Ocaso XII

Los miedos, efugios del mañana,
pasan, son viento sin cadenas,
pero aprietan, duelen,
son sonrisas para el ayer.

Celestial inocencia cubre mi pecho,
he sido herido de amistad,
frenopatía adyacente al alma rota.
Suena simple y tonto, y quizás no lo es.
Entonces la poesía en su delirio estival
jamás aumentará sus ardores de mí.
No tengo más armas, soy una estatua de piel
que ama, gime y llora en papel.

Canciones sin notas abrazan tu postura abierta,
el cielo de los ojos es un mar violeta de violenta elegancia.
Si te pienso me cortó las manos,
no me sirven los pies, ni la espalda,
ni el sur en el norte de la imaginación.
Si te pienso la belleza es lengua de verdad.
Todo, absolutamente todo es un grito
y es lo mismo de siempre,
caer, levantarse, ser una piedra, romper tu ventana,
mirar la luna, ser una luna transpuesta en tu almohada,
lo que sea, lo que nos de un final cerrado.
Total el mundo, aún destruido seguirá siendo mundo.

Los miedos pasan,
pero vos, pero mi ocaso, no.