Metafisica de mi muerte

Esa mujer me miraba
a todas horas,
me acechaba,
confabulaba contra mi necesidad
de andar vivo por la vida,
se apropió de mi tiempo capital,
desmenuzó el presente,
me negó la libertad
de proyectarme,
guillotinó mi futuro;
me arrastró nauseabundo
por las calles
a su imagen y semejanza,
colgando mi mano de su dedo mano,
anclado, silente, desarticulado;
como a un crío zombi
me llevaba,
como a un ave pútrida,
como cachorros en la acequia,
con el corazón en descomposición
y la cabeza resquebrajada,
como a un hijo pródigo
donde todo sabor es amargo…

Silenciosa madre
que de ti heredé
el amor de cristal
con que ahora te miro,
donde me recibes,
donde descanso impertérrito
y con las manos cruzadas
en el inmenso vacío
con que me has llevado,
acosadora madre
con tu millar de hijos
que a tu casa de tierra
con sedas blancas hoy me arrastras
y me quieres sepultar.