Nuestro sentido en esta vida

Mi sentido en esta vida


¿De qué modo se mide el saber en el hombre?

Saber que debe querer, que debe hacer

Imposible se hace, al una sola vida vivir. A la insoportable incapacidad de comparación con otras vidas.

No se puede medir con sus vidas precedentes ni enmendar con sus vidas pasadas.

¿De qué modo se mide la capacidad de amar del hombre?

¿No será el desarrollo de una simple histeria, de un simple capricho? al darse cuenta en lo más profundo de su alma de su incapacidad para amar, para deslumbrar ese sentimiento tan enigmático, para identificarlo.

Y por eso mismo recrear ese sentimiento, fingirlo y mentirse a sí mismo ante la duda, de que efectivamente lo posee.

Inmensa pena da esta situación. El hombre se priva de disfrutar lo que sería el momento más hermoso de su vida, al desperdiciarlo en el beneficio de la duda.

Más allá de esto, imposible es saber. Imposible es darse cuenta de si está bien o mal.

Las vivencias se experimentan completamente a primera y por primera vez.

No es más que el borrador de un cuadro sin marco. No es más que un desdichado boceto sin causa.

¿De qué modo mide el hombre el dolor?

¿Hay algo más doloroso y pesado que la compasión?

Incomparable es siquiera con el propio dolor.

La compasión, el dolor sentido por alguien, con alguien o para alguien, multiplicado por la imaginación y prolongado en mil ecos.

El peso

La necesidad

El valor

Internamente unidos

Aquello que es necesario, obtiene peso y al obtener peso, vale.

¿Pero cómo es posible saber si es necesario prestar oído a los sentimientos con peso, con valor?

No hay manera de previamente comprobar nada, por lo tanto, el arrepentimiento llegara, instintivamente y por inercia.

¿Qué es lo que tanto buscamos?

El yo individual es tan diferenciable de lo general, que no puede ser adivinado ni calculado de antemano. Aquello que encontramos necesario en el otro de descubrir, de develar, de conquistar…

En el reino de lo posible, nacen infinitas cantidades de amores no realizados. Y a pesar de saber esto de manera casi innata, seguimos convencidos que el amor de nuestra vida, no puede ser algo leve, algo sin peso; creemos en lo más profundo de nuestro alma que el amor, ese amor, tenía que ser…que sin él, nuestra vida no sería nuestra vida, no seriamos nosotros, nuestro cuerpo no sería nuestro cuerpo, sino una esencia ajena.

Ya que aquella víctima más fácil y reconocible es aquella que atención en el cuerpo no presta, y se convierte en su presa.

Presa del cuerpo, presa en una jaula. Una jaula que atesora algo que observa atentamente, escucha, teme, piensa, anhela y extraña. Esa jaula atesora el alma, ese resto del cuerpo sobre el cual se dualita.

Este mismo dualismo es rompible. Esa línea tan frágil que divide estas entidades, se disipa por completo en el preciso momento en el que el hombre se enamora como un loco y pierde de manera incoherente el control sobre su cuerpo y alma, uniéndolos como si siempre hubieran sido uno.

Si nuestro amor, naturalmente no es nuestro amor ¿Cómo va a ser posible deshacerse de algo tan profundo con tal rapidez y energía, con tal facilidad?

Porque ¿No se esconde tras ella algo más profundo, algo que se escapa de nuestro propio razonamiento?

¿Qué será de la vida, cuando uno deseche lo que hasta ese entonces, consideraba plena y ciegamente como su principal misión tanto en el sueño como en la vigilia? ¿Sera un nuevo camino, al que uno es empujado con los ojos vendados?

 

Es Dios. La única causa, cuyo efecto es el Universo.
Entonces, hay formas de llegar a Él.
Se parece a los argentinos.
Lo que ocurre es que eso es muy gracioso. Es divertido.
Luego por tanto, el Amor, como la Broma, forma parte de la Creación.