Muertos resucitados

Charcos de sangre,

coagulación álmica,
entre pútridos restos
de carne negra,

se alzan cruentos deseos,
sobre suelos agotados,

se arrastran nuevos esclavos,
observando, a un cielo que es divinidad,

tiempo que persigue estelas,
de anhelos por siempre ensoñados,

juegan con nuestras percepciones,

quizás nuestros cuerpos también sean ilusión,

caen como cadáveres,
las estrellas de un cielo unido por el dolor,

horror de millones,
melodía ensordecedora,

clamor de tiempo flagelado,

presente, de un futuro exterminador.

 

El poema revela un paisaje donde la vida y la muerte se confunden en un mismo grito. La sangre, la carne y los restos se convierten en símbolos de una humanidad desgarrada, sometida a la esclavitud del dolor y de sus propios deseos. El tiempo aparece como juez implacable, que persigue y devora los sueños, mientras las estrellas, en lugar de iluminar, caen como cadáveres, signo de un universo herido. En medio de esta visión oscura, se cuestiona la misma realidad del cuerpo y de la existencia, insinuando que todo podría ser ilusión. La conclusión nos deja frente a un presente cargado de sufrimiento que anuncia un futuro devastador, donde el horror colectivo resuena como una melodía fatal que nadie puede silenciar.

Saludos Cordiales