Mismidad

Hoy amanecí sabiendo que era uno de esos días
que duran semanas, o meses.
De aquellas veces en que hasta la soledad se cansa de mí y me deja conmigo; lleno de mí, fastidiado de mí.

Siento una opresión en el pecho, inmune al antibiótico,
al multivitamínico, al ejercicio, a la escritura,
a la compañía pasajera de una mujer placentera.

Hoy estoy lleno de mí, indigestado.
Malhumorado y sin ganas de salir.
Te culpo a ti, por estar ausente. Por seguir ausente.
Me siento tan inerte que pastoreo la tarde espantándome las urracas.

Me sacudo el cuerpo de vez en cuando
para que no se me suban los gusanos.
Me miro en el espejo para confirmar que sigo siendo yo,
a pesar de mi propia ausencia.

Estoy tan solo que hasta el espejo se quedó sin reflejo.
Estoy tan ajeno al mundo que hasta el reloj de pared se detuvo.
En la puerta de la casa se amontona la correspondencia.
No la recojo, no la leo pues no me siento correspondido.

Soy un extraño en cualquier lugar.
Siento que mi cuerpo me queda grande, como si fuera un traje alquilado.
Miro unas fotografías en las que estoy solo (¿quién las habrá tomado?).
Y en ellas aparezco con el mismo traje desmedido.

Duermo por un rato y sueño el sueño de otro
que tengo una mujer y que yo la amo
que beso sus pies mientras duerme que me sueña
que le digo al oído, entre ensueños, que ella es mi dueña

Despierto y me descubro en la cama de otro
vistiendo ropas ajenas, viviendo una vida robada.
Me miro en el espejo, reviso las fotografías
y sólo descubro que ya soy más viejo

Hoy amanecí sabiendo que el día no ha terminado
que mi soledad no ha regresado.
Siento mi corazón tan lleno de vacío
y mi vacío tan lleno de ti

Cuántas mujeres pasaron por aquí
A todas vi y a todas las viví
Todas se fueron porque no las detuve
Una a una, a todas perdí.

Veo que la habitación se ha reducido
sus paredes ahora están más cerca de mí.
Mis libros, en las repisas, hablan entre sí
conspiran borrar todo lo que en ellos leí

Miro mis manos y las descubro ancianas
temblando de edad, de soledad.
Camino trabajosamente hacia el espejo
y veo que miro a un hombre que ve

Miro a un hombre que va, que se va, que se fue
esperándote, buscándote, soñándote, añorándote, llorándote.
Espero la vida, busco la vida, sueño que vivo, vivo añorando,
lloro la vida, vivo muriendo, muriéndote vivo, muriéndome vivo.

Te extraño sin conocerte, hablo de ti sin saber tu nombre
Te regalo un poema cada viernes,
te envío rosas a tu casa que no existe
Te escribo canciones que nadie escucha
te llamo en las noches con cualquier excusa

No te veo, no te oigo y sin embargo creo en ti, religiosamente
Vivo por ti, y tú ni lo sabes. Sufro por ti, te lloro, te adoro.
Cuando salgo de casa visto ropa limpia, pensando que tal vez sea el día
en que nos topemos frente a frente, y yo me reconozca en tus ojos

Vivo para ese día, imaginándome la hermosa vida.
Yo te regalaré la llave de mi casa; tiraré el espejo y el reloj
y soñaré que alguien sueña que viste mi cuerpo alquilado,
que besa tus pies mientras en sueños te escapas conmigo.

Si la soledad es, la compañía no es. Si la compañía es, la soledad no es. Si la soledad no es y tampoco la compañía, entonces queda la mismidad.
¡Qué estado estacionario es ése de la mismidad!, donde el tiempo no transcurre porque no hay con quien transcurrir; donde el espejo no refleja porque no hay quién lo mire, donde el remolino de agua gira hacia el lado opuesto.

Ese lugar indeseado, casi inenarrable, es la ciudad de nadie, el vacío perpetuo, la angustia circular, el espacio tan estrecho donde no caben ni la soledad, ni la sombra.

Es tan pesado como el agua que aprieta al buzo
cuando se sumerge demasiado, hasta reventarle los pulmones.

En esta camisa de fuerza llamada mismidad; en esta ciudad desierta: espejo de ciegos; canción de sordos; coloquio de mudos, estoy varado.
Si al despertar por la mañana, alguien me ve pasar por detrás de su reflejo, atrapado dentro de su espejo, quiébrelo, y acabe así con mi dolor.

Si alguien la ve pasar por la calle, dígale que la amé desesperadamente. Dígale que aguardándola, buscándola, llorándola, en reflejo me convertí.

 

el alma suele desesperar
a los sentimientos que abruman su fe,
rencontrarla implica fuerza
y voluntad
gracias por compartir
Denn