Niña, mujer, amante

Tus palabras me sorprenden y me alegran
como la llegada de la primavera a los colibríes.
Tan cálidas, tan tersas, tan justamente ahí
vertidas en hueco que dolía en mi pecho.

Entiendo cuando dices que no soy tu amante,
con ternura recibo el semblante más dulce de tu ser,
y por ningún motivo quiero yo contradecirte
porque tampoco es algo que yo quiera pretender.

Pero si lo tomo con filosofía,
y no el sentido coloquial de la expresión:
sí soy tu amante porque te amo,
soy una amante de tu corazón.
Soy la Niña que ansía tu abrazo.
Soy la mujer que te da regazo.
Soy la amante de tu suceder.
Y no te pido nada a cambio,
nunca lo hice ni lo haré.
Dejaré que el mismo amor regrese
como una simple consecuencia de
este desinteresado querer.

Soy tu amante, no me da vergüenza
que lo digan por ahí de pura mala intención,
porque nadie sabe la verdad entre nosotros
y lo que puedan decir sólo está en su imaginación.
Llega la noche y tu intimidad ansío,
al igual que tú, arde por ti mi piel.
Y decido correr esta suerte,
porque creo en ti, Dios sabe por qué.

Soy tu Niña, tu mujer, tu amante.
Tu vida, tu luz, tu ternura y tu sol.
Soy tu amiga, tu consorte, tu ilusión,
tu poetisa que te adora y te cuida,
que con tu luz al amanecer brilla
a pesar de la maldita sociedad puritana
y toda su especulación.

11 / marzo / 2016

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