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Nazareno...

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Ignacio1971, 19 de Octubre de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 227

  1. Ignacio1971

    Ignacio1971 Poeta recién llegado

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    28 de Septiembre de 2017
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    Hombre
    Sobre la tierra calcinada por el sol del desierto, la imagen de un hombre se desdibuja en la cruz. No parece ser el salvador de los judíos... Como he escuchado lo llaman por ahí.

    Mi nombre es Claudio Quintilus Pulo, soy centurión de la décima cohorte, asentada en esta tierra olvidada por Júpiter...

    He visto muchos de estos “Mesías” morir de esta manera. La justicia romana es expedita en casos de rebelión y brutal también. No podría tratarse de otra manera a estos bárbaros. ¿Un pueblo con un solo Dios...? Jamás entenderé esta parte del imperio... En Roma las cosas son más ordenadas... a las afueras de la puerta de Esquilino está la zona donde los condenados arrastraban ellos mismos el “palus” hasta el lugar de la ejecución, antes son flagelados para que las heridas debiliten al desgraciado, que hubiera cometido algún delito en contra de Roma. Generalmente ladrones u homicidas. Este era el peor castigo que se podía infligir y era público para que todos comprendieran las consecuencias de levantarse contra Roma.



    Pero este hombre... una extraña paz en su mirada me pone nervioso. He enfrentado con mis legiones a más de un enemigo y jamás dude. Templados a fuego en los campos de batalla cualquier soldado romano sabe que nada es más fuerte que una centuria a la hora de darle alimento a los dioses de la guerra. y sin embargo la mirada del hombre en la cruz me atraviesa , sus ojos profundamente negros parecen rogar en silencio que termine con su miseria, la sangre seca que cubre su cuerpo lacerado forma hilos negros que recorren los jirones de su piel y humedecen el madero al que está sujeto, hace tres horas ya..

    La tarde cae sobre Judea... unas densas nubes cubren el firmamento. Desde la cima de la colina donde está ubicado el cadalso puedo observar la ciudad. Un conjunto de casas blancas y pequeñas. Domina el paisaje. Los sonidos de la ciudad lejana son traídos a mí por la suave brisa de la tarde.

    La madre del condenando lo mira, ojos ya sin lágrimas... solo espera que no sufra más. Que al fin abandone este mundo... he visto esa mirada en muchas otras mujeres cuando la legión atravesaba sus vidas en su camino de conquista, Madres suplicando por la vida... o la muerte de sus hijos... aun así no me acostumbro a ella...

    Me recuerdan demasiado a la de mi esposa... viendo morir día a día a nuestro único hijo... los dioses no han sido generosos con nosotros... Celsus Aurus Pulo nació con todo el vigor que podría esperarse del hijo de un centurión. Llenando de alegría mi vida y la de Laureana la única mujer que he amado. Solo yo se la felicidad que hemos vivido juntos...la calidez de su cuerpo junto al mío en las noches heladas... no existe mujer más hermosa en el imperio... ella convierte todo en maravilloso, en magia pura... su amor por mí solo es superado por el que tiene por nuestro hijo...

    Hijo que agoniza lentamente de una plaga contraída en esta tierra maldita...

    Poco a poco se consume en fiebres que le hacen hervir la sangre y en humillantes evacuaciones color verdusco... Laureana ve como se le va la vida de su hijo y solo es un recuerdo de lo que algún día fue...

    No soporto el calvario de verlos así... no quiero volver a casa... eso ya no es un hogar... solo el dolor habita allí. Casi tanto como en este infierno.



    Desvió la mirada solo para ver como el populacho abandona el lugar, unas enormes gotas de lluvia lavan los cuerpos de los crucificados... Solo el sumo sacerdote del templo parece inmune a la lluvia helada que pronto nos empapa... en su cara la satisfacción por el enemigo agonizante no puede ser más clara. El odia al nazareno... no sé porque, ni me interesa, años de batalla me han enseñado a reconocer el desprecio en los ojos de los hombres y el de Caifás era terrible...

    Un frió glaciar baja sobre las montañas de ese lugar olvidado por Júpiter... Un rayo corta el cielo en dos mientras el aire estalla con el sonido del trueno...De pronto la quietud de esa hora aciaga desaparece por completo mientras ráfagas de polvo y arena son levantadas ante mí. Marte, Minerva y Venus... a todos ellos les pido me cuiden en esta hora oscura. El viento lastima las partes del cuerpo que mi manto de legionario no alcanza a cubrir...

    Observo la humanidad del nazareno... sus labios quebrados musitan una letanía. No lo entiendo muy bien... Es arameo...

    -“Eloi Eloi lama sabachthani".

    Por un instante no comprendo, solo ciento su mirada y una profunda paz me inunda, como si las sacerdotisas del templo de la diosa Vesta, me acunaran con sus cuerpos virginales. Comprendo entonces sus palabras... son tan claras que parece como si fueran dichas por los labios de mi madre...

    -¿Deus meus, Deus meus, utquid dereliquisti me?

    -(Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?)

    El nazareno, es la imagen del dolor... me acerco a su cruz. Ya no es solo curiosidad... Hay algo especial en este hombre.

    Le grito.

    -¿¡Nazareno! Cuál es el crimen por el que te han condenado?

    El me observa como si no me viera. Y musita en perfecto latín.

    -Sitio (tengo sed.)

    Me doy cuenta que sus labios están agrietados...

    Sé por experiencia que no se le debe dar agua a un hombre con esas heridas... solo producen más agonía... si eso es posible...

    No siento ningún sentimiento hacia este hombre solo es uno más de los tantos que he visto pasar el mismo tormento... aun así... no puedo dejar de ver que el nazareno es diferente...

    ¿Podrán ser reales las cosas que he escuchado sobre él...? dicen que resucita a los muertos y cura a los leprosos...

    ¿Porque entonces no se salva a si mismo...?

    A los judíos y sus profetas...Roma sabe cómo lidiar con ellos... Como una promesa la tarde oscura cubre el Gólgota... pronto será de noche. Y la lluvia y el viento siguen acompañando el dolor de aquel hombre. A su lado, dos ladrones están muertos y un cuervo negro como la noche misma se alimenta de sus ojos...

    Un guardia grita para regocijo de los demás soldados.

    Termina con esto. Baja ya de esa cruz...

    Solo una lágrima es la muda respuesta, los cabellos del condenado caen sobre su frente. Y en su cabeza una diadema echa de espinas guarda las rojas gotas que la lluvia dejo en ella... una broma cruel de los legionarios

    La barbilla se levanta un poco y mirando al cielo lo oigo decir.



    -Consummatum est (Todo esta consumado)



    Con un último suspiro, el condenado mira a su madre... la cara de esta refleja el terrible momento... y a la que seguro es su esposa, una mujer algo avejentada que lo observa a pesar de las inclemencias del tiempo... solo alguien que ama de verdad podría soportar esta tormenta sin claudicar... y ella lo hace con naturalidad divina... tomando las manos de la mujer a su lado, ambas lloran en silencio. Sus labios apretados han tomado el color del marfil... parecen ignorar el viento que hace flamear sus ropas... o el frió que hizo que mis soldados se refugien en sus capas, hasta Caifás se ha retirado ya... solo ellas y yo somos testigos de las últimas palabras del Nazareno...

    • In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum.

    • (En tus manos encomiendo mi espíritu.)

      Un fuerte temblor azota la tierra en el momento en que el condenado muere... a lo lejos se escucha el griterío de la plebe aterrada. Y la luz de un relámpago me permite ver que una de las paredes del templo de estos paganos esta rajada a la mitad...

      No hay aves en el cielo. Y como si todo fuera parte de un gran misterio el viento y la tormenta se detienen en un instante...

      Mira el cuerpo destrozado del nazareno mientras un legionario se acerca para quebrar las piernas del mismo, una práctica usual en estos casos que permite saber si ya está muerto y si no lo está, acelerar ese destino...

      Pero súbitamente le detengo y sin saber bien porque digo.

      - Longinos, tome su pilan y atraviese el corazón de este hombre...

      Esta muestra de piedad no es común en el ejército romano.

      El legionario mira sin comprender muy bien, pero los palos le han enseñado a nunca discutir la orden de un superior.

      Suelta el mazo y toma su lanza... duda un segundo. No sabe bien que lo detiene pero intuye que está haciendo algo malo... me mira y ve el fuego en mis ojos. Cuando mis labios comienzan a formar un reproche hunde la punta de su pica entre las costillas del Nazareno... este ni se inmuta, está muerto. Un grito de horror se escucha desde el rincón donde las mujeres estiran sus manos para tocar al hombre crucificado...

      Longinos da un paso hacia atrás al verse empapado de una mezcla rara de sangre y agua proveniente del condenado... Esto no es normal... y pienso si no será otro de los “milagros” de este hombre.

      Soy un soldado, un hombre de guerra y aun así aprieto fuerte el amuleto que mi esposa me dio el día que partí a Judea...

      Ella y mi hijo vinieron tiempo después a mi encuentro... Y con ello selle el destino de Celsus Aurus... mi primogénito.

      La madre y la esposa del hombre se acercan a mí y me dicen...

      -Soldado permítanos el cuerpo de mi hijo Jesús, para poder enterrarlo según nuestras tradiciones... os lo suplico noble romano.

      Y su cara era la muestra viva del dolor...

    • Haced con él lo que os plazca, ya no es problema de Roma...

      Digo sin poder evitar sentir un respeto profundo hacia la compasión de esta madre judía... Doy las ordenes y mis hombres bajan el cadáver del nazareno... no es un hombre muy alto pienso... no puedo evitar lo que sucede después... tomo mi capa y quitándomela de los hombros se la coloco al cuerpo sin vida... Las dos mujeres no entienden el gesto hasta que una de ellas musita.

      -Dios te bendiga centurión a ti y a los tuyos.

      Longinos me observa extrañado hasta que le pido mi caballo... para abandonar este desolado pedazo de tierra.

      Desde lo alto de la colina veo como los seguidores del Nazareno se acercan hasta el lugar. Con ramas de olivo en sus manos...

      Estos judíos pienso...mientras espoleo a Juno, para emprender el regreso.

      Dejo tras mío a la madre, la esposa y los amigos del Nazareno junto a su cadáver...

      Pronto sus siluetas se pierden en la oscuridad de la noche el viento comienza a soplar nuevamente levantando nubes de arena... comienzo a arrepentirme de mi generosidad...

      Entro a la ciudad con sus fétidos olores a excrementos y orines... los arrabales son horribles en cualquier lugar... y esta no es la excepción... las casas pasan ante mí con su impersonalidad blanca.

      Las risas de la plebe llegan a mis oídos recordando la alegría de otros tiempos... Posiblemente mi hijo ya allá muerto. No lo sé.

      Un perro le aúlla a la luna su lastimera soledad,

      Juno se abre paso por las calles solitarias plagadas de basura.

      Y en mi alma desgarrada, la imagen de Laureana como mudo testigo de nuestra pena...

      ¿Hay algo peor que perder la razón de existir...?

      Al doblar el recodo que me lleva a la guarnición observo en las caras de los guardias una tristeza contagiosa...

    • Salve Claudio Quintilus Pulo.

      No contesto y me franquean la entrada con un aire de respeto.

      Grupos tras grupo de legionarios me observan pasar mientras se descubren las cabezas... nada dicen pero su actitud presagia lo peor...


      Frente a mi casa Laureana se encuentra reclinada sobre sí misma.

      Las lágrimas han abandonado su rostro dejando surcos en el...

      Tiembla como si el frió de la noche habitara en sus huesos...

      No me ha visto aun y puedo observar cómo ha envejecido años en unos pocos días...

      Cae en la cuenta de mi presencia y me observa destruyendo la poca fuerza que aún conservo... mis ojos se humedecen al preguntar.

      -¿Celso?

      Aprieta los labios un momento y luego un desgarrador grito rompe la noche en pedazos...

      Desmonto y corro a abrazarla...justo a tiempo para evitar que caiga sobre el polvoriento suelo.

      En sus manos conserva un juguete de niño, un caballito de madera. Que yo mismo talle.

      La abrazo y siento su cuerpo estremecerse en sollozos.

      -¿Porque Claudio...? ¿Porque nuestro hijo...?

      -¿Hemos ofendido acaso a algún Dios...?

      Levanto su rostro hundido en mi pecho... mi coraza queda empapada con sus lágrimas... en sus ojos veo el final de mi felicidad y la de ella... ya no somos una familia... solo dos almas destruidas condenadas a seguir vivos...

    • Quiero verlo... le digo en voz baja.

    • Busca a tu hijo soldado...

      Fueron sus palabras y sentí en ellas todo el reproche por no haber estado allí a su lado. Roma es una amante exigente... y la legión lo es más aun...

      Trato de que entienda que ella es el alfa y el omega de mi existencia... mi compañera en las largas noches de los campos de batalla, la dueña total y absoluta de mi alma y mi cuerpo... la niña, la mujer, la vida... pero ¿cómo un centurión de roma puede decir esas cosas?...

      La dejo en silencio a un lado del camino y recorro los pocos metros que me separan de aquello que alguna vez llame hogar... cuando entro el olor de las lámparas de aceite lastima mi nariz... una luz difusa sale de la habitación de mi hijo. Han colocado una cortina de finas hebras de hilo en la puerta. La corro y...


      Como una exhalación mi cabeza comienza a dar vueltas... el aire se escapa de mis pulmones. Las piernas dejan de sostenerme y caigo de rodillas... mis manos instintivamente van hacia la empuñadura de la espada...es solo un segundo... la suelto como si quemara. , mi desorbitada mirada no comprende aun lo que observo...

      Sobre la cama... cubierta de Flores y de sus juguetes de niño... Celso me mira con sus ojos abiertos... irradia luz. Me mira sorprendido. Una fina sonrisa de dientes perfectamente blancos se dibuja en su boca al tiempo que dice...

    • ¡Papa has vuelto!

    • ¡Hijo mío!

      Corro hacia él, lo estrecho entre mis brazos, su cuerpo esta tibio sin rastros de fiebre. Como si el mundo pudiera resumirse en ese abrazo mi dolor desaparece al instante...

      -¡Celso!

      No entiendo que sucede. Tengo que soltar a mi hijo cuando este me avisa que se está ahogando. Todo es un torbellino de alegría en mi cerebro

      -¡Laureana!

      Grito preso de la más absoluta felicidad. Los pasos de mi esposa resuenan en el pasillo y entonces lo veo en las manos de mi hijo... aun con la sangre del nazareno, como un mudo relato de la magnificencia de aquel hombre, mi capa de soldado...




      FIN.
     
    #1

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