No quiero, no quiero. Soneto.

No quiero envejecer ganando frío,

temblando y por la vida derrotado,

mostrar mi nuca al golpe incontrolado

haciéndome difunto en el hastío.


No quiero que por dar quedar vacío

y seco ser angustias del pasado,

mancharme con el lodo y demudado

bebiendo del sopor y el desvarío.


Me niego a ser un ente solitario

saciado de penumbra y mortecino

a expensas de un maldito calendario.


No quiero envejecer con este sino

de muerto en un futuro funerario

perdido en los vaivenes del camino.

 

Pero eso ha de suceder, colega.
¿ Por qué ? Te preguntarás.
Porque es lógico.


¿ Cómo fue tu nacimiento ? Y tus primeros pasos, como bebé...


¿ Sabías quién eras ?
¿ A que no ?


Yo también aspiro a ser muy longevo. Y además, consciente de muchos parámetros que predominan en mi existencia. Para así, de esa manera, fortalecerme, en la contemplación de la dicha sin fin. Porque existe, y es memorable, pero nos aglutina a todos. Entonces, ser miembro de esa familia angelical, y de esa energía del hogar, es a base de pararnos en el Ahora. ¿ Qué quiere esto decir ? Pues que el santo Grial, o cáliz de la eterna Juventud, tendrá que ver con los instantes, y con los muchos detalles de un cuadro, o de una sinfonía.