Médicos sin Fronteras.

“Con 60 euros al mes trata a un niño enfermo de Sida”.
Este y otros reclamos de Médicos sin Fronteras (MSF) nos hacen sentir que todavía hay alguien que se preocupa por los más necesitados, lejos del sentimiento caritativo cristiano, que parecía tener el monopolio al respecto y que no siempre es profesional y eficaz.
Dos han sido los cometidos principales que MSF ha llevado a cabo en el 2016: Emergencia en Gaza y el Terremoto de Ecuador.

En Gaza los combates de 2014 han dejado huérfanos a 1.500 niños. Y en el terremoto de Ecuador, hay 2.200 profesionales trabajando sobre el terreno. Han llevado agua a 17.000 personas. 260.000 han sido atendidos por los servivios sociales. 66.000 han tenido material escolar. Y 32.000 apoyo psicosocial.

En total hay 2.200 médicos sobre el terreno trabajando en los lugares más perdidos con MSF. Que trabajan en 60 países. Y en 2015 eran 4.000 los trabajadores totales de MSF.
La ayuda de ACNUR en Ecuador también ha sido fundamental.


Y yo que soy un médico frustrado. Periodista de profesión no renuncio a realizar sobre el terreno un reportaje sobre el trabajo de estos valientes que desafían peligros y no temen nada.

 

Me hice socio durante la epidemia de ébola, pensando que ellos de verdad lo combatían con eficacia y en primera línea, dentro de sus posibilidades y no pude pasar de largo. La lista de actividades y situaciones críticas en las que prestan apoyo es muy larga. A mí me ha impresionado especialmente su labor rescatando refugiados y sus esfuerzos por mantener asistencia sanitaria a poblaciones en lugares en conflictos bélicos donde no solo no se respeta el derecho humanitarios, sino que deliberadamente se eligen hospitales como objetivos.

Para mí ya no es solo la labor que hacen, también es la manera en que informan y denuncian y con eso me ayudan a ser más consciente del sufrimiento en el mundo y con ello acercarme un poco más a algo que pueda llamar humano sin vergüenza.

En el último año he llorado más por los muertos de Kunduz que por otra cosa. Soy ateo, pero a veces siento que quiero rezar y encomendarles a ellos, a gente como ellos, pues no son los únicos, la salvación del alma.