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Milico por un día

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Rey de la Patagonia, 24 de Abril de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 292

  1. Rey de la Patagonia

    Rey de la Patagonia Poeta adicto al portal

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    Solo había tres personas más delante de mí, estaba a punto de convertirme en un soldado conscripto al pasar por la peluquería del ejército. El proceso de selección no había sido capaz de descartarme y en cada instancia y puesto de control salía con un papel timbrado que me catalogaba como apto. Los sargentos y los cabos se paseaban frente a nosotros con un hambre singular de carne fresca y así nos lo hacía notar,en una fila, sin poder de decisión y solo sujetos a las instrucciones marciales que por primera vez todos escuchábamos.

    Era abril del año 1989 y la dictadura militar se encontraba cada vez más debilitada en la sociedad. Las voces del retorno a la democracia cada vez se hacían escuchar más fuerte y ya sin miedo, este era el año del plebiscito en donde Chile debía expresarse en el mes de octubre por el Sí o por el No juzgando con esto la continuidad del gobierno militar. Las voces como dije cada vez más potentes afuera, pero no aquí adentro en el regimiento éramos borregos conducidos a un nuevo destino hacia un año de servicio militar obligatorio.

    Dos personas más y yo sellaría mi destino en la peluquería y pensaba que a pesar de todos los esfuerzos hechos por mi padre, las influencias, las llamadas a los parientes militares ya no había salida. Recordaba en la fila que al segundo día de selección nos habían pedido llevar un lápiz de tinta color azul y yo no pude hacer otra cosa que olvidarme y ante la imposibilidad de llenar aquella hoja con preguntas personales acudí a un sargento previa solicitud de permiso para hablar , a pedirle un lápiz. El me miro de una manera poco cariñosa , metió su mano al un bolsillo del uniforme mimetizado, me paso el lápiz y me dice “ ya vas a caer en mis manos hijo de mil putas”, ese día en la fila de la peluquería estaba ahí y por un momento cruzamos la mirada y su risa de satisfacción me intimido. Era la peluquería la penúltima estación antes de uniformarse y en la ultima un cerro de uniformes sucios y botas que no estaban en par , solo tendríamos cinco minutos para uniformarnos según instrucciones, luego de eso estaría en las manos del sargento y del ejercito inevitablemente.

    Eran las 8:45 Am cuando se acerca a nuestras filas un oficial de dos estrellas y exclama con viva y potente voz marcial , ¡ Felix Chible, Cristian Cayún y Claudio Subiabre, un paso al costado derecho del la fila¡, los que éramos lo hicimos y ahí quedamos a la espera de instrucciones, ¡ Vista al frente ¡ mando el oficial, señores, dice, “han sido eximidos de realizar su servicio militar obligatorio y este será reemplazado por un año de servicio en la defensa civil donde tendrán que concurrir cada día sábado a recibir instrucción militar, por lo tanto , pueden retirarse y hacer abandono del recinto militar". En ese momento ninguno de los nominados nos conocíamos, ahí lo hicimos, mientras caminábamos hacia la guardia del destacamento a paso veloz. No pude evitar mirar hacia atrás para ver la cara del sargento, no lo vi a él, pero, si vi la cara de los que se quedaron y por un momento, solo por un momento, me embargo un sentimiento de solidaridad y de renuncia a la libertad, solo fue un instante pero ya nos encontrábamos al otro lado de la barrera blanca que separaba a civiles con militares y el sentimiento se esfumo.

    Ya afuera nos presentamos y nos saludamos y reconocimos esta asociación de grupo que había formado la voz del oficial ese día en la mañana en la fila de la peluquería y todos comentamos que al menos teníamos tres gestiones cada uno para librarnos de esta obligación. Así caminamos en compañía de unos cigarrillos hasta la plaza de la ciudad en donde nos despedimos, nos felicitamos por la fortuna de ser libres y nos separamos cada uno a seguir con su vida a los 18 años de edad y comprometiéndonos para vernos el próximo sábado cuando concurriéramos a nuestra primera instrucción en la Defensa Civil, organización de ayuda comunitaria y solidaria que desfilaba para los aniversarios de la ciudad con un poco agraciado uniforme azul.

    Para mí no era menor librarme de esta obligación pues estaba próximo a cumplir 19 años terminando la enseñanza secundaria, enamorado y con un bebe en camino. Nunca supe cual de las gestiones me saco de la fila, pero siempre he creído que el estado de gravidez de mi novia, peso demasiado en el informe social que se presento como excusa, para mí no era tal la suerte como la de los otros dos , más que suerte lo encontraba absolutamente necesario para enfrentar las futuras obligaciones que vislumbraba mi precoz futuro.

    1989 fue una año de importantes decisiones y transformaciones para el país y las campañas del SI y el No ocupaban la palestra de todos los medios de comunicación, ya no había restricciones al vocabulario ni censura en los matutinos, ni en las radios, en la televisión Ricardo Lagos dirigente social de la época enfrentaba al General Pinochet y lo apuntaba con el dedo augurando la pronta caída del dictador. La dictadura ya no era algo que se hablaba en bares y peñas en voz baja escuchando a Silvio Rodríguez todo lo contrario, se anunciaba que “la alegría ya viene” dentro de la campaña del NO y por el otro lado se demonizaba a los “comunistas” como si estos vinieran a comerse a los niños, en la campaña del SI, dos claros bandos enfrentados, uno con 17 años de dictadura a la espalda y otro que encarnaba toda la esperanza de un pueblo que ansiaba ser libre.

    El sábado siguiente a las 7:30 de la mañana un grupo sesenta desconocidos esperaba a las afueras de la guardia del regimiento, nadie se conocía excepto los tres de aquel día en la fila de la peluquería, inmediatamente formamos el reducido grupo en donde intercambiamos algunas opiniones de la contingencia política y nos dedicamos a observar a los otros que al igual que nosotros se les había reemplazado el servicio militar obligatorio por esta instancia. Sin duda eran otros tiempos, nosotros, los tres de la fila de la peluquería habíamos sido invadidos por la impronta militar que nos aporto el colegio y que nos obligaba a mantener el pelo corto sobre la línea de la camisa y al darnos cuenta de la diversidad en los look en este grupo de gente pudimos constatar que los tiempos habían cambiado definitivamente, muchos de pelos largos y hasta los hombros, otros con boinas y perillas en los cuales se apreciaba claramente visos del Che Guevara.

    En esas cavilaciones matinales nos sorprendió una voz de ¡Atención pelados! , formar una fila frente al cabo Salas, ¿el cabo Salas? Todos miramos al único que podría ser y rápidamente nos formamos frente a él, ¡tomar distancia con el brazo derecho sobre en el hombro de su compañero, Marrrr! (marchen). ¡ Vuelta a la derreee( derecha), atención observar atentamente la siguiente instrucción que les presentara el Cabo Salas , solo por una vez. ¡ A discreción ¡ ( pie derecho adelantado) ¡ Firmes ¡ ( ambos pies juntos y manos a los costados), ¡de frente! ¡Marrrr! , se abrió la barrera y todos marchamos torpemente hacia el interior del regimiento con la vista puesta en el Cabo Salas.

    Estábamos formados en un patio amplio de cemento frente a unos galpones de donde se desprendía un claro aroma a caballo a esa hora de la mañana. El cabo Salas se ubico delante de todos nosotros y nos dijo , ¡ Soldados , buenos días ¡ buenos días mi cabo respondió el tímido coro de civiles, ¡ Soooldadosss, buenos días! repitió con energía , sacamos la voz esta vez y respondimos al unisonó ¡ buenos diasss mi cabooo!,…y siguió, todos los que tengan licencia de conducir un paso al frente. Yo tenía y varios de los que estamos también tenían , nos miramos, sonreímos , pensando tal vez lo mismo, primer día en el ejército y ya conduciríamos maquinas militares y tanques y no se podía evitar tener cierta satisfacción por los otros , los que no tenían licencia de conducir.

    Se formaron dos filas, los con licencia y los sin licencia y marchamos hacia parte trasera de aquellos galpones que teníamos al frente.Ahí había camiones y jeep militares algunos con cañones o ametralladoras, ¡guau ¡ esto se pone bueno dije yo para mis adentros mirando a los los otros que de seguro serían nuestra tripulación, era bueno en realidad haber hecho ese trámite de la licencia de conducir a pesar de no tener auto, pero en esos años al menos servía para emplearse de conductor en alguna empresa.

    Bien se abrieron una grandes puertas de madera y el olor a caballo nos golpeo contundentemente la cara. A los que no tenían licencia se les entrego un pala y a los que tenían licencia una carretilla de mano, nuestra misión para ese día era limpiar cuatro enormes caballerizas en donde parecía que los caballos habían estado encerrados por cien años, mirarnos y reírnos fue inevitable antes de aceptar nuestra suerte.

    El ritmo impuesto por el cabo Salas hizo que la mañana trascurriera de manera imperceptible mientras acumulábamos cerros de estiércol en una explanada al extremo del recinto militar. El hambre gritaba en nuestros vientres producto de tal inusual sesión de ejercicios. Una sirena nos hizo detener la faena y fuimos formados en fila india y luego se nos ordeno ¡atención! NU-ME-RARSE y así todos 1, dos, tres, cuatro y hasta el numero sesenta, era medio día y en el ejército era hora del rancho o almuerzo. En correcto orden se nos dirigió hasta una instalación que tenia baños, duchas y camas perfectamente echas y se nos pidió asearnos las manos y cara. Era agradable saber que comeríamos algo y eso nos lleno a todos de ánimo.

    Conducidos a fuera de aquella instalación el cabo Salas nos informa que nosotros no éramos conscriptos regulares y que por lo tanto no teníamos acceso al rancho ni derecho a almuerzo, sin embargo, el ejército de Chile les proporcionara un pan y un jarro de leche a las afueras del rancho. A esas alturas comida era comida y cualquier cosa sería bien recibida, teníamos una hora de descanso, periodo en que aprovecharnos los de la fila de la peluquería para juntarnos y comentar la jornada y como estábamos en grupos separados cada uno en un galpón fue inevitable preguntarnos y tu ¿tenias licencia o no tenias?Fue agradable realmente disfrutar y compartir aquel jarro de leche caliente y el pan con mantequilla, manteca o lo que sea , a esas alturas no importaba.

    Todos estábamos compartiendo sentados al borde de una cancha de futbol consumiendo aquellos alimentos, otros fumaban un cigarrillo para digerir la merienda. Observamos como conscriptos regulares y uniformados marchaban hacia dentro y fuera del rancho al almuerzo y vimos caminar hacia nosotros a un militar de bigote blanco y mucho brillo de estrellas en sus hombros por lo que supusimos era de alto rango y lo era. El se acerco a unos veinte metros de nosotros y se detuvo con un cigarrillo en la boca, nos observo, una a una nuestras caras que miraban en silencio, su mirada se detuvo en un grupo de cinco sujetos precisamente en aquellos que lucían largas cabelleras hasta los hombros, vimos como al alto oficial se le incendio la cara de ira, tomo el cigarrillo y lo arrojo al suelo dándole dos o tres pisotones con sus impecables botas y se le abrió la garganta para gritar ¡Cabo Salassss!, Salas por su parte pareció por un momento tener alas en los pies al posarse y cuadrarse drásticamente frente a aquel oficial quien lo mira fijamente encendido por la ira diciendo, ¿ qué hacen estos comunistas dentro del ejercito?, hasta ese momento y como dije antes la dictadura se estaba debilitando cada vez y existía mayor tolerancia con ciertas cosas y es por eso que estos personajes no representaron amenaza para nuestros instructores ya que no eras soldados ni conscriptos, en el fondo estábamos ahí para prestar servicios comunitarios en caso de ser requeridos por la sociedad. En este caso eso no importo y el iracundo oficial ordeno al cabo Salas que seamos formados y conducidos inmediatamente a la peluquería y ahí estábamos nuevamente donde todo empezó al menos tres de nosotros , los sesenta formados frente a la peluquería esperando nuestro turno, los primeros en ser conducidos y en los primeros lugares de la fila fueron aquellos cinco que lucían el pelo hasta los hombros en medio de uniformes y estrellas.

    Cada corte de pelo duro no más de dos minutos, ya que no era la estética la que primo en aquel atelier militar, cada vez que un corte concluía se escuchaba por parte del peluquero ¿talco o colonia?, no importaba lo que eligieras el resultado era el mismo, un parche rojo que no era otra cosa que un violento golpe a mano abierta en tu cuello recién rasurado. Luego de unas horas el grupo de los sesenta lucíamos como quien que sale o entra a un campo de concentración y aquellos de las largas cabelleras nunca lucieron peor en sus vidas.

    Se nos formo nuevamente y por orden de aquel ofendido oficial fuimos conducidos a la entrada del ejército y se dio por terminada la jornada de instrucción de ese día. El nos acompaño hasta la salida junto al cabo Salas y antes de decir rompan filas nos miro las caras y nos dijo con cierto orgullo “ahora sí parecen hombres” , obviando completamente el hecho de que aquí pagaron justos por pecadores.

    El tiempo transcurrió y cada sábado estábamos ahí, al parecer el ejército no tenía tiempo para nosotros ya que muchos de esos sábados se nos obligo a esperar afuera del cuartel hasta el medio día para decirnos que hoy no habrá instrucción. Llego así el mes de Octubre y gano el NO, el "no" que decía que Pinochet no seguiría en el gobierno y que se llamaría a elecciones para elegir un nuevo presidente para Chile y retornar así a la ansiada democracia.

    Durante ese mes de octubre y noviembre del año 1989 si tuvimos instrucción y se nos obligo a tomar al menos un curso de la malla disponible que tenían para nosotros. En aquel entonces yo formaba como primer hombre al ser el más alto del grupo y Chible mi compañero circunstancial de aquel día era el segundo de la fila, éramos bastante altos en realidad y nunca imaginamos que esta característica y el curso que elegiríamos nos conduciría al desenlace que tuvo esta historia.

    Nos inscribimos en un curso de policía militar lo que nos obligaba a asistir a instrucción regular un día más a la semana. Los días miércoles marchábamos mucho y se nos pasaban fusiles de madera para que aprendiéramos los clásicos manejos de armas en un desfile, presentar arma, poner la bayoneta, al hombro arma, etc. En otras jornadas nos vestían de azules uniformes, y un casco blanco con las letras P y M en la frente y mas un bastón de madera también de color blanco. Se nos enseñaban acciones evasivas, de bloqueo, partes del cuerpo donde habría que golpear a una persona en caso de una manifestación o motín interno, una especie de esgrima con aquel bastón blanco. Esto para Chible y yo no era voluntario era una ley de reemplazo que teníamos que cumplir prestando servicios durante un año precisamente en aquel 1989.

    El plebiscito le dijo que no a Pinochet y eran tiempos de campaña en donde comunistas , socialistas y demócratas cristianos creaba una concertación de partidos políticos para obtener la presidencia de la república cosa que ocurrió tiempo después.

    Ya estábamos a fin de año y el General Pinochet se encontraba en una gira nacional de despedida y también de campaña ya que también competiría como candidato a la presidencia como civil una vez y al retirarse como comandante en jefe del ejercito, ya que nunca dejo de serlo, él era el jefe de la junta militar y a la vez un general único en el mundo de seis estrellas al mando del ejército.

    Su gira ya casi concluía y solo faltaban las dos regiones más extremas del país, la nuestra y la región de Magallanes y la Antártica Chilena. Se anuncio su llegada por los medios locales y se organizo por parte de la intendencia una ceremonia , Coyhaique región de Aysén seria el próximo destino del general para su despedida.

    Aquel miércoles concurrimos como de costumbre con Chible a nuestra instrucción que estaba por finalizar. Completamente absortos de la contingencia política y partidista solo queríamos concluir esta obligación que nos mantenía amarrados a la ciudad y hacer luego de esto algo con nuestras vidas.

    Ese miércoles fue diferente desde un principio, en el ejercito brillaban las hebillas y las bayonetas, las botas nunca fueron más negras ni más brillantes, no habíamos tenido Chible ni yo la oportunidad de ver uniformes de gala tan de cerca, era impresionante la cantidad de soldados que vimos ese día.

    Como de costumbre ubicamos al cabo Salas para solicitar instrucciones y saber que lo que haríamos ese día, al encontrarlo él nos enfrento con un solemne tono y nos dijo “muchachos hoy tendrán la oportunidad de servir a la patria”, reconozco que aquella frase nos dejo en silencio no logrando reconocer de que manera podríamos prestar ese servicio. “ Hoy…siguió Salas… llega mi general Pinochet a su gira de despedida y ustedes como policía militar reforzarán la seguridad en plaza de armas durante la ceremonia, por favor acompáñenme al almacén para que hagan retiro de su uniforme y armamento.

    Armamento, eso fue escalofriante, general Pinochet más aún, apenas lo vi en fotos o televisión algunas vez y hoy estaría acá cerca de él. ¿Armamento? que tipo de armas nos entregarían, no somos soldados ni tampoco se nos ha enseñado a usarlas. Se nos entrego el uniforme de primera, botas a la medida, cascos blancos nuevos con la sigla PM, pintura de camuflaje para la cara y se nos capacito in situ como utilizarla. Tienen dos horas para prepararse, a las 12:00 am en punto salimos del cuartel hacia la plaza de armas. Ante la expectativa del uso de armas pregunte al cabo Salas de que arma se trababa, perdón dice, es un costumbre militar , solo usaran el bastón que tienen en el cinto.

    Uniformados y pintados para la guerra nos encaminamos al patio en donde todo se estaba organizando y también para abordar el transporte militar. Junto a nosotros en el camión iban otros PM que por la pintura no pudimos reconocer ni ellos a nosotros, pero, para nosotros estaba destinada una misión especial no así para ellos. Llegamos a la plaza de armas cerca de la intendencia en donde radica el gobierno regional , designado, en ese entonces y formados a un lado del camión todos fueron asignados a diferentes puntos de acuerdo a un plano que nuestro jefe de batallón tenía en una carpeta que decía en su portada “ clasificado”. Todos fueron asignados menos Chible y yo y quedamos de pie, en posición firmes a la espera de instrucciones.

    Cerca de la intendencia en medio de calle Condell se había levantado un escenario que miraba a la plaza que ya estaba atestada de gente, rodeados de cuerdas de seguridad tanto hombres, mujeres y niños esperaban expectantes los acontecimientos de aquel día.
    El cabo Salas se mantuvo cerca de nosotros que permanecíamos aún formados en una fila de dos pintados y sin comentar nada. De pronto sentimos el clásico sonido de un comunicado por radio y alcanzamos a escuchar “mi general se dirige en estos momentos haca la plaza”. Salas se vuelve hacia nosotros y nos dice atención estas son sus posiciones. Chible a lado izquierdo del escenario y Subiabre la lado derecho. Corrimos al lugar indicado y con Chible no miramos a los ojos sorprendidos por aquel momento en que la historia nos puso si querer uno a cada lado de la tarima en donde el general pronunciaría su discurso de despedida ese día.

    Aquella mañana al salir de la casa nunca imagine estar en aquella posición y mucho menos lo imagine aquel día de abril en que deje mi lugar en la fila antes de la peluquería junto a Chible y Cayún. Claramente esto no era por ser expertos en seguridad si no solo por ser más altos que el común del contingente y seguramente nos veríamos bien en esos puestos, era lo que lograba elucubrar en mi cabeza a la espera que el General Augusto Pinochet Ugarte subiera al escenario. Como deseaba fumar un cigarrillo para poder calmar en parte los nervios propios que invadían mi cuerpo, sobre todo porque todo esto nos tomo por sorpresa. Las personas apostadas cerca del escenario me miraban a los ojos, seguramente también a Chible, en ese momento éramos “milicos” como podía imaginar la gente que nos miraba de que manera llegamos a ocupar esos puestos al lado del general. En sus miradas también había cierta desconfianza al pensar seguramente que por alguna razón estábamos en esas posiciones de seguridad , Chible sabía algo de artes marciales, yo nada y ni siquiera había tomado un fusil en mi vida o al menos verlo de cerca, en los días de instrucción hacíamos ejercicios de presentación de armas con fusiles de madera,pero lo que pensará la gente de mi en ese momento me fue dando un poco más de seguridad , ya que para ellos podía perfectamente ser un comando instruido en miles de formas de matar o algún veterano de alguna guerra mundial. Estos pensamientos me fueron empoderando en mi papel y solo me mantuve perfectamente en la posición de firmes y con la vista al frente mirando por sobre las cabezas a los cientos de personas que me circundaban.

    El bombo del primer acorde del himno nacional me saco brutalmente de mis cavilaciones y me puso en sintonia con la escena que se construía en las cercanías de la catedral a una cuadra del escenario marcial. Un grupo de unos 25 militares avanzaban al trote por la calle custodiando un jeep militar sobre el cual venia el general, con uniforme de gala cubriéndose la espalda con una capa de color gris, con la mano derecha en la visera de su gorra dorada y mirando a la comunidad apostada en el lugar.

    Esto duro unos segundos o más no tengo relación del tiempo, solo sé que mis piernas se hicieron de lana al ver a quien represento por 17 años un duro gobierno dictatorial al que se le atribuían miles de crimines y desaparecidos, ahí estaba frente a mis ojos y yo en una posición impensada actuando de custodio, ese día yo era milico, ese día yo fui milico! Sí¡ , eso era, solo yo sabía que no era así y el cabo Salas y Chible, todos los demás lo ignoraban, así la gente como también el propio general Pinochet , no pude pensar en otra cosa que en una de sus famosas frases “ los tengo a todos identificados y no se mueve una hoja en este país sin que yo lo sepa”. El general no supo ese día que aquel soldado que estaba a la derecha del escenario y aquel otro que estaba a la izquierda fuimos aquella mañana a jugar con fusiles de madera al ejercito para cumplir con nuestro servicio militar alternativo. El general no sabia que yo no era un soldado propiamente y mucho menos que no disponía de ningún tipo de instrucción para estar ahí tan cerca de él.

    Todo paso muy rápido entre los vítores de la gente y los sones del himno nacional, aquellos 25 militares que trotaban cerca del vehículo de enlace era la guardia personal del autodenominado presidente, ellos se ubicaron en tres filas frente al escenario mirando con caras pintadas a la plaza y el general se ubico en el proscenio preparado para el evento, comenzando todo con un estridente “chilenos todos” que resonó en los parlantes y en los oídos de todos los presentes.

    Si nosotros éramos considerados altos al lado de guardia del general seriamos considerados enanos, pintados con una pintura gris sus rostros parecían de acero, ni un solo movimiento, y por detrás pude apreciar sobre sus cuellos una especie de armadura ( anti bala supimos después) con ametralladoras especiales con cargadores curvos de cincuenta tiros empuñadas a la altura de la cintura apuntando hacia la gente, algo muy imperial si quisiera definir la escena de alguna manera estos días.

    La alegoría del pronunciamiento militar y el día en que el pueblo imploro el apoyo de las fuerzas armadas para erradicar el comunísimo y el marxismo leninista y sacar a Allende de la Moneda se pudo escuchar ahí ese día en una plaza del confín del mundo, en medio de aplausos y gritos de apoyo al régimen y pequeñas banderas chilenas alzadas en las manos de los niños sobre los hombros de sus padres. En otros grupos no se observaban aplausos ni banderas , ni gritos, ni niños, sobre todo a los que estaban más atrás en la multitud y los que se apostaron en la cercanía de la intendencia, solo se observaba silencio y ojos sorprendidos al ver a quien había encarnado el mal por tantos años y el bien para los ojos de otros. El discurso post plebiscito ganado por el NO y que le puso término a la dictadura de Pinochet tenía una suerte de reclamo entre sus líneas y unos visos de traición por parte del pueblo para luego agradecer a los que votaron por el SI que representaba la continuidad, el resultado fue estrecho pero aun así favorable al NO.

    Después de estos resultados gran parte de la sociedad, los ganadores, se empoderaron de libertades y de democracia, la prensa rasgo sus vendas y las mordazas fueron retiradas de muchas bocas, lo impensado para algunos había ocurrido, Chile le dijo NO al dictador y este discurso de despedida no fue la excepción para callar.

    En medio de la vibrante y apasionada reseña histórica que salía de la boca de Augusto Pinochet y de los parlantes y por detrás de las multitudes, se levantaron pancartas en protesta y se escucharon consignas invitándole a callarse y a irse de aquel escenario. La guardia dio tres pasos férreos hacia la multitud y se pudo oír claramente el cierre de las 25 ametralladoras, Pinochet dio una enérgica orden de ¡alto! a la guardia para luego decir en voz más baja, “tranquilos ,no es para tanto”. La policía de orden y seguridad ya se encontraba en pos de los manifestantes y desde la distancia pudimos ver las escaramuzas que se estaban ocasionando. Chible desde su extremo me miro y yo lo mire con su cara pintada tratando de comunicarse con movimientos de cejas y de ojos, nosotros estábamos ahí en posición firme si más que hacer. El cabo salas pareció emerger en medio del tumulto y se acerco a nosotros ordenándonos prestar a apoyo a la policía de orden y seguridad. En dos pasos Chible estuvo a mi lado y los dos enseguida en medio de la gente, en ese momentos nos sentimos más milicos que nunca, pues escuchábamos en voz de la multitud,” milicos malditos “, milicos concha de su madre”, “hijos de puta” , “ mal nacidos”, ¡ asesinos! , ¡Asesinos malditos!, junto a escupos, patadas y todo tipo de proyectiles comestibles. Nuestro punto de destino era el ala sur de la catedral y ahí debíamos prestar apoyo a la policía.

    Nos vimos obligados a usar los bastones para abrir un corredor de seguridad sobre todo para el cabo Salas, del cual nos convertimos por algunos momentos en sus guardaespaldas. En medio de forcejeo, golpes y mucha saliva emergimos cerca de la catedral y pudimos apreciar la batalla campal que se desarrollaba entre los manifestantes y la policía uniformada,de fondo el discurso seguía imponiéndose en el ambiente. Ni un solo carabinero tenía su gorra puesta, otros eran arrastrados de las correas por el suelo y a un lado de plaza estacionado estaba un bus de color verde que era llenado como si se tratara de llenar una lata de conservas enlatadas. Apoyamos sí, no puedo decir otra cosa y levantamos los bastones del orden público y los dejamos caer en las cabezas y las espaldas de alguno que otro conocido y otros desconocidos. Chible salió persiguiendo a un manifestante que portaba una bandera y un pañuelo en la cara donde se podían leer las letras M.I.R y ante la imposibilidad de detenerlo paro en su carrera y arrojo el bastón blanco desde lejos alcanzando al manifestante a la altura de la nuca, este callo y fue detenido por policías con uniformes y conducido como si se tratara de una pelota de fútbol hasta el bus verde que se encontraba estacionado a un costado de la plaza.

    Nada más ocurrió y de pronto todo se calmo tal como empezó, el general Pinochet había callado y ya se había retirado del escenario, la gente también comenzaba a moverse. El orden se había restablecido y ya no importaban mucho las formas, carabineros sin gorras siendo asistidos por compañeros que limpiaban las sangre de sus rostros, yo parado al lado del monumento del general Carlos Ibáñez del Campo en medio de la plaza prendí un cigarrillo y lo comencé a fumar, un cara pintada vestido de milico y con sangre en la boca se me acerco y me dijo me convidas un cigarrillo, claro dije yo, sacando un paquete de Viceroy rojo del bolsillo, ¿ tienes fuego? claro dije y le extendí la lumbre, era Chible que al mismo tiempo exclamo, ¡que mañana weon! , así es, ¡queeeee mañana repetí yo!, ¿ has sabido algo de Cayún?, no ,no he sabido nada respondí, expulsando una bocanada de humo que formo una aureola en el aire.
     
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    Última modificación: 24 de Abril de 2017

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