Mi casa

Mi casa

Mi casa se parece mucho
a algún soneto. Duermo sobre
un lecho de versos. Me nutro
de las palabras. Sueño estrofas
en la ventana. Aprendo el mundo
instalado en rimas. Los pájaros
acuden al balcón, me traen
poemas de mañana. Intuyo
mi sombra entre canciones. Suelo
reconocerme en el reflejo
con el que los endecasílabos
traducen mi desconcertado
amor por el ritmo, también
llamado nuestra vida. Asciendo
por la sinuosa pendiente
de los alejandrinos. Bajo
a la gruta del sentimiento
y advierto vetas de sentido
en la penumbra. Estoy tumbado
entre libros que me hablan, dicen
cosas que yo repito en esta
voz que parece mía, pero
es aglutinamiento de otras
voces que no se fueron nunca.
Y mi casa es como un soneto
que a veces canta, aunque las más
de las veces no puede sino
recuperar el llanto, antigua
nostalgia de los muertos; tiempo
sabiéndose este digno esfuerzo
de nuestra raza, hermosamente
enamorada de su adiós,
de este incomparable fracaso;
derrota sublime, la mágica
victoria del que entrega todo
cuanto tiene por ser instante
floreciendo porque sí, por su
fuerza de amor inexplicable;
relámpago, fulgor, un círculo
de perfecta locura. Somos
eterna y bella despedida.

 

Eterna y bella despedida.
Entonces, quieren marcharse.
Muy bien...
¡ Renacuajos ! Cobardicas.
Como dirían los noruegos de Ahá: Stay ! ( Permanece, tío ).

 

Tengo que agradecerte tu constancia. Has soplado las velitas?