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Nunca se sabe cuando nos ataca la melancolía

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por coral, 2 de Mayo de 2011. Respuestas: 2 | Visitas: 1065

  1. coral

    coral Una dama muy querida en esta casa.

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    Nunca se sabe cuando nos ataca la melancolía.



    Cuando me retiro a mis aposentos, porque ha llegado la hora de apagar las luces de las bombillas para tratar de descansar los huesos que ya se hacen pesados por el abuso que mi mente le da a este cuerpo -que solamente me han prestado- entonces, es cuando me da por hacer el recuento de tantas cosas bonitas y no bonitas, que me ha tocado vivir en el día , le doy gracias a Dios por mantenerme viva, porque ¡ si que me gusta la vida! y no es porque le tenga miedo a la muerte, sino porque hay tantas cosas tan pequeñas y tantas grandes, y otras tan imposibles , y otras que voy descubriendo, y a pesar de mis muchos años aún estoy descubriendo, y lo disfruto.
    A pesar de ver los noticiarios con todas las calamidades que hacen estremecer al mundo, aún así...con lágrimas de melancolías o con esos duros momentos para inventarme la vida, entonces meditando, me digo: que bonita que es la vida y ¡Que bonita vivirla!

    Siempre hay en mi mente, una ebullición de pensamientos, mis pupilas atrapan de reojo hasta el vuelo del más pequeño insecto, y así mismo mis pensamientos son como el vuelo de un pájaro revoloteando en lo recóndito de mi mente.

    Nada se escapa a mis ojos, y a esto, creo yo, se debe mi melancolía, porque me doy cuenta de los rostros, con sus penas y sus alegrías, con sus arrugas de maldad, o de hipocresía, o de amarguras, y que decir de las almas dulces que se ven en sus pupilas.
    Nunca voy con mi mente en blanco para descansar, siempre me acuesto con algo que gira en mi memoria y que hace mella en mi corazón.

    Ya de noche, me fui al supermercado; esos supermercados de estrato cuatro, donde hay cosas y víveres de lujo, y son atendidos por niñas y muchachos estudiantes, los que empacan las bolsas llenas de cantidad de mercado que las personas medio adineradas compra. El lugar estaba lleno, el aroma de pan caliente, las señoras perfumadas, el niño pidiendo chocolatinas, y los muchachos hijos de papi…comprando vino y cerveza para pasar una noche bebiendo, no faltó la familia que llenaran hasta desbordarse los carritos de cargar el mercado, y en una cola larga para pagar en las cajas, yo, compré unos cigarrillos, porque me encanta fumar alguno antes de retirarme a descansar; no tenía, así que me fui a comprarlos, me tuve que esperar en aquella fila larga, pero a mí, no me aburre ni me desespera, porque me la paso encerrada en mi casa, y allí puedo ver mucha gente, de diferentes ánimos y con diferentes rostros que me encanta observar y ponerme a adivinar que haran, si son felices, tristes o amargados. Estaba en esto, cuando mis ojos observaron el rostro de un joven que estaba empacando en una de las cajas, sus pómulos sobresalían tanto de su rostro y estaban protegidos bajo una piel tan delgada y pálida que parcia un enfermo, sus labios casi borrados apenas dejaban ver una mueca que parecía una sonrisa, porque sé, que para atender al publico tienen que ser muy amables. Detuve mis ojos en él, lo analicé más detalladamente, tenía unas manos largas y huesudas, casi al igual que sus escuálidas mejillas, miré sus pupilas, eran casi cristalinas, parecían pupilas de un difunto, quietas,idas, pero bajo unas pestañas muy bonitas, él noto que yo lo observaba, y parpadeo un instante, luego comenzó a empacar y vi su respiración entrecortada debajo del saco de su uniforme, cuando él me volvió a mirar, le sonreí con mis ojos, y pensé, ¡que muchacho tan delgado! se ve que no la pasa bien, sabrá Dios si ha comido algo en el día, porque la verdad, en su rostro reflejaba el hambre, y en sus ojos no se veía alegría. En ese momento me dije: la vida no es tan bonita, sobre todo para los que no tienen la fortuna de poder salir adelante, o no tienen la oportunidad de estudiar y conseguir un buen trabajo, porque el sistema no ampara al trabajador ni a estos muchachos estudiantes, no les pagan sueldo, simplemente se consiguen su sustento con las propinas que buenamente les quiera dar las personas que vienen a comprar al supermercado. ¿Cómo voy a descansar con mi mente en blanco? sabiendo que en el supermercado, vi a ese pobre muchacho, con su cara de hambre, con sus ojos tristes y sus labios borrados tratando de sonreír a los clientes que compran vinos, cigarrillos y llenan sus carros con mercado. Así, que llegué a mi casa, me metí entre mis frazadas, con un sólo pensamiento, pedir a Dios por los que no son afortunados, los que padecen hambre, frío y no tienen oportunidades o nadie se preocupa por lo que les corresponde como trabajadores, como seres humanos.
    ¡Esta vida nos es tan bonita vivirla, mientras haya injusticias! Y los jóvenes no puedan crecer como deben de crecer.
    Prudencia Arenas
     
    #1
    Última modificación: 2 de Mayo de 2011
  2. estela viana

    estela viana Poeta recién llegado

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    me gusto mucho tu relato, tus palabras lograron que sintiera que era yo, quien estaba vivenciando la situacion. gracias !
     
    #2
  3. coral

    coral Una dama muy querida en esta casa.

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    Estela,¡Gacias, muchas gracias por detenerte en este intento de escribir un relato. ¡Un abrazo bien gande!
     
    #3

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