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Mellizas

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Cris Cam, 24 de Abril de 2019. Respuestas: 0 | Visitas: 586

  1. Cris Cam

    Cris Cam Poeta adicto al portal

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    Hombre
    Mellizas

    Así era el trato entre Marisol y Alejandra, compartían el nudo de ser hermanas mellizas, de haber nadado el mismo agua de lunas, compartiéndolo todo, los mismos pechos maternos, los mismos juegos, el mismo aula, en la que jugaban a la otra casi siempre con éxito. Pero el destino les tendió una trampa. Se enamoraron, del mismo hombre y lo compartieron.

    Al principio fue un perverso juego adolescente, de saber como era posible que ese hombre que les enrulaba el pelo con el índice, que les besaba suavemente el cuello, que las amaba hoy suavemente y mañana las montaba salvajemente, no sospechara que no era uno sino dos los corazones de sus desvelos. Pero una mañana aconteció lo que debía. El hombre descubrió el engaño, se cubrió de vergüenza y tramó una feroz venganza.

    “Pónganse de acuerdo a quien debo amar” dijo.

    Hubieran dicho, como siempre: “Adivina quién está o fuera bicho, fuera”. Pero la piel, la maldita piel, las traicionó. Tuvieron un leve intento de seguir con el juego, pero pronto comenzaron a distanciarse. Ese cordón invisible que las mantenía atadas comenzó a secarse.

    Por primera vez se miraron con odio y remordimiento, desprecio y nostalgia. Por la mañana estaban resueltas a terminar con esa estúpida imposición, pero por la tarde cuando el sol encendía los ventanales de la buhardilla, la piel se les incendiaba en las mejillas, como cuando una rosa las rozaba cada tarde. y por la noche las quemaba el frío anorgásmico. Se sentaban entonces en sus camas, se enfrentaban las miradas un largo rato, jugaban al espejo en insultos impensados, se hipnotizaban. mutuamente en una guerra de ojos grises, sin siquiera levantar la palma del borde del colchón. Estiraban la mano mecánicamente y apagaban la luz sin despedirse. El cielo raso se llenaba de a ratos de improperios, jadeos y sollozos. Alguna noche trataron de enfrentarse cabello a cabello, diente a diente, curva a curva, aforismo a aforismo, para saber cual era la mejor, pero ganaba el silencio.

    No sabían cuando terminaría la lluvia. Hasta que una mañana descubrieron al hombre de mirada sorprendida, con otra mujer, no tan hermosa, no tan pícara, no tan audaz. Simple e inocente. Y vieron en los ojos del hombre un brillo que no había tenido con ellas. Las miró y les dijo adiós con la mano, con la misma mano con que les desabrochaba la blusa. Corrieron al living y descolgaron el almanaque para arrojarlo por la ventana.

    Jamás volvió a llover y jamás volvió a salir el sol. Los peatones de las veredas rosas, a veces, estiran el cuello para ver a través de la ventana, pero nunca saben a quien ven, algunos sostienen que es una sola, otros aseguran haber entrado a la casa celeste y haber visto su habitación con las camas eternamente paralelas. Una pulcra, la otra siempre deshecha, cuando ellas, según dicen, se trepan al tejado y juegan a las escondidas con los gatos.
     
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