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Operación de cerebro en el Antiguo Egipto

Tema en 'Prosa: Cómicos' comenzado por Estrella Cabrera, 29 de Septiembre de 2021. Respuestas: 1 | Visitas: 449

  1. Estrella Cabrera

    Estrella Cabrera Poeta adicto al portal

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    egipcios2.jpg [​IMG] Operación de Cerebro en el antiguo Egipto


    Tengo una duda… las operaciones de cerebro... ¿desde cuándo se vienen haciendo? A mí, es que este tema me apasiona. ¿Cuándo se empezó a operar el cerebro humano? .... y dónde, y en qué año, en qué siglo…no sé…porque todos sabemos que ya hoy en día esto se hace…con una cierta normalidad, con una técnica, cada vez más avanzada…pero claro, digo yo que lo de operar el cerebro no será nuevo de ahora, digo yo que a lo mejor ya en siglos pasados, no sé, tuvo que haber culturas que lo hicieran, otra cosa es que lo hicieran con éxito, que lo dudo. Dicen que los egipcios en la antigüedad ya abrían seseras porque hay dibujos que lo demuestran. No lo sabemos seguro pero ahí están los grabados. O es cierto que lo hacían o era un colgao que se dedicó a dibujar sus idas de olla un día que se aburría…no sé. Da igual.

    Yo me pongo a pensar cómo sería una operación de cerebro en la época de la civilización egipcia, y me lo imagino así:

    El paciente tumbao en una losa, lo que viene siendo una camilla de la época, más que anestesiao, ciego perdido a base de elixires varios, o tal vez de una somanta de mamporros lo dejaban inconsciente, y el médico ahí, machete en mano y antorcha pá alumbrar, seccionando el tarro en dos mitades. Y diciéndoles al resto de su equipo:

    -A ver, señores, me he enterao de que el cerebro humano está formao de neuronas, que son las que hacen que funcione el tarro. Gracias a ellas pensamos, hablamos, nos movemos y todo lo demás. Lo que no sabemos es cómo son ni cuántas hay, y eso es lo que vamos a averiguar ahora mismo. Acerca la antorcha, Ramsés, há er favor, que no veo un pijo. Las neuronas tién que estar por aquí…

    Y el médico cirujano escarbando con las manos en la masa cerebral, sin guantes ni ná, no se habían inventao aún, hasta que exclama:

    -¡Me está dando un asco… pinzas por favor!

    Le pasan unas pinzas de la época, dos picos de cigüeña amarrados con una cuerda de cáñamo, rudimentarias, sí, pero es lo que había.

    -Con esto no hago ná. Enfermero Amenofis, traiga una cuchara sopera…ah, y un táper, ¡en seguida!

    -Maestro, la cuchara vale- dice Amenofis- pero el táper no sé lo que es.

    -Ni falta que te hace. Bájate al sótano y dile a mi parienta que te lo dé, que luego se lo devuelvo lavao.

    Al rato, como el que sirve un estofao, el médico extrae con la cuchara, toda la masa encefálica y la va echando en el táper. Pide a sus ayudantes que le traigan un colador.

    -El paso siguiente es colar toda esta masa viscosa que no sirve pá ná. Las neuronas se quedarán en el colador y podremos contarlas.

    Dicho lo cual, el resultado fue que toda la masa se coló. Y el médico se cabreó.

    -¡Cago en Osiris!- gritó- Este colador no sirve…¿No tenemos un colador chino?

    -Va a ser que no- contestaron los ayudantes.

    -Pos ya estáis inventando uno, y rapidito, que esto tié tó la pinta de quedarse más seco que la mojama.

    Total, que, en poco menos de diez minutos, inventaron un colador chino. Los egipcios eran la hostia. Te inventaban una pirámide en lo que dura una siesta. Lo que no se sabe es por qué luego el colador éste se llamó chino.

    -Takamón, proceda…- ordenó. Y el Takamón pasó por el chino la masa viscosa cerebral. Esta vez sí quedaron restos. Hubo aplausos, claro está que no se oyeron, porque como los egipcios todo lo hacían de perfil, no sabían aplaudir más que con una mano. El encargado de contar lo que quedó en el chino fue Papiroflexio, un becario, que tardó tres cuartos de hora hasta anunciar:

    -Siete, maestro. ¡Hay siete!

    -Excelente trabajo, y…¿qué forma tienen las siete neuronas?

    -No sé, están pegadas, oiga.

    --Pues coja una de las siete y saldremos de dudas.

    El becario Papiroflexio cogió con sumo cuidado un poco de la sustancia que había quedado en el chino y que pensaban que eran neuronas. Entre los dedos, una bola amorfa, es todo lo que pudo enseñar a los presentes, que observaron con sumo interés.

    -Tiene forma de moco- dijo uno de los ayudantes.

    -En efecto- corroboró el médico- y este descubrimiento abre una nueva dimensión hasta ahora desconocida.

    -¿Qué quiere decir, maestro?

    -Que si no fuera por el color, una neurona es igualita que un moco. A falta de posteriores estudios, me atrevo a anunciar que nos encontramos ante un novedoso y único hallazgo. Los mocos son neuronas. Salen por la nariz por un mecanismo de propulsión que las expulsa hacia fuera del cerebro, es decir, son neuronas desechadas, que ya no sirven pá ná y hay que sacarlas.

    -¿Y si son de color gris perla cuando están en el cerebro, por qué cuando salen son verdes?

    -Buena pregunta, Abubakar. Así, a bote pronto, sólo se me ocurre una explicación.

    -¿Cuál es, maestro?- preguntaron. Y el médico se frotó la barbilla y contestó:

    -A ver, Abuba,he dicho a bote pronto, tengo que reflexionar antes de precipitarme. De momento me retiro a mis aposentos pá meditar, me limpiáis ésto un poquito, que me está dando un asco, yo ahora vuelvo.

    A todo esto, el paciente parece medio despertarse y dice:

    -¿Me pueden cerrar la sesera ya? Es que me está entrando una migraña…

    Se hace un silencio. Papiroflexio, aún con el colador chino en la mano, murmura entre dientes:

    -Oiga, una cosita, maestro…

    -¡Calla!-grita el maestro-Sé lo que estáis pensando…

    Se hace un nuevo silencio. Los caretos de los ayudantes son de: “no estamos aquí pá pensar” y el maestro se da cuenta, así que se frota nuevamente la barbilla poniendo cara de listo y pide que le traigan una gaseosa.

    El paciente, ya despierto del todo y harto de que no le hagan caso, coge la mitad de su cabeza e intenta colocársela como puede.

    Todos los presentes se están haciendo la misma pregunta.

    -Señor, - dice uno- una cosa, ¿cómo puede este hombre hablar sin neuronas?

    - ¡Eso digo yo!- exclama Papiroflexio señalando el colador- Si las neuronas de este hombre las tengo yo aquí, las siete! ¡Que las he contao! ¿eh?

    -Pues mú bien no las habrás contao!-increpa el maestro, que ya sale por peteneras- seguro que este buen hombre tiene aún neuronas en su cavidad craneal. Si no fuera así, sería impensable que pudiera hablar o actuar de modo alguno.

    El paciente y Papiroflexio mantenían una dura lucha desde hacía un rato. El paciente trataba de colocarse la mitad de su cabeza y el becario se la arrebataba una y otra vez. Hasta que el paciente se cabreó y se incorporó de la camilla-losa, exclamando:

    -Bueno, vale ya , ¿no? O me dan un paracetamol o le dicen a este imbécil que me devuelva mi media cabeza, cagoen Osiris, joder ya.

    Se hizo un silencio. Papiroflexio soltó por fin la mitad de la sesera y el pobre paciente pudo colocársela en su sitio, más o menos, sentado ya en la losa.

    El maestro se lo quedó mirando y, tomándole de una mano, le dijo:

    -Mire usted, buen hombre, es un misterio que pueda usted hablar y moverse cuando le hemos extraído todas las neuronas. Pero de misterios está el universo lleno, ¿me entiende?

    -Sí, mu bien- contesta el paciente- todo lo que quiera, pero, a mí la cabeza me duele un huevo, ¿sabe lo que le digo?

    -Normal, tenga en cuenta que le hemos estao trasteando el cerebro, ahora, si no le importa, le vamos a volver a anestesiar pa ponerle las neuronas en su sitio, y ya luego le damos un gelocatil si eso.

    -¡Amenofis!-grita el maestro- Tráigale a este hombre un gelocatil, lo que sea, y llame al anestesista.

    -Mire, a mí me da igual- dice el paciente- que me anestesien o no. Total, me he estao enterando de todo desde que empezó, procedan ya a meterme eso que dice que me han sacao de la sesera que me tengo que ir a la obra. Estoy contratao en la construcción de la pirámide de Keops, ¿sabe? y he pedido dos horas libres, o sea que o vuelvo a la obra o me quedo sin curro.

    -Tranquilo-dijo el maestro- en cuanto le hayamos cosido la sesera podrá usted irse.

    Y, dicho esto, ordenó a sus discípulos que le fuera colocada y cosida la media cabeza. Una vez hecho, el paciente se incorporó y pidió un gelocatil. Como no tenían, le dieron un espidifén y el hombre, ya dispuesto a marcharse, se fijó en la masa viscosa que aún había en el colador y en el careto sospechoso del maestro. Y, señalando el colador, increpó al maestro:

    -¿Y éso?¿Éso que ha quedao ahí? ¿No serán mis neuronas?

    Se hizo un silencio y todos los presentes clavaron su mirada, primero en el colador y luego en el maestro. Éste se hizo el sueco unos instantes, pero no le funcionó porque el paciente se acercó hasta él y le zarandeó por el hombro, muy cabreado, gritando:

    -¡Queeeeé! ¿Me viá tener que ir a currar sin neuronas?¿Estamos locos?

    -Buen hombre, no sufra- dijo el maestro- que algunas le habrán quedao dentro de la mollera, se lo aseguro, y vaya, vaya usted a cumplir con sus obligaciones laborales sin temor alguno, total pá acarrear piedras tampoco le van a hacer mucha falta.

    -Muy bonito-repuso el paciente- Usted se cree que yo soy imbécil, pero se equivoca, de imbécil no tengo nada, me he dejao abrir el tarro con tó mi buena fé para un experimento sin precedentes, sin cobrar un duro y perdiendo tres horas de curro, que ya no son tres, porque llevamos aquí lo menos siete horas, entre abrir, sacar, colar, cerrar, coser y tó la pesca…y encima de que me dejan con una migraña de cojones, se van a quedar con mis neuronas por el morro…

    -¿Quiere usted que se las volvamos a meter?

    -¡Sí, hombre, y abrirme otra vez la sesera! ¡Ni hablar!

    -Pues ya me dirá…

    -¿No decía que las neuronas salían por la nariz? ¡Pues hala, me las meten por ahí mismo!

    -No veo la manera- dijo el maestro.

    Y Papiroflexio exclamó:

    -Pos esnifando, es lo más rápido. ¡Yo tengo un rulo!

    Y sacó del bolsillo una especie de caña tipo horchatería pero de bambú. El maestro le miró, atónito.

    -¿Y tú dónde coño has aprendido a esnifar, si puede saberse?- le increpó.

    Papiroflexio se puso rojo como un tomate y no contestó.


    El paciente, sin pensarlo, le arrebató el rulo y se fue directo al colador. Con el rulo metido en uno de los orificios nasales, aspiró la masa viscosa. Viendo que aquello no era fácil de esnifar y se atascaba en mitad del rulo, el paciente inhaló con tal fuerza que acabó succionando el tubo entero. Los ojos se le pusieron en blanco al momento y la media cabeza cosida se desprendió de golpe. Al parecer el rulo había subido directo al cerebro con tal potencia que tocó la pared craneal, rompiendo los puntos de sutura y dejando otra vez la mollera al aire. Estaba a punto de caerse redondo del mareo, pero se mantuvo de pie como pudo.

    Papiroflexio aprovechó para volcar el contenido de la masa viscosa del colador en el interior de la cabeza del hombre.

    -¿Qué haces, insensato?- le increpó el maestro.

    -Hombre, ya que está abierta, pues devolverle las neuronas, maestro.

    -Este infeliz se acaba de esnifar un rulo de caña, por si no os habéis dao cuenta, que, con toda seguridad ha taladrado todo su sistema neuronal, de modo que, con un pedazo de rulo incrustao en el cerebro, de poco le van a servir ya las neuronas. Trae pá acá el colador, ya si eso, cuando se invente el microscopio, las analizaré con detenimiento.

    Se llevó el colador a su laboratorio, mientras el paciente convulsionaba en el suelo y estiraba la pata finalmente. Lo que duró el tío. Eso sí, murió de perfil, como buen egipcio. Y así quedó plasmado en un boceto rápido que hizo el becario Lapiziris.

    De ahí que hasta nuestros días perdurase este legado gráfico en torno a las operaciones de cerebro que conocemos o creemos que los egipcios practicaban.

    Y, como ya estaba muerto el pobre hombre, lo colocaron de nuevo en la losa y le hicieron la autopsia, no para certificar el motivo de la muerte, que eso ya lo sabían, “impacto de cuerpo extraño en forma de tubo de caña taladrando el cerebro”, más que nada para investigar trasteando aquí y allá. Pero eso, por desgracia, no lo plasmaron en ningún dibujo ni escrito, vaya usted a saber por qué.


    FIN

    Estrella Cabrera Z. 2018
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    #1
    Última modificación: 29 de Septiembre de 2021
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  2. Luis Libra

    Luis Libra Atención: poeta en obras

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    Jajja, muy ingenioso y divertido. Mis felicitaciones, Estrella. saludos.
     
    #2
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