Para el amor de una vida

No existe verborrea más bonita que aquella que despide mi pulso cuando a los ojos te miro... cuando me pierdo en tus poros, en tus huesos llenos de lodo y de sudor, cuando bajo el telón de la oscuridad me haces tuya. No existe poesía más salobre que tu boca cuando se hunde en mi sexo.
No hay nada que se compare con tu respiración, con tu voz y con el aliento que suspiras cuando satisfecho me sacias. Danza en mi cabeza la melancolía del recuerdo de tu sudor mezclado con mis babas, con mi sangre, con mi lengua.
Saltas en mi conciencia y resaltas en mi memoria como casi que el primer pensamiento en la mañana y el último en la noche, cuando mis párpados, húmedos del cansancio, dan su último respiro. Gracias al cielo que, más que un recuerdo que aparece a deshoras, eres una realidad presente en cada momento de felicidad y, por qué no, de tristeza también.
Qué más placer que seas mío. Qué más placer que en mis uñas queden tus retazos de piel cada vez que exhaustos terminamos, recordándome que somos nuestros.
Eres tan el amor de esta vida, de la mía, que la poesía no alcanza a describir la locura que se enciende dentro cuando de la mano me tomas o me besas la boca.
Eres lo que me llena, lo que me envuelve, lo que me hace sentir viva.
Me mueves el cielo y el suelo también.

Te amo, compañero de vida.
Tu Sara.