenieros, del ejército argentino. Luego se deberá revisar cada uno de los soldados que participaron en el protocolo PA.

    La idea es ponerlos en cuarentena en la base de campo de mayo, el mismo dio la orden, inmensos barracones se armaban en ese mismo instante, si alguno presentara síntomas de la enfermedad, se eliminaría a todos en el barracón, este tipo de medidas era crucial para eludir cualquier riesgo. Pero no importa el resultado de la operación, nada evitaría que su hijo y nieta murieran ese día.

    Cuando Martin descubrió que su subalterno había ingresado con Mariano y Clara en su patrulla, sabía perfectamente, que solo debía hacer un llamado y estarían muertos, pero por primera vez en toda su carrera militar se dio el lujo de cuestionar lo que indicaba su deber. Al menos les daría la oportunidad que todos murieran juntos. A esta altura ya deberían haber encontrado a su nieta, si es que aún estaba con vida.

    El seco sonido de unos nudillos contra la puerta le aviso que el teniente Lesta respondía a su llamado.

    • Adelante, teniente.
    Dijo con su gruesa voz de barítono, que los años aún no habían podido doblegar.

    • A sus órdenes mi teniente coronel.
    Dijo el joven oficial mientras hacía sonar los tacones de sus borceguíes, estaba sucio de hollín y sangre seca, por un momento Méndez pensó si no tenía la plaga ya consigo, pero al salir los reactivos de bioseguridad dieron negativo. Su traje de fajina verde oliva mostraba los signos de las 3 horas de combate intenso que había soportado el comando. Solo había salido a recargar municiones, de alguna manera, el militar pensó que así debería haber sido su hijo, pero Mariano era un rebelde y a pesar de todos sus esfuerzos, solo estuvo en el ejército un par de años.

    Pero ahora el anciano soldado tenía un problema importante entre sus manos, no podía permitir que el virus se esparciera y era su deber cortar cualquier vía de escape hacia el exterior del mismo, dejo sobre la mesa su copa ya vacía, y se acercó casi a centímetros del oficial frente a si

    • Oscar, permítame llamarlo por su nombre teniente, le voy a encomendar una misión muy importante, ha habido una deserción en mi comando, el mayor Orue se ha infiltrado con dos civiles, dentro del perímetro que estamos “limpiando”, Él es un hombre entrenado y tratara de salir de allí, por cualquier medio, no es un simple ciudadano, lo hemos preparado para estas situaciones y sabe perfectamente como eludir el cerco que hemos armado. Su misión, teniente, es encontrarlo por cualquier medio y eliminarlo, junto con cualquier persona que se encuentre con él. Comprende la gravedad de lo que le estoy pidiendo, se enfrentara a un soldado bien armado y entrenado en tácticas de escape, con un valor fuera de toda duda, que ha luchado en Malvinas y conseguido grandes honores militares.
    El teniente Lesta pensó por un momento, que hace que un soldado de carrera abandonara todo lo que ha construido de una manera tan absurda, pero su mente castrense desecho la pregunta de inmediato, era una orden y el la cumpliría.

    Levantando el brazo y asiendo el saludo de rigor contesto.

    • Sí señor, acepto la misión, cuente conmigo y mi grupo.
    Méndez le estrecho la diestra.

    • Excelente, Orue le lleva un par de horas de ventaja, así que apresúrese.

    • Sé dónde va y lo que está buscando, ese dato será importante para usted.

    • Encomendare a un grupo de tareas que eliminen a la esposa de uno de los involucrados, no debemos dejar cabos sueltos.
    Una vez despedido el teniente Lesta, Martin Méndez, pensó en Julio Cesar, asesinado por su hijo Bruto, para la gloria de Roma, el bien de la república, se anteponía a los hombres y sus sentimientos. No pudo evitar las significativas similitudes con lo que el acababa de hacer, se aproximó a la ventana del tráiler y miro la ciudad, las luces de los tanques y demás equipos, eran como luciérnagas en aquel lago patagónico, al que fue con su familia hacia años ya. Mariano era un niño entonces y el orgullo de su padre. Pensó en su esposa muerta, la única mujer que en verdad había amado alguna vez, recordó como el cáncer la saco de su vida y suspiro. Al menos había mandado a matar a Micaela, la esposa de su hijo. No dejaría que ella sufriera por el destino de su esposo. Al menos podía mostrar esa piedad.

    Sin vacilar tomo el radio que estaba sobre su escritorio y dijo.

    • Habla el teniente coronel Martin Méndez, inicien etapa de demolición, todos el personal de tanques, avancen, fuego a discreción. ¡viva la patria!
    Del micrófono del aparato en sus manos una voz impersonal grito.

    • ¡Comprendido, mi teniente coronel!
    El rugido de decenas de motores que entraban en acción lo golpeo desde afuera del recinto.

    Si tan solo las cosas hubieran sido distintas, amaba a su hijo, y a su nieta pero más amaba a su país, algún día, la gente sabría lo que había tenido que sacrificar.

    Martin Méndez, desabrocho su cartuchera y extrajo su colt 1911, la acaricio como tantas veces, las cachas de nácar despidieron un brillo fantasmagórico, corrió la corredera del arma con el gesto profesional, de quien está acostumbrado a hacerlo.

    Puso el frio caño del arma en su sien.

    • Que Dios y la patria me lo demanden.
    Dijo en un murmullo.

    Un sordo ruido destrozo la paz de la habitación, estaba muerto antes de tocar el suelo.





    Clara, transpira en su traje de fajina, le falta el aire y la máscara en su rostro no hace más que acrecentar su sensación de ahogo, apenas puede sostener el paso de los dos hombres frente a ella. No tiene el entrenamiento necesario y el pesado fusil automático que lleva, se vuelve un peso muerto en sus manos. No mira a su alrededor, no quiere hacerlo, solo ruega en silencio que su hijo se encuentre bien, contra toda esperanza, trata de no pensar que podría ser cualquiera de los cadáveres que se amontonan sobre la acera. Sin darse cuenta llega a las puertas del nosocomio justo en el preciso momento en que el personal de bioseguridad baja de los camiones Mercedes Benz para realizar su tétrica tarea, Orue detiene la patrulla que comanda.

    • Usted y usted, conmigo.
    Dice señalando a Mariano y a ella.

    • El resto avancen hasta el próximo edificio, no corran riesgos, maten a todo el que vean, nos encontraremos al final de la cuadra.
    Los soldados asienten, y se mueven hasta el próximo edificio. Gruesas columnas de humo salen del mismo, aun así no se deben correr riesgos. Granadas de mano entran por las ventanas.

    Mariano, ve la devastación que se ha creado en el otrora centro médico, aquí y allá los destrozos de los grupos de tareas, han dejado sus huella, agujeros de bala en las paredes tiznadas con el hollín de los incendios producidos por las explosiones. Es inútil piensa el agente, pero aun así, sus piernas parecen tener voluntad propia, se aleja del grupo avanzando sin ningún tipo de control.

    Las antiparras se empañan, mientras gruesas gotas de sudor frio recorren su cuerpo sube las escaleras solo para encontrar más devastación, salta los escalones de 2 en 2 tratando de llegar, un mar de dudas le aprisiona la garganta cuando al fin llega a la puerta abierta, de la habitación donde se recuperaba Mario 24 hs antes.

    -¡Martina! ¡Papá está aquí!

    La cama ortopédica está vacía, en el suelo de la pequeña habitación vendajes con sangre aun fresca se encuentran diseminados en el piso, los vidrios están rotos y el olor a pólvora dejado por la explosión de una granada, aún se mantiene en el aire, esquirlas de metralla destrozaron todos los aparatos del reciento. Algunos agujeros en la pared son la muestra inequívoca de los disparos de fusil automático.

    Mariano cae de rodilla al piso, su hija está muerta, los equipos de bioseguridad seguro retiraron el cadáver de los jóvenes, en eso ocupa su mente cuando al fin Clara llega a la escena

    -¡Mario!

    El grito de la madre es ahogado por la mano gigante del mayor Orue.

    -Silencio

    Susurra el oficial. Al tiempo que suelta a Clara que se abraza de rodillas a Mariano.

    -Lo siento, Clara te falle, permití que murieran, por favor perdóname.

    Dice sacándose la máscara de su rostro arrasado por las lágrimas, Clara lo observa presa del mismo sufrimiento, pero por un segundo la imagen del hombre derrotado ante sí la supera, Ya no es más que un niño perdido sin saber dónde ir.

    El abrazo es desesperado, Clara se aleja de Mariano solo lo suficiente para poder acariciar el rostro demacrado. No sabe que decir, en sus entrañas no comprende que Mario ya no este. Un ruido de un arma al cargar se escucha en la habitación.

    Orue observa a los padres frente a si con fastidio, Toma el vendaje sanguinolento del piso entre sus manos, puede permitírsele a la joven la ignorancia, pero no a Mariano, con gesto displicente dice.

    -Acá no ha muerto nadie, no hay sangre, ni restos, ¿tienen idea lo que una granada hace en un cuarto tan pequeño? Si sus hijos hubieran estado aquí estaríamos juntado sus cerebros de las paredes, por favor avancen y salgamos de aquí.

    La luz de la comprensión entran en la mente de Mariano iluminándolo todo, como el sol del amanecer, en el mar, en un instante se da cuenta que el oficial tiene razón, una marejada de entusiasmo renueva su alma, allí donde hasta un segundo atrás solo había dolor, Clara no comprende bien las palabras del oficial, esta shokeada, pero la sonrisa en los labios de Mariano y el beso apasionado que viene después le dicen a su corazón que aún no ha terminado la búsqueda.

    -Los chicos están vivos amor, tenemos que seguir buscando.

    Explica el, ella no puede hablar, son muchas emociones juntas solo asiente en silencio y toma el brazo de Mariano con fuerza para que la ayude a levantarse, es muy pronto para sentir alivio, pero la presencia de los 2 hombres frente a si la tranquiliza, toma el casco y la máscara y se los coloca al mismo tiempo que Mariano.

    Orue les informa a ambos que la sangre del vendaje esta húmeda todavía así que no hace mucho tiempo que salieron de allí, hay que apresurarse, pronto el resto de la patrulla, volvería por ellos.



    El arqueólogo y los jóvenes se habían ocultado en el fondo de un pasillo en el último de los dos ‘pisos del hospital, tras la cubierta de un escritorio que ocultaba su presencia

    Julio Carrizo escucha de los labios de Martina como ellos habían escapado de la habitación en el momento en que las tropas de asalto entraron al lugar matando todo a su paso, escucha como el joven la arrojo dentro de un inmenso armario y se ocultó junto a ella, dejando la puerta abierta solo lo suficiente para que pareciera vacío desde afuera.

    Le dijo también como los soldados arrojaban granadas en los cuartos y procedían a matar a sus ocupantes. De cómo empezaron a quedarse sin municiones y se retiraron del lugar. Del terror dentro de su escondite y de cómo encontraron allí la ropa que ahora llevaban.

    Julio escuchaba todo eso y no podía creer que aun estuvieran vivos los tres, solo por obra del destino continuaban respirando, pero los grupos de tareas volverían y esta vez su suerte estaría acabada. Mario no emitía palabra estaba pensando cómo salir de esa encrucijada cuando escucho pasos en el pasillo frente a sí.

    Inexorables como la muerte misma, el ruido sordo de los militares borceguíes, le dijo que el fin se acercaba a ellos, Martina y Julio también advirtieron la odiada presencia de los soldados, un terror ancestral los clavo en su sitio, Julio tomo a los jóvenes por las manos tratando de dar un poco de calidez a ese fatídico destino, los miro casi como un padre y pensó cuanto se ha perdido ya.

    Solo esperaba que terminara pronto.

    -¡Mario soy tu madre por favor estamos aquí!

    Clara no era la clase de mujer que podía controlar sus emociones.

    Mario se levanta lentamente y sale de su escondite. Martina lo imita ante la mirada reprobadora de Julio.

    Frente a ellos un grupo de 3 soldados los observa tras las antiparras de sus máscaras.

    El más alto, vuelve sobre sus pasos hasta el corredor y con gesto profesional, observa si alguien lo ha seguido.

    Mariano se saca el casco y la máscara en el mismo momento en que clara lo hace.

    Martina observa el amado rostro de su padre y corre a abrazarlo, se funde con él, se alimenta de él, Todo estará bien, ella lo sabe, papá está aquí.

    - Hija, tranquila mi amor, vamos a salir de esta.

    Dice el agente volviendo a recuperar su aplomo. Clara se adelanta y besa a su hijo.

    Mario esta demacrado, la herida en su pierna lo atormenta y aun así consuela a su madre que no puede parar de llorar junto a él,

    -Creí que habías muerto-

    Dice Clara, con el poco aire que logra meter en sus pulmones ahogados por el llanto.

    Mario, sonríe y mirándola, no puede dejar de notar el uniforme y a su madre, la idea de que ella pueda atravesar el infierno solo para rescatarlo, lo llenaba de orgullo.

    -Gracias por venir, madre, de verdad gracias pensé que no te volvería ver ni a vos ni a papá, ¿él está bien?

    - Si hijo tu padre está internado pero bien, sabes que nada hubiera hecho que no viniera si supiera lo que está pasando aquí.

    Mario asiente, Martina ha soltado a su padre y ahora abraza nuevamente al joven, no va a dejar que Clara lo monopolice. La docente la mira y piensa casi con resignación, ella también es mujer al fin.

    Julio escucha la charla y sale de su escondite, Orue que acaba de unirse al grupo levanta su arma y está a punto de disparar cuando Mario se interpone en la trayectoria del fusil.

    -¡No, el viene con nosotros!

    Orue baja el arma, da lo mismo que sean 4 o 5, ninguno podrá salir con vida de allí y él lo sabe.

    -¿Quién es usted?

    Pregunta El mayor a un aterrado Julio, El da sus datos en un patético castellano.

    Pronto el pobre arqueólogo pierde interés para él.

    Clara abraza a Martina y a Mario, los jóvenes dejan su aplomo y corresponden a la caricia, Mariano mira al militar y llevándolo aparte le dice.

    • ¿Qué vamos a hacer ahora Jose?
    Sabe que no hay plan de escape, que no hay forma de salir pero aun así necesita la confirmación del militar frente a él.

    -Mariano, sabes que no importa si podemos salir del edificio, todas las salidas del perímetro están vigiladas, no hay forma de escapar de aquí, mi idea era darte la oportunidad que yo no tuve, la de morir con los tuyos. Al menos poder abrazarlos cuando llegue el fin, Podemos aguantar un tiempo acá, pero o nos matan los grupos de BD, o los tanques cuando comiencen a disparar, de cualquier modo creo que lo más humanitario seria matar a todos ahora mismo y luego suicidarnos

    Mariano mira a Clara y a su hija, junto a Mario, por horrible que parezca la idea, el Mayor Orue tiene razón, si los grupos BD ingresaban los destrozarían y quién sabe si no los dejarían allí heridos y sufriendo dolores inimaginables hasta que la descarga piadosa de la artillería móvil al fin acabara con su vida. En esos pensamientos estaba la pareja de uniformados cuando Julio Carrizzo se acercó y en un tono de vos bajo y con un español apenas entendible, les dijo que había una salida que nadie conocía y que en sabia como llegar allí.

    -De hecho estaba trabajando en ello, justo antes que estos sucediera, se trata de unos túneles que fueron hechos por los jesuitas (en otros lugares que estuvieron como Córdoba, Santiago del Estero, o Mendoza, también se encontraron construcciones bajo tierra), para poder establecer una red con los edificios más importantes bajo la urbe en el siglo XVIII, eran para contrabandistas y piratas, se hallan bajo toda la ciudad, solo se han descubierto alguno de ellos, a veces inclusive se hallan tesoros en su interior, monedas de oro, espadas, uniformes, cada cosa con un valor enorme de mercado, yo pensaba sacar lo que pudiera y volver a Italia , el mismo esta acá a unos pocos cientos de metros tras el muro de un estacionamiento subterráneo. Estaba por explorarlo cuando una gran viga cayó sobre mí, cuando mis ayudantes despejaban el área, lo último que vi fue el túnel. No sé si tendrá o no salida, ni hasta donde llega pero con que tenga algunos cientos de metros se podría intentar algo.



    Los uniformados se miran, ahora al menos tienen una opción, los demás jamás sabrán lo cerca que la muerte paso por ese lugar.



    El militar empieza a buscar con profesionalidad innata una vía de escape, la terraza es vigilada por helicópteros, desde allí todas las ventanas están cubiertas por reflectores, solo hay un pequeño espacio entre el edificio lindero y este. Apenas unos 90 centímetros. El ruido de las orugas de los tanques en el asfalto es una premonición de lo que pronto sucederá.

    Se escucha el disparo de la máquina de guerra y pronto todo retumba a su alrededor, no es este edificio el blanco todavía pero los cimbronazos de las descargas son terribles. Orue en silencio abre la mochila de Mariano, toma un paquete de explosivo C4 y lo coloca en la pared que da al edificio de al lado.

    Una descarga de artillería cae más cerca esta vez y los vidrios del hospital estallan en un abanico de cristales rotos.

    • ¡Cúbranse todos!
    Grita el Mayor, al tiempo que gira un detonador en su mano.

    La explosión es brutal, Clara da un grito agudo, que no puede evitar, Mario cae de bruces sobre el marmolado piso, por la onda expansiva, Mariano y Orue son los únicos que conocen de estas cosas y se tiran al suelo sin dudarlo.

    Un gran hoyo se abre en la pared del edificio, los ladrillos huecos no son rival para el potente explosivo, el frio aire nocturno ingresa al edificio proveniente del exterior.

    La salida da a un callejón, entre el edificio vecino y el nosocomio, Orue saca de su mochila la soga que lleva consigo y la amarra a una gruesa columna.

    • Vamos, es hora de escapar de aquí.
    Los demás se aproximan a él, rodeándolo, afuera el tronar de los cañones de los tanques, es el epitafio perfecto de tanta muerte.

    Mariano toma por el hombro a Clara y le dice.

    -No espere 20 años para perderte ahora, por favor, cuídate.

    La mujer frente a él, simplemente lo abraza, y sin preocuparse de la mirada curiosa, de los hijos de ambos le da un suave beso en los labios.

    • Te amo. Ahora es todo lo que importa, solo me siento viva a tu lado, y si vamos a morir quiero que lo sepas.
    Mariano, asiente en ese momento cualquier palabra que dijera estaría de más.















    Capítulo 10

    La confluencia de los miedos.









    El teniente Lesta había hablado ya con sus hombres explicándoles lo difícil que era encontrar al desertor Orue, y lo importante que terminar con él seria para la misión. Si una sola persona infectada. Salía del perímetro, todo sería inútil, el protocolo PA era más que claro sobre el tema. La arenga fue breve pero intensa.

    • Señores, desde las ruinas de esta ciudad, el mundo entero nos contempla, confía en nosotros para detener la enfermedad, que sin duda, destruiría a la sociedad como la conocemos , a la patria entera y a toda la humanidad en su conjunto, sepan que las potencias del mundo ya han cerrado sus fronteras para los Argentinos, no salen vuelos ni llegan aviones al país, desde el comienzo de esta crisis, nos monitorean por satélites y en aguas internacionales cualquier barco de bandera nacional es obligado a regresar a puerto bajo pena de muerte. Nos contemplan como leprosos ya. Y así nos trataran hasta tanto termine este trance. Todas las fronteras están cerradas, los ejércitos de 5 países fronterizos han sido movilizados, somos parias en Sudamérica. Si no detenemos al mayor Jose Orue y su grupo de rebeldes, si la enfermedad se propaga. Sería el comienzo de una aniquilación a escalas apocalípticas en el país. Piensen en sus familias, en sus amigos en todas las personas que condenaremos a muerte si no logramos nuestro objetivo.
    Los soldados elegidos personalmente por el mayor, dejaron de lado los últimos escrúpulos que aún tenían y con un fuerte grito de asentimiento, abordaron el camión militar que los llevaría a su destino.

    Todos eran profesionales, salvo un par de conscriptos para acciones menores, el teniente Lesta había omito decirles que las tareas de demolición del gueto empezarían en contados minutos y poco importaba quienes estuvieran dentro del perímetro entonces.

    Los primeros cañonazos de los tanques, habían empezado cuando el comando llego al centro médico Roffo.

    Uno a uno las 6 personas que componían el grupo de El mayor Orue fueron bajando los 8 metros que los separaban del piso, Mario fue atado bajo los hombros y deslizado ya que su pierna herida apenas si le permitía caminar. Ruidosas explosiones eran el marco de la huida del pequeño conjunto, Clara tomo a su hijo por debajo de un hombro mientras Martina lo hacía por el otro. El joven estaba débil y no podía hacer otra cosa que gemir bajo el esfuerzo realizado, El arqueólogo tomo el fusil y se unió Mariano y Jose en la vanguardia, sabia usar armas, había estado en países donde era necesario protegerse. Paso a paso llegaron a la entrada del callejón.

    El mayor Orue saco de su bolsillo un pequeño espejo y lo pego a la punta de su fusil, en el espacio reservado para la bayoneta. Lo acerco al umbral del pequeño pasadizo y pudo observar el momento justo en que los hombres del teniente Lesta ingresaban al derruido edificio que acababan de abandonar. Un par de soldados quedaron de guardia en la entrada. Mientras el resto de la tropa subía cuidadosamente por las escaleras del centro de salud.

    En un susurro, el oficial le comento a Julio y Mariano.

    • No hay tiempo que perder, ocúpense de los guardias yo voy a cubrir nuestra retirada. Esperen a que el tanque en la intersección de la calle dispare, así cubrirán la descarga de sus armas, elimínenlos de inmediato, tomen al resto del grupo y sigan hacia donde Julio dijo.
    Los dos hombres, asintieron en silencio, se parapetaron tras un montón de bolsas de basura, la pestilencia de las mismas se mezclaba con de la de la sangre y heces humanas, la muerte violenta dista mucho de ser gloriosa, los grupos de limpieza solo levantaban los cadáveres, pero los rastros de la matanza quedaban sobre la acera, en el calor de la noche, se cubrían de moscas que se daban un festín entre las oscuras manchas.

    Mariano miro por la mira de su fusil semioculto entre las bolsas. Pudo ver la cara del soldado frente a si, el traje de bioseguridad tenía un amplio visor cubriendo el uniforme de combate, era joven, su rostro estaba cubierto en parte por el casco y el peral, no tendría más de 19 años, pensó el agente, a su lado el otro soldado hablaba, aunque él no podía entender que decía, Julio traspiraba profusamente, mientras apuntaba su arma al desdichado. De pronto la detonación de un cañón atronó el aire, ambos hombres dispararon casi al unísono, el proyectil de Mariano penetro justo debajo del ojo izquierdo de la víctima, pudo observar cómo se formaba un circulo oscuro donde la bala 7.62 mm hacia su ingreso, luego la explosión de su cráneo mientras caía como un muñeco abandonado por un niño aburrido, apenas un segundo después una roja llamarada se abrió en el pecho del otro soldado.

    El Mayor se dirige en voz baja a las mujeres y a Mario.

    -En cuanto yo lo diga vamos a avanzar rápidamente, si el muchacho no puede hacerlo, vamos a cargarlo pero ustedes deben correr a mi orden el objetivo está a unos 300 metros de aquí. Sigan a Mariano y Julio.

    Clara quería formular algún tipo de protesta pero su hijo la fulmino con la mirada y antes de que la mujer pudiera emitir palabra dijo.

    • Yo voy a caminar, señor y a correr si hace falta. Usted no se preocupe por mí.
    Martina, miro al joven junto a ella, el orgullo se dibujaba en su cara, para la mujer, a diferencia de Clara, él no era un niño al que había que proteger, era todo un hombre ya, las circunstancias vividas lo habían hecho madurar de golpe. Ella lo beso en los labios, profundamente ante el estupor de la docente,

    • Te amo, Mario Colandro.
    Orue dejo atrás a las mujeres, no podía pensar en trivialidades, aunque sonrió al ver los celos estallar en la mirada de Clara, de su mochila de combate saco un par de minas Claymore, y las armo de manera que las mismas apuntaran su carga mortal hacia el interior del callejón. Una fuerte explosión sacudió el edificio y su oído entrenado escucho dos claras detonaciones de fusil.

    Vio como El dúo de tiradores regreso por las mujeres y emprendieron la huida hacia la boca del callejón, justo en el preciso instante en que los soldados del teniente Lesta abrían fuego desde el agujero en la pared, que dejaran para escapar, las balas silbaban sobre las cabezas del grupo. Solo un segundo, ya que apenas pudieron se cubrieron en la salida. No habían notado la presencia del mayor oculto tras unos escombros.

    • ¡Síganlos!
    Se escuchó el vozarrón de Lesta.

    Unas sogas cayeron hasta el piso entre los 2 edificios y 5 hombres totalmente armados se deslizaron en rapel por ellas. Cargaron sus armas y empezaron a caminar hacia donde el mayor Orue los esperaba, justo a 3 metros de las claymore, la noche se convirtió en día por unos segundos, mientras cientos de pequeños perdigones metálicos reducían a jirones de carne mutilada a los soldados, hubo un grito de terror de parte de los desgraciados pero fue rápidamente silenciado al destrozársele la boca por negros moscardones de muerte. Orue aprovecha la confusión para escapar a la carrera mientras un confundido teniente Lesta, apenas puede dar crédito a lo que acaba de observar desde la altura del edificio.

    Antes no era nada más que una misión, ahora es personal, siente como sus manos se crispan sobre el arma, he imagina la satisfacción del militar, en un solo movimiento maestro ha reducido sus fuerzas a la mitad, en el futuro no subestimaría a ese hombre.

    El mayor Orue se une al grupo que muy despacio avanza por las oscuras calles, el estacionamiento donde Julio había iniciado su excavación se encuentra ya a unos 200 metros, Mario se agita la pérdida de sangre lo ha debilitado, la cabeza parece querer estallar de dolor, no se queja y trata de mantener el paso, Mariano se cuelga el fusil de asalto sobre el hombro y sacando a las mujeres, levanta en vilo al joven y lo lleva sobre su hombro… Casi pueden observar la entrada del estacionamiento cuando un tanque asoma por la esquina de la calle. Dispara fuego de artillería sobre el edificio frente a él, las paredes colapsan estrepitosamente, Clara y Martina no pueden evitar un grito de terror, la torreta gira hacia el pequeño grupo, apuntando las fauces de sus ametralladoras ante el indefenso grupo.

    • ¡Al suelo!
    Grita Mariano, empujando a su hija contra la puerta de un edificio semidestruido, la misma sede y pronto todo el grupo ingresa por la abertura, al tiempo que la detonación del arma del blindado destroza la periferia, el tableteo brutal se escucha a cientos de metros confundiéndose con el ruido de los cañones, Mariano siente un golpe seco en el hombro, extrañamente no hay dolor, el Oficial de inteligencia sabe que está bajo los efectos de la adrenalina, pero estos no van a durar mucho más, pronto una llamarada de fuego recorrerá su cuerpo quemándolo desde adentro. Aun así el grupo se escabulle por las ruinas del edificio buscando una salida, aquí y allá hay cadáveres diseminados en las más inverosímiles posiciones, cruzan un pasillo que da al final de un corredor, no hay salida por allí.

    -¡Mierda!

    La voz de Clara se deja oír más allá de los disparos,

    -¿Hasta cuándo vamos a soportar esto por Dios? ¿Cuándo va a terminar este infierno? ¡No puedo soportarlo más!¡Todos vamos a morir!

    Lagrimas desesperadas corren por el rostro de la docente, se está derrumbando ante la adversidad, Mariano la abraza tratando de tranquilizarla. Pero la mujer ya está al borde de la histeria, Martina se acerca a la pareja y tomando a Clara de los hombros le grita.

    -¡Basta!, ¿acaso no comprendes? No hay lugar para esto ahora. Por favor reacciona de una buena vez. Tu hijo te necesita y mi padre…

    Las palabras de Martina se cortan al observar la mancha de sangre que se forma en el hombro de Mariano.

    -Estas herido papá, porque no lo dijis…

    Y el estallido de una bomba destroza la pared tras el pequeño grupo.

    Julio observa el reciente agujero y divisa la entrada del estacionamiento.

    .- ¡Basta de estupideces es por aquí!

    El italiano se pone en la vanguardia de aquel equipo y tomando su fusil de asalto emerge de la abertura creada por el tanque en su retirada. Cruzando la calle a un par de cientos de metros los aguarda su destino.

    Mariano observa a Clara y a Martina y les dice en un susurro.

    • Estoy bien, la herida es solo superficial, apenas es un rasguño, debemos seguir,
    Clara asiente en silencio avergonzada de haber perdido la calma, mira el gesto desaprobador de su hijo y comprende que no hay nada más que decir. Besa a Mariano en los labios, sabiendo que ese sencillo gesto, será una venganza contra Martina y Mario, el agente acepta el beso sin darse cuenta los motivos de Clara. Tiene otras cosas en que pensar en ese momento.

    Pronto solo son unas sombras entre los restos de esa noche de pesadilla.

    Julio avanza entre los escombros, a su lado el heterogéneo grupo sigue sus pasos en forma precavida, al final de la fila india, Orue cubre la retirada, colocando una trampa caza-bobo, consistente en una granada dentro de una frasco de vidrio vacío, qué tomo del hospital, a la anilla de la granada se ata una fina línea de hilo negro y se coloca el cordel plástico atravesando la vereda, cualquier soldado que accione la trampa, detonaría la misma y en 3 segundos las esquirlas matarían al infortunado. Jose Orue es un militar de carrera y no puede ver a los soldados del teniente coronel Méndez más que como su enemigo, uno al que hay que eliminar.

    El teniente Lesta comprende que ha cometido un terrible error al subestimar al oficial, ahora esta solo con 3 soldados profesionales en su patrulla el resto murió por los disparos de los francotiradores o la emboscada con las Claymore. Lesta observa su disminuido personal y les dice, mirando su reloj.

    • Vamos, atrapemos a esos hijos de puta, casi no tenemos tiempo ya.
    A lo lejos las primeras demoliciones de los ingenieros colapsaban las edificaciones, el estruendo de las caídas era sobrecogedor, los tanques salían del sector en una fila ordenada, por la calle. Los últimos camiones con los restos de aquellos que ya sea víctima de la enfermedad o muertos bajo el fuego de los militares, abandonaban lentamente el perímetro de cuarentena.

    El comando avanza a paso vivo sobre las ruinas de la ciudad de Buenos Aires, el objetivo es claro, deben detener a los prófugos cuanto antes, pronto los aviones de la fuerza aérea rociaran el sector con Napalm, una mescla de combustible y una gelatina química que incinera todo a su paso. Este era el punto final del protocolo PA. La directiva era que una vez que todo estuviera destruido, la última acción de combate seria esa. Ya que el Napalm se adhiere a cualquier superficie, destruyéndola, se mete en las grietas, en cada recoveco eliminando cualquier rastro del virus.

    La limpieza estaba a punto de terminar. Lesta sabía que el grupo avanzaba solo unos metros delante de él. Podía sentir la presencia de Orue, esta vez había sido previsor, sus hombres corrían a con una diferencia de 15 metros uno de otro, no volvería a caer en las trampas del teniente otra vez.

    En esos pensamientos estaba cuando escucho la detonación de una granada de mano, pedazos de uno de sus hombres se esparcieron por el aire mientras un grito desgarrador llenaba la noche, se acercó despacio al mutilado soldado y lo observo detenidamente.

    Su rostro estaba seriamente deformado, uno de sus ojos pendía del nervio óptico, fuera de la órbita, la nariz era solo una masa sanguinolenta, el pecho presentaba agujeros varios desde donde el vital líquido rojo se derramaba lentamente.

    Ambas piernas habían sido seccionadas a la altura de la rodilla, las esquirlas de la granada actuaron como un filoso bisturí destrozando al soldado, que se debatía en agonía frente a él. La sangre emanaba de la arteria femoral del joven militar, tardaría unos minutos en morir, no tenía salvación.

    • Maldito Orue, malditos todos, tranquilo soldado la ayuda está en camino.
    Dijo mientras extraía de su funda su pistola reglamentaria, Miro a los dos militares restantes, estos asintieron en silencio y se retiraron para escuchar el disparo que puso fin a la vida del desdichado, ambos sabían que era un gesto de humanidad, acabar con el dolor del uniformado.

    Eran profesionales, no había tiempo para sentimentalismos, y después de todo solo le habían acelerado el final que seguramente tendría. Las granadas estaban hechas para mutilar y no para matar, de esta manera se saca de combate al herido y al menos a 2 soldados más que tendrían que auxiliar y trasladar a la víctima, pero no para el teniente Lesta.

    Con su disminuida dotación el acérrimo militar prosigue la búsqueda de Orue y su gente, ahora todo era más lento y aunque odiaba darle esa ventaja, sabía que no podía perder a nadie más de su grupo.

    Julio Carrizo llega por fin a la entrada que estaba buscando, lentamente ingresa al edificio. Este ha sido alcanzado por algunas descargas de artillería, los tanques antes de retirarse habían dejado su huella. Aún no han llegado los ingenieros a colocar los explosivos para su demolición. Clara abraza a su hijo, a Mario el dolor de su pierna se le hace inaguantable. Apenas si puede contener el sufrimiento. Martina lo toma por su otro brazo pero el cuerpo del adolescente es demasiado pesado para las jóvenes mujeres. Mario cae en una inconciencia piadosa. Orue, sin decir una palabra levanta al joven sobre sus hombros. Mientras le da su arma a Mariano. Toma la vanguardia solo para encontrase con que el acceso al subsuelo estaba obstruido por escombros.

    Frenéticamente Julio y Mariano, a pesar de su dolor, despejan el área. Para que pueda pasar el pequeño grupo.

    • Apuren, el paso por favor ya no hay más tiempo.
    La voz del mayor Orue trasmite lo apremiante da la situación. Ante él se abre una boca oscura y tenebrosa.es el inicio del túnel que descubriera Carrizo, no está explorado pero aun así no hay opción, hay que meterse y rápido.





    Vanessa Vidal amaneció nostálgica ese día, pensaba en su esposo más allá del atlántico, en una tierra extraña, Julio era un soñador, ella odiaba sus viajes, el arqueólogo era un mujeriego empedernido, y ella era terriblemente celosa, no soportaba la idea de estar lejos de él, aun así tampoco iba a seguirlo en cada una de sus cargas contra los molinos de viento, que cual quijote el emprendiera, había visto las noticias sobre Buenos Aires y no sabía nada de Julio desde hacía días ya. Miro su tatuaje las tres estrellas que simbolizaban a ella, a él y al hijo que aún no habían tenido la oportunidad de engendrar, la palabra destino se dejaba leer en hebreo, como marco su piel color aceituna, fruto del sol del mediterráneo. Cerró sus grandes ojos y suspiro.

    Abrió el ventanal de su casa sobre la playa, a lo lejos una bandada de gaviotas se lanzaban sobre las aguas verdes cargadas de peces, el calor de la mañana se había empezado a hacer sentir ese día de estío. El camisón de seda que llevaba encima apenas si cubría su cuerpo perfecto, la suave tela dejaba adivinar unos pechos pequeños y bien formados, mientras los firmes músculos de su abdomen, se marcaban sobre la diminuta prenda interior que vestía sus bien torneadas nalgas.

    Su rostro no era hermoso, pero tenía una magia especial, que hacía que no pasara desapercibida en ninguna reunión, sus ojos eran color café, enmarcados por cejas finamente depiladas, una nariz algo grande para su gusto, y unos labios finos y sugerentes que ella se empeñaba en no maquillar, el conjunto se completaba con un cabello castaño, lacio y abundante que usaba recogido en una práctica cola de caballo.

    De un rincón de la casa un perro pequeño, comenzó a buscar a su dueña, no era de raza, en su cuello una medalla con el nombre de “Chicho” brillaba, mientras el animal saltaba a las manicuradas manos de Vanessa, sus uñas eran largas y “a la francesa” como le gustaba decir a ella, a una línea de esmalte color blanco que les daban un toque felino.

    • Venga con mama, Chicho
    Y el perro corrió feliz, al abrazo de su ama. Mientras lo acariciaba no pudo dejar de sentir que Julio estaba en peligro, tenía un sexto sentido para esas cosas.

    Algo le decía que el amor de su vida estaba en riesgo, era una sensación extraña, como si un puño frio y brutal se cerrara sobre su corazón angustiado.

    Se habían conocido en la universidad de Haifa, Cuando el arqueólogo realizaba excavaciones en las ruinas de una vieja ciudad abandonada en las afueras de Jerusalén,

    Vanessa era hija de judíos españoles que habían llegado en los 60 desde la península ibérica escapando de la opresión del régimen franquista, para vivir en un Kibutz, la dura vida a la que estuvo sometida desde niña la habían moldeado como toda una guerrera, cumplió con los 4 años de servicio militar obligatorio en la frontera con Jordania, sabía perfectamente por su entrenamiento que si su esposo estaba en una ciudad sitiada era muy probable que no pudiera escapar de allí.

    Ante todo Julio era un intelectual, un soñador, fue su casi natural torpeza lo que la había atraído en un primer momento, aun recordaba la escena.

    Ella era estudiante de historia, y ese día un arqueólogo italiano vendría a dar una cátedra especial sobre las ruinas de una ciudad descubierta hacia unos pocos años, por unos pastores, cerca de donde se habían hallado los rollos del mar muerto.

    Particularmente, no le interesaba mucho el tema, siempre se andaban descubriendo piedras y fósiles por allí, todos tenían algún “hallazgo” cristiano, judío, o musulmán, no era algo anormal, divagaba sobre su actual novio, un agente del mossad, con quien salía hacia algunos meses, la relación se había ido apagando, y los encuentros apasionados de los primeros días se habían convertido en programadas sesiones de sexo, bastante rutinarias para su gusto.

    Vanessa no era la clase de mujer que no tomara sus propias decisiones, y Gedeón no era algo que buscara mantener en su vida, pensaba terminar con él en el futuro cercano, cuando recibió la sorpresiva propuesta de matrimonio del galante agente de inteligencia.

    Todo sucedió casi de improviso, habían quedado en verse esa noche en Lionés, un pub bastante sobrio a las afueras de la ciudad, el llego con un apretado vestido negro que deslizo las miradas de los comensales sobre su persona. En el fondo del local Gedeón, la esperaba absorto en su belleza casual.

    Al acercarse Vanessa, el cortes militar le corrió la silla para que se sentara.

    • Estas, simplemente radiante, hoy. Dijo mientras sus ojos recorrían la fisonomía de la mujer frente a sí.
    Gedeón era un hombre más bien tosco así que la joven sospecho que algo no andaba normal cuando le dijo.

    .- Sucede algo, estas algo extraño hoy, ¿hay alguna guerra nueva a la que debas ir?

    El reproche velado no pasó desapercibido para el agente del mossad, sus ausencias constantes eran algo que la sabia molestaba a su novia.

    • No Vanessa nada de eso, te cite aquí porque debemos hablar y no sé si tendré el valor para hacerlo en otro momento.
    La joven frunció el ceño, las palabras de Gedeón eran la antesala de algo grave, imagino, sin poder contener su ansiedad le dijo.

    • Que sucede, vamos la intriga me está matando.
    El joven dejo pasar unos segundos, que parecieron siglos para ella y levantándose de la mesa, metió sus manos en el bolsillo, para sacar un estuche negro y pequeño, acto seguido el oficial de inteligencia se arrodillo ante una sorprendida Vanessa y dijo, con voz temblorosa.

    • Se mi esposa, y hazme el hombre más feliz del mundo.
    Un aplauso cerrado estallo desde las demás mesas, mientras decenas de ojos expectantes observaban a la pareja.

    Un sudor frio recorrido la espalda de Vanessa, ella no esperaba esa situación, empezó a sentir que le faltaba el aire, no sabía cómo responder y odiaba ser el centro de atención de esta escena, si Gedeón la hubiera conocido un poco sabría que ella era terriblemente tímida.

    Se levantó en silencio sin emitir palabra, y se dio vuelta sobre si misma buscando la salida, corrió hacia la puerta en el mismo momento en que una pared humana le cortó el paso, la colisión fue bastante fuerte, ambos cayeron al piso, al tiempo que un plato de pastas y salsa fue a parar sobre el apretado vestido de Vanessa, ante las risas de los comensales.

    -dispiace che tu signorina.

    Dijo un avergonzado Julio Carrizo, mientras Gedeón tomaba por los brazos a Vanessa.

    -Estas bien amor,

    Le dijo el joven mientras el arqueólogo trataba de limpiar el vestido de Vanessa que seguía sin emitir palabra.

    Fue en ese momento en que las miradas de ambos se cruzaron, como un destello eléctrico la belleza de Vanessa Golpeo a Carrizzo, con una fuerza que podría haberse medido en la escala de Richter.

    -Madonna mía, dijo con su sonrisa de dientes perfectos el italiano.

    -No es nada caballero le dijo una sorprendida Vanessa a quien no molesto en lo más mínimo el análisis a la que estaba siendo sometida por los latinos ojos negros de comensal.

    -No se preocupe, fui una torpe. Y el brillo de sus ojos castigo aún más al arqueólogo.

    Gedeón la tomo del brazo y con un seco.

    -Vamos.

    Elimino la magia del momento, mientras llevaba a una confundida Vanessa al auto estacionado en la acera frente a Lionés.

    Ella no pudo evitar ver la forma como los dos hombres se miraron entre sí, casi como si se reconociesen.

    Mientras conducían rumbo al departamento de la joven, el agente no emitía una sola palabra. Al bajar del automóvil, la tomo de las manos y le dijo.

    • Realmente no quieres casarte conmigo ¿verdad?
    Ella lo miro con infinita ternura y empezó a decir.

    • No es que no me sienta halagada, ni que no sienta cosas por vos es solo qu...
    Un dedo del militar se posó en sus labios haciéndola callar. En las duras facciones del Israelí, una pequeña y única lágrima se abría paso como una gota de lava ardiente al borde de un volcán.

    • No, no sigas por favor, no quiero ser en tu vida alguien con quien te conformes, solo quiero que sepas que siempre voy a estar para vos, y nunca voy a olvidarte, te juro que hubiera echo cualquier cosa por hacer que valga la pena amarme.
    Tomando su cuello saco de él, una cadena de identificación y las deposito en la palma de Vanessa.

    Se dio vuelta y enfilo hacia su auto, ni una sola vez miro hacia atrás.

    En la puerta de su casa Vanessa Vidal pensó si había tomado la decisión correcta.

    Esa noche la joven se fue a dormir, triste y acongojada por lo sucedido en la velada, un segundo antes de cerrar los ojos, se descubrió pensando la bella voz que tenía el italiano que le derramo sus pastas encima.

    • Y que perfume masculino llevaba.
    Susurro antes de caer en un profundo sueño.



    Amanecía cuando recordó que debía ir a la universidad a su clase de historia europea, disertaría un arqueólogo italiano, sobre las diferentes aristas de la vida en la antigua roma y de la ocupación romana en Israel, menudo aburrimiento pasaría, seguramente sería algún viejo verde que pasaría todo su tiempo viendo las piernas bronceadas de las alumnas. Se dio una ducha rápida, mientras el agua corría por su cuerpo desnudo, sus pensamientos volaron hacia la noche anterior, podría recuperar a Gedeón, si se lo propusiera evidentemente él la amaba y podía hasta soportar sus histerias, lo cual no era poco, pero el amor debería ser algo más... viral. No alcanzaba con llevarse bien o tener algún tipo de satisfacción sexual, ella quería más, quería lo que había visto en sus padres, esa unión de almas y espíritu que trasciende lo físico. Y no sentía en absoluto eso por el agente del mossad.

    Desayuno liviano, solo unas tostadas y algo de café, que odiaba, pero quería estar despierta. Se vistió pronto en unos jeans y una remera algo escotada, pero hacia bastante calor, fue a buscar sus lentes oscuros y sin dudar un segundo subió a su pequeño auto y se dirigió al centro educativo.

    La clase había empezado, entro de hurtadillas al recinto donde de espaldas a ella un hombre escribía en un pizarrón, ella llego hasta la primera fila, observo la espalda bien formada del docente, prestando atención a un tatuaje, seguramente polinesio, pensó. No podía observar el rostro de aquel hombre pero su ubicación en la primera fila, le permitió reconocer el perfume. Justo en ese momento Julio giro y diciendo en un hebreo casi coloquial.

    • Y estos son los últimos momentos del imperio romano en...
    Y vio a Vanessa, la sonrisa que se dibujó en el latino rostro del arqueólogo Hizo que Vanessa se sonrojara de pies a cabeza, no sabía porque pero aquel hombre la incomodaba de una manera… Casi erótica.

    • Signorina, nos conocemos ¿verdad? , por favor disculpe mi torpeza anoche, se fue tan rápido que no me dio tiempo a darle mis excusas por mi accidente.
    Hubo un murmullo en la clase, en el Israel moderno aun habitan viejas costumbres y algunos prejuicios, la mirada del profesor Carrizo no pasó inadvertida para la clase.

    Vanessa se revolvió en su asiento, y cometió el peor de los errores, diría después Julio a sus amigos, Sonrió, y en ese momento todo el mundo del arqueólogo tambaleo como si el Vesubio hubiera estallado en su alma. Supo entonces como lo sabía ahora que estaba condenado por esos ojos café a una vida de tormento en harás de aquel sentimiento que empezaba a nacer.

    Nada hacía suponer en esos días que todo ese amor seria puesto a prueba de la manera más dura posible unos años después.



















    Capítulo 11

    Esperando el alba






    El teniente Lesta, apuro el paso, sabía que en la brigada aérea de la ciudad de Morón se hacían los últimos preparativos para los vuelos que arrojarían el mortal napalm sobre la cuadricula bloqueada de la ciudad, podía ver como los tanques abandonaban la misma, con rumbo al área de descontaminación, y sus tripulaciones eran cargadas en vehículos para conducirlas al centro de esterilización de campo de mayo. Mariano apenas si podía caminar ya, la herida recibida le había producido una gran pérdida de sangre. Y eso conspiraba contra su férrea voluntad de salvar a su hija y a Clara, Orue vio al agente caer un par de veces y le pidió que descansara.

    • Basta Mariano, tenes que descansar.

    • Si Jose, gracias solo unos minutos.
    Fue la respuesta

    Solo entonces Clara cayo en la cuenta de que el agente estaba herido de gravedad, ella solo tenía ojos para su hijo, pero al escuchar al teniente, se detuvo en seco y pregunto con voz angustiada.

    • Él va a estar bien. ¿verdad?
    El viejo militar simplemente le apoyo una mano en el hombro y negó con la cabeza al decir.

    • Si no conseguimos auxilio médico inmediato, nada podemos hacer por él, lo más conveniente sería dejarlo acá y seguir adelante.
    El dolor en la cara de Clara se volvió transparente para Martina, que abandono a Mario en brazos de Julio y se acercó al dúo formado por la docente y el militar.

    -¡De que están hablando! No vamos a dejar a nadie acá, ¡papá!

    Mariano se sentó en el piso, evidentemente le estaba costando bastante respirar.

    • Hija por favor, no me queda mucho tiempo, necesito que te salves, por mí, si no nada de esto tendría sentido, tenes que entenderlo amor, Si nos roban a nuestros seres queridos, la forma de hacer que vivan más tiempo es no dejar de amarlos nunca. Los edificios arden, las personas mueren, pero el amor verdadero es para siempre. Solo recuerda lo que hoy paso aquí.

    • No papá, no voy a dejarte, no podría vivir con eso en mi cabeza, no lo hare.
    Los ojos de la joven se llenaron de lágrimas. Mientras abrazaba fuerte a su padre.

    • No discutas conmigo Martina Méndez. Solo por una vez hace lo que te digo.
    Dijo el agente besando a su hija.

    -Mi pequeña, que agradecido estoy a la vida por vos… Mayor por favor sáquela de aquí.

    - ¡Noooooo, no voy a dejarte papá!



    El pedido fue hacia el mayor Orue que sin dudarlo tomo a Martina por el hombro, y le condujo donde Mario y Julio esperaban.

    Clara se acercó al herido y sin poder hablar casi, dijo

    • ¿Por qué?, la vida se empeña en arruinar todas las cosas que amo.
    La perturbación en el rostro anegado de lágrimas de la docente era la más clara muestra del dolor que estaba sufriendo, como si un telón oscuro hubiera caído sobre ella, la imagen de la mujer ante si se presentaba difusa e irreconocible.

    Mariano la miro con una infinita ternura y con una vos entrecortada empezó a hablar.

    • Te amo desde la primera vez que te vi, aun incluso antes de eso, te amé cada segundo aunque mi mente lo negaba después que me dijiste adiós, y te amo ahora que el viaje termina, solo le doy gracias a la vida por haber tenido la oportunidad de ser feliz con vos al menos una última vez. Siempre estarás en mí. Tengo miedo de todo. De lo que veo, de lo que hice, de quién soy. Y más que nada de morir en este túnel y nunca volver a sentirme de la forma en la que me siento cuando estoy con vos. Pero ahora tenes que dejarme acá... Soy un hombre que no tiene nada de que arrepentirse. Qué agradecido soy. Pero yo soy solo un capítulo más en tu vida. Habrán otros para vos. Lo prometo. No tengas miedo de volver a enamorarte. Busca esa señal, cuando la vida como la conoces haya terminado. No te conformes… se feliz… estoy orgulloso de vos…
    Mariano besa los labios de Clara, que aun llora con desconsuelo.

    • Adiós amor mío, todo el amor que tengo dentro se queda contigo. Nos volveremos a ver. Adiós.
    Orue mira la pareja y no puede dejar de sentir como sus almas se desgarran en un adiós único.

    • Vamos Clara, es mejor así.
    Dice el militar. Y observa como la docente se dirige hacia donde la espera Su hijo y los demás. No ha dicho una sola palabra, no hace falta, a veces los silencios se encargan de llenar los vacíos que las frases no pueden.

    • Teniente deme la mochila con el C4, los voy a detener cuanto pueda pero asegúrese de que mi hija este a salvo.
    Orue lo observa con detenimiento, cuanto valor hay en ese hombre.

    • Con mi vida Mariano, ha sido un honor conocerlo.
    No hay más palabras, el oficial se dirige hacia donde el resto del grupo espera, Julio se toma unos minutos para orientarse, el lugar esta oscuro y huele a humedad. Siglos hace que nadie ha caminado por los lóbregos pasillos. Mario se ha vuelto un peso muerto en brazos del militar, Clara solloza en silencio, mientras trata de consolar a Martina que apenas puede con su espíritu quebrado.

    • Papá.
    Musita como una letanía, la joven, el dolor de su alma, adquiere proporciones desgarradoras. Pronto todas las cosas en las que creyó, se desmoronan, Mario agoniza como su padre frente a ella, su vida depende de dos extraños que apenas si conoce, y Clara... Apenas puede reconocer en esta mujer a la docente que alguna vez admiro. La ve desbastada, avejentada como si de repente tuviera muchos años más de los que realmente tiene. Algo se cruza por entre las piernas de la adolescente, siente el frio de aquellos cuerpos peludos y sabe inmediatamente lo que es, las ratas corren en la misma dirección que ellos, la joven no puede evitar un grito histérico mientras los inmundos animales corren presurosos, Orue la calma diciéndole.

    • Tranquila Martina, si las ratas van en nuestro mismo sentido eso significa que hacia allí hay una salida, esos animales huyen del fuego y el humo pronto todo va a estar bien.
    La joven trata de ser fuerte pero un mar de desesperanza la inunda, su padre, ¿Cómo se supone que valla a vivir sin él.

    Mariano, se arrastra presa de inmensos dolores, aun así consigue pararse y colocar las cargas explosivas en la entrada del túnel, pero el esfuerzo ha sido sobrehumano. Se recuesta sobre una pared que deje ver la entrada y a la vez lo oculta tras una pila de escombros. Con el detonador en la mano solo debe esperar a que los hombres del teniente Lesta ingresen por la entrada, comprende entonces que los militares serán precavidos, para eso los entrenaron, arrojaran granadas y dispararan contra cualquier ser vivo que vean en actitud hostil, debería encontrar la forma de que no pudieran descubrir lo que trama.

    Vanessa Vidal, había aceptado la invitación que el arqueólogo le hiciera esa mañana, no sabía bien porque lo había hecho, pero era innegable que la ansiedad le causaba bastantes nervios, miro la ropa que usaría ese día, había escogido una remera verde agua con un pequeño escote en V, que insinuaba el principio de sus senos, un pantalón algo suelto y un cinturón color marfil completaban el atuendo.

    -Que sepa que no estoy regalada…

    Pensó al mirarse por décima vez al espejo, los ojos de Julio la ponían nerviosa, el italiano tenía una mirada penetrante, que ella confundía con lujuriosa y secretamente le agradaba.

    Subió a su auto compacto y tránsito por las avenidas de la ciudad con rumbo a un pequeño bar sobre la avenida Hubert Humphry, justo en la esquina de la iglesia de San Gregorio. La vista del mar mediterráneo no podía ser más hermosa desde allí. Cuando llego el apuesto latino se levantó de su mesa, estaba totalmente vestido de blanco, con unos caros lentes oscuros y un reloj de oro en su mano izquierda, poco era lo que le recordaba su aspecto al profesor que había visto en la universidad…

    • Hola, princesa.
    Y los ojos del arqueólogo, bailaban una danza de seducción ante una aturdida Vanessa, era casi imposible que ella con su timidez innata pudiera responder a la seguridad que el hombre ante sí, irradiaba. Los colores se le subieron al rostro y tartamudeo un.

    -Bue..nas tardes, Julio.

    El mundano profesor tomo el respaldo de una silla y corriéndola se sentó en ella.

    Miro a su alumna y no pudo dejar de notar su sonrisa de dientes perfectos, el largo cabello lacio que caía sobre sus hombros, sobre la prenda verde agua que vestía su torso, pudo imaginar el cuerpo joven bajo la tela, y un estremecimiento corrió por la espalda del hombre.

    • ¿Que estas tomando? Espero que sea Bailys, adoro ese licor irlandés.
    Continuo el joven tratando de seguir mostrando una seguridad que empezaba a escasear en él, Vanessa asintió en silencio. Agradecida de que aquel comentario intrascendente evitara cualquier respuesta elaborada.

    Siempre había sido tímida para los juegos del amor, era una mujer que se dejaba llevar, había tenido algunas relaciones todas ellas bastante largas y serias, quizás no tanto por amar o no sino más bien para evitar los juegos de seducción en los cuales no era experta, ella era una mujer de pocas palabras, y cada una de ellas era meditada antes de ser dicha. Los flirteos con la que algunos compañeros de estudios trataban de acercarse eran inmediatamente desactivados con algún silencio, o una excusa.

    -Hoy no, me es imposible vienen mis padres de visita.

    -Es el cumpleaños de mi tío, no puedo cancelarlo.

    -Mi casa es un desorden, imposible.

    Si bien conocía la noche, no estaba a gusto en ella, demasiado bien sabía lo que los hombres le dirían, y lo que ella les respondería, todos tenían las mismas intenciones, y ella no estaba interesada en relaciones de una noche, no buscaba al amor de su vida, pero tampoco ser usada y dejada a un lado por algún inmaduro Israelí.

    Apenas si había terminado con su novio, aunque ella sabía que la relación había muerto mucho antes.

    Se sorprendió a si misma cuando sonriendo dijo.

    • Te pido perdón, no soy de aceptar este tipo de invitaciones, pero dado que te sentís, culpable por nuestro… “accidente” me pareció que correspondía al menos aceptar una copa juntos.
    Julio, pensaba que mujeres como esa deberían tener prohibida la sonrisa. Ponían a los hombres como el en inferioridad de condiciones.

    • Desde ya te agradezco por darme el honor de tu presencia.

    • Camarero, por favor, otra copa para la Signorina y una más para mí.
    El mozo los dejo solos con un guiño cómplice hacia Julio, lo había visto ya en esa misma mesa con distintas mujeres, el latino dejaba buenas propinas y eso era lo único que al empleado le importaba.

    Ese fue el comienzo de una larga conversación que trato sobre los antecedentes amorosos de ambos, sobre los viajes de Julio, la futura casa que Vanessa habitaría cuando se mudara a un espacioso departamento que una tía lejana quería que ella le cuidase.

    Ninguno de los dos advirtió que las horas pasaban rápidamente, como envueltos en un limbo, apenas si se daban cuanta del paso del tiempo, ella pronto empezó a darse cuenta que las cosas que le atraían de aquel hombre no eran solamente físicas, Julio la llevaba a lugares donde jamás había estado, empezó a comprender que le gustaba oír de los viajes y las historias que él le contaba, sus sueños, sus temores, comprendió que había algo en el que apenas si alcanzaba a descubrir. La inteligencia puede ser afrodisiaca pensó.

    La tarde se volvió noche y el abrasador calor del desierto dio paso a un frio viento, que pronto cubrió a los comensales del bar.

    Julio se dio cuenta que Vanessa sufría el cambio de clima al observar con poco disimulo el pecho de la joven, Parándose se sacó su chaqueta y la puso sobre los hombros de su discípula.

    -Debería llevarte a tu casa ya, no quiero que te resfríes por mi culpa.

    La joven se maldijo en silencio por haber ido en su auto. Aun contra su voluntad dijo.

    • No hace falta, estoy con mi vehículo, no faltaba más, además es tarde y supongo que debemos irnos ya.
    Julio asintió con un evidente gesto de desilusión, no quería separarse de ella, sabía que podrían pasar horas ella y él, juntos y aun así tener temas para hablar, las diferencias abismales entre ellos, solo potenciaban sus ganas de estar unidos.

    El joven arquitecto la acompaño hasta su automóvil, los 2 estaban en silencio, por primera vez en mucho tiempo él había perdido la seguridad en sí mismo, ante la puerta abierta del carro, Vanessa, con sus llaves en la mano. Le sonrió, había aprendido el efecto que su sonrisa le causaba al italiano.

    • Este es mi número telefónico, si pensas quedarte por acá sería bueno que tuvieras alguien conocido para hablar,

    • Gracias por una tarde hermosa.
    Las palabras de Julio salieron algo torpes de su boca. En esta historia él no era el dueño de nada. Tomo el pequeño papel. Y aunque estaba desesperado por quedarse junto a ella algo le dijo que no era conveniente romper la magia del encuentro, simplemente la ayudo a subir en el auto y luego apoyo su mejilla contra la de ella en un pequeño beso de cortesía.

    Vanessa volvió a sentir el sutil perfume del hombre, mesclado con una esencia puramente masculina.

    Por favor pedirme que me quede, pensaba la joven. Ella jamás le habría propuesto pasar la noche juntos, eso era algo “de hombres” y a pesar de su corta edad, estaba criada a la antigua. Por mucho que lo deseara, no tomaría la iniciativa

    Julio simplemente cerró la puerta de automóvil. Y con una sonrisa la vio partir. Como a esos sueños imposibles. El mar golpeaba la playa desierta, cuando horas después, el solitario arqueólogo emprendió el regreso al hotel, perdido en un mar de dudas y pocas certezas…

    • Vanessa, murmuro entre dientes, esa noche mientras el sueño lo vencía.
    Esa noche, la mujer se sintió por primera vez en mucho tiempo, sola.

    No había caído en la cuenta de cuanto hacia que no sentía nada, había confundido el amor con compañía, al menos estaba segura de algo. No haberse casado con Gedeón era la decisión más sabía que había tomado en las últimos días.

    Las luces de la carretera pasaban ante si como una monotonía inusual. No podía dejar de pensar en Julio.

    Por un segundo imagino las manos del Italiano recorriendo su anatomía, no pudo evitar un cosquilleo interno bastante agradable.

    Esa noche tardo bastante en conciliar el sueño.





    Mariano coloca el detonador en un agujero que a tientas descubre en la pared del túnel, apenas sobresale la espoleta que al ser presionada destruirá todo en un radio de 5 metros cuadrados. Un fuerte temblor le indica que los primeros bombardeos están comenzando en la superficie. Apoya suavemente la espalda sobre el detonador sin oprimir el mecanismo. Su última trampa esta armada, milagrosamente la hemorragia se ha detenido.

    El teniente Lesta aplica la luz de una potente linterna sobre la entrada del túnel, puede ver con detenimiento los antiguos ladrillos colocados sobre una argamasa de tierra y paja, el olor a encierro pronto es cambiado por el inconfundible hedor del napalm. Los soldados ingresan cautelosamente, uno saca una granada y está por quitarle el seguro, cuando el teniente le sujeta la mano.

    • No sea imbécil soldado, cualquier detonación podría tirarnos encima todo este túnel.
    El soldado asiente en silencio avergonzado.

    Caminando despacio el pequeño grupo de militares avanza sigilosamente, en la penumbra de lugar un tembloroso recluta observa la figura inmóvil del agente de la SIDE.

    • ¡Alto, manos en la cabeza!
    Grita el imberbe, el teniente Lesta dirige el caño de su arma apuntando al pecho de Mariano y dice.

    • ¿Martin Méndez, supongo?
    El caído sabe que cada segundo que pueda detener al oficial frente a si será un segundo ganado por su familia y la de Clara para escapar.

    • Sí, no tengo el gusto, su nombre es…
    -Soy el teniente Oscar Lesta su padre me envió a atraparlo y matar a cualquiera que intentara escapar, a su favor, debo reconocer que ha llegado bastante lejos. Lástima que debemos continuar, esta charla debe llegar a su final.

    El militar toma la corredera de su fusil, y la tira hacia sí mismo, no hay ningún tipo de sentimiento en la mirada del hombre, es solo un trabajo para él.

    Martin en un gesto casi felino, apoya todo el peso de su cabeza sobre el detonador.

    Un terrible estruendo sacude el lugar, Mariano observa como si fuera en cámara lenta como el cuerpo del teniente Lesta se sacude a medida que las esquirlas atraviesan su figura, un hilo de sangre corre por la cara del soldado mientras sus ojos se abren con incredulidad absoluta, a su lado los jóvenes militares que lo acompañan son víctimas de la onda expansiva que demuele sus cuerpos transformándolos en una masa informe en segundos, las bocas abiertas en un mudo grito de dolor es lo último que puede observar Méndez antes de que una gruesa viga de madera se desmorone sobre él, cubriéndolo de la devastación que sucede a su alrededor. Como una madre, el grueso tronco protege a Mariano, todo el techo del túnel está colapsando a su alrededor. Toneladas de tierra y escombros caen sobre las victimas del derrumbe. La cara del teniente Lesta se cubre poco a poco. Hasta desaparecer en un borbotón de barro y sangre.

    El polvo atenaza la garganta de Mariano, se está ahogando, que manera tan estúpida de morir, después de haber sobrevivido a tanto.

    Orue escucha la explosión tras de sí, a unos cientos de metros ese hombre que aprendió a respetar a dado su vida para salvarlos, ampararía a su familia aunque fuera lo último que hiciera en esta vida.

    Clara ahoga un grito y se aferra a Martina, Julio no entiende que sucede pero intuye que algo terrible ha pasado al ver la cara de ambas mujeres arrasada por el llanto.

    • Vamos, debemos salir de aquí, si queremos vivir.
    Dice el italiano, mientras llega al final del túnel, ante él una gruesa pared de hormigón es todo lo que hay. Ni salidas ni escape alguno, a tientas se lastima las manos buscando alguna grieta o puerta, algo que los deje continuar.

    Ha utilizado la última bengala que Orue le diera al iniciar la exploración del túnel

    Nada.

    El resto del grupo se arremolina junto a él buscando una respuesta que Julio no tiene.

    Clara mira a Mario, con esa dulzura única que solo una madre tiene y le dice, ante la muda pregunta del joven.

    -Tranquilo hijo todo está bien, ya pronto vamos a salir de acá.

    Martina llora en silencio mientras Orue acepta que este es el fin, con la entrada del túnel obstruida, ya nada se puede hacer para salir de esta trampa mortal. Es un soldado y sabe que la peor pesadilla de un ser humano se ha vuelto una dolorosa realidad para ese grupo de desdichados. La falta de oxígeno, la falta de agua, el hambre o las heridas, el final no llegaría rápido y la agonía seria larga, la muerte inexorablemente había ganado la partida.

    Mario abraza a Martina en silencio, el tiempo de descanso ha obrado milagros en el joven, poco a poco se ha repuesto, el oscuro y lóbrego pasadizo no es tan tétrico si la joven está a su lado. Clara los deja solos, entiende que en este momento necesitan esa privacidad, quizás la última que puedan tener.

    Un ruido de agua corriendo se escucha en la profundidad del túnel, Orue se da cuenta que detrás de la pared de hormigón corre un arroyo entubado, por su ubicación Orue sabe que no está bloqueado por las fuerzas de seguridad, el laberinto por el que se fugaron los ha dejado a centenares de metros de la zona de exclusión. Si tan solo aun tuviera explosivos, pero no los tiene. Nada puede hacer para demoler esa pared, la situación es terrible, con la entrada del túnel tapada, solo queda sentarse y morir.

    Sabe que deberá comunicarle la realidad al grupo, no sabe cómo va a hacerlo, piensa sui debería usar las pocas balas que aún le quedan para ultimar la vida de aquellos desgraciados, pero también reconoce que carece de ese tipo de valor. Aún le queda una granada, esto sería más humanitario, un segundo y todo terminaría.

    • Por favor, acérquense.
    El cansado mayor agrupa a su grupo frente a si, apenas si los puede distinguir a la luz trémula de su encendedor zippo.

    • No hay salida, así de simple, vamos a morir acá podemos tardar al menos 3 días en hacerlo, y sin agua será muy doloroso.
    El soldado toma la granada y despacio le quita el seguro.

    • Creo que lo mejor sería terminar con esta agonía ya mismo.
    Un murmullo recorre el grupo, Martina toma la mano de Clara y se abraza con Mario, solloza débilmente.

    -No quiero morir así, no en este agujero, no ahora.

    Las lágrimas recorren su rostro, Mario la abraza sintiendo que todo su ser mataría solo por evitarle a ella el sufrimiento que está pasando

    -Por favor amor, cálmate, todo va a salir bien, te amo.

    El beso de la pareja es desesperado, como si toda su vida se fundiera en aquel momento único.

    Julio solo puede sentarse en silencio y pensar en Vanessa.



    En la tarde Israelí, Vanessa y Julio caminan ajenos a todo y a todos a su alrededor. Desde la primera vez que se vieron han estado posponiendo el encuentro íntimo, Vanessa no está segura aún, si bien el hombre frente a si mueve todos sus instintos, sabe que él es casado.

    Julio se ha cansado de decirle que su matrimonio es una farsa, que no es feliz y que quiere terminar con él, pero la joven comprende que si da ese pasó, no podrá salir de la historia sin ser lastimada, es terriblemente posesiva con sus afectos y el arqueólogo despierta en ella sentimientos que creía apagados para siempre. Sabe que puede ser un gran dolor pero también reconoce que se le han acabado las excusas.



    Esa noche mientras beben un Bailys frente al mediterráneo, el italiano toma la mano de Vanessa y sin mucho preámbulo le dice.

    • Sos lo mejor que me ha sucedido en la vida, si pienso en alguien con quien quiera compartir mi existencia solo puedo pensar en vos, sé que sos lo mejor que alguna vez me podría pasar, así que siendo que sos mi futuro, solo espero que ese futuro empiece hoy mismo.
    Del interior de su chaqueta Julio saco un sobre y lo puso ante una aturdida Vanessa. Ella lo abrió con manos temblorosas y leyó.

    Sentencia de divorcio.

    De un salto se colgó del cuello del arqueólogo que apenas si pudo contenerla para no caer, un beso apasionado puso el broche de oro al momento.

    La mañana los encontró abrazados sobre la cama de un hotel con vista a la playa, aun en sus cuerpos las mieles del amor, les daban una sensación de paz inconmensurable. Vanessa jugaba con los bellos del pecho de Julio, acurrucándose bajo su brazo le dijo.

    • Te amo.
    El simplemente la miro y tomando su rostro por el mentón contesto.

    • Más te vale hacerlo, porque pienso pasar el resto de mi vida a tu lado.
    Se casaron algunos meses después y se fueron a vivir en una villa a las afueras de Nápoles.

    Los constantes viajes de su esposo inquietaban a Vanessa iba a lugares terribles con sus excavaciones, ella ya había dejado de acompañarlo hacia algunos años, pero ahora todo era diferente. Julio estaba en un país sudamericano, con una profunda crisis institucional y posiblemente con una enfermedad brutal y asesina, los comunicados de prensa daban cuenta de miles de víctimas ya, si no hacía algo pronto, seguramente su bohemio esposo no sobreviviría.

    La joven subió a su recamara y saco un viejo libro de un anaquel, corrió las hojas delicadamente hasta que encontró una tarjeta con un teléfono, mientras marcaba en el dial la conjunción correcta de números, rogaba que no lo hubieran cambiado.

    De pronto una voz femenina dijo del otro lado de la línea, en un perfecto Yiddish.

    • Hola, servicio de lavandería Israel, en que puedo ayudarle.
    Vanessa tomo aire y dijo.

    -Por favor comuníqueme con el agente Gedeón Aron Hash. Dígale que Vanessa Vidal necesita hablar con él.

    El llamado se interrumpió de inmediato, dejando a una confundida mujer con el auricular en la mano. Llamo nuevamente pero la operadora le dijo que el número al que se intentaba comunicar no correspondía a ninguno en servicio.

    La joven se sentó sobre su cama y comenzó a llorar, como si por una vez comprendiera que muy probablemente Julio hubiera muerto ya.

    El sonido del Aparato telefónico a su lado, la sobresalto tomo el teléfono y lo puso en su oreja.

    • Soy Gedeón, Vanessa.














































    Capítulo 12

    Amanecer







    En un cuartel militar, en las profundidades de Jerusalén, el comandante Gedeón Hash, informa a la plana mayor del Mossad sobre la última información de lo que estaba sucediendo en Argentina.

    • Caballeros como ustedes saben, todo el tema del golpe de estado es una vulgar mentira para encubrir la aparición de un nuevo virus, que por sus características, podría terminar con la humanidad como la conocemos.

    • Deben entender que el estado Argentino es muy poco inteligente en cuanto a la manipulación de estas enfermedades, ellos no tienen enemigos potenciales a la vista, su ejército está prácticamente destruido, no son un peligro en ninguna forma, solo quieren destruir el virus y evitar que este llegase a ser la causa de la destrucción mundial.

    • Por otra parte al estado de Israel le sería muy beneficioso, contar con alguna cepa de la plaga argenta, ya que la posible utilización de la misma como arma biológica, es por sus características, no solo posible, si no muy productiva.
    En la esquina del salón una voz femenina dijo.

    • Si pero sería prácticamente imposible entrar en el país, sus fronteras están cerradas, y no tenemos a nadie en el lugar para que pudiera, si fuera lo suficientemente loco, conseguirnos dicha cepa.
    Gedeón se acomodó el cuello de su camisa y respondió.

    • Es allí donde usted se equivoca señora secretaria., hace algún tiempo ya descubrimos que necesitábamos en el Mossad personal que no fuera israelí, pero sí que tuviera lazos con el país, a fin de que su lealtad no fuera puesta en duda, gente que a todas luces pudiera pasar como cualquier cosa menos por judío, y cuyo trabajo pudiera enviarlo a cualquier parte del mundo sin despertar sospechas.

    • Cuando secuestramos a Adolf Eichman, de Argentina, en la década del 60, toda la operación casi se arruina por nuestra falta de elementos autóctonos o al menos que no fueran judíos, La casa en la calle Garibaldi, fue una de nuestras mayores proezas, pero la logística de la extracción fue un caos, y casi se malogra por los desconocimientos básicos del idioma y nuestra condición de judíos, 16 años después, mejoramos en Entebbe, como ya sabrán, la operación se planeó a consecuencia del secuestro por parte de la organización militante Células Revolucionarias y el Frente Popular para la Liberación de Palestina, junto a la amenaza de los secuestradores de matar a los rehenes si no se cumplían sus exigencias de liberación de presos. El plan también incluía preparación contra una eventual resistencia armada por parte de las tropas ugandesas. Los bastardos liberaron a todos los pasajeros no judíos del avión. Hay algunos aquí, que no conocen bien la historia.

    • El rescate se ejecutó en la noche, cuando fueron trasportados por vía aérea 100 comandos de élite israelíes a más de 2.500 km de distancia hasta Uganda. La operación, que fue planeada durante una semana, tardó 53 minutos y se rescataron 103 rehenes. Cinco de nuestros comandos resultaron heridos y otro, el comandante de la unidad de asalto, Teniente Coronel Yonatan Netanyahu, que era un amigo personal de mi padre, murió durante la operación. Todos los secuestradores, tres rehenes y cuarenta y cinco soldados ugandeses murieron y once MiG-17 de fabricación soviética fueron destruidos en tierra. Un cuarto rehén fue asesinado por integrantes del ejército ugandés en un hospital cercano.

    • Si Bien esto es historia, también aquí perdimos valiosos elementos, por no tener células, del mossad en el terreno.

    • Argentina es un país hostil al estado de Israel, basta ver lo fácil que les resulto a los terroristas islámicos, la voladura de la embajada de nuestro país y de la asociación mutual israelita argentina.

    • Debemos pues utilizar todos los medios a nuestro alcance para lograr el objetivo planteado y conseguir una muestra del virus.

    • A tal fin reclutamos al Arqueólogo Julio Carrizzo, quien en ese momento estaba casado con una italiana, Antonella Ganfranco. Por cuestiones de ´protocolo, este hombre debía separarse de su esposa, cosa que no le costó demasiado ya que el matrimonio estaba destruido tiempo atrás.

    • Si bien la motivación de Carrizzo fue siempre el dinero que le depositamos en su cuenta secreta en las islas Caimán, su relación con Vanessa Vidal, un hebrea de nacimiento, nos aseguraban que no seriamos traicionados, ya que el adora a esa mujer.

    • Por otra parte, al saber de los informes de que el virus había sido descubierto en Buenos Aires, no dudamos de mandarlo allí. Él además tenía la excusa perfecta ya que debía inspeccionar algunos túneles de la época colonial o algo así, sabemos que aún está vivo, porque le pusimos un rastreador GPS subcutáneo para saber su ubicación en todo momento, el mismo se alimenta con la irrigación sanguínea por lo cual de haber muerto ya lo sabríamos.
    Un murmullo se dejó oír en el salón. El Mossad es una de las agrupaciones de espionaje más profesionales que existen. El servicio fue creado el 13 de diciembre de 1949 como el Instituto Central para la Coordinación, por recomendación del primer ministro David Ben-Gurion a Reuven Shiloah. Todos sus miembros han tenido un duro entrenamiento. Y en esa oficina pequeña, la crema y nata del organismo aprobó la elocuente presentación del agente Hash.



    Vanessa no tenía idea como su vida había dado un vuelco mientras abordaba en Nápoles el avión que la conduciría a Israel al encuentro de su ex novio., solo sabía que él podría ayudarla a reencontrarse con Julio y nada más le importaba.

    La opinión sobre su esposo hubiera sido muy diferente de haber sabido las extrañas circunstancias que los habían unido.



    El mayor Orue estaba a punto de soltar el seguro de la granada cuando escucho un sonido proveniente del fondo del túnel, justo donde la explosión había tapado la entrada. Coloco nuevamente el seguro de la granada y tomo su pistola reglamentaria, al correr la corredera de la misma, el click resonó en toda la caverna.

    • Por favor Mayor, no dispare, ¿es así como recibe a sus amigos?
    La voz de Mariano sonaba apagada y cansada, sus ropas estaban prácticamente echas girones arrastraba aun su mochila de soldado, su herida ya no sangraba. La coagulación había surtido su efecto. Y si bien el agente estaba demacrado y débil aun podía mantenerse erguido en sus propios pies.

    • ¡Papá!
    Grito Martina al tiempo que se soltaba del abrazo de Mario. Abalanzándose sobre su padre. Quien apenas si pudo contener a la joven sin caer al piso.

    -Gracias a Dios padre, creí que te había perdido ´para siempre. Nunca más vuelvas a darme un susto así.

    -Voy a intentarlo, mi vida pero no puedo prometerlo.

    El abrazo de Mariano se vio interrumpido por los sollozos que provenían desde el fondo del túnel. Una Clara totalmente desecha apenas si podía contener las lágrimas, Se acercó al agente como quien viera la resurrección de Cristo frente a sí. No podía creer que el aun estuviera vivo.

    -Mariano, gracias a Dios…

    El cansado hombre tomo las manos de la docente y mirándola a los ojos le dijo.

    -Si sobrevivimos a esto te juro que jamás voy a separarme de vos. Micaela tendrá que entender. Es nuestra hora para ser felices, la vida es demasiado corta para pasarla dudando. Sé que va a ser difícil, pero si me das la oportunidad, yo voy a hacer que valga la pena.

    Como un si sus palabras fueran una profecía de felicidad, la docente envolvió con sus brazos a Mariano y en la oscuridad del pasillo apoyo sus labios sobre los de él, uniéndose en un largo y apasionado beso. Las palabras estaban de más. Unos segundos después el hechizo fue roto por el mayor Orue.

    -¿Qué paso allá atrás?

    Mariano miro al veterano ante sí y sin inmutarse dijo.

    -Mayor, solo lo que debía suceder, con cualquiera que pusiera en peligro a mi familia.

    De pronto el militar observo la mochila sobre el hombro del agente, y un rayo de esperanza se dibujó en su semblante, como un niño que recibe la navidad, se apoyó en la espalda de Mariano y pregunto.

    -¿Todavía, tenes algo de C4?

    El oficial no espero tener respuesta a su pregunta, abrió rápidamente el morral, desesperado corrió un par de elementos de rancho y repartió rápidamente el resto del agua que aun tenia Mariano, el grupo a pesar de la sed, se formó ordenadamente ante Clara, quien tomó la posta a la hora de repartir el racionado líquido.

    Al fin Orue encontró lo que buscaba, brilloso en el fondo de la bolsa, un único paquete de C4. Como quien observa el santo grial, la sonrisa del cansado soldado fue acompañada por una carcajada estruendosa.

    El resto del grupo lo miro, entre sorprendido y contagiado por la alegría del mayor.

    Fue Martina quien dijo.

    . ¿Qué sucede? ¿Por qué tanta alegría señor?

    Jose Orue no pudo evitar un gesto teatral al decir.

    -Ante ustedes esta la llave de este túnel. Esta es nuestra salida de aquí

    El mayor desconfiaba de sus propias palabras, sabía que la pequeña carga posiblemente no alcanzará para demoler la pared, pero al menos debía darles una esperanza, algo en que creer, las guerras las ganan quienes más confían en la victoria, batallas completas se han perdido por la moral baja de la tropa.

    Luego de que Orue explicara la situación a todos un silencio casi sagrado lleno el lugar

    El grupo heterogéneo simplemente se acercó a mirar la única posibilidad de escape, desde un rincón del túnel un rumor en italiano se dejó oír. Julio rezaba.



    Vanesa esperaba en una sala bastante austera del edificio de seguridad estatal del estado de Israel, la gris monocromía del lugar solo era interrumpida por un gran espejo con un marco común y corriente, Vanesa pensó que seguramente era para crear la ilusión de que aquella habitación era más grande de lo que era en realidad. Jugueteo un momento con sus lentes oscuros, jamás se los sacaba, se sentía protegida tras de ellos, como si el hecho de ocultar su mirada, la mantuviera a salvo del resto de las personas.

    Encendió un cigarrillo algo nerviosa, el hombre a quien esperaba le había propuesto matrimonio y ella lo había dejado ir. ¿Cómo ahora podía pedirle que la ayudase?

    Detrás de aquel espejo, Gedeón Aron Hash, observo a la joven, la había amado alguna vez, inclusive al punto de pedirle que se casara con él, no comprendía como podía haber sido tan ciego, ¿acaso no sabía cómo era ella?

    Recordó cuanto había tenido que luchar por una cita, las horas y los días tras la joven que parecía escapar más, cuanto más la buscaba. Los cientos de cartas, con apenas una escueta respuesta, ella amaba a su manera, pensaba Gedeón, solo hay que aceptarla como es. No había visto las señales, como el Titanic su relación marchaba hacia un iceberg sin que nadie lo notara, para cuando él, se dio cuenta. Su mundo había colapsado y todo el futuro que soñó junto a ella, le fue robado por el mismo agente que el recluto.

    Como una burla del destino, lo había citado en el mismo lugar en que le pediría casamiento a Vanesa, debía darle su primera misión, jamás creería que ellos se encontrarían, eso no estaba en los planes y mucho menos que ella lo dejaría para irse tras él.

    Y ahora estaba frente ese cristal, indefensa, suplicando por la vida de aquel que arruino la suya, la fortuna es una perra endiabladamente complicada, pero siempre brindaba resarcimiento.

    Pensó.

    La puerta se abrió frente a Vanessa dejando ver la sólida figura de Gedeón, por un segundo se sintió incomoda frente a él, el tiempo había pasado y aun así, el soldado aun podía ponerla nerviosa. Tenía una mirada fría, que en nada se parecía a las que ella conocía.

    La joven estiro su mano y dijo.

    - Hola, perdona que te halla llamado pero sos la única persona en que pude pensar en esta situación, estoy desesperada.

    El agente del mossad simplemente la dejo en el aire, y tomándola por los hombros le dio un respetuoso beso en la mejilla, la sensación del olor masculino, inquieto a la mujer.

    -Tranquila, Vanessa, hemos hecho arreglos para rescatar a tu… esposo.

    Vanessa, no comprendía bien que sucedía, era demasiado obvio que algo estaba ocultando Gedeón, en su voz, creyó escuchar cierta ironía cuando dijo la palabra esposo.

    Algo extraño sucedía acá.

    -Gedeón, sé que te lastime, solo te pido que no seas cruel ahora, necesito que entiendas que Julio, es inocente, el nada tiene que ver con que nosotros termináramos, vos lo sabes. Si te hice daño te pido perdón, pero ahora ayúdame por favor...

    Gedeón simplemente la miro, había fuego en sus ojos negros en ese momento. De a poco su mano derecha tomo un sobre, que ocultaba bajo su chaqueta militar, sin decir una palabra. Dejo el envoltorio encima de una pequeña mesa, ubicada a su derecha.

    La envoltura color marrón no contenía inscripción alguna.

    Vanessa supo que Gedeón estaba disfrutando el momento y por un segundo casi lo odio, aun así se contuvo y su curiosidad innata la llevo a preguntar.

    • ¿Qué es esto?

    • ¿De qué se trata todo?
    El guerrero ante sí solo dijo.

    • Te presento a tu esposo.


    Mariano y el mayor Orue, calcularon el poder de la explosión, con la única carga que aún tenían, sabían que de no utilizarla bien, solo le harían un rasguño a la pared de concreto que tenían frente a ellos.

    • Necesitamos crear un nido, no será fácil pero es nuestra única oportunidad de éxito.
    La voz de Orue sonaba en ecos en la oscuridad del túnel, Mariano asintió en silencio. Sabía muy bien de que hablaba el veterano.

    Mario se acercó a los 2 hombres que murmuraban y pregunto.

    • ¿Qué es un nido?

    • ¿Cómo puedo ayudar?
    El agente de la SIDE fue quien le contesto la pregunta, estaba orgulloso del muchacho, sabia de hombres mucho más adultos que en la misma situación se desesperarían, el aplomo de Mario le dijo a Mariano que su hija había elegido bien, haría cuanto le fuera posible por salvarlos de aquella trampa horrible.

    • Mario, ¿recordas la navidad? ¡Recordas esos pequeños petardos con los que seguramente jugabas de niño?

    • Sí.
    Asintió el joven.

    • Bueno si alguna vez te exploto alguno cerca de la mano, sabrás por experiencia que es doloroso, pero solo es una quemadura pequeña que sana en unos días, ¿verdad?
    Mario, pensó en los regaños de Clara cuando en una fiesta, le había sucedido justo lo que el maduro hombre le había dicho, pero no comprendió que buscaba explicarle.

    • Sí. ¿y con eso?
    Mariano sonrió en la penumbra, los adolescentes tienen un apuro por todo, recordó cuando él era uno de ellos hacía varios años ya.

    No pudo evitar una leve sonrisa cuando dijo.

    • Jajá, Tranquilo Mario, te explico, imagina por un segundo que el mismo petardo está en tu palma encendido y que vos cerras la mano sobre él, seguramente a esta hora estarías con un hermoso garfio en vez de una extremidad.
    Mario comprendió inmediatamente. Sin titubear dijo

    -Busquemos entonces ese nido.

    Los 3 hombres se abalanzaron sobre la pared de concreto, a tientas en la más absoluta oscuridad, sabiendo que el oxígeno no tardaría en acabarse, deberían escudriñar cada palmo de la superficie de aquel muro. Su vida y la de los demás dependían de ello.

    Vanessa Vidal miraba las hojas ante sí, en ellas estaba toda la vida de Julio y también la suya. Vio fotografías tomadas incluso dentro de su casa en Italia, miraba las transcripciones de las conversaciones que mantenía con su esposo o su madre, las líneas de teléfonos estaban intervenidas, vio el facsímil del contrato que tenía su esposo con el mossad y leyó también las cláusulas que informaban que debía cambiar su situación marital. Descubrió los destinos a los que había ido y las misiones que había cumplido en ellos. Su esposo era un espía, un profesional de la mentira, todas las cosas que ella había dado por ciertas se desmoronaban como aquellas torres de naipes con las que jugaba de niña. Un mudo sentimiento de opresión se instaló en su pecho, el aire le faltaba, no podía creer lo fácil que había sido engañada, la mentira era lo que más odiaba en la vida. Y esta había sido la peor de todas, Julio había jugado con sus sentimientos, con su confianza y lo peor de todo era que aun así, ella lo amaba.

    Gedeón observo derrumbarse a Vanessa, un placer atávico, lo embargaba, casi como un orgasmo, había planeado durante años su venganza, nunca pensó que las vueltas de la vida le servirían a su víctima en bandeja de plata. No sentía ninguna lastima por ella, Vanessa jamás sabría los infiernos en los que lo había sumergido.

    No sabría nunca las largas noches en los que su abandono era un dolor casi físico, ni las lágrimas que rodaron por la dura semblante del soldado, ni conocería la realidad de aquella vez en la que puso una pistola en su boca para terminar con la agonía de perderla. No pudo hacerlo. No tuvo el valor necesario, muchos otros días

    Tampoco sabría cómo el odio más profundo, suplanto el sentimiento que una vez le tuviera, este era su momento y Dios, iba a disfrutar cada segundo de él.



    La joven no podía contener su llanto. La verdad de todo aquello la desbordaba, la hacía vulnerable y ella odiaba ese sentimiento, como pudo levanto la mirada hacia Gedeón y dijo.

    • ¿Qué significa todo esto? ¿Acaso siempre fue una trampa?

    • ¿Vos, es decir lo que tuvimos… también fue una mentira?
    El agente del Mossad miro a la joven, si bien sentía placer al comprobar que la información que le había dado, había causado un profundo dolor en ella, odiaba la idea de que al dejarlo a él no hubiera sufrido así., lloraba por otro hombre, uno que él tenía la obligación de rescatar del mismísimo infierno.

    Le ofreció a Vanesa un pañuelo que ella acepto.

    • No, no lo fue, te amé más allá de lo que vos puedas comprender o imaginar, según recuerdo eso no te importo mucho a la hora de dejarme. En cuanto a tu esposo, él debía estar casado con una Israelí, así que no me extraña que se allá “enamorado” de vos, ustedes son tan para cual, se merecen ya que son los mismo.
    Las palabras de Gedeón eran como clavos en el ataúd de sus sueños, ella había abrigado la esperanza de que todo aquello, fuera una mentira, una confusión, pero la realidad de las palabras de aquel hombre la atraviesa, como la lanza de Longuinos penetro en el cuerpo de cristo.

    • No puede ser, esto no es verdad… y por favor decime, ¿Julio, está en peligro?

    • ¿Está vivo?
    Los labios de la joven temblaban al decir estas palabras, las noticias desde Argentina cada vez eran peores, miles de muertos, cientos de desaparecidos, las cadenas de noticias extranjeras apenas si podían transmitir, desde el país.se sabia de asesinatos de periodistas ya, lo poco que se filtraba hablaba de la barbarie más brutal.

    • Aún vive, deberíamos extraerlo en las próximas horas su contacto lo espera fuera de la zona de cuarentena, por lo que sabemos aún esta con vida. Pero debo ser totalmente honesto con vos, no existen muchas posibilidades de que pueda mantener ese estado por mucho tiempo. Tu… esposo es un agente de utilería, no tiene el entrenamiento necesario ni la edad para el profundo trauma que está a punto de vivir. La zona cero del sector de cuarentena ha sido bombardeada con napalm, una gelatina inflamable que destruye todo a su paso, no sabemos cómo es que el sigue vivo todavía. Solo que el rastreador que lleva en su cuerpo sigue activo. Realmente nunca creí que pudiera sobrevivir a esto.
    Vanesa aun aturdida por las palabras de Gedeón, solo pensó que aunque Julio era ahora un monstruo que apenas si conocía. Quería que sobreviviera a ese holocausto, necesitaba oír de su boca que todo esto era un error, en el fondo de su alma, ella sabía que el amor entre ambos no podía ser una mentira.

    Mario suspiro, le dolían las manos, por tantear la sólida pared de concreto, en la oscuridad era bastante difícil ver por donde ya habían controlado, la búsqueda era hasta el momento infructuosa, Mariano y Orue continuaban revisando hasta donde su altura les permitía hacerlo, cada centímetro de aquella muralla, fue entonces cuando una forma peluda paso sobre la mano del mayor Orue. Instintivamente el oficial retiro de aquella superficie sus dedos, en las sombras, alcanzo a ver como el fétido animal se metía en su madriguera. Era un hueco de unos 10 centímetros de ancho y la misma cantidad de alto. La rata, había escavado en el concreto seguramente durante días, para estar a salvo de cualquier predador, el instinto de estos roedores los obligaba a proteger a su prole de posibles inundaciones y otros peligros, Orue escucho el agudo chillido de las crías, al acercar su rostro a la hendija en el muro.

    • Lo encontré
    Dijo con aire de triunfo. Un grito de alegría surgió desde las profundidades de la caverna, el oxígeno no duraría más que unos minutos y todos sabían lo que eso significaba, no habría más oportunidades.

    -Es la hora de la verdad.

    El mayor hablaba con una seguridad que no tenía.

    • Por favor cúbranse, la explosión será muy fuerte. En este ámbito cerrado podría romperles los tímpanos, las esquirlas van a volar por todas partes, como metralla. Les sugiero que se coloquen boca abajo con las manos sobre los oídos y la boca abierta.
    Clara y Martina asintieron en silencio más para ellas mismas que para los demás, las palabras de Orue eran hipnóticas, la joven tomo a la asustada docente, Clara tenía miedo, en realidad estaba horrorizada, poco importaba que Mariano estuviera allí, durante toda su vida había crecido entre algodones, no estaba acostumbrada a nada de lo que había vivido en las últimas horas. El horror absoluto, la sangre, los muertos y mutilados, recordó a Roberto, y la vida que era su vida. Su esposo estaba postrado en una cama de hospital sin saber nada de lo que había pasado, él vivía otra realidad que nada tenía que ver con este infierno, Clara cerró los ojos y por un instante rogo poder volver a ese mundo.

    Martina en cambio sentía la adrenalina correr por su joven cuerpo, había vivido en estas últimas horas más emociones que en toda su vida, deseaba profundamente ver como terminaba la historia, pero más deseaba que continuara, su espíritu rebelde y aventurero se sentía a gusto en el desastre, vivir.. No solo transcurrir… pensó la joven y además estaba Mario, ella había aprendido a amar al muchacho, de una manera desesperada, como si su existencia dependiera de él, con esa pasión y locura que solo los jóvenes entienden, el daría todo por ella y lo sabía, pero acababa de descubrir que donde el fuera, ella iría también.

    Julio se acercó a Mariano y Orue. El italiano temblaba, apenas si podía contener su pánico, nunca había pasado por algo así, hasta ahora solo había hecho trabajos menores para el mossad, entregar un paquete aquí o allá, ver a algún contacto en un país enemigo, pero nada podía prepararlo para lo que estaba viviendo.

    Tratando de tranquilizar su voz, sin mucho éxito, el europeo dijo.

    • Si sobrevivimos a esto hay algo que debo contarles.
    La frase paso inadvertida para el mayor, pero el agente de la SIDE supo de inmediato que lo que el arqueólogo les diría era importante, en su entrenamiento los tonos de voz son casi tan fundamentales como las palabras dichas.

    Orue coloco la carga explosiva con mano experta el explosivo plástico cubrió la abertura sellando todos sus bordes , luego los cables del detonador fueron introducidos en él, al retirarse, Orue comprendió que estos últimos eran demasiado cortos apenas unos pocos metros, supo entonces lo que debía hacer. Pensó en su esposa y su hija, ya había sido demasiado. Era hora del rencuentro.

    Por un segundo el instinto de supervivencia del soldado actuó, forzando su vista vio si había alguna opción que le permitiera salir bien librado de aquel dilema, no la había. Solo la inmensa realidad de la muerte se presentaba ante él. No dudo, tomo aire en sus pulmones y grito, mientras accionaba el interruptor del detonador.

    • ¡Cúbranse!
    La cueva se llenó de luz, como cuando un golpe impacta en el ojo. Fue un segundo y luego el rugido de la explosión los alcanzo. El mayor Orue, ni siquiera sintió cuando un gran trozo de roca le cerceno la cabeza. El resto de su cuerpo cayó atravesado por miles de impactos.

    El resto del grupo estaba a buen resguardo, el grito histérico de la docente fue la única reacción.

    Mario abrazo a su madre, dándole cobijo a su dolor.

    El polvo inundo el túnel, un sordo rugir de agua, lleno los oídos de todos. Ante su vista el arroyo entubado, era la mejor imagen que podrían ver, unas lámparas bastante alejadas ente si daban una luz diáfana a la escena. Mario se levantó despacio, su herida era un fuego quemándole la carne. Se apoyó lentamente en Mariano y sin decir palabra, ambos hombres se dirigieron al cuerpo del caído Mayor Orue.

    Había perdido parte de su ropa, en el lugar donde debía estar su cabeza había solo trozo de carne, huesos y sangre hechos girones, la tierra a medida que se asentaba convertía en un rojizo barro, el charco de sangre que se empezó a formar sobre el cuerpo inerte.

    • Era todo un valiente, apenas lo conocí pero salvo nuestras vidas tantas veces, que ni puedo recordarlo
    Dijo el joven, lágrimas de emoción corren por su sucio rostro. Apenas si puede creer lo que ha vivido, sabe en lo profundo de su alma que esta experiencia seguirá con el mientras viva. Mirando a Mariano por un segundo siente la conexión con el hombre frente a él, han compartido el infierno y eso los ha unido para siempre.

    Mariano solo dice, como epitafio a la vida del mayor Jose Orue.

    • Sí que lo era, un valiente que dio su vida por nosotros. Nunca lo olvidaremos.
    Los 5 integrantes de aquella agrupación de desdichados, hicieron un minuto de silencio en torno al caído oficial. Fue Mariano quien corto el momento diciendo.

    • Es hora de seguir avanzando. No podemos perder tiempo, ya es de noche según parece y debemos aprovecharla para escapar de aquí.
    Como las fauces de una bestia inmemorial y violenta, todo el conjunto traspaso casi arrastrándose la entrada del canal por el que circulaba el agua. Si todo salía bien unos cuantos kilómetros más adelante ese mismo arroyo desembocaría en el rio de la plata.









































    Capítulo 13.

    Más allá de la esperanza.









    Vanessa, esperaba sola en su habitación, en aquel viejo hotel de Israel, si bien sus padres vivían allí, sintió cierta vergüenza de quedarse con ellos, harían preguntas que la joven no estaba en condiciones de contestar. Su mundo como lo había conocido hasta ahora, era ya solo un feliz recuerdo. Debía enfrentar el hecho de que aquella persona que compartió su vida los últimos años, era un extraño conocido, la venda de sus ojos había caído y la joven mujer no sabía aun cómo reaccionar a esta nueva realidad.

    Pero de algo estaba segura, no iba a construir su futuro basada en una mentira, lo que más dolor le causaba era el hecho de saber que nunca más podría confiar en Julio. Y con eso en mente supo lo que debía hacer.

    Pero antes se aseguraría de que él estuviera a salvo, en cuanto de ella dependiera. No iba a permitir que el hombre a quien había dado su amor muriera sin luchar, no importaba que le mintiera, o la engañara, jamás podría odiar a Julio, demasiados buenos recuerdos no se borran por las palabras de un resentido ex.

    Ella lo esperaría, mientras existiera la posibilidad de que saliera con vida de aquel abismo.





    El viaje por el túnel era una pesadilla más de las que habían vivido hasta ese momento, igual el agua los refrescaba y a pesar de que no podían beberla era un alivio para sus cansados cuerpos, cosa extraña, Clara no había emitido un solo sonido desde la muerte del mayor Orue, Mariano iba a la vanguardia del miserable grupo de seres humanos, pero aun así estaba al tanto del silencio de la maestra. Julio se apersono a su lado y en voz baja le dijo.

    • Mariano, ¿qué piensa usted hacer cuando lleguemos a la desembocadura de este canal?
    El agente miro al europeo casi con lastima, descontaba que el ejército habría puesto trampas, minas o una guardia armada en la desembocadura del arroyo, es lo que él hubiera hecho en esa situación, no era un soldado de profesión pero conocía bastante de estrategia militar como para saberlo. Todos iban a morir, él lo sabía y de salir vivos de allí, ¿a dónde irían?

    Sabía que su padre estaba enterado de la misión de rescate que el hiciera, de hecho se lo había dicho el teniente Lesta antes de volar en pedazos, y Martin Méndez ante todo era un profesional, los grupos de tareas no dejarían cabos sueltos, irían por él y su familia donde estuvieran, no se detendrían hasta eliminar cualquier rastro de la masacre que habían cometido. Lo habían intentado los nazis en Polonia, los turcos con el exterminio armenio, los rusos en los bosques de Katyn, ninguno había tenido éxito jamás, pero la humanidad no aprendía de sus errores y Mariano supo que no tendría futuro para él o su hija en este país.

    • No lo sé, Julio, realmente no se ni siquiera como llegamos hasta acá.
    Julio sin dudarlo un instante. Busco entre sus harapos un pequeño estuche negro. Mariano lo miro intrigado y pregunto.

    • ¿Qué es eso?
    Julio esbozo una amplia sonrisa al responder.

    • Mi amigo, este es el boleto de salida de esta mierda.
    Julio, entonces le conto a Mariano, todo, de su reclutamiento por el mossad, de su esposa israelí, de la misión que cumplía en Argentina y sobre todo de los planes de extracción que tenían para él.

    • Comprenderá entonces que aún queda una posibilidad de escape.

    • He activado el detector que tengo en mi reloj pulsera apenas entramos al canal, el mismo se ha puesto en verde lo cual significa que nos esperan a la salida de este arroyo para conducirnos a un lugar seguro
    El agente procesaba la información, al ritmo que sus cansadas neuronas le permitían hacerlo. La salida del túnel estaba aproxima ya, el nivel del agua subía centímetro a centímetro, pronto deberían nadar si querían salir de allí.

    Sobre la costa del rio inmemorial, un lanchero transitaba su destino, de miseria y soledad, quizás como si las marrones aguas fueran el mudo testigo de su travesía, el pescador le cantaba una triste melodía guaraní. A su paso una bandada de urutaúes graznaba en el gris cielo de aquel día.

    Los juncos en las riberas del rio, enmarcaban su camino hacia las redes que había echado esa mañana, las sarmentosas manos del anciano las recogían como si acariciara de esa forma su destino, toda una promesa se abría ante los cansados ojos del hombre, mientras pequeñas gotas caían sobre la curtida madera del bote. Un pez se revolvió entre la maya embarrada. La lucha de aquel animal era titánica, mientras el oxígeno inundaba sus branquias trayendo la muerte.

    El barquero simplemente tomo un afilado cuchillo y sujetando al bagre por las agallas le abrió el vientre, dejando caer sobre el bote, las tripas del moribundo animal. La ciudad a sus espaldas ardía en llamas, y un espeso y oscuro humo negro se elevaba al cielo como la imagen misma del holocausto, que allí sucedía. La costa plagada de altos pajonales ocultaba un vehículo de transporte militar. El pescador se acercó remando despacio y como buen hombre de campo, saludo a los extraños militares apostados junto al camión. Una luz rojiza se dibujó en su frente, un segundo después, el rio de la plata recibió el cuerpo sin vida de aquel hombre. En la barca y a la deriva, solo el viejo bagre siguió su agónico viaje hacia la nada.

    -Sin testigos.

    Exclamo el que parecía ser el líder del grupo, mientras bajaba la mira infrarroja del fusil de asalto.

    El resto de los soldados asintieron en silencio, su objetivo arribaría en minutos desde la boca del desagüe pluvial que custodiaban hacia horas, ya habían despejado las trampas explosivas que custodiaban la salida, y los degollados cadáveres de 2 centinelas yacían ocultos en la frondosa maleza.



    Con el agua casi en la cintura, al fin llegaron a la boca de aquel acueducto, cien metros más allá, un camión militar estaba estacionado sobre la orilla del camino, un par de soldados advirtieron su presencia y corrieron inmediatamente hacia ellos, Martina instintivamente trato de volver al oscuro túnel. Pero su padre la contuvo. Los soldados se aproximaron a ellos, apuntando sus armas, Mariano vio la boca de fusil como un presagio de muerte sobre él, el camuflado militar pregunto.

    -¿Julio Carrizzo?

    El agente de la SIDE dijo.

    -No, no lo soy, él está adentro. Con los demás.

    Eran profesionales a todas luces, con un gesto, el comando, le indico a su compañero que trajera el vehículo y mientras el soldado a paso vivo corría a cumplir la orden. Esbozo una amplia sonrisa, bajo el arma y en un castellano con bastante acento comento.

    • Shalom, ahora están ustedes bajo la protección del estado de Israel.


    Sin perder tiempo, Mariano reunió al resto del grupo y le comento las palabras del arqueólogo. Una luz de esperanza brillaba en los jóvenes pero Clara seguía en su transe. Nada de lo que decía Mariano parecía importarle. Fue Martina quien hablo por ella y Mario.

    • ¿Qué debemos hacer, papá?

    • No entiendo, solo quiero ir a casa y estar con mamá.
    El padre miro a su hija con una infinita dulzura y le dijo.

    • Martina, si tu madre ha tenido suerte, no está en casa, seguramente los grupos de tareas que hicieron este desastre ya han ido para allá. Le ruego a Dios que aun este viva, pero dudo que así sea, sé que es terrible lo que te estoy diciendo amor, pero no podemos subestimar la capacidad de estos genocidas, en este momento lo único que cuenta es ponerte a salvo. Ella lo querría así. Una vez que allá logrado eso, te juro que moveré cielo y tierra para dar con el paradero de tu madre, hija.
    La joven estallo inmediatamente en llanto, el abrazo de su padre fue un consuelo agradecido por ella, Mario la miraba mientras en su cara se dibujaba una mescla de odio y rencor.

    • Hijos de puta, hijos de puta, hijos de puta.

    • ¿Y mi padre, señor? ¿Que pasara con él?

    • ¿Está vivo?
    La voz del joven temblaba de venganza, el dolor de Martina era algo que no podía soportar, y la idea de perder a Rodolfo, lo torturaba.

    Clara salió de su ensoñación y se acercó al grupo.

    • ¿Si, que pasa con Rodolfo?
    Mariano no pudo dejar de notar el desesperado pedido de la maestra, simplemente los miro a los ojos y sin preámbulos observo.

    • El debería estar bien, no los buscan a ustedes, así que no hay lazos con su padre que puedan afectarlo, además si lo hicieran, simplemente porque vos estás conmigo.
    Dijo mirando a Clara.

    • No lo hubieran hallado en su casa, ya que él está internado en un hospital y los ingresos del mismo no se hacen en forma cibernética, con lo cual no hay manera de ubicarlo.

    • Así que descuento que eso no paso.


    Mario no soltaba a la acongojada Martina, sus fuertes brazos se convirtieron en un círculo protector donde la joven podía calmar su dolor.

    Un gesto de alivio se plasmó en la madre y el hijo. Pronto todos estaban sobre el camión cerrado, con todas las insignias del ejército argentino, los soldados les dieron agua y eso les permitió recobrar algo de lucidez, Julio y los jóvenes trataban de dormir mientras ellos estaban en el rincón opuesto de la caja hablando casi en un susurro.

    • ¿No estas mintiendo verdad?

    • Jamás lo hice con vos.
    Dijo el cansado hombre a su lado, mientras la abrazaba.

    El camión se detuvo en un galpón , los soldados bajaron y para sorpresa de los ocupantes empezaron a cambiarse de ropa, Julio se acercó a ellos y entablaron en voz baja una conversación, los gestos y ademanes del italiano no dejaban lugar a dudas, discutía por sus vidas con los oficiales. El que parecía estar a cargo hablaba por celular y luego le paso el aparato al arqueólogo, que en un idioma desconocido gesticulaba frases con tono de enojo. El comando volvió a tomar el teléfono y Mariano vio como asentía una y otra vez.

    El italiano se acercó al grupo y sin dudarlo dijo.

    -Es hora de tomar una decisión, mis amigos, acabo de conseguirle asilo político en el estado de Israel, iremos a la embajada donde se recuperarán de sus heridas y luego podrán viajar con documentación falsa como integrantes de la misión diplomática que abandonara su país en los próximos días. La oferta solo estará abierta por diez minutos, el gobierno Israelí no quiere meterse en un problema diplomático con su gobierno, pero gracias a mi gestión ha comprendido no solo que no estaría vivo de no ser por ustedes, si no que han sobrevivido al virus, quizás alguno de ustedes tenga la inmunidad para una vacuna o algo así.

    Todos se miraron entre si un momento, Mario abrazo a Martina y dijo.

    -Donde ella valla iré yo, señor. La vida o la muerte la enfrentaremos juntos.

    Martina le dio un profundo beso, sin su madre aquí, ya no tenía sentido quedarse e interiormente ella comprendía que su padre no descansaría hasta encontrarla.

    Necesitaba la distancia para olvidar el horror.

    Clara miro a su hijo con el corazón destrozado, pero sabía que lo mejor para él, era escapar del infierno en que se había convertido Argentina.

    -Te amo hijo pero esta vez no iré con vos, aún tengo que buscar a papá. Solo te pido que te comuniques con nosotros en cuanto las cosas se calmen.

    - así lo hare mamá.

    Dijo el joven, mientras clara no dejaba de besarlo.

    Julio se retiró en silencio, odiaba las despedidas. Mario miro a su madre y comprendió que debía hablar con Mariano, acompañado de Martina los dejaron solos.

    • Perdón, pero no puedo, él me necesita. No puedo abandonarlo. No sé si está bien, entendeme por favor.
    El cansado agente recordó cuanto amaba a esa mujer he inmediatamente comprendió que ella jamás seria suya, los lazos que la unían con Rodolfo eran más fuertes que la pasión que sentía por él, no podía pedirle nada, supo en ese instante que la había perdido, más allá de toda esperanza, su travesía llegaba a su fin, y con ella también su historia. Acaricio el sucio rostro de la mujer por la que sin dudar hubiera dado su propia vida, un mechón de pelo ocultaba la intensidad de sus ojos negros, y desde la más profunda tristeza le dijo, sabiendo que no abrían más palabras.

    • Sé que alguna vez va a haber un mundo donde un amor como el nuestro pueda existir, sin que nada ni nadie lo impida.

    • Sé también que alguna vez vas a ser libre del Karma de llamarte Clara Maldonado y de la vida que te toco.

    • Sé que no existe un solo día donde no te piense, donde no te necesite, donde no te amé.

    • Sé que siempre estarás en mí, en cada parte de mi alma, grabada a fuego como esas cosas que no podemos alcanzar.

    • Y principalmente se, que nada podrá cambiar lo que siento por vos, más allá de cualquier cosa. no imagino un mundo donde no existas, sos mi vida no son solo palabras amor, es una declaración de principios, a tu lado siempre, en el lugar que vos me des, pero siempre.

    • Te amo. Clara, Rodolfo estará bien y vos también lo estarás. Junto a él.

    • Mi vida se ha vuelto un desastre y he descubierto que el verdadero amor, no es ni más ni menos, que abrirle la puerta al otro para que sea quien es en realidad.

    • Por eso quiero que sepas y entiendas, porque no habrá otra ocasión para decirlo, que jamás me arrepentí de haberte conocido, volve con él. Clara, el amor nos une, pero la vida nos separa, ya tuvimos nuestra oportunidad y la dejamos pasar, A veces hay que saber cuándo cerrar una puerta que ya no lleva a ninguna parte. Recorrer un camino siempre significo abandonar otros. No podemos recorrerlos todos, ya que si lo hiciéramos lo más probable es que no recorriéramos ninguno.
    Clara miro a Mariano, agradeciendo en silencio que el comprendiera las cosas que no se animaba a decirle, cuanto la conocía aquel hombre, y que gran amor le había tenido. Lo beso tiernamente en los labios, sabiendo que ese sería su último beso, la joven docente supo entonces que lo amaría para toda la vida, no importara lo que sucediera, pero debía enfrentar sus fantasmas y no armaría una vida con Mariano abandonando a Rodolfo, no podría jamás con la culpa, no iba a dejarlo en un hospital, nunca podría mirar a los ojos a Mario si lo hiciera. Por un momento una sombra de duda se cruzó en su mente.

    ¿Por qué la vida se empeñaba en separarla de Mariano? , pensó Clara mientras sus manos rodearon el cuello del agente.

    -Te amo.

    Dijo mientras sus labios se abrieron como una ofrenda, esta vez el beso fue dulce y lento al principio, los agrietados labios del agente, se posaron en los de Clara, reconociendo su aliento, probando el sabor de su respiración, acariciándolos, sus manos se hundieron en su pelo, sus bocas llenas de flores, se ahogaron por un breve instante al absorber el gusto a fruta madura del otro, instantánea muerte bella, los cuerpos tiemblan, se niegan a separarse, en un esfuerzo sobrehumano la pareja se aparta, lento como si el dolor de toda una vida se uniera en su destino.

    Ninguno mira atrás.

    Ella, se despidió de su hijo y de Martina, el dolor de la partida era calmado por el hecho de saber que Mario iba a estar seguro. Los jóvenes fueron escoltados hacia un ala del depósito donde los esperaba ropa limpia y un baño caliente, por turnos todos se dieron una ducha y cambiaron sus prendas, para no despertar sospechas.

    Mariano vio a Clara por última vez mientras la docente salía del viejo edificio. Más para él, que para ella, el cansado agente dijo.

    - Yo no sé desde dónde, hacia dónde, ni cuándo regresarás... Sé sólo que te estaré esperando. Siempre…

    La noche cubría con sus sombras, el movimiento de la ambulancia que trasladaba a los desventurados fugitivos hacia la embajada de Israel en la ciudad de Buenos Aires, las calles desiertas eran custodiadas por enjambres de soldados, en ropa camuflada, nadie presto atención al grupo que viajaba escoltado por el Humvee del ejército.

    La mejor manera de esconder algo es hacerlo tan evidente que nadie imagine que se quiere esconder, pensó Mariano al ver como el blanco edificio diplomático se presentaba ante él. La seguridad armada, abrió los portones de par en par para permitir el ingreso de los sobrevivientes. En un garaje cerrado a la vista de todos hicieron su descenso los adolescentes, el joven estaba desmejorado, exhausto por su fuga, y cansado por la pérdida de sangre, temblaba profusamente sostenido del hombro de Martina, Mariano no había emitido más que monosílabos desde que Clara se fuera, el dolor físico que sufría no era nada en comparación al que sentía en el alma.

    Perderla, otra vez, ¿cómo había pasado eso? sin quererlo recordó un poema que alguna vez leyera, era simple y no podía saber quién era el autor, pero decía algo así.



    Y si acaso la vida nos golpea,

    Con la fuerza feroz de su locura.

    Solamente nos demuestra que desea,

    Probar si tenemos la bravura.

    De armar el destino, a nuestra forma,

    De ser huella, ser camino, ser historia.

    Ser el que todo lo transforma,

    Convirtiendo su derrota en mi victoria.

    No ha nacido quien no sea dueño,

    De lograr lo que merece si se esfuerza.

    Nadie puede aprisionar tu sueño,

    Nadie tiene con vos esa grandeza.

    Si retrocedes, si te caes, si te duermes,

    Ese jamás es el fin de la batalla.

    Una pausa no es final, ni es un fracaso,

    Como no está muerto quien desmaya.

    Si buscamos el futuro nos perdemos,

    Y del pasado ya no somos dueños.

    Solo es el presente que tenemos,

    El lugar donde explotan nuestros sueños.







    Recordar estas líneas, le dio cierta tranquilidad, el maduro agente sabía que la historia con Clara no terminaría, mientras alguno de los dos estuviera con vida. Solo Julio Carrizzo miraba sin ver por las ventanas de la embajada, las llamas, que como si se tratara de las bíblicas ciudades de Sodoma Y Gomorra, se remontaban al cielo, gruesas columnas de fuego se levantaban incontrolables tras los vallados límites del gueto. Iluminaban la noche transformándola en día. No había luz en las inmediaciones, ya que la destrucción del sector de cuarentena había traído aparejado el quiebre de algunas redes de electricidad ubicadas en el interior del mismo.

    El arqueólogo solo estaba un poco asqueado de toda la situación vivida, debería darle un cambio a su vida cuando volviera a Italia, Vanessa debía estar al borde del colapso, habría visto por los noticieros lo que sucedía en la ciudad y él no había podido comunicarse con ella en días.

    La puerta del salón donde se encontraban se abrió ominosamente mientras, un servil empleado de la representación política les dijo en un perfecto castellano.

    -¿Podemos ayudarlos de alguna manera?

    La cara del hombre denotaba lastima, pero no había ninguna animosidad en su voz. Julio fue el primero en hablar.

    -Un teléfono por favor.

    Fue lo único que atino a pedir, debía hablar con Nápoles de inmediato.

    -Lo siento, señor Carrizzo pero eso es imposible, dígame con quien desea comunicarse y veremos si podemos hacer llegar su mensaje, evidentemente el estado argentino está utilizando algún tipo de control sobre la telefonía y la internet. En kilómetros a la redonda no hay más comunicación que la que hacemos vía Handy. Aun así déjeme ver que podemos hacer, ¿algo más?

    El arqueólogo se acomodó en el cómodo sillón en el que estaba sentado y casi con displicencia dijo.

    -No, solo quisiera saber cuándo nos vamos de este país horrible.

    Mario y Martina asintieron en silencio conscientes de que su vida como la habían conocido hasta hacia unos pocos días atrás había desaparecido. Aun así los jóvenes estaban unidos por un sentimiento único que transformaba todo a su alrededor en una gran aventura de amor, la idea de empezar una vida juntos en un país lejano, no hacía más que acrecentar la sensación de estar viviendo una historia sin final.

    Solo por un momento La joven adolescente pensó en su madre, Micaela no podía estar muerta, ella era una mujer joven y hermosa. Su corazón le decía que ella estaba bien. Martina abrazo a su padre mientras pensaba que él no permitiría que nada le pasara.

    • Tan pronto se recuperen un avión de las líneas aéreas del Israel nos sacara de acá.

      Fue la lacónica respuesta del empleado.

      La recuperación de los heridos fue rápida, más que nada tenían un extremo cansancio, Mario y Mariano fueron conducidos a un sector de la embajada donde médicos del hospital Israelita revisaron sus heridas, los facultativos estaban sorprendidos por el tamaño y la profundidad de las heridas del agente.

    • Realmente no me explico cómo pudo avanzar tanto con este cuadro.

    • Debe haber sido un dolor terrible, hasta que los nervios colapsaron. La adrenalina fue su salvación, de otra manera jamás hubiera llegado hasta acá. En cuanto al joven, no es menos sorprendente su rápida recuperación, la herida en su cabeza cicatriza normalmente, y la de su pierna no presenta infecciones a pesar de la falta de asepsia sufrida,

      Comento el doctor Roseblun a su colega.

      -Indudablemente han tenido una gran suerte.

      Dijo el otro médico a su interlocutor.

      -Y van a necesitarla para salir de acá.

      Fue la profética respuesta.





















      Capítulo 14

      Por aquellos que amamos.



      La ciudad de buenos aires despertó aquel día, solo para ver las ruinas en las que se había convertido su sociedad, las gavillas de militares uniformados irrumpían en las casas sin ningún plan aparente, muchos utilizaban este medio para sus propias venganzas personales, los grupos de tareas destruían todo a su paso. El golpe de estado producido por la propagación de la PA no hacía más que consolidarse, pronto los generales se dieron cuenta que sin la intervención de la casa blanca, podrían perpetuarse durante años en el poder, periodistas, profesores intelectuales, todos caían en las fauces de la represión, cualquiera que tuviera pensamientos subversivos era condenado en forma sumaria al pelotón de fusilamiento. El grupo de refugiados en la embajada de Israel, preparaba su partida de un país que les resultaba ya extraño. Los servicios de noticias estaban vedados, solo viejas películas y marchas militares inundaban la programación de los canales de aire, los de cable habían sido erradicados de todas las grillas televisivas. La ciudad sangraba y con ella todo el país, las atrocidades cometidas debían ser indefectiblemente escondidas al común de la población. Una tarea que no se dejaría inconclusa. No debería haber testigos de la matanza realizada, los jerarcas sabían que de ser así en los futuros juicios que algún día se realizarían por crímenes de lesa humanidad, tendrían una mayor posibilidad de salir indemnes. Nadie quedaba con vida que pudiera ser un peligro para el futuro, no había filmaciones de ninguna índole y el hecho de haber librado al mundo de su aniquilación les daba a los militares una sensación falsa de seguridad, con el correr del tiempo el país retomaría su normalidad y aquellos países que influenciaron con su silencio el holocausto seguramente no se convertirían en los jueces de aquellos que lo perpetraron.

      Micaela corrió por el pasillo del viejo hotel donde con nombre falso se había registrado, recordaba aun la escena vivida pocos días antes, la llegada a su casa preocupada por las inquietantes noticias del golpe, como había escapado del grupo de tareas que la fue a buscar, solo por un milagro, recordaba el llamado oportuno de su hermana diciéndole que su madre estaba muy enferma y como apenas por unos minutos evito la turba que irrumpió en su casa destruyéndolo todo.

      El infierno en que su vida se convirtió en el preciso instante en que presa del pánico huyo sin destino alguno.

      Mariano una vez le dijo que si era necesario, tenía una suma de dinero en una casilla de correo, ella le dijo que era un paranoico pero aun así, aprendió de memoria el número de la misma y la dirección del correo de la ciudad de Garín, un suburbio industrial en la zona norte del conurbano bonaerense.

      En la pequeña casilla de madera Micaela encontró todo lo que Mariano le había dicho y más, allí había uno serie de pasaportes falsos con su nombre y los de su esposo he hija. Una abultada suma de dinero y un teléfono con el nombre “contacto para salir del país”, escrito. Solo llamar en caso de emergencia o de mi muerte.

      Mariano siempre fue un hombre previsor y ella lo sabía, dudaba que estuviera con vida aun, pero debía encontrarlo y a su hija.

      Ella era quien más la preocupaba, supo que estaba en medio del infierno, pero no era este el momento de llorar, la mujer tomo todo lo que había en la gaveta y salió en busca de su destino.

      El grupo dentro de la embajada partió esa misma mañana, Mariano solo pidió un teléfono y dejo un mensaje grabado en el contestador de su contacto diciéndole que si su esposa le preguntaba por él le dijera que estaba a salvo, con su hija en el extranjero. Era todo lo que podía hacer aunque estaba seguro que Micaela estaba muerta. El recorrido hasta el aeropuerto fue interrumpido por varias patrullas armadas que controlaban los accesos al aeródromo internacional.

      Sus pasaportes diplomáticos les abrieron camino rápidamente, mientras los delegados de otros países menos influyentes eran inspeccionados en forma exhaustiva.

      Una vez sentados en el avión Gulfstream G200 de la EL AL airlines los 4 sobrevivientes de Holocausto Argentino, como se conocería más tarde, la semana trágica que hundió al país en la noche del totalitarismo más absoluto, al fin pudieron relajarse, desde la cabina ambientada para 8 pasajeros, se podía observar los poderosos motores turborreactores Pratt & Whitney Canada PW-306ª, en plana acción.

      De a poco la pequeña nave empezó su recorrido por la pista 3 del aeropuerto internacional de Ezeiza, en ese momento Martina comenzó a llorar apoyada en el hombro de Mario, el joven la abrazo en silencio, sabía lo que estaba pasando por la mente de la muchacha. Y aunque podía entender su dolor, también era cierto que estaba a su lado para ayudarla en cuanto fuera necesario, por un segundo recordó que sus padres aún estaban vivos y esa sola idea fue suficiente para tranquilizarlo, tenía por delante un largo camino por vivir y comprendía que para los días venideros ese camino debería ser recorrido con suma fortaleza.

      Sin dudarlo tomo el rostro de la joven y acariciando su cabello le dio un suave beso en los labios.

    • Siempre voy a estar para vos, amor. Más allá de cualquier trance, sabe que contas conmigo, como yo cuento con vos, y eso vida mía, me transforma en indestructible.

      Martina solo atino a sonreír, no podía entender como alguien de tan poca edad pudiera decir las palabras correctas en cada oportunidad, se acurruco en los brazos de su amado y por un segundo interminable supo que nada podría pasarle mientras estuvieran juntos.

    • Te amo.

      Balbuceo antes de caer en un profundo sueño.

      Mariano observaba por la ventanilla de la nave, el rio marrón que se extendía bajo el avión, perdía poco a poco su color para convertirse en el mar Argentino, atrás quedaba el infierno y la incertidumbre de no saber su destino, aún tenía a su hija y eso le daba una sensación de seguridad para enfrentar su futuro, pero lejos del estruendo de las explosiones y las llamas, por primera vez desde que su vida soñada se convirtiera en esta terrible realidad, pudo pensar con claridad.

      Micaela posiblemente estaba muerta, pero no sabía si eso era así, quizás por algún milagro pudiera haber sobrevivido y entonces buscaría la salida, como él le había enseñado, del país, era una mujer joven y valiente, sabía que no importaba cuanto tiempo llevara ella encontraría la forma de reencontrarse con él y su hija. Pero debía ser honesto con el mismo. Aceptar que Clara había cambiado su vida para siempre, no pudo evitar recordar el momento vivido en la sala de comando, el cuerpo desnudo de la docente, su fuego…

      Pero ella lo había dejado, aun amándolo, prefirió la seguridad de su esposo que vivir la aventura a su lado.

      Por un instante pensó en su propia soledad y en cómo había terminado en ese vuelo, nunca se sabe que traerá la marea, dijo mientras sus ojos se cerraban.

      Julio solo quería hablar con Vanessa, el italiano sabía que la joven estaría desesperada, aun debía llegar a Israel y dejar el estuche que celosamente llevaba consigo, luego llamaría a su esposa y tomaría el primer avión disponible para volver junto a ella, en la bahía de Nápoles. Era hora de decirle la verdad, la amaba y solo deseaba compartir con su esposa el resto de su vida, quizás tener un “bambino” o 2, ya había amasado una pequeña fortuna trabajando para el Mossad, era hora de terminar con esa doble vida, la prueba de Buenos Aires era todo lo que necesitaba para darse cuenta de lo mucho que necesitaba acabar con toda esa mierda.

      Había visto tanta devastación, tanta muerte, las imágenes se sucedían una tras otra con la locura de un caleidoscopio terrorífico e inimaginable, el arqueólogo observo sus compañeros de viaje y dio gracias a Dios por haberlos cruzado en su camino, nunca olvidaría al mayor Orue. Ni lo cerca que la muerte había pasado, de conquistar su existencia.


      Vanessa Vidal tomaba su tercer te en el hall del Aeropuerto Internacional Ben Gurion, nerviosa espera la llegada de su esposo, no ha podido comunicarse con él, en semanas, sus sentimientos libran una dura batalla en su interior.

      Las aerolíneas que operan en Ben Gurión utilizan tres de las cuatro terminales de pasajeros existentes. La Terminal 3 se utiliza para vuelos internacionales, la Terminal 1 para vuelos regionales, y la Terminal 2 para vuelos de aerolíneas de bajo coste. Asimismo, el aeropuerto dispone de tres pistas de aterrizaje y se utilizan conjuntamente para operaciones de aeronaves comerciales, privadas y militares.

      Justamente en esta última es donde la joven Israel, analiza los pasos a seguir, el vuelo aun tardara horas, un cigarrillo tras otro matizan la espera. Desde dentro de su bolsa el inconfundible sonido de su teléfono celular la saca de sus pensamientos.

      Contesta rápidamente, nerviosa, hace días que apenas duerme, sabe que cuando el avión aterrice la vida como la conoció hasta ahora terminara para ella, un mundo nuevo de soledad se abre ante la joven mujer, no va a perdonarle a Julio su mentira, no va a ser capaz siquiera de mirarlo a los ojos.

      - Hola, ¿quién habla?

      - Soy Gedeón, Vanessa, te informo que en el avión que está arribando por el sector militar, esta tu esposo. Realmente espero, que lo recibas como el héroe que es.

      La frase irónica del agente no pasa desapercibida para la joven, que humillada ni siquiera contesta las burlas del soldado. Simplemente cierra la tapa de su celular y lo guarda en el interior de su bolso.

      En ese preciso instante las puertas de acceso al hall central se abren y un grupo evidentes extranjeros hacen su arribo. Tras una joven pareja un alto y apuesto hombre de mediana edad aparece hablando con Julio.

      Las piernas de la joven apenas la sostienen, es el demacrado y algo desalineado pero es el. Julio Carrizzo, solo él puede lograr ponerla en ese estado de rabia contenida

      El italiano la divisa en su visión periférica, ante el la imagen misma del paraíso se abre pero inmediatamente comprende que la ha perdido. Si Vanessa esta en ese aeropuerto eso significa que lo sabe todo, sus sueños de dejar el mossad se desvanecen el calor del desierto israelí. Mariano observa al arqueólogo que considera ya su amigo y le dice.

      - ¿Qué pasa Julio?, estas pálido

      - ¿Estás bien?

      Julio lo atraviesa como si no existiera, con la mirada y se aleja del agente de la SIDE lentamente, pero luego toma fuerza su caminar y de pronto se sorprende corriendo hacia Vanessa, la joven mujer apenas si puede reaccionar, al verlo, Julio se acerca a ella y se detiene en seco ante la mirada glaciar de su esposa.

      - Vanessa, hablar sin decir nada es un arte que no domino, he conocido el peor de los mundos, y he sobrevivido, sé que soy el enemigo ahora, pero también sé que te amo más que a mi propia vida, todo absolutamente todo lo que hice lo hice por nosotros, dame la oportunidad de explicarte, escúchame antes de hacer con tu cerebro, lo que tu corazón no quiere hacer, por favor, dame la oport…

      Vanessa mantiene el silencio pero su joven mano tapa la boca de italiano.

      - Sé que sos el enemigo, maldito, y vas a tener que explicarme muchas cosas, pero para mi desgracia, amo al enemigo, y no hay nada que no haría por nosotros.

      El beso que sigue es desesperado, agónico, casi sin aliento. Las bocas y los cuerpos parecen querer fundirse en uno solo, la joven entiende que ese hombre ha destruido todas sus barreras y a sobrevivo, no hay forma en que pueda evitar amarlo, no importa lo que el haga, ella lo acompañaría hasta el fin del mundo. Los amantes se separan y solo en ese momento Julio ve a sus compañeros de aventuras.

      Mario, Martina y Mariano observan a la pareja desde una distancia prudencial, han podido escuchar la conversación de ellos, y una gran sonrisa se dibuja en las caras de los adolescentes, Mariano en cambio solo dice en un lastimoso italiano.

      - Usted debe ser Vanessa, encantado de conocerla, Julio me ha hablado de usted todo el viaje, siento como si ya nos conociéramos, su esposo señora nos salvó la vida, a mí a mi hija y a varias personas más, debe sentirse orgullosa. Soy Mariano Ivo Méndez



      La joven se ruborizo ante la mirada de aquellos ojos esmeraldas, y recobrando la compostura se acomodó el pelo, que cubría su rostro, agradeció sus eternos anteojos oscuros, no hubiera podido ocultar lo nerviosa que la ponía el argentino.

      - Encantado, de conocerla...

      - El placer es mío.,

      Se sorprendió diciendo la joven, Julio irradiaba felicidad para el todo había terminado ya, las muestras del virus viajaron en valija diplomática y en este momento estaban camino al laboratorio de armas biológicas que el estado de Israel “no” posee en Haifa.

      - No seas modesto Mariano, vos también salvaste mi vida varias veces, la adorable señorita de allí es Martina su hija y su novio Mario, en este momento son perseguidos políticos, y están bajo la protección del estado, pero solo en los papeles porque oficialmente están muertos.

      Dijo El arqueólogo, produciendo una sombra de tristeza en la mirada de Martina, las palabras lea devolvieron a la realidad, era un paria, sin nombre y sin país, sus amigas sus parientes, todo se había perdido, una sensación de abandono la embargo y sintió una necesidad increíble de un abrazo maternal, nada quedaba en ella de la joven soberbia y engreída que había sido, el horror de los días vividos la habían transformado para siempre.

      Mario capto con esa sintonía que tienen los amantes el cambio de humor en Martina, y la abrazo una vez más.

      Vanessa se acercó a la joven y tomándola de las manos le dijo.

      -Estos hombres… no saben nada de mujeres y creen que las conocen, veni conmigo princesa yo voy a cuidar de vos, este es un hermoso país, ya vas a descubrir que no extrañaras tu tierra, todos aquí somos extranjeros, la comunidad argentina es numerosa y está bien arraigada.

      Las lágrimas en los ojos de la adolescentes empezaron a correr sin control, la niña-mujer solo pudo balbucear un

      - Gracias, gracias por su amabilidad señorita.

      Gedeón Hash, observaba la escena desde una cabina que dominaba el sector, sus puños crispados sobre la baranda de protección, estaban blancos por la falta de sangre que la presión de los mismos ejercían sobre la baranda. Nada había salido como él lo planeo, si Vanessa o Julio hubieran visto la mirada de aquel hombre, su momento mágico se habría perdido para siempre.

      La rabia más absoluta cruzaba la cara del veterano, por un minuto tubo la tentación de tomar su arma, pero lo contuvo el saber que no importara cuanto tiempo llevase, el ejecutaría su venganza.

      - Juro por todo lo sagrado que conozco, que ustedes no serán felices, jamás.

      La frase, como una sentencia acompaño al pequeño grupo mientras se dirigían a la salida del Aero-puerto.


      Clara había perdido todo contacto con la realidad, debía llegar donde su esposo Rodolfo la esperaba, no sabía cómo iba a informarle todo lo que había sucedido en estos días, él estaba en un estado lamentable, sabía que cuando supiera el destino de Mario, movería cielo y tierra para tratar de encontrarlo, es más quizás eso pusiera en peligro la vida de su hijo, ya que el joven no figuraba en ninguna búsqueda de los grupos de tareas, pero si alguien empezaba a husmear por allí, eso podría despertar sospechas, la sola idea le había dado nauseas, cuando al fin llego a su casa la mujer se metió de lleno en la ducha, no importaba cuánta agua corriera por su cuerpo nada podía lavar el hedor de la muerte, esa segunda piel malsana que la envolvía desde que escaparan de aquella pesadilla, Clara tomo un pesado toallón de un mueble ubicado en su baño y se restregó fuertemente la piel, como una autómata se dirigió a su cuarto y se metió desnuda en la cama, estaba exhausta, inmediatamente cayó en un profundo sueño donde se mezclaban las imágenes de los horrores vividos y de Mariano y su cuerpo desnudo haciéndole el amor. Despertó luego de lo que parecían minutos, miro su reloj y comprendió que había dormido casi 16 horas, luego de tomarse una gran taza de café, se maquillo y salió al encuentro de su esposo, la decisión estaba tomada, su esposo nunca sabría que Mario aún vivía, no al menos hasta que su hijo estuviera totalmente a salvo de los carniceros, Rodolfo tampoco debía saber nada de Mariano y Martina, una mujer tiene muchos secretos, solo le diría que él estaba en el centro de la epidemia, cuando todo sucedió, y eso no era una mentira, ya encontraría la forma de explicarle en el futuro que sucedió en realidad, mañana será otro día, pensó la docente mientras se subía a su auto con rumbo al hospital, solo habían pasado unos días desde la última vez que se vieron y sin embargo, parecían toda una vida, pronto Clara comprendió que todo había cambiado, el camino se abría paso ante ella era sinuoso y oscuro, por primera vez en mucho tiempo, la incertidumbre golpeaba su existencia, no sabía que iba a suceder, su vida que hasta hace unos pocos días era tan perfecta se había destruido, una profunda arcada sorprendió a la joven mientras conducía, apenas pudo detenerse y el vómito, le inundo la boca, ola tras ola de bilis la torturaron, parecían no tener fin, pronto todo paso, una sensación extraña de alivio vino con el fin de su episodio.

      - ¿Qué me sucede?

      Se dijo más para hacerse compañía en la soledad de la ruta, que por la pregunta en sí.

      No había estado así, desde su último embara…

      Por Dios, ¿podía ser posible?

      No había tomado ningún recaudo en su relación clandestina con Mariano, ni siquiera había pensado en la posibilidad, de quedar encinta nuevamente, tenía casi 40 años, estaría loca si avanzara con esto, sería una locura, como justificaría ese bebe con su esposo, hacía meses que Rodolfo no cumplía con sus obligaciones maritales, no es que el no quisiera pero Clara no sentía deseo por su esposo, y ahora él estaba internado y no sabía cuándo saldría de allí, la docente enfrentaba un laberinto sin salida en su vida, como sea pronto necesitaría un milagro para avanzar por él.

      Los kilómetros fueron pasando en una sucesión alucinante de patrullas y retenes, militares, Clara comprendió que a ella nadie la buscaba, aunque pudo observar como algunos ciudadanos eran bajado por la fuerza de sus vehículos y conducidos a punta de fusil a camiones aparcados a la vera del camino.

      Vanessa Vidal acompañada por Julio, Mariano Y los jóvenes llegaron hacia la amplia casa que el matrimonio Carrizo utilizaba en sus visitas a Israel, atrás había quedado el frio hotel, la llegada de aquellos invitados hacían más llevadera la difícil situación por la que atravesaba el matrimonio y les daba tiempo para no tener que hablar sobre las mentiras de Julio. La joven israelí era una excelente anfitriona, y eso se veía en la forma en que había preparado una cena de platos típicos del medio oriente para agasajar a sus refugiados, la charla era algo banal al principio y luego cada uno conto sus experiencias en el gueto. Los ojos de la joven se llenaron de lágrimas al escuchar a Mario y Martina relatar su paso por el infierno. No podía evitar ponerse en su lugar y se preguntaba de donde habían sacado aquellos casi niños las agallas para sobrevivir.

      Mariano permanecía en silencio, hundido en su propio mundo, pensando como haría para seguir su vida en un país extraño, sin trabajo, con una hija y ahora un hijo que proteger, Israel es un estado peligroso y él lo sabía, los jóvenes deberían ingresar al ejército, tal como lo dicta la política de inmigración del país, por un periodo no menor de 4 años, y él ya era algo viejo para ello. Volver a la Argentina no era una opción, al menos no mientras una junta, militar estuviera en el poder.

      Serian cazados como animales si ponían un pie en la patria, ahora era un enemigo del estado, apenas sintió en su hombro la mano de Vanessa un estremecimiento corrió por su columna vertebral, no pudo evitar notar la paz que había en esos ojos oscuros, el color de la tez, de la joven era cobrizo y brillante, el sol del desierto suele dar esa tonalidad a la piel de los habitantes de aquel lejano país.

      Vanessa no pudo evitar sentir cierta ternura por Mariano, el abatido hombre despertaba sentimientos extraños en ella, a pesar de estar enamorada no le era indiferente como había luchado por su familia, por su amor, y por la vida de su hija.

      -Eso es un hombre

      Musito para sí misma involuntariamente, mirando a Julio, a sabiendas de que él solo escapo y mintió para sobrevivir.

    • Por favor Mariano, acepte usted esta copa, es Bailys y es un licor irlandés que me encanta, y sé que lo necesita.

      El agente de la SIDE acepto de buena gana la invitación, algo dentro suyo le dijo, que no había muchas cosas a las que no accediera si ella se lo pedía.

    • Realmente muchas gracias.

      Sus manos hicieron contacto. Y tardaron un segundo más en separarse que lo normal, nadie en el salón se dio cuenta de ello.

      Cada cosa ocupaba paulatinamente su lugar y como un huracán que todo lo destruía a su paso, las vidas de aquellos seres estaban unidas en un destino común, donde cada uno de ellos debería aceptar que estaban, mas allá de la esperanza.




      FIN
     
    #1
  2. MARIANNE

    MARIANNE MARIAN GONZALES - CORAZÓN DE LOBA

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    Le he editado el título, según las reglas establecidas por los dueños del portal, no se permite el uso de mayúsculas en los títulos, esto conlleva a una sanción.

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    #2

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