Oh, mujer

¡Oh, mujer!
No puedo menos que sentirme incapaz
de exaltarte en tus insignes cualidades,
porque soy una minúscula voz
al hablar de tus virtudes;
pero, al mismo tiempo,
el ser más inspirado al admirarte.
Eres de los seres el más indefinible,
la más misteriosa de las criaturas,
la obra maestra de la creación.
La naturaleza puso en ti
la profundidad de su sabiduría en modelo de belleza
y la grandeza de su amor en forma de bondad.
Ella conjuga en ti la expresión de lo perfecto
y la felicidad se transmite a través de tu sonrisa.
Cuando tus ojos se abren amanece el día;
el musitar de tus labios es melodía celestial;
al encanto de tu rostro sonríe el mundo entero
y al resplandor de tu presencia brilla el sol.
Eres la poesía, eres la música,
eres el arte manifestado en movimiento.
Tu voz, como el agua limpia y pura,
gana en musicalidad al murmullo del arroyo
y al trinar de los pajarillos en el campo;
tus manos, como el algodón, suaves,
saben curar acariciando;
ponen en la tierra el sentir del cielo,
la suavidad del aire matinal
y la limpidez del cielo estival.
He ahí las alabanzas más exactas pero simples,
para ti, desde mi emotivo corazón.

Porque, sin necesidad de un principado
tienes la postura de princesa;
sin un trono de este mundo
posees la dignidad y altura de una reina;
sin enemigos vencidos ni humillados
brillas con la magnitud de una heroína;
y, sin estar en un lienzo enmarcado
mantienes el candor de una virgen de Rafael.

Bien se podrían cantar alabanzas
a los hombres por su valentía y valor;
a los niños por su alma limpia y pura;
a la Naturaleza toda, por sus prodigios y perfección;
que tú, mujer, los dominas,
y sobre todos ellos te levantas,
porque sólo en ti es completa,
únicamente de ti puede nacer preclara,
la más bella, la más sublime, la divina palabra,
porque sólo tú puedes dar AMOR,...

Amor, el sentimiento que redime y resucita,
que inmortaliza y glorifica,
la única razón de nuestra vida,…

¿Qué habría sido de Apolo sin Dafne,
de Dante sin Beatriz,
de Apolo sin su Laura,
de Napoleón sin Josefina,
de Simón Bolívar sin Manuela?
Por amar mucho, quizá demasiado,
y para pregunta del mundo,
estuvieron María Magdalena,
la que mucho amó;
Safo, la poetiza;
Manuelita Sáenz, la libertadora;
María de Nazareth, por su bondad;
Marie Curie por su sabiduría;
Juana de Arco por su heroísmo,
María Teresa por su caridad.

Y también, ¿por qué Dulcinea es eterna?
¿por qué nunca olvidaremos a Julieta?
¿por qué a Cleopatra recordamos?
¿por qué admiramos a Cossette?
¿por qué a Rosa la santa de Lima veneramos?
¿por qué amamos a la madre de las madres?
¿por qué queremos a la mujer de las mujeres?
¿por qué adoramos al primer amor?
¿por qué es inolvidable la niña de los ojos?
¿por qué es un ejemplo la madre grande, la abuelita?

Sencillamente, porque donde hay felicidad,
donde brilla una estrella,
donde hay risas de niños y paciencia de ancianos,
donde la tristeza se convierte en alegría
y el odio en amor;
donde todo lo bueno y lo bello es posible,
allí está la MUJER.

¡Oh, mujer!
Bendita por los siglos de los siglos seas;
bendita seas, mujer, porque eres bella;
bendita seas porque eres buena;
bendita si estás en el trabajo;
bendita si estás en el hogar;
bendita si eres maestra;
y, si eres madre,
mil veces bendita seas.