¿Me perdonas, cariño?

¿Me perdonas, cariño?​

-¡Otra vez! ¡Consuelo! ¿Dónde están las gafas?, estoy cansado de decir que no las muevas del sitio donde las veas… ¡Qué manía tienes de recoger siempre y no mirar lo que puedes o no tocar! Me tienes harto, de verdad, y esto va a tener que arreglarse de algún modo… ¡Me escuchas?¿ Se puede saber dónde las has guardado?

-Cariño, no tengo ni idea. Te aseguro que no las he visto.

-¿Cómo? ¡No te oigo! Si vinieras aquí y te preocuparas un poco más, igual lo solucionamos mejor.

-Ya voy, ya voy… A ver… pero, jajajjajaja

-¿De qué te ríes? Encima con recochineo. Te digo la verdad, si esto vuelve a pasar, por supuesto después de que al fin pueda encontrar las dichosas gafas, me pensaré muy mucho tomar decisiones para terminar con este asunto… Me voy al salón, ¡espero que aparezcan pronto…!

Pasan diez minutos…

-¡Consueloooo! ¡He… recuperado la vista! Es increíble y a la vez misterioso… Te das cuenta Consuelo, ¡ya no necesito gafas!

-Sí, y habrá que ir al médico para que nos diga cómo ha sido posible.

-Desde luego cariño, y ahora mismo. Vámonos y esperamos al final de la consulta como si fuera una urgencia.

-No sé si nos atenderá; pero si quieres ve tú delante y ahora me acerco yo.

Enrique se encamina al ambulatorio y por el camino saluda a varias personas.

-Hola, Eduardo. Ya no necesito gafas, voy al médico para hacerle saber lo que me pasa y que me diga algo al respecto.

La mujer de Eduardo cuchichea algo al oído de su marido, pero este sabiendo el carácter de su amigo, le interpele con mesura para no levantar mal ánimo en Enrique.

-Muy bien, Enrique. Me alegro mucho hombre. Espero que todo vaya estupendamente. A ver qué explicación te dan. Hasta luego, que pases un buen día.

-Hasta luego, Eduardo. Señora…

Enrique llega al ambulatorio y es atendido inmediatamente, dada la hora, y también a los pocos enfermos para ser atendidos…

La mujer de Enrique, una vez en la administración sanitaria, encuentra al médico y le pregunta por su marido.

-Doctor, ¿y mi marido?; le dije que se acercara para hablar con usted, pero no lo he visto por aquí.

-Mire, señora, ya he hablado con su marido, y lo he enviado a casa.
Enrique va a tener que ser ingresado, al menos durante una semana; por prevención y para estudiar su caso. ¿Ha intentado agredirle alguna vez?

-No, no, doctor, nunca. Eso sí, a veces se pone hecho todo una fiera por tonterías…

-Ahí, ahí es donde quiero ir a parar.

-Y bien, ¿dónde y cuándo debe ser ingresado?

-Mañana, y sin falta, deben acudir al centro de rehabilitación para los afectados del síndrome de óptica inclusa.

Al día siguiente, Enrique y Consuelo acuden al dicho centro, donde son atendidos y les dan número para el registro, así como el pasillo y la sala donde esperarán el turno para el ingreso. Cuando acceden al pasillo leen un letrero que reza: Revisión. Y en la puerta donde les esperan para el ingreso: Los que llevan las gafas puestas.