Muerte callada

MUERTE CALLADA

La matutina ceremonia de la reconciliación,
esa de la mirada al espejo que me mira,
no por cotidiana es menos punitiva:
la derrota de mi imagen es un callado clamor.

Los aceros silenciosos de los días en inexorable labor,
como arados implacables arrancan trozos de vida,
de esa vida que, día a día, nace de mi alma altiva,
quizá porque al espejo no puede mirarse el corazón.

Esa labor iconoclasta del mirarme en mi dura decadencia,
decadencia de mi cuerpo, obscena dejación de la belleza,
acompaña con cínico silencio la inane muerte de mi inocencia.

Ya sólo carne ocupa mis contornos, carne e impureza,
y el ángel oscuro que me anima enciende con insolente indecencia
la llama negra que funde mi ansia incontenible de tristeza.
​

Ilust.: Francis Bacon. Tríptico​

 

Muchas gracias, Ro.Bass. Tu reflexivo y amable comentario me sitúa de nuevo frente al espejo de este poema. Ahora lo veo más enriquecido. Ha sido un placer recibir tu visita. Un cordial saludo,
miguel

 

Muchas gracias, Palmira, por tu comentario tan enriquedor y enjundioso. No puedo calificarme como agnóstico en términos absolutos. Como Borges creo que en algún recodo puede haber una luz, lo que comporta admitir la existencia del carcelero que la mantiene viva. Pero he desistido de la búsqueda de esa luz y, como Bacon, admito (aunque rechazándolo) que la existencia es violencia. Ahora (ya) me demoro en un cómodo escepticismo con mi predestinación aceptada.
Ha sido un placer tu visita, que espero ver repetida. Un cordial saludo,
miguel

 

Gracias, querida Darkness. Ya añoraba tu presencia en estos versos. Recibo tu abrazo entusiasmado y agradecido. Un saludo muy cordial,
miguel