Mi añeja alma gemela.

Dulce como un grano de azúcar, y a la vez rígida como las piedras.

No hay calidez que se le parezca cuando te acobija entre sus brazos, ni frialdad alguna cuando necesita corregir tus errores.

No podría haberte imaginado mejor, sos la imperfección más perfecta que he conocido.

Soy tan afortunada al tenerte.

No hay nada como tu cariño, tan puro tan sincero.

Mi deseo es tu eternidad, pero el cielo te merece como el ángel más puro. Espero que ese momento tarde mucho tiempo en llegar. Nunca me prepararé para perderte.

Te amo con todos tus defectos. Trato de imitar todas tus virtudes, sos mi ejemplo de mujer.

Gracias a la vida, que me a honrado con un ser tan puro, tan tierno.

Gracias por amarme sin condicionarme.

Te amo, más que ayer y sin dudas mañana te amaré el doble. Hasta la eternidad.

A ti, mamá.

 

La calidad de la obra excepcional y la inspiración magnífica.