Me había acostumbrado

Poco a poco me había acostumbrado al vaivén,
acoplado al devenir de los cambios que iban de lo armonioso a lo furibundo,
de lo divino a lo profano,
y por impulso me sumergí en aquel espejo
más de lo que en realidad podía.
En el umbral que está entre lo que deseaba y lo que tenía
pedí con ansias un lugar
donde no llegase el oleaje,
una isla diminuta,
donde todo fuese todo mío,
sin recuerdos, sin pasado.
Pero, no nade lo suficiente y me hundí, me hundí.
En el delirio de la muerte, causado por el agua salada y el sol,
fui de bauxita y un metal maleable,
no tenía pulmón, ni lágrimas, ni piel y menos aún: corazón.
Deseaba volver a mi rudimentaria vida mediocre,
aunque sabía que quería más, necesitaba más y merecía más.
Quería volver, pero no pude ¿Aun estoy a tiempo?... ¿de que?
No es necesario decir adiós para despedirse.
Las olas me llevaron lentamente a la orilla,
no supe que vino después de mi acompasado vaivén.

 

hermoso poema, cautivador en su nota nostalgica marcado ya con un rumbo, pero a su vez incierto si sera una salvacion o sera si ir a las profundidades del mar, te felicito un buen poema, hasta pronto muchos saludos.

 

La idea de la incertidumbre, la tensión entre opuestos y la melancolía fueron los elementos escogidos para construir la deriva a la que hace referencia mi poema.
Omar gracias por tu comentario. Un abrazo