No hay muerte que llegue a tiempo, nunca...

Voy a ponerme este traje de azares
y a tomar las riendas
de mi desgracia
como si fuera a no volverte a ver nunca,
y con esta perrera
de cosas abandonadas
a descender donde la noche es inconmensurable
y habitan todas las desesperanzas juntas…
Quiero invitar a la muerte
con su cura selenita y diáfana
por estos rincones de casa
que me he inventado,
y alojar su voz de insecticida
por estas palabras que pululan
con serenidad y escarmiento
mientras se deshace mi resguardo,
vestirme de alas
y conjunto de cosas
que no tienen que ver con la etiqueta
del cielo,
acabar con las eras
acostumbrado a mi deber
de mirarla desde lejos.
Tengo las puertas de porcelana
con las maletas preparadas
para su visita,
y bisturís de postre
por si las dudas mientras aparece.


…


Heme aquí sentado,
con pesadez de armiño
y escarlata vidriera,
esperando como un borrego
mientras ella, patidifusa,
ni de estas infusiones sanguíneas
se quiere hacer cargo nuevamente,
pues mientras me duermo
tiernamente remienda cada muñeca
y se va sin despertarme
una vez más como una eclipse…

 

Bello, hermoso, conmovedor, una preciosidad de poema muy lindo.