Niño Argentado

NIÑO ARGENTADO


Maldigo a Dios, si existe,
por hacerme de cuerpo corrupto
y mente infinito;
maldigo a Dios por ser bueno
si su bondad no la vemos;
y si es cosa de humanos,
eso… ya lo sabemos.

No hacen falta legados
ni es necesario ser magistrados;
en los años merecemos
la cuenta atrás en pasados,
y contamos el tiempo velados
en albores que no conocemos.

Maldigo la idea, y maldigo
la fea manera de ser algo eterno,
si eternos son los que sean
sentidos inútiles aquí en el averno.

Cuando brasas sean mis huesos,
cuando polvo mi carne
y los deseos sucesos,
accesos haya en las partes,
y todo quede en lo tieso;
como besan los labios fractales
siendo lo mismo un cuántico beso.

Yo me jacto, y yo me río,
que nadie tome lo dicho por falso,
que sonrío al núbil efebo,
aquel que fui siendo aún frío
y ahora voy de cortito al cadalso.

¡Qué ajena, qué ajena!
que castiguen la mente de ingenua.
¡Qué solo, qué solo!
que me digan si es de la buena,
el óbito obtuso en el dolo
si el dolo es de alma en pena.

Y si te viera, ¡oh Dios! si te viera,
ajustaría tus cuentas trucadas,
te retaría en la sabía experiencia,
te dejaría un lugar que no vieras,
te mantendría de amor sin clemencia;
te pediría la sangre y la vida,
y en un camino que es caro,
tú pecarías por puro macabro;
te abriría una luz en la herida
del rojo fluir en la huida,
y yo reiría… como un niño argentado.​