Noche maternal.

Cómo bailan, al son de las canciones de Pink Floyd.
Traen belleza y ritmo desde Nápoles.
En Granada, tierra soñada por mí, se muestran hábiles, sobre el escenario.
La ovación final, extraordinaria. Mérito acumulado, durante siglos, por la Humanidad entera.


Finaliza la Primavera, y comienza el verano. Supongo que habrá también, conciertos de piano.


Son los festivales de música y danza.
Mi madre y yo acudimos sin tardanza.
Algunos espectadores me suenan familiares.
Las damas se han engalanado, mas vienen acompañadas por caballeros nobles.


El espectáculo contiene luces y sonido. Hay parejas de tórtolas, palomas y cisnes.


Son jóvenes atentos y corpulentos. Musculosos.
La alegría de vivir, la ponen las féminas, con su módica estatura.
El Rock and Roll nos alimenta y construye.
Pink Floyd aumenta mi consciencia, y así mi vicio se diluye.





Pero aún, no tiro el tabaco a la basura. Me doy cuenta de que Gran Bretaña es país de la ilusión.


Con celeridad... Sin acritud. Innovación.
No es pérfida albión.
Sino Juventud, divino tesoro. Recuerdos universitarios. Contundencia del mago Gandalf.
Y un señor de los Anillos, declarándose en una guitarra eléctrica.


Se ve Venus, en el cielo. Brilla tanto como uno de los focos.


Junto a mí, una mujer se abanica. Es ecléctica. Las resume a todas.
Siento su halo bondadoso.
Sus piernas desnudas me sonríen.
Tacón plateado. Miro de reojo...