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Mi Primera Vez ( Extracto de relato)

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por Rey de la Patagonia, 27 de Julio de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 2863

  1. Rey de la Patagonia

    Rey de la Patagonia Poeta adicto al portal

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    Era el 3 de Marzo del 85 en la madrugada, era el día en que ingresaba a la enseñanza media. Según recuerdo debo haberme peinado cien veces de manera diferente, revisado mi maletín otras cien y darme mil vueltas por la casa esperando inútilmente que avance el reloj.
    Eran las siete de la mañana y sin más paciencia corrí a la calle hasta la casa de mi vecino y amigo Marcos que vivía alguna casa más allá.

    En esos tiempos uno se pasaba a buscar o a dejar, Marcos tampoco había podido dormir en espera de los misterios que el 1ro medio reservaba para los dos. El nerviosismo podíamos observarlo el uno en el otro ya que ese verano todas las fantasías de la básica había tomado forma, habíamos crecido y los Jumpers ya no significaban lo mismo para nosotros, las redondeces de nuestras vecinas tenían otro sentido ya no éramos más niños y nuestros ojos tenían otros objetivos.
    Celebrábamos cada pelo nuevo que nos crecía, cada cambio era informado y presumido frente a los que nosotros aún considerábamos más niños que nosotros. Este era el primer paso para transformarnos en adolecentes, sin duda alguna y era la gran oportunidad de relacionarse convenientemente y tal vez convertirnos en hombres finalmente.

    El tramo hasta la plaza no lo notamos, corríamos en parte para llegar al fin frente al portal de nuestro ansiado otrora, Liceo Fiscal. EL gran mito estaba allí y formábamos parte, teníamos un uniforme y una insignia en el pecho para acreditarlo, eran las 07:40 y formábamos un cerrado grupo de 2 frente a otros cientos tan temerosos como nosotros, pero, no era miedo, no , era ansiedad, era entusiasmo era el principio de la adolescencia, era orgullo, éramos por fin parte de uno de los dos liceos de Coyhaique.
    El proceso académico siguió su curso normal, pero ni Marcos ni yo fuimos parte de él y solo estábamos ocupados en la observación sistemática de nuestras compañeras y acaso en reconocer algún vecino que formara parte al igual que nosotros de la comunidad escolar.

    Todo era mágico todo era nuevo, el patio, el gimnasio, el patio techado, las salas de clases, el quiosco , los wafles que llegaban en las mañanas en el canasto de un personaje que cariñosamente llamábamos MAGILA , en directa alusión al personaje de dibujos animados Magila Gorila.

    Reconocer a nuestros primeros profesores fue después al entrar a clases y la primera nota también, Marcos y yo quedamos en cursos diferentes y solo aguardábamos la salida para contarnos y contar como monedas las miradas colectadas en los recreos y en las clases.

    Primera nota al menos para mí pues la profesora de castellano nos practico un primer tés de diagnostico para evaluar el nivel de grupo curso. Lo curioso es que a mí no me pregunto nada de verbos o del sujeto de oración, ni si había comprendido la lectura, ,me dijo que me veía grande para mi edad, que si realmente tenía 15 años, y si era “virgen”. Comprendía perfectamente que significaba esa pregunta y entendía que había un abismo de diferencia en contestar si o contestar no, la gomina se consumió en mi cabeza, en los breves segundos que demoro el proceso mental para elaborar mi respuesta, “no, no soy virgen” seriamente respondí y lo ¡ era!, mentí, si mentí descaradamente, jamás me había comido una rosca ni siquiera la había visto, excepto en algunas hojas de revista que de alguna manera mágica llegaban a nuestras manos como hojas que impulsa el viento. Mi profesora aprecio mi seguridad ante mi respuesta que me separaba de los niños y me dijo “eres todo un hombrecito entonces”, si orgullosamente asentí con la seriedad de un orador en un funeral. “Puedes sentarte Claudio, tienes un 7” y mientras me dirigía a mi asiento me dice, “ una cosas más, ¿ estás pololeando?, sabía que era una respuesta igualmente trascendente en esas circunstancias, “ no respondí” y nuevamente mentí, pues si tenía polola.

    Tener polola en esos tiempos era como tener una goma con olor a frutilla, no se ocupaba se guardaba y si intentabas borrar tampoco servía. La moralidad corría en torno al romanticismo exacerbado y acompañado de un respeto irrestricto a las partes pudendas y redondas y sobre todo a los pliegues de la polola, solo nos estaba permitido el néctar de los besos sin lengua en alguna esquina cerca de la casa de la fémina. Uno podía pasarse horas en eso realmente debajo de la escarcha besando y besando, realmente hace frio en Coyhaique y llega un momento en que no puedes retener los fluidos nasales ni contener los tiritones del cuerpo, pero uno seguía en virtud de ese calor que siente entre las piernas, esa sensación compensaba el entumecimiento cerebral que puede provocar la exposición a 15 grados bajo cero a la intemperie y sobre todo la esperanza de rosar algo, si, algo que sea, el más leve atisbo de esas tres partes prohibidas que llama y nombra solo el instinto. Era un pololeo funcional no instrumental , se podía mirar, imaginar, pero jamás tocar, pero era según uno mismo, creo hoy en día sinceramente que los pavos éramos yo y los otros varones que tenían el privilegio de tener polola, ya que según recuerdo siempre después de las fiestas podía perfectamente suceder, pues en la dejada se llegaba a un nivel de calentura que era capaz de derretir el hielo donde pisabas, pero , uno llegaba hasta ahí y el día lunes de clases era el día de los “casi” y si acaso tenias la suerte de haber tenido en tus manos un pechito , eras el centro de atención de todos. Era el Casi me Salió Extremo el más cercano de todos, el que le conllevaba besos más su a garrón de tetas.

    Quince años y virgen anónimo porque para los amigos no, cada uno inventaba sus propias historias de sexo descarnado de fines de semana o repetía la que le habían contados parientes o algún amigo de 4to medio o más osado que nosotros. Un día de esos muchos lunes en el recreo de las 11 de la mañana llego un amigo al que llamábamos Paco, por Francisco un compañero de curso que nos cuenta y nos trae pruebas de que ya no era virgen y según el al tener sexo se te tenía que cortar una telita que unía el glande al prepucio, los demás y yo no miramos a los ojos y se nos dibujo en el cara la pregunta ,sin decirla por supuesto ¿qué telita?, todos entendimos que ignorábamos todo al respecto, pero, nadie se animo a admitirlo y cuando Paco nos pregunta y “ ¿se les corto la telita a ustedes también? Y casi en coro respondimos , ¡ claro a caso tu no sabias¡, con Marcos esa tarde y camino a casa discutimos el tema y no logramos descubrir la famosa telita hasta llegar a la casa, cerrar la puerta de nuestros respectivos dormitorios y proceder al escrutinio físico de nuestros inexpertos genitales.

    Cada nueva fiesta era por cierto una oportunidad, aquellas fiestas donde uno llegaba con el cassette preparado en la canción precisa, con un paquete de Advance o Viceroy en los bolsillos y alguna que otra botella de Vodka Naranja o Cherry y algunos casos el trago del evento era Grapa con un jugo en polvo. Yo podía pasar el con jugo de melón, los demás sabores es mejor no recordar.
    La polola en mi caso no tenía permiso para salir, yo salía igual cuando podía o me arrancaba por la ventana por que el permiso con mi padre era cosa delicada. La fiesta era siempre un modelo conocido, se hacía en una casa a la cual le sacaban los muebles del comedor, se le ponía alguna ampolleta de color y se convocada a alguien que tuviera buena música y buenas mezclas.

    Los invitados llegaban de a poco y casi podría decir que de manera puntual, todos se ubicaban afirmados a las paredes sin hablar, el más osado fumaban y levantaban los cuellos de sus camisas y arremangaban sus mangas en señal de estar preparados para la acción. Siempre pasaba algo con la música que impedía que la fiesta comience, las miradas se dirigían al equipo y al controlador que ostentaba unos fonos gigantes que le permitía operar el equipo con doble casetera casi como se tratara de una nave espacial.

    De pronto los primeros acordes sonaban y Tarzan Boy inundaba el ambiente e invitaba a la vez al cuerpo a moverse, ya hubo tiempo para seleccionar la bailarina, ya hubieron miradas, ahora solo faltaba crear el valor para invitarla a bailar. El miedo enconado que se sentía al imaginar un NO., era casi doloroso y paralizaba al menos los primeros tres intentos de ir por la niña, para esto la canción ya iba a la mitad o ya terminaba, ósea, estaba sonando el tema, que nadie se niega a bailar y no, no, era case imposible que alguien inaugurara la improvisada pista de baile. Por otro lado el Vodka Naranja o la Grapa con jugo en polvo hacia su trabajo en los ánimos de los parroquianos, de pronto el primero decía no, ese tema no me lo pierdo e invitaba a bailar a su objetivo primario, si este decía que no, el secundario y así comenzaba todo, luego de eso todos se animaban a formar esa inolvidable fila para bailar, porque bailábamos en fila entonces, no sé hasta hoy. No obstante habían personas que no podían vencer el miedo al “no” y se pasaban toda la fiesta apoyado en la pared y saliendo y entrando por la puerta.
    Yo bailaba e iba a por todo, junto a mis amigos Moisés, Víctor, Rodrigo y Mauricio y Marcos. Cada fiesta una posibilidad y cada fiesta al final de la noche nos decía que no.

    Mi polola asistía al el mismo colegio que yo, en otro curso. Los días lunes y en el primer recreo me cortaba y terminaba nuestra relación. Manejaba información que no podía manejar acerca de mis andanzas en busca de la flor los fines de semanas, simplemente no podía saber, pero, sabía.
    Fueron inconvenientes que discutía con mis amigos, pero, como, ¿cómo sabe? , si este fin de semana ni siquiera salimos y nos quedamos en la casa de un amigo, pero el lunes siguiente igualmente se enteraba de todo.
    Después de 4 de estos lunes entre terminar y volver finalmente terminamos.

    Se acercaba Junio y el invierno se anunciaba implacable. Por una decisión de la dirección del colegio la jornada de la mañana se cambio para la tarde y los 1ros y 2dos disfrutábamos de las tardes de invierno y de los beneficios de la oscuridad.

    Yo seguía sin aprender nada en castellano, pues mi profesora solo hablaba conmigo de la vida y me ponía puros 7 en la libreta de notas. Una tarde de Junio me convoca como siempre a su escritorio y al lado de ella, nunca al frente y me dice “Me mentiste” , “ Tu si estabas pololeando”, “profe, estaba, bien dice usted, ahora ya no”. Bien dice ella, “sabes yo tengo auto, te parece que esta tarde te lleve a tu casa pues realmente hace frio, espérame en la esquina de la plaza Prat a las 19:00 horas”. Para mí el auto no era novedad, mi padre tenía dos e incluso asistía a clases algunas veces en uno de ellos pero acuñe en mi mente la secreta esperanza de una relación con mi profesora y que me enseñara por fin el único verbo que me interesaba en ese momento conjugar.
    La hora esperada llego y ella paso por mí al lugar señalado, la plaza Prat, “uff que frio” exclamo cuando abrí la puerta del Subaru Statión Wagón de color azul, yo al sentarme y acomodarme guarde un religioso silencio.

    Las fiestas eran un verdadero campo de estrategia militar, en donde todos diseñábamos planes según iban concurriendo las variables definidas previamente. Las posibilidades se estratificaban de acuerdo a las probabilidades de campo, el plan se iba ajustando en la medida de un Hola bien contestado, si había o no beso en la cara al saludar, si te decían que si a la primera vez que sacabas a bailar al objetivo, de la buena onda que hacías con el que controlaba la música y las luces, nunca podías preguntar el nombre al primer baile este era de estudio, se hacía como que no se miraba, pero, se miraba. Al terminar se hacia una breve pausa en espera de la próxima canción y bastaba un gesto o mueca para seguir con la siguiente canción. Este era el momento de dar el segundo paso, preguntar el nombre en un clásico “Como te llamas” yo me llamo tanto. En que colegio estudias, la segunda pregunta, “oye y… estas pololeando”, según la respuesta el baile seguía hasta la tercera canción si la respuesta era no. Hay había que parar y volver a la observación de campo, ser más bien indiferente y mirar de reojo o encargar la observación al amigo cómplice de turno, la cuarta canción no se consideraba y si alguien más la sacaba a bailar y le decía que no, era el momento de hacer la entrada triunfal, llamarla por su nombre e invitarla nuevamente a bailar si te decía que si , era tuya. La alegría y la atención de ahí en adelante eran especiales se daba dedicación exclusiva a la fémina y solo quedaba sacar el cassette del bolsillo y pasárselo al que manejaba la música justo en donde se había rebobinado para obtener precisa dosis, de Emanuel, Jose Luis Perales, Los Pecos y otros grandes de la época. La idea era cantar la canción bailando el lento o tararearla, palabras existían pocas, solo la cercanía y la forma de abrasarse daban los indicios para el gran final recorriendo poco a poco la distancia entre la oreja y la mejilla y una vez cerca de la comisura de la boca venia una espacie de movimiento que alejar el calor y acomodarse para el beso de 10 segundos del final de la canción, si te seguían besando después de terminado el tema era para coronarse como ganador. Generalmente uno abandonaba la pista de la mano y significaba sin duda que la irías a dejar. Ese era el plan, ahora de resultar como se esperaba era otra cosa y dependía de cada cual, a mi generalmente me resultaba.

    El momento del fin de la fiesta era en primera instancia un inventario, por un lado estaban aquellos que terminaban acompañados y por otro los que tenían que volver a casa acompañado de los amigos o de las amigas. Los acompañados se dirigían a un destino desconocido y la vuelta a casa era solo, pero eran otros tiempos y la delincuencia era poco conocida, los delitos más bien provenían del hambre o de la ira y económicos.

    Ese era el momento que en realidad era el momento del casi ,y a veces uno volvía a casa con muchos besos y unas manos por aquí y por allá y nada más que eso y así se seguían sumando las historias que contar y los innumerables casi me salió de la tertulia estudiantil del día lunes.
    Siempre era delatado los días lunes, por una razón o por otra según ya les comente mi polola siempre conocía al detalle mis andanzas y no podía saber.

    Dentro de mis amigos empezó a expandirse la duda y la desconfianza y decidimos tomar parte en el asunto para determinar quién era el soplón directo sobre todo en mi directo caso.
    Dentro de mis amigos contaba a Mauricio un adolecente de 16 años que según supimos después tenía una hermana gemela llamada Yasna en el curso donde estudiaba mi polola, no podía ser otro nadie más gozaba de tanta cercanía con ella y lo enfrentamos, le contaba nuestros secretos a su hermana y luego ella se los transmitía en detalle a mi encrespada polola que no hacía otra cosa que esperar el primer recreo del Lunes para terminar la relación casi platónica que manteníamos.
    Mauricio nos juraba de rodillas que luego de levantarse cada día domingo almorzaba y se iba a Puerto Aysén a un internado donde estudiaba y que prácticamente no se veía con Yasna su hermana. Luego del término ya no importo mucho la fuente y Mauricio volvió a la normalidad y se relajo en la amistad, sin embargo, nunca nos era posible hablar con Yasna en el colegio , ella no quería acercarse a ninguno de nosotros y tampoco jamás logramos verlos juntos. Cuando Mauricio estaba los fines de semanas y pasábamos por su casa Yasna se iba donde una tía al campo y cuando Yasna estaba en el colegio, Mauricio estaba en Aysén. La duda cada vez crecía mas y llegamos al punto de marcar el pelo de Yasna en el colegio porque de algún modo estábamos seguros de que eran la misma persona, pero a la vez eran muy diferentes, uno tenía el pelo corto y ella largo, bebíamos junto a Mauricio, peleábamos a veces a golpes, en el baño orinaba parado como nosotros, tenían voces diferentes.

    Yo fui el encargado de la misión de comprobación de identidad y en un acto en plan misión imposible logre colocar una marca de corrector de escritura justo detrás de la nuca de Yasna aquel día viernes por la tarde.
    Según el plan del fin de semana debíamos juntarnos todos a las 10 de la noche para revisar y realizar las actividades del fin de semana. Mauricio ya estaba en casa cuando pasamos por él y Yasna como siempre ya se encontraba en la casa de su tía. Un vez en su dormitorio Víctor le enfrento y le explico cuales eran nuestras sospechas.

    Junto a los acordes del ultimo casette de Soda Estéreo cuando sonaba Persiana Americana Mauricio revelo la verdad, no fue necesario interpelarlo ni revelar la treta de la marca que le habíamos realizado en la nuca aquella tarde , él o ella confeso por cuenta propia que Yasna y Mauricio eran la misma persona.

    Septiembre la llegaba a su fin y mostraba las más esplendorosa primavera y lo más cercano que estuve de perder mi virginidad fue aquella tarde de invierno en el Subaru Station Wagon de color azul de mi profesora de castellano.
    Nos dirigimos en dirección al centro de la ciudad y entre los dos se evidenciaba cierto calor y frio a la vez. En mi mente repasaba todo lo que había escuchado al respecto y trataba de imaginarme las formas y las maneras, mis cavilaciones fueron interrumpidas cuando ella me dice “ que te parece si salimos de la ciudad y vamos a dar una vuelta por las afueras y paramos en un lugar tranquilo para estar más cerca y conocernos mejor”, sentí en mi interior como se derretían las palabras en mi garganta y se convertían en agua en la boca, no era capaz de acomodar convenientemente mis cuatro extremidades y dejar de evidenciar un nerviosismo absoluto, total y dramático mientras esperábamos en el disco pare en aquella esquina que marcaba el limite cierto entre mi niñez y mi hombría. Conjugaría el verbo prohibido aquella tarde de invierno y lo haría precisamente con mi maestra de castellano. Ella seguramente tenia las cosas más claras que yo pues no podía tener más de 40 años en aquel entonces y yo 16 y meses, ella seria la guía sin duda y de ella dependería por unos instantes mi vida. Los minutos en esa esquina fueron interminables y un terror más poderoso que mi deseo carnal me inundo por entero.
    Hoy entiendo que fue el miedo a no saber qué hacer, ni siquiera como comenzar, ni como terminar, de haber dejado que mi instinto me guiara podría contarles hoy la gran experiencia que hubiera resultado de aquel encuentro húmedo y clandestino con las letras.

    Tuve que bajarme pues no se me ocurrió otra cosa que hacer. Ella en su condición de adulta seguramente comprendió los riesgos y no insistió en ningún sentido, ni jamás en los cuatro años siguientes se menciono el tema, ni siquiera con una mirada indiscreta que evidenciaría lo que los dos estuvimos a punto de hacer, jamás tuve que esforzarme en castellano y jamás tuve una mala nota y lo único que recuerdo aquella tarde es el intermitente del auto indicando que retomaba la avenida que llevaba al centro de la ciudad y los 10 minutos de parálisis que me mantuvieron parado en la esquina haciéndome cientos de preguntas a la vez.
    El destino no quiso que ella me hiciera conocer ese aspecto de la vida pero si llegaría la prometida antes de que termine Septiembre, era la primavera y me tocaba florecer. ( Continuara)
     
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