Nena, fluye.

Hacen ya trescientas canciones.
Tus ojos serenos se lanzaron al vacío.
No sale el sol a calentar esta tierra sin ti,
y estos días transforman mi vista,
mis oídos en ruido blanco.

Ya no soy yo.
Ya no sé ser lo que era.
Solo queda de mí el estrellarme contra el piso
hasta volver oro el calcio de mis dientes,
hasta volver perlas mis ojos.

Ya no eres tú.
No hacen falta pruebas.
Solo tienes su nombre, pero ya no eres tú.
No hay nada más que tú aquí,
pero no eres tú,
o cuando menos, no lo eres sin mí.
Solo un espejismo estéril,
como la tierra que pisas.

No somos nada.
Ojalá significar lo que una mota de polvo.
Somos menos que nada,
somos cometas de vacío en el frío espacio.
No queda nada
de cuando nos rebajábamos a semidioses.

Nena, fluye
más rápido de lo que se mueve el mundo,
aunque no existas ya,
aunque mueras en el acto.
Fluye,
desintégrate en el aire helado
o muere de asfixia en tu habitación.

Nena, fluye.
Condenados ya estamos,
si así nacimos,
si nunca hemos tenido más que nuestra condena.

Rompe la atmósfera, nena.
Fluye
y esconde las palabras detrás de su significado.
Di lo que más temes o amas.
Pero fluye.​