Mi duda. Soneto a voces.

La duda me sorprende corrosiva
oliendo en desazón y en arrebato;
la duda me dispara su alegato
hiriéndome la fe que vive arriba.

En plena confusión la duda activa
la fuerza que refuerza su mandato;
la duda se complace todo el rato
en darse un poco más a quien la estiba.

Con ella se recela de uno mismo
y todo sólo es simple conjetura
envuelta en el corsé de un silogismo.

La duda te empobrece la estatura
y el cielo se desangra en el abismo.
y el hombre se atraganta de cordura.

 

Querido compañero poeta. Lo bueno es que con los años ya no le cabe duda a uno de qué pata cojea. Que lo disimule es otra cosa. Me estoy volviendo adicto a tus sonetos con estas resurrecciones. Abrazos.

 

Muchas gracias, Melquiades, por andar por mis versos. Nada permanece oculto todo el tiempo. Los años ayudan a descubrirlo, tanto lo de afuera como lo de adentro. También se descubren los grandes disimulos. Abrazos.