Más allá del infinito

Me adentro en lo eterno, sobre el sendero,
donde el tiempo se funde con la quietud,
el alma, sin peso, se torna un lucero,
vagando serena en su plenitud.


No hay límites, solo vasto camino,
ni muros que frenen mi leve aliento;
es un vuelo libre, sin un destino,
tan puro y sutil como el mismo viento.


El infinito se abre en mi pecho,
un cosmos que pulsa dentro de mí,
y cada latido me da su hecho,
la vida es un eco reflejo de tí.


No hay miedo, no hay lucha, no hay pulso,
solo un suave río que sigue su danza;
lo incierto ya no causa mi desconfianza,
mi ancla es la calma, mi hogar el impulso.


Camino entre estrellas, luz que acaricia,
la oscuridad ya no es sombra ni abismo;
la eternidad se vuelve mi caricia,
el universo es parte de mí mismo.


¿Qué importa el pasado? ¿Qué el porvenir?
Si ahora soy todo, eterno en mi ser.
No hay nada que logre hacerme morir,
pues en mi esencia está todo el poder.


Más allá del cielo, más allá del suelo,
resido en un todo que nunca se agota;
mi espíritu danza, libre y sin duelo,
en un amor vasto que nunca derrota.


Desde esta cumbre que no tiene fin,
miro hacia abajo y lo comprendo todo;
lo que es, lo que será y lo que fui
soy un instante en el eterno nodo.


Más allá del infinito, soy llama,
soy chispa del cosmos que nunca apaga;
un reflejo puro que en su fulgor ama,
y en su quietud, su verdad propaga.