pa mi apa

De pie mucho antes que el mismo sol, y totalmente despierto por los aromas del pan que recién habían horneado quienes fueran entonces mis abuelos, mi papá, desde su niñez, y hasta su vejez, fue increíblemente devoto a su oficio de panadero en Caja Pinta, Nuevo León, México.

Sin entonces tener máquinas como las que se usan hoy, tengo aun frescos los recuerdos de encontrarme con grandes montañas de harina -de día y de noche - sobre largas mesas blancas y que mi padre. después, amasaba para convertirlas en un futuro pan del cada día. Las horas eran largas, la música imparable, las botellas de tequila, siempre en sus designados rincones, y el calor, usualmente ya cálido, por los hornos se hacia más intenso e insoportable. Antes de irme o después de regresar de la escuela, mi labor, aparte de hacerle mandados a mi padre y a sus amigos, era entregas de pan, limpieza de bandejas, de aceitarlas y el polvorear de algunos panes, etc.

la visión dura del trabajo, y la memorizada canción del “ ganarse el pan del cada día” me sonaba bien, pero, eso que, además teníamos que hacerlo? Pues, en mi joven memoria, el tremendo esfuerzo que conllevaba hacer panes no me hacia sentido cuando veía que mi padre se lo regalaba a medio mundo, y a la otra mitad, se los fiaba y lo apuntaba en una libreta que, después, por su mala memoria se perdía, o se la robaban..who knows?

Comparto esta historia porque conozco e imagino a otros padres con las mismas características o éticas de trabajo y responsabilidad, como las de mi padre. Yo, como él, cada día me presento, puntual, al hospital, no sólo para servir, con mi simple trabajo de abastecedor a los pacientes o a sus familiares, sino por el gran honor de proveer, for my own here, in the U.S y en México también.

Claro, mi padre no fue perfecto, tuvo sus flaquezas con el alcohol que lo hacían el hombre mas dado a las lagrimas que haya conocido, y bueno, otras ideas del cómo educar a la familia que hoy no son tan bien aceptadas, es decir, con mano dura. El destino o los motivos de salud lo llevaron al encuentro con la religión, se hizo miembro, y por consiguiente, todos nosotros, y vivió, viajó, predicó y lloró tanto por su pasado que, nos besaba con tal vigor por los tantos besos que se le habían olvidado darnos.

Así, con su forma de orar por todo, por sentirse feliz o por sentir lo contrario, por mis calificaciones escolares y hasta porque el eterno me ayudara a conseguirme una novia, fija, o que me hiciera sentar cabeza, como al resto de mis hermanos, bueno, todas estas peticiones atento oí y sin que él lo supiera, lo miraba, creo, sin darme cuenta que desde entonces serian estas notas que hoy leen.

Yo estoy orgulloso de la ética laboral, de la responsabilidad y el respeto que me dejó mi padre.

Por allá,
en algún lugar infinito
habrá de preguntarse
porque tanta poesía
y pocas oraciones.

Pa José Guerra, mi apa!


Fidel Guerra.

 

La poesía también es la oración del alma.
Saludos.

 

Es injusto que este sector de prosas no sea tan concurrido como el de poesías, porque si no buscamos, nos perdemos obras del corazón, como esta.
Tu manera de narrar es equivalente a una conversación, como si fuera frente a frente, y eso la hace adorable y profunda desde los sentimientos.
Este relato/ homenaje se nota que fue creado desde tu alma.

Un abrazo.

 

Cecy,
gracias por el mensaje, lindo y lleno de emociones. Muy de acuerdo estoy con vos, el espacio de prosas, aunque no tan visitado como el de su pariente, la poesía, en estas, seguido se pueden leer cosas bonitas, muy bien estructuradas o tan simples como las mías. Mi prosa no solo tiene todos los síntomas, sino la total enfermedad de la mala ortografía, aun así, alivia a mi mente y me alegra el corazón.

La prosa que has leído, además del drama, describe desafíos y algunos logros que poco a poco han construido mis escritos.
To you, I give my sincere thanks and “always” my appreciation.

Fidel.

 

Hannah,
aunque un poquito tarde, mi respuesta te llega llena de sinceras disculpas. Compañera, creo tienes razón, la poesía o prosa, como la oración tienen la misma fuerza porque se hacen con el corazón.

Saludos y abrazos desde Oregon,

Fidel.