No es el polvo

No es el polvo

Altísimo Señor al fin tus hierros
se van clavando poco a poco en mi alma.
No me falta tu amor mas yo quisiera
la gracia infinita de tu calma.
Errando en el camino sin descanso
no es el polvo que ciega al peregrino
y por eso tropieza; es el llanto que a sus ojos los nubla
y que se mezcla formando las negruras que extravían.
Mas muchas veces, al cruzar los sombríos,
de esperanza se viste dejando atrás las iras.
Si en cada anochecer pierde su calma
con cada amanecer de nuevo la recobra.
¡Gracias te doy mi Dios, porque me miras!
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